—No logro sacarte de mi mente... Era ya de noche, y él me besaba con hambre y ganas. Él era mi esposo, pero por error y de mentiras. Una vez, yo estando toda borracha, una cosa llevó a la otra y me lo terminé follando, pero lo que nunca pensé era que el asunto pues se me saliera de las manos. Entonces yo, una señorita de la alta alcurnia, no tuve más remedio que permitir que dicho arruinado se casara conmigo y se convirtiera en mi esposo. Debido a la mucha insatisfacción que yo sentía y a mi nulo deseo de estar con él, me encargue de hacerle la vida de cuadritos, entonces lo humillé, abusé de él, le di cachetadas, puños y patadas, y me aguantó cuanto regaño o insulto se me saliera, pero él en cambio pacientemente nunca se enojó, y siempre mantuvo hacia mí una actitud dócil y gentil Pero algo en mi corazón fue cambiando con el tiempo, y justo cuando poco a poco me fui enamorando de él, me pidió el divorcio. Al parecer ese joven gentil y lleno de virtudes del pasado de repente se convertía en un hombre calculador a quien yo quizás no conocía. Mas, sin embargo, y por las vueltas que da la vida, mi familia pasó de la abundancia a la escasez, pero a él eso no le importó y estuvo allí para socorrerme, el marido virtuoso aquí alguna vez pisé y traté como mierda, se convirtió en mi único apoyo.
Leer másEl tipo no alcanzó a terminar de hablar cuando Alan le soltó un manotazo directo al ojo.—¿Estás loco o qué? ¿Cómo te atreves a desear a la mujer del señor Bernard?—¿Cómo? ¿La mujer del señor Bernard? —La cara le cambió por completo. De inmediato se cubrió los ojos con ambas manos, nervioso. —¡Ya no miro! ¡No miro nada! ¡Y ya mejor me voy, jeje!Y, dicho esto, salió corriendo como si hubiera visto un fantasma.Me acerqué a Alan, y le dije, seria:—Por favor, no andes diciendo por ahí que soy la mujer de Mateo. Entre él y yo ya no hay nada, y si esas palabras llegan a oídos de la persona que él en verdad ama, eso me metería en líos innecesarios. —¿No eres tú acaso la persona que él ama? —Alan me miró sorprendido. Pero, al instante, desvió la mirada incómodamente.Supuse que no sabía nada sobre la existencia de "la lucecita de los ojos", así que no quise seguir explicándole.—La persona que él ama nunca podré ser yo. —respondí con calma y fui directo al espejo para maquillarme.
—¿Estás en serio segura... de que no necesitas contarle a Mateo?—¡Ni más que hiciera falta!Respondí con firmeza, y Alan se rio como un villano de película.Si no estuviera segura de que Mateo está en Ambarada por trabajo, habría pensado que estaba escondido en algún lugar cercano.Alan no tardó en mandar traer el vestuario.Cuando lo vi, hice una mueca. No pude contenerme.—Quizás... ¿habrá un error con el vestuario?Lo que me trajeron fue un disfraz de sirvienta sexy, descarado y provocativo.La falda era tan corta que solo tapaba lo más básico de mi calzón, y además venía con unas medias negras de malla.Esto no parecía ropa para bailar.Alan me miró con esa maldita sonrisita inocente.—Es el uniforme normal. De hecho, es el más conservador que pude encontrar, lo aparté especialmente para ti.No muy convencida, salí a echar un vistazo al vestuario de las demás participantes.Resultó que él tenía razón.Los demás atuendos eran incluso más reveladores, y algunos eran bá
No sé qué dije que lo irritó tanto, pero de pronto me vio con una mirada de mucha rabia.Di dos pasos hacia atrás, mirándolo con cuidado.—No te enojes, solo que de verdad no quiero ir a Ambarada.Tenía que asistir al evento de baile y ganar esos treinta mil.De ninguna manera podía acompañarlo.Mateo fumó su cigarro con calma, pero su mirada no se apartó de mí por un rato que yo sentí como una eternidad.Inquieta, jugaba con mis dedos, incapaz de decir algo.Cuando por fin terminó el cigarro, apagó la colilla lentamente y dijo, con voz indiferente:—Si no quieres ir, entonces no vayas.Sentí un alivio inmenso.Se levantó y caminó hacia la puerta. Al pasar junto a mí, se detuvo por un segundo, mirándome de reojo. Su tono era igual de frío:—Mientras no estoy, será mejor que te portes bien y no hagas nada que me moleste.—¡Por supuesto! Te lo prometo, me voy a portar bien— respondí con la mayor firmeza posible.Él no me miró más y se fue de una vez.Seguramente seguía molesto,
Al levantar la cabeza, me topé con sus ojos oscuros y calculadores.—¿Qué sucede ahora? —pregunté con voz temblorosa.Mateo se inclinó hacia mí, sus labios casi rozando mi oído:—¿No será que ya te inscribiste en ese evento?—¡No, claro que no! —respondí con firmeza.Mateo me observó por un segundo más y luego se apartó, pero su cara decía que no estaba convencido del todo.—Más te vale entonces, —dijo con severidad. —No tienes nada que hacer en un lugar como ese.No sabía por qué, pero algo me decía que este evento iba a causarme muchos problemas.Tras darme su advertencia, Mateo recibió una llamada.Por el tono dulce con el que respondió, deduje que era "la luz de sus ojos".Mientras hablaba, se acercó a la ventana, con una voz tan tierna que sentí un sabor amargo en la boca.Conmigo nunca hablaba así.Para no escuchar más de su conversación melosa, me metí al baño.Desde allí alcancé a oír vagamente que le decía a esa vieja "la lucecita de sus ojos" que al día siguiente
—¡No, de ninguna forma! —refuté rápidamente. —¿Cómo puedes siquiera creer que tendría algo con él? ¡Por supuesto que no!Mateo se rio suavemente. Era una risa de que no me creía ni una palabra.Estaba arrepentidísima. Si hubiera sabido que eso es lo que se iba a imaginar, no lo hubiera dejado contestar y ya.Y, como si el destino se estuviera riendo de mí, el celular volvió a sonar. Era Alan, otra vez.Mateo levantó una ceja, y me miró de reojo.En ese momento, me quedé muda. Solo señalé el celular como diciéndole que vaya y conteste.Mateo suspiró y respondió el teléfono, activando el altavoz.—¡Madre santa! — fue lo primero que se escuchó. —Dos llamadas para que por fin contestes. ¿Estás en mitad de algo o qué?Mateo me miró por un segundo ante de responder con un tono indiferente:—Si tienes algo que decir, dilo rápido.Alan se rio:—No seas tan seco, compa. No soy Aurora, a mí no me trates feo.El comentario me hizo sentir incómoda, y comencé a rascarme la nariz.Por sup
Mi corazón empezó a latir acelerado.Ese bocón de Alan no era capaz de contarle a Mateo que me había inscrito en el concurso, ¿verdad?Aunque no era un secreto, tampoco quería que Mateo lo supiera. Con lo impredecible que era, seguramente no estaría de acuerdo y me lo prohibiría.Este concurso era una oportunidad única para conseguir dinero. No podía arriesgarme.Cuando Mateo levantó el celular para contestar, le agarré el brazo.Él me miró con las cejas alzadas, no entendía nada.—¿Qué sucede?—Ehh... —miré la pantalla, donde el nombre de Alan seguía parpadeando, y sonreí nerviosa. —¿Podrías no contestar?Mateo entrecerró los ojos, desconfiado.—Dame una razón.—Bueno, pues... —pensé rápido y solté lo primero que me vino a la mente. —Todos saben que Alan es un borracho. Si te está llamando, seguramente quiere invitarte a salir. No quiero que vayas. No quiero que te contagie de sus malos hábitos.Por un momento, Mateo me miró fijamente, como si tratara de descifrar mis intencio
Alan cruzó los brazos y se burló de mí.—Este hotel es mío, y este concurso de baile también. Lo organizamos por pura diversión. Queremos aprovechar para ver mujeres hermosas. Así que, para participar, tienes que ser una verdadera mamacita en apariencia y figura. Las inscripciones las supervisamos nosotros, porque los de recursos humanos siempre son muy estrictos, no tienen ni idea de lo que es tener buen gusto. Dime, mi querida Aurora, ¿tengo o no tengo razón?¡El colmo de la desfachatez! ¿Su querida Aurora?Este tipo parecía cualquier cosa menos decente.Mientras por dentro lo insultaba de todas las maneras posibles, por fuera me esforcé en sonreír con amabilidad.—Entonces, ¿creen que puedo participar en el concurso?Alan se llevó una mano al mentón y me examinó de arriba abajo con descaro. Después asintió.—Hmm... Cumples todos los requisitos, pero...—Pero ¿qué? —pregunté apresurada.Suspiró como si estuviera cargando el peso del mundo entero en los hombros.—Pero tengo miedo
—Gran Concurso de Baile.Esas palabras resaltaban en letras grandes en el volante que recogí del suelo.Mis ojos se iluminaron al leer lo que decía debajo: Premio de $30,000.Inmediatamente leí los detalles.El evento era organizado por varias cadenas internacionales de hoteles. Al final del concurso, el público votaría por quien bailó mejor, y esa persona se llevaría el premio en efectivo.Mi esperanza volvió. Si podía ganar ese premio, ¡podrida cubrir la deuda a la mitad de mi padre de un solo golpe!Vi que las inscripciones cerraban a la medianoche, y ya eran las ocho de la noche.Me apresuré a verificar la dirección y, por suerte, el lugar estaba cerca.Llegué al Hotel Emporio y caminé con rapidez hasta la recepción.Al entrar, vi una silueta familiar detrás de mí.Era Mateo.¿Por qué siempre terminaba topándomelo?Estaba entrando al ascensor con una mujer. Ella era delgada, y su cabello largo y negro era tan sedoso que fluía como un río. Su presencia era la de una bla
Tal vez muy pronto, todos sepan que soy la amante de Mateo. Para entonces, la que alguna vez fue la orgullosa hija de los Cardot no será más que el chisme predilecto en las mesas de Ambarada.Mis padres, aún incrédulos, no dejaban de preguntarme si era cierto que Mateo y yo nos habíamos divorciado.Al confirmarles que sí, mi papá, lleno de rabia, empezó a insultar a Mateo y a toda su familia.Mi hermano, que estaba escuchando todo desde un rincón, dijo:—Ya nos pagó todas las deudas y además les dejó unos diez mil extras. ¿Qué más pues quieren? ¿No recuerdan cómo lo trataron antes? Que haya hecho tanto por nosotros ya es más de lo que merecíamos.—Pero eso no le da derecho a dejar a nuestra Aurora en cuanto se hizo rico —mi mamá dijo, llena de indignación.Suspiré, cansada, y les respondí:—¿Por qué no? Él nunca me quiso, ni me debía nada. Que me dejara es lo más lógico del mundo.Mi mamá se quedó sin argumentos, callada por un momento.Fue mi papá quien, desesperado, rompió el