—Solo necesito una noche —dijo, mi hermana gemela, alzando un dedo en el aire como si estuviera pidiendo algo insignificante—. Una sola noche en la que te hagas pasar por mí. —¡Eso es imposible! —respondí, cruzándome de brazos y mirándola con incredulidad. Marina se inclinó hacia mí, con un brillo en los ojos que me puso los pelos de punta. —¿Imposible? Por favor, Maite. Eres actriz. ¿No se supone que eres la mejor en lo que haces? Esto es un papel. Una gran película, pero en la vida real. Lo que comenzó como un favor inocente para mi hermana pronto desmoronó mi mundo. Fingir ser Marina frente a su prometido, Aris, no solo puso a prueba mis habilidades como actriz, sino que también destruyó todo lo que creía conocer de mí misma. Esa noche, en los brazos del hombre que jamás debí desear, cometí el mayor error de mi vida. Gracias a este error terminé atrapada en un matrimonio lleno de deudas y mentiras, mientras descubría que estaba embarazada, pero no de mi esposo… sino de Aris. Huir fue mi única opción para proteger a mis hijos. Pero cuando finalmente decidí regresar y enfrentar las consecuencias, caí en un juego oscuro y peligroso orquestado por Aris, quien ya sabía parte de la verdad.
Leer másPOV. Maite.El ascensor tardaba demasiado en bajar. O tal vez no, pero mi desesperación hacía que cada segundo se sintiera eterno. Con el corazón latiéndome en la garganta, decidí no esperar más y me eché a correr por las escaleras. Subí como una loca, escalón tras escalón, con el aire ardiendo en mis pulmones. Javier me seguía de cerca, igual de agitado, pero completamente confundido por mi actitud frenética.Cuando por fin llegué frente a la puerta del apartamento de Leonardo, no me detuve a respirar. Golpeé la madera con los puños una y otra vez, con tanta fuerza que me ardían las manos. —¡Abre, maldita sea! — rugí, casi sin voz.La puerta se abrió de golpe y mi madre apareció en el umbral. Ni siquiera la miré. Si no que pasé de largo, empujándola mientras irrumpía en el departamento.—¡Leonardo! —grité, cruzando la sala —. Si dejaste que esa maldita de Marina les hiciera algo a mis hijos, juro por Dios que te mataré.El pánico me cegaba, mi respiración era un caos, y mis manos
POV. Maite.Estoy furiosa conmigo misma. ¿Por qué no le dije que sí? ¿Por qué no lo enfrenté con firmeza, reafirmándole que jamás estaría con un hombre como él? Pero algo dentro de mí no me dejaba. Algo que me desconcertaba y me llenaba de rabia. Había cometido dos errores imperdonables, y la frustración me carcomía. ¿Cómo pude exponer mis pensamientos en voz alta frente a Aris? Tanto que me esforcé en ocultar la verdad sobre mis hijos, y ahora era yo misma quien se la estaba entregando en bandeja de plata. Estoy segura de que entendió perfectamente que es el padre de Gianna y Gael. Y aunque intente convencerme de que no me importa su aversión por los niños, la verdad es que sí me molesta. No puedo sacarme de la cabeza la manera tan despectiva en la que hablaba de ellos, su tono repulsivo, y la frialdad en su mirada. Aún conservaba el video. Podría dárselo ahora mismo y desenmascarar a Marina de una vez por todas. Pero no quiero darle el gusto de aclarar completamente sus dudas.
POV. Aris.Ella levantó la vista, con el rostro contraído por la rabia y la impotencia.—Que eres un maldito desgraciado, eso fue lo que dije —espetó cambiando de táctica.Sí que esta mujer merecía toda mi maldad. — Compraste esta agencia solo para arrebatarme la oportunidad de alcanzar mi sueño más anhelado. Me enviaste aquel vestido… y luego le diste uno con el mismo diseño a Marina, únicamente para convertirme en el chiste de la noche y mofarte de mí. Y como si te pareciera poco, no apareciste en la celebración que se suponía que sería tu presentación.Remarcó la última palabra creando comillas con sus dedos.—Te equivocas —repliqué con una sonrisa arrogante—. Sí, compré tu vestido, pero no le di nada a Marina. Tal vez, como son gemelas, sus mentes se conectaron y por pura casualidad acertaron.Ella apretó la mandíbula y me fulminó con la mirada.—¡Al diablo Marina! ¡Al diablo tú!Dio un paso adelante y, con un movimiento repentino, golpeó mi escritorio con ambas manos.—Sin impor
POV. Maite.Retrocedí un paso y miré a Javier.—Sí, dime.Parecía que le costaba encontrar las palabras.—Disculpe, actriz Maya Luz, pero el jefe pide que entre —interrumpió la secretaria antes de que él pudiera responder.—¿Qué tal si me lo dices cuando salga? —sugerí, intentando ocultar la inquietud que se enroscaba en mi pecho.—Pero Maite…No lo dejé terminar. En su mirada había algo que me hizo dudar, pero ya era tarde para retroceder. Respiré hondo, tratando de apaciguar la tensión en mi cuerpo, y giré el pomo de la puerta.En el instante en que mis ojos se posaron en la figura alta y elegante junto al ventanal, el aire se me escapó de los pulmones. Y sentí cómo el corazón me daba un vuelco tan fuerte que un nudo se formó en mi estómago.Él se giró lentamente, curvando sus labios en una sonrisa que era tan seductora como cruel.—¿Tú? Era él. Todo este tiempo había sido él…Aris sonrió de lado, con ese gesto que había empezado a odiar.—Bienvenida, Maite. Tenemos mucho de qué ha
POV. Maite.Anoche todo había sido un completo desastre. Marina había logrado fastidiarme, y todavía no podía entender cómo había conseguido echarme ese maldito polvo que me causó una comezón insoportable. Imagino que lo hizo mientras aquellas dos mujeres me sujetaban en el baño, riéndose con malicia mientras yo me retorcía inútilmente. La frustración me consumía al recordar que no pude darle una lección anoche mismo. Y, por si fuera poco, el nuevo dueño de la agencia, el cerebro detrás de todo ese espectáculo, nunca apareció. Tuve que irme a una clínica sin siquiera avisarle a Javier, quien terminó llamándome furioso, acusándome de haberlo dejado solo para lidiar con todo el caos. Me lanzó palabras hirientes, tildándome de irresponsable, y aunque sabía que tenía razón, no podía soportar que también él se pusiera en mi contra.Todo apuntaba a que Vittorio y Marina habían comprado la agencia con un único propósito: arruinarme. No podía haber otra explicación lógica. Eran ellos. Esta
Narrador omnisciente.—Eres la gemela fracasada que siempre intenta sabotearme. Te esfuerzas tanto en engañar a todos, haciéndoles creer que eres la mejor, pero tu obsesión por destruirme solo demuestra una cosa: le temes a la verdad. Sabes que en el fondo eres una envidiosa e insegura, aterrada de que algún día todos descubran quién eres en realidad. Maite hizo una pausa.—¿Quieres golpearme? Adelante, inténtalo. Aprovecha ahora que tienes a tus dos perras fieles a tu lado. Pero escucha bien, Marina, la próxima vez que nos crucemos no solo barreré el suelo contigo, sino que te haré desear no haber nacido. ¿Crees que te tengo miedo? Ni en tus sueños.Marina la miró con desprecio y una mueca de asco deformó sus facciones. Se acercó a su oído y murmuró: —No voy a ensuciarme las manos con alguien tan inferior como tú.La soltó bruscamente, empujándola contra el lavabo. Maite se tambaleó, buscando apoyo para no caer. Cuando recuperó el equilibrio y alzó la vista, las tres mujeres ya se
POV. Maite.Aferrada al brazo de Javier, entré al gran salón del hotel, sintiendo cómo todas las miradas se clavaban en mí. Un cosquilleo incómodo recorrió mi espalda, y un calor insoportable se instaló en mi cuello. ¿Qué debía hacer? ¿Sonreír como una muñeca de porcelana y saludar con una mano alzada, pretendiendo seguridad? ¿O caminar mesa por mesa y presentarme, exponiendo mi vulnerabilidad? La verdad era que me sentía completamente fuera de lugar. ¿Qué hacía yo en esta celebración? Ni siquiera tenía sentido estar aquí... al menos, no para mí.—No te sientas nerviosa, solo sonríe —murmuró Javier, afianzando su agarre—. Recuerda que el miedo está en nuestra mente.—Tienes razón... —murmuré.Pero en cuanto mis ojos se cruzaron con los del viejo Vittorio, sentí una punzada de irritación. A su lado, mi madre mantenía su expresión fría y distante. No esperaba encontrarlos aquí. Mi primer impulso fue retroceder, y escapar. Pero no, no les daría ese poder. Fingí que no los había visto
POV. MaiteAl pasar esos días encerrada en esa suite, sentía que mi mente pendía de un hilo, a punto de desmoronarse. La ansiedad me devoraba con cada minuto que pasaba, al punto de que mis uñas se habían convertido en víctimas de mis dientes, destrozadas como si hubieran pasado por las fauces de una piraña. La angustia no venía solo del encierro, sino también del peso asfixiante de la demanda que Leonardo había presentado en mi contra. Ese infeliz estaba utilizando a mis hijos como un medio para forzarme a regresar a su lado, no porque me quisiera, sino porque veía en mí una chequera ambulante. Pero no iba a permitirlo. Rompería cada cadena que me atara a él, sin importar cuánto tiempo o recursos me costara. Tenía que hacerlo, por mis hijos y por mí.Mis pequeños descansaban sus cabecitas sobre mi regazo, con sus miradas fijas en la pantalla, cautivados por las caricaturas que se repetían una y otra vez. La culpa me punzaba el pecho. Ellos no merecían estar prisioneros conmigo,
POV. Aris.Sentado frente a esta mesa abarrotada de platillos exquisitos, me obligué a sonreír. La comida debía ser un festín, un agasajo para celebrar algo que esperaban con ansias Marina y Vittorio. Pero cada aroma, y cada delicado adorno sobre el mantel, me revolvía el estómago. Todo era un espectáculo asfixiante, una farsa tan bien montada que casi podía olvidar el motivo por el cual estaba ahí, sentado frente al hombre que más odiaba en este mundo.Apreté los puños bajo la mesa, sintiendo cómo mis uñas se clavaban en mis palmas. Tenía que soportarlo. «Solo unos días más», me repetía en silencio, como un mantra desesperado. Pero cada vez que levantaba la vista y veía la sonrisa de Vittorio, esa sonrisa cínica y prepotente, recordaba el cuerpo inerte de mi padre… esa imagen nunca me abandonaría.—Amor, debes comer de este lomo a la crema, mi madre lo hizo especialmente para ti. La voz dulce de Marina me sacó de mis pensamientos, mientras me agarraba el brazo con una ternura qu