POV. Aris.
El coche avanzaba por las intrincadas calles, pero mi mente estaba atrapada en un torbellino de dudas, planes y recuerdos amargos.
Había llegado a Italia con un solo objetivo: destruir a ese hombre ruin que vendió a mi padre como si fuera una mercancía.
En mis manos, los documentos que el investigador que contraté me había entregado parecían pesar más que el plomo. No los leía; no era necesario.
Ya conocía cada palabra, cada detalle. Vittorio, el hombre al que aborrezco con cada fibra de mi ser, era un estratega despiadado. Protegía sus bienes con la precisión de un ajedrecista paranoico, cerrando cada brecha antes de que alguien pudiera siquiera vislumbrarla.
Era el dios del engaño, un maestro de las apariencias, y su naturaleza desconfiada lo hacía casi intocable.
¿Era justo usar a una chica para mi venganza? La pregunta me carcomía, pero el odio que sentía por Vittorio sofocaba cualquier remordimiento. Al fin y al cabo, ¿no era ella parte del sistema corrupto que él había construido?
Ese hombre que, de la nada, se hizo de una fortuna a través de engaños y traiciones. ¿Justicia o venganza? La línea se difuminaba. Lo que sabía con certeza era que ya había avanzado demasiado para rendirme ahora. Solo necesitaba que esa chica plástica e ingenua cayera enamorada y convenciera a su padrastro para que me dejara manejar sus bienes. Sería el inicio de su fin.
Cuando decidí venir a Italia y crearme esta fachada de empresario de renombre, abrirme paso entre la élite con un plan meticulosamente diseñado. Me convertí en Aris Greco, el magnate misterioso, y enseguida capté la atención de Vittorio.
Aunque él tenía dinero, carecía de lo que el dinero no podía comprar: apellido. Era el pobre campesino adinerado que intentaba desesperadamente encajar en la alta sociedad. En su intento por legitimarse, se casó con una mujer de buen linaje, pero ni siquiera eso fue suficiente. Ahora había puesto todas sus esperanzas en mí, pero seguía siendo demasiado desconfiado.
El tono suave de mi teléfono seco interrumpió mis pensamientos. Era una llamada telefónica de uno de mis subordinados.
—Señor Kourus, la mujer que ha pedido verle, se encuentra en el lugar acordado. ¿La dejará esperando? —informó con formalidad.
Me tomé un instante.
—Envíame una fotografía de esa mujer que anhela encontrarse con un mafioso —pedí, aunque esa mujer y ese encuentro tenían poca importancia para mí. Aun así, algo en la situación me intrigaba.
No podía entender cómo mi llegada a Italia como Alexandros Kourus, el mafioso, había sido filtrada. Era un golpe directo a mi estrategia, un eco peligroso que resonaba donde no debía.
Necesitaba encontrar al soplón, y rápido. Si continuaban saliendo a la luz detalles sobre mi identidad, todo lo que había construido en estos tres años —mi fachada, mis conexiones, mi reputación como empresario intachable— se desmoronaría en un abrir y cerrar de ojos. Y, peor aún, Vittorio no recibiría el castigo que tanto merecía.
—Sí, señor. En un momento le enviaré la fotografía —respondió antes de colgar.
Mientras esperaba, revisé un mensaje que había recibido de Marina, esa chica plástica que formaba parte de mi estrategia.
Sus palabras eran un melodrama de mal gusto: “Aris, amado mío, hoy al fin te entregaré lo más preciado que tengo (Mi virginidad). Tómame, hazme tuya. Te advierto que estoy nerviosa, por eso te recomiendo tomar la iniciativa”. Leí el mensaje casi mecánicamente.
Al fin esta chica haría algo más que parlotear sobre el romanticismo y esperar el momento correcto para entregarse.
Antes de que la pantalla de mi teléfono se apagara, llegó el mensaje con la fotografía de la mujer que pedía verme.
Al abrirlo, fruncí el ceño. Aunque estaba usando lentes oscuros, había algo en ella que me resultaba demasiado familiar.
—Se parece demasiado a Marina —murmuré incrédulo. Juraría que era ella si no supiera que ahora mismo estaba llegando a mi casa.
Mi pulso se aceleró ligeramente.
—Necesito saber quién es —dije en voz baja, como si hablar en voz alta pudiera aclarar mis pensamientos. Pero no podía desviarme del camino.
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POV. MAITE
El auto se detuvo frente a la entrada del salón, y un hombre abrió la puerta.
—Bienvenida, señorita.
Mis labios temblaron. ¿"Señorita"? ¿Así es como tratan a Marina cada vez que llega? Tragué saliva y bajé, intentando mantener la compostura mientras la opulencia del lugar me abrumaba.
Las columnas de mármol relucían bajo la luz de los candelabros, que brillaban como constelaciones atrapadas en el techo. Los jardines, tan perfectos como una obra de arte, parecían burlarse de mi presencia. Cada rincón era un recordatorio de que yo no pertenecía allí.
Subí la escalinata flanqueada por los hombres, cuyos movimientos eran tan perfectos que parecían ensayados.
Mi mente estaba en un torbellino. Para Marina, esto era más que una fiesta; era su pase a un mundo exclusivo, inalcanzable. Y ahora yo, una impostora, estaba aquí jugando su papel.
Al cruzar el umbral, el lujo me abrumó mucho más. Y los murmullo de voces refinadas aumentaron mis nervios.
¿Qué estoy haciendo aquí? Mi corazón latía desbocado, pero me obligué a avanzar. Solo unos pasos más, Maite. Hazlo por ese condenado video.
El vestido, ceñido y revelador, me incomodaba. Marina y yo éramos idénticas por fuera, pero opuestas en todo lo demás. Ella disfrutaba de la atención, yo prefería ser más reservada y auténtica, sin usar mis encantos como armas.
Respiré hondo.
—Solo debo imaginar que estoy en una escena —murmuré, tratando de animarme—. Esto acabará pronto. Solo es una fiesta. Sonríe, Maite, sé tan superficial y mentirosa como Marina. ¿Qué podría salir mal?
El mareo llegó de repente, como un golpe en la cabeza. Mis manos buscaron apoyo en el marco de la puerta mientras mi vista se nublaba un instante.
¿Qué diablos me estaba pasando? Los nervios me tenían al punto del colapso.
—Marina, te haré pagar caro —gruñí, enojada conmigo misma por siempre terminar cayendo redonda en las manipulaciones de mi hermana.
Decidida a irme, giré sobre mis tacones. Di un paso hacia la salida, pero mi cuerpo se detuvo abruptamente al chocar contra algo… o alguien. Un muro sólido, cálido, y un aroma amaderado tan intenso que me mareó por completo.
—Disculpe.
Parpadeé, confundida, antes de levantar la mirada.
.
Y entonces lo vi. Él. Me perdí en unos ojos verdes profundos, como un bosque tras una tormenta, me atraparon en un instante y parecían diseccionar cada rincón de mi alma. Su cabello negro estaba impecablemente peinado hacia atrás, tan brillante que parecía un pecado no tocarlo. La barba, perfectamente cuidada, enmarcaba unos labios que parecían esculpidos para tentar. Su altura era intimidante, superándome por dos cabezas, incluso con los tacones que llevaba.
Su voz grave cortó el silencio:
—¿Marina, qué te ocurre?
¡Era él! El prometido de mi hermana. Me quedé petrificada, sintiendo cómo un torrente de nervios y adrenalina recorría mi cuerpo. Las fotos no le hacían justicia.
Rápidamente, adopté la postura que tantas veces había visto en Marina. Levanté la barbilla y esbocé esa sonrisa perfecta y vacía que ella dominaba tan bien.
—Lo siento, amor. Es que hoy no me siento muy bien —dije, tratando de imitar su tono meloso.
Antes de que pudiera retroceder, su brazo rodeó mi cintura con una firmeza que me dejó sin aliento. Su cercanía era abrumadora.
—¿Y mi beso? —preguntó, inclinándose hacia mí.
¡¿Qué hago?! Mi mente corría a mil por hora mientras su mirada me desnudaba, buscando algo que no podía darle.
—¿No me vas a saludar con un beso como de costumbre?
Sus palabras me paralizaron. ¿Un beso? ¿Cómo podía imitar a Marina en algo tan íntimo? Sentí su brazo, rodear mi cintura, firme, posesivo, y mi mente se dividió entre la necesidad de huir y el pánico de ser descubierta. Mis labios temblaron al intentar encontrar una salida… pero su cercanía era abrumadora.
POV. Aris.Nunca tuve la menor intención de conocer a Marina a fondo. Ella no era más que una pieza en mi tablero, un instrumento para alcanzar mis fines. Utilizarla y desecharla era el plan desde el principio. Sin embargo, con su cuerpo temblando entre mis brazos, había algo distinto en ella. Algo que no lograba descifrar.Era Marina, ¿quién más podría ser? Pero esa mirada… había algo en sus ojos que me hacía fruncir el ceño. No entendía qué, pero esa sensación me molestaba, me desafiaba. Entonces, de repente, ella tomó la iniciativa. Nerviosa, pero decidida, unió sus labios con los míos.Acepté su beso sin resistencia, recordándome que esto era solo parte de mi papel como el prometido perfecto, ese hombre amoroso que ella creía que era. Pero mientras sus labios acariciaban los míos, algo no encajaba. El sabor, la textura, incluso su manera de besar… no eran las mismas. Más allá de la confusión, me sorprendí disfrutándolo, mucho más de lo que quería admitir. Pero la inquietud persi
POV: Maite.Mis ojos se abrieron de par en par, mi mente entró en shock. Marina estaba tergiversando todo.—¡¿Qué estás diciendo?! —intenté defenderme—. Marina, ¡eso es mentira!Pero ella, con un gesto calculado de molestia, sacó su teléfono y lo mostró a mi madre.—Mira, mamá. Aris me dijo que tuvo que dejarme sola en la cama porque tenía una reunión, ¡y resulta que la aprovechada que estaba en su cama no era yo, sino Maite! La mirada de mi madre fue como una daga atravesando mi pecho.—¡Eso no es cierto! Marina, estás loca, tú misma me pediste que te sustituyera…Antes de que pudiera terminar, el impacto de otra bofetada me silenció, pero esa no era de Marina, sino de mi madre, ese golpe no solo encendió un ardor abrasador en mi mejilla, sino que también trajo consigo una vergüenza que me llenó el paladar. —¡Eres una desvergonzada! ¿Cómo pudiste hacerle eso a tu hermana?Mis labios saborearon la sangre y, por un momento, el ruido se convirtió en un zumbido ensordecedor. —¡¿Por qu
POV: Maite.Nunca pensé que mi vida se reduciría a esto: un vestido blanco que se sentía como un sudario, unos pasos hacia un altar que más parecía una tumba, y un esposo que no era más que un desconocido con intenciones calculadas. Han pasado solo quince días desde que acepté este matrimonio forzado, pero la sensación de opresión no me ha abandonado. Mientras caminaba hacia el altar, sentí que cada paso arrancaba una parte de mi alma. Mis manos temblaban, aunque intentaba mantener la compostura ante los pocos invitados presentes: algunos familiares de Leonardo y los tres demonios que orquestaron mi caída.Leonardo estaba allí, esperando al final del pasillo con una mirada fría e inescrutable. No entendía cómo él, también víctima de los caprichos de Marina, podía aceptar todo tan rápido. Pero ahí estaba, en pie, esperando como si todo esto tuviera algún sentido.La ceremonia fue breve, casi mecánica, y cuando llegó el momento del brindis, sentí que no podía más. Las palabras de los
POV. Maite.Nada podría salir peor para mí. Mi vida, que antes era un torbellino de emociones y sueños por cumplir, ahora se sentía como un desastre que no dejaba de desmoronarse. Los contratos que tenía como protagonista en películas y series fueron anulados sin piedad, y, como si eso no bastara, tuve que pagar una penalización por incumplimiento. Todo mi esfuerzo, todas esas noches de insomnio soñando con llegar a lo más alto, se habían convertido en cenizas. No pude viajar, no pude escapar. Me sentía atrapada, y lo peor es que Leonardo se había convertido en una sombra constante, un hombre molesto que no dejaba de recordarme cuán mala era mi suerte.Al mes de casados, descubrí algo que hizo que todo se volviera más insoportable: Leonardo era un apostador impulsivo. La casa apestaba a deudas y desesperación. Sin embargo, nada de eso me preocupaba tanto como lo que me tenía al borde del colapso: estaba embarazada. Y, aunque estuviera casada con Leonardo, estaba segura de que ese be
POV: Aris:El silencio en el último piso del edificio de mi empresa era absoluto, salvo por el murmullo de mi voz al teléfono. La conversación que estaba teniendo era crucial. Mi mente calculaba cada palabra, cada movimiento.De repente, la puerta se abrió de golpe. Marina irrumpió en la oficina con su habitual arrogancia, cargada de bolsas de diseñador. Mi asistente entró detrás de ella, con el rostro preocupado, pero antes de que pudiera disculparse, hice un gesto con la mano, indicándole que se marchara de inmediato. —Marina, esto no es un espacio público —dije con frustración, frotándome el puente de la nariz. Ella no pareció inmutarse, sino que se lanzó hacia mí, cayendo de rodillas, mientras con sus manos acariciaba mis piernas con una familiaridad que ya me resultaba insoportable. —Aris, amado mío —dijo con esa voz que tanto aborrecía—. Llevo semanas intentando verte, pero me rechazas. Últimamente estás distante.Me tocó el cuello, pero no sentí nada. No sentía nada desd
POV. MAITELas luces del camerino me cegaban mientras el equipo de maquillaje trabajaba con precisión sobre mi rostro. En ese espejo gigante veía a la mujer que había soñado ser toda mi vida. Estaba a punto de interpretar el papel más importante de mi carrera, el que me llevaría a la cima, al estrellato en Hollywood. Pero en ese momento, mi mente estaba a mil kilómetros de distancia.Un golpe suave en la puerta me hizo girar la cabeza. Una empleada, con una expresión tímida, se asomó.—Señorita Maite, esto es para usted.Con el ceño fruncido, tomé el sobre que me entregaba. Apenas cerró la puerta, lo abrí con curiosidad. Un pendrive cayó sobre mi mano.«¿Qué demonios será esto?», pensé. Sin darle demasiadas vueltas, conecté el dispositivo a mi laptop y lo abrí. Dentro había una sola carpeta con mi nombre. Mi corazón comenzó a latir más rápido.Un video. Al darle clic, la pantalla se llenó de imágenes explícitas. Me quedé sin aliento.—¡Dios mío! ¿Qué es esto? —jadeé, llevándome una ma
POV. MAITE.Ella, en lugar de enojarse, estalló en una carcajada, como si mi furia le divirtiera más de lo que le molestaba.—Ay, hermanita, no seas tan dramática. —Se quitó las gafas de sol y me miró con esa sonrisa cínica que siempre lograba desquiciarme—. Lo que quiero de ti es una tontería.—¿Qué tontería? —pregunté, aún más furiosa.—Solo necesito una noche —dijo, alzando un dedo en el aire como si estuviera pidiendo algo insignificante—. Una sola noche en la que te hagas pasar por mí.—¡Eso es imposible! —respondí, cruzándome de brazos y mirándola con incredulidad.Marina se inclinó hacia mí, con un brillo en los ojos que me puso los pelos de punta.—¿Imposible? Por favor, Maite. Eres actriz. ¿No se supone que eres la mejor en lo que haces? Esto es un papel. Una gran película, pero en la vida real.—No voy a hacerlo, Marina. Búscate a otra persona para tus locuras.—No hay nadie más que pueda hacerlo como tú. Recuérdalo embrión no deseado, solo tú puedes fingir ser yo —respondió