Con el rostro desencajado, Maite miraba a Aris, esperando una respuesta. Su corazón latía con fuerza. Algo no encajaba, lo podía presentir.—No es nada importante... solo necesito hacer una llamada —dijo Aris, esbozando una sonrisa tensa, forzada, que Maite no pasó por alto.Ella entrecerró los ojos. Algo en su voz, en su forma de evitar el contacto visual, la encendía por dentro.—Amor… volveré en un segundo —añadió él, posando los labios sobre su frente con una dulzura que, por primera vez, le pareció ensayada.Maite se quedó quieta, inmóvil, sintiendo un nudo raro en el estómago. Su sexto sentido le gritaba que esa llamada no era común… pero se obligó a respirar profundo. No quería ser paranoica. No con él. No ahora.Sacudiéndose la incomodidad que aún le oprimía el pecho como un nudo silencioso, Maite alzó la barbilla con una sonrisa cálida, se giró hacia su padre.—¿Te preparo algo para cenar antes de irme? Lo que quieras… me haría bien cocinar un poco.El rostro del hombre se i
POV Maite.El auto se detuvo con suavidad frente a un restaurante que jamás había visto en mi vida. No tenía letrero visible, solo una fachada discreta, casi como si no quisiera ser descubierto.—Señora, acompáñeme —ordenó el conductor con una seriedad tan seca que me erizó la piel.Lo observé por el retrovisor, desconfiando de su tono.—No conozco a ninguna señora Kouros... o como se llame —espeté, apretando la mandíbula—. Estoy con mis hijos y no pienso encontrarme con desconocidos solo porque tú lo digas. Él carraspeó, sin mirarme siquiera.—Le sugiero que me acompañe por su cuenta. Si insiste… será peor. Me encogí de hombros, intentando mantener la calma, justo cuando Gianna y Gael empezaron a removerse en sus asientos.—Mami… ¿ya llegamos? —preguntó Gianna con voz adormilada.—¿Dónde estamos? —añadió Gael frotándose los ojos.Los abracé instintivamente.—Señor, encienda el vehículo —ordené, con mi pulso acelerado—. Si no lo hace, llamaré a Aris. Y créame, lo echará sin pensarlo
POV Maite.Con fuerza tranquila, ella tomó el cuchillo de mesa y lo clavó contra la superficie de madera con un clac seco y frío. Gianna soltó un gritito ahogado. Gael se sobresaltó, cubriendo sus ojos y yo me aferré a sus manos con fuerza para que no sintieran el temblor que recorría mis dedos.La mujer se cruzó de brazos. Estaba en control total de la situación, como una emperatriz salvaje.—No sé si tienes clara tu situación —continuó—. Pero mi matrimonio con Alexandros no es simple. Él es el líder de la mafia griega… y yo soy la hija de un jefe de mafia. Estoy a la altura de su posición. No te confundas.Un silencio brutal se instaló en la habitación. La revelación cayó como una bomba en mi cabeza. Mafia. ¿Aris? ¿Alexandros Kouros? El nombre ni siquiera me sonaba familiar. ¿Qué tanto de la vida que compartimos era real? ¿Qué tanto fue una mentira?«Un mafioso griego», pensé, con el estómago revuelto. Siempre había presentido que Aris no era alguien común. Siempre me intrigaba v
Narrador omnisciente:Gianna y Gael habían sido ingresados en una misma habitación del hospital. El pediatra, conmovido por la conexión casi mágica entre ellos, tomó una decisión poco convencional y los dejó compartir la misma cama. Argumentando que su vínculo tan profundo no solo era emocional, sino también terapéutico.Ambos dormían ahora, sedados suavemente, con pequeñas vías intravenosas en sus bracitos, aferrados el uno al otro por sus manitas, como si hasta dormidos se prometieran protección. Maite no se movía, mantenía los ojos fijos en sus hijos, el corazón hecho trizas. Sus lágrimas caían en silencio, una tras otra, manchándole el rostro, como si por fin su alma hubiese encontrado la grieta para desbordarse. No había llorado antes. No cuando le administraron suero. No cuando los médicos entraban y salían. Se había mantenido firme… por ellos. Pero ahora, en la quietud de la habitación, con la certeza de que otra vez se había dejado lastimar. No reprimía su tristeza. Otra
—Respóndeme algo con sinceridad —dijo Maite, clavando los ojos en los de Aris, cruzando los brazos con desdén—. ¿Quién eres realmente? ¿Aris o Alejandro Kouros?El silencio cayó como un puñal entre ellos, al mismo tiempo que él bajó la mirada, atrapado entre el amor y la culpa.—Y por favor… —añadió ella con voz quebrada—. Ya no me mientas.—¿De qué hablas? —¿Te extraña que lo sepa? —replicó ella, apenas conteniéndose—. Incluso sé que estás casado.—¿Cómo supiste eso? —musitó él, incrédulo, como si aún pudiera salvar algo.—Lo sé… y eso basta —susurró ella—. ¡Niégalo si eres capaz! ¡Eres un cínico! Te has estado burlando de mí todo este tiempo. ¡No quiero seguir al lado de un mentiroso!En ese instante, nuevamente sus lágrimas, comenzaron a brotar, calientes y furiosas.— Te advierto que mañana me iré. Me llevaré a mis hijos. No voy a exponerlos más a tus mentiras… ni a tus malditos negocios.Aris sintió que el aire se le escapaba de los pulmones como si lo hubieran apuñalado. Su men
POV. MAITELas luces del camerino me cegaban mientras el equipo de maquillaje trabajaba con precisión sobre mi rostro. En ese espejo gigante veía a la mujer que había soñado ser toda mi vida. Estaba a punto de interpretar el papel más importante de mi carrera, el que me llevaría a la cima, al estrellato en Hollywood. Pero en ese momento, mi mente estaba a mil kilómetros de distancia.Un golpe suave en la puerta me hizo girar la cabeza. Una empleada, con una expresión tímida, se asomó.—Señorita Maite, esto es para usted.Con el ceño fruncido, tomé el sobre que me entregaba. Apenas cerró la puerta, lo abrí con curiosidad. Un pendrive cayó sobre mi mano.«¿Qué demonios será esto?», pensé. Sin darle demasiadas vueltas, conecté el dispositivo a mi laptop y lo abrí. Dentro había una sola carpeta con mi nombre. Mi corazón comenzó a latir más rápido.Un video. Al darle clic, la pantalla se llenó de imágenes explícitas. Me quedé sin aliento.—¡Dios mío! ¿Qué es esto? —jadeé, llevándome una ma
POV. MAITE.Ella, en lugar de enojarse, estalló en una carcajada, como si mi furia le divirtiera más de lo que le molestaba.—Ay, hermanita, no seas tan dramática. —Se quitó las gafas de sol y me miró con esa sonrisa cínica que siempre lograba desquiciarme—. Lo que quiero de ti es una tontería.—¿Qué tontería? —pregunté, aún más furiosa.—Solo necesito una noche —dijo, alzando un dedo en el aire como si estuviera pidiendo algo insignificante—. Una sola noche en la que te hagas pasar por mí.—¡Eso es imposible! —respondí, cruzándome de brazos y mirándola con incredulidad.Marina se inclinó hacia mí, con un brillo en los ojos que me puso los pelos de punta.—¿Imposible? Por favor, Maite. Eres actriz. ¿No se supone que eres la mejor en lo que haces? Esto es un papel. Una gran película, pero en la vida real.—No voy a hacerlo, Marina. Búscate a otra persona para tus locuras.—No hay nadie más que pueda hacerlo como tú. Recuérdalo embrión no deseado, solo tú puedes fingir ser yo —respondió
POV. Aris.El coche avanzaba por las intrincadas calles, pero mi mente estaba atrapada en un torbellino de dudas, planes y recuerdos amargos.Había llegado a Italia con un solo objetivo: destruir a ese hombre ruin que vendió a mi padre como si fuera una mercancía. En mis manos, los documentos que el investigador que contraté me había entregado parecían pesar más que el plomo. No los leía; no era necesario. Ya conocía cada palabra, cada detalle. Vittorio, el hombre al que aborrezco con cada fibra de mi ser, era un estratega despiadado. Protegía sus bienes con la precisión de un ajedrecista paranoico, cerrando cada brecha antes de que alguien pudiera siquiera vislumbrarla.Era el dios del engaño, un maestro de las apariencias, y su naturaleza desconfiada lo hacía casi intocable.¿Era justo usar a una chica para mi venganza? La pregunta me carcomía, pero el odio que sentía por Vittorio sofocaba cualquier remordimiento. Al fin y al cabo, ¿no era ella parte del sistema corrupto que él ha