La llamada provenía de mi mejor amiga, Valerie Fiquet.Tan pronto contesté, escuché su voz entusiasmada:—¡Aurora, ya volví al país!—¿Hablas en serio amiga?Al escuchar que mi mejor amiga había regresado, de la nada, parecía que la tristeza había desaparecido.Valerie se había ido a vivir a otro país hace tres años. Desde entonces, no tenía con quién desahogarme, platicas ni con quién salir de compras. ¡Cuánto la había extrañado!—Acabo de aterrizar —continuó ella. —Primero, iré a mi casa a descansar un rato, pero salgamos más tarde, ¿sí?—¡Claro que sí! Salgamos esta noche.Respondí con entusiasmo. Pero después de colgar, tuve un golpe de realidad.No, ya no soy libre para hacer lo que quiera. Si quería salir de noche necesitaba el permiso de Mateo Bernard.Y ahora que ese hombre se había vuelto tan difícil de tratar, estaba segura de que no me dejaría ir.Suspiré, sintiendo un ligero malestar. Bueno, ya lo resolveré cuando llegue la noche.De la nada, me había dormido otra
Era como si el hombre que me había enviado esos mensajes sugerentes hace unos momentos no fuera el mismo que ahora me hablaba con tanta indiferencia.Tosí un poco, intentando bajar la tensión, sonreí, y hablé con una pizca de cautela:—No pasa nada, solo quería saber si ibas a volver esta noche para prepararte la cena.Aunque dije eso, en el fondo esperaba fervientemente que no regresara.—Mateo... —Antes de que él pudiera responder, la voz de una mujer se escuchó.Me quedé en blanco.¿Esa era acaso la voz de su "primer amor"? ¿Estaba ahora mismo con ella?—No es necesario que me prepares nada, ya he comido. No me esperes esta noche, duérmete temprano.—Ah, ya entiendo...Antes de poder decir algo más, escuché un pitido. Él me colgóAsí que estaba con "su lucecita" y no pensaba regresar esta noche.Se suponía que debería sentirme aliviada, pero en lugar de eso, una incomodidad inexplicable me invadió.Sacudí la cabeza para deshacerme de esa sensación de celos. Me puse un ves
En ese momento, escuché una voz que jamás podría olvidar a mis espaldas…Era una voz que no había escuchado en mucho tiempo. Mi corazón comenzó a acelerarse, y una avalancha de recuerdos y congojas inundaron mi mente.Aquel muchachito con su camisa blanca, llevándome en su bicicleta camino a la primaria.El mismo muchachito que adoraba explicarme los problemas de matemáticas que siempre me sacaban de quicio. Era, él, el muchachito que después ya algo crecidos, sabiendo que estaba en mis días, recorría cielo y tierra por traerme chocolates.Aún recuerdo aquel día en que anunciaron que me casaría con Mateo Bernard, y él, con los ojos enrojecidos, me preguntó si podía rechazar el matrimonio.Todos esos recuerdos felices, dulces y melancólicos empezaron a volar en una nube de polvo, disipándose poco a poco.Mi corazón, finalmente, se fue calmando.Cuando me giré, allí estaba: Michael Bernard.Los genes de la familia Bernard realmente eran muy buenos. Tanto Mateo como Michael tenían
Pensar que alguna vez, me comportaba arrogante y despreocupada frente a él. Ahora estaba obligada a calcular cada palabra que decía.Cómo cambian las cosas cuando tu mundo se derrumba.Cuando contesté, la risa de Mateo resonó desde la bocina de mi celular. Una risa pausada y tranquila que causaba en mí lo contrario a tranquilidad.Con el corazón latiendo a toda velocidad, fui la primera en hablar:—Lo siento mucho, me quedé dormida hace un rato. Justo cuando desperté para contestarte, ya habías colgado.—¿Ah sí? —respondió Mateo, y se rio con aun más calma. —¿Y ahora qué estás haciendo?Me congelé un momento, pero respondí sin dudar:—Dormir, que más iba a hacer. Tu llamada me despertó, y ahora estoy acostada hablando contigo.Me miré en el espejo. Mi cara no me delataba, no se veía ni una pizca de nerviosismo. Admiré mi habilidad para mentir tan descaradamente.Mateo rio de nuevo, y esta vez, su risa me causó un trémulo de temor.Siendo honesta, alguien como él, que rara vez s
Mi mayor temor se había hecho entonces realidad.¡Mateo estaba en el bar! Y había estado observándome todo este tiempo. Y las mentiras que le había dicho por celular ahora se sentían como un escupitajo que me cayó directo en la cara.Mi cuerpo se tensó por completo, era incapaz de moverme. Mateo me besó con fuerza durante lo que pareció una eternidad antes de soltarme. Sus dedos largos acariciaron mis labios hinchados, y otra vez, vi esa sonrisa que me helaba la sangre.—¿Estabas tan dormida que no te diste cuenta que llegaste a un bar? —preguntó, su ironía era punzante. Saber que me había visto todo este tiempo y aun así decidió llamarme para hacerme caer en su trampa me hizo hervir de rabia. Con un tono poco amable, le respondí: —¿Si ya sabías que estaba aquí, por qué llamar entonces solo para probarme? Su sonrisa se amplió, pero seguía siendo igual de indescifrable.—Pensé que serías honesta conmigo. Incluso te di la oportunidad. Pero no, decidiste mentirme hasta
Apenas entramos, Mateo me empujó contra la puerta y me besó con voracidad.Sus manos pasearon por mi cintura, con una intensidad que me dejó mareada, como si mi mente estuviera flotando en las nubes.De repente, se inclinó hacia mi oído, rio, y entre murmureos preguntó:—¿Te vestiste así de sexy para que alguien especial te viera?Guardé silencio, sin responder.Me llevó a la cama, y como un león, jalo mi vestido. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de rabia y deseo.—¿Sabías que él llegaba hoy? ¿Te vestiste acaso así de hermosa solo para verlo?Quise blanquear los ojos, pero me contuve; no quería provocarlo más.En cambio, murmuré con una voz sumisa:—¿Y cuándo no me he vestido bien?Mateo estaba evidentemente molesto.Entonces, mi celular sonó otra vez. Era Michael.Mateo extendió la mano y agarró el celular, observándome con una sonrisa que era todo menos amable.—¿Quieres contestar? —preguntó. Su intención era clara.Le dije que no apenas terminó de hablar.Él so
¿Camila Guchev?¡¿Eh?!¿Quién demonios es esa?No recuerdo haber conocido a una tal Camila Guchev, y mucho menos tener su número en mi lista de contactos.Mientras estaba paralizada intentando recordar todo, alguien me quitó el celular de las manos.Sorprendida, me giré rápidamente. Allí estaba Mateo, de pie, detrás de mí, con una toalla envuelta en la cintura.Todo encajó: no era mi celular, sino el de Mateo. Camila debía ser alguien que él conocía.Definitivamente tenía yo que cambiar mi celular y tono de llamada. No deseo usar nada parecido a lo suyo.Mateo se acercó a la ventana y contestó la llamada, pero no dejó de mirarme ni un segundo. Esa mirada oscura e inquietante estaba fija en mí.Entonces, miré en la misma dirección que él, y me encontré con mi cuerpo desnudo.Me puso roja como un tomate, y mi cara hervía de la vergüenza. Lo más rápido posible, agarré la bata que estaba al pie de la cama y me la puse.Luego, fingiendo tranquilidad, me senté al borde de la cama,
Apenas le dije eso, noté que se enojó. Otra vez tenía esa mirada sombría en mí.—¿De verdad quieres que esté con ella? —preguntó, antes de reírse con desprecio.No pude evitar sentirme irritada.¿Y ahora qué? ¿No era él quien quería estar con esa tal "lucecita de sus ojos"? ¿Qué tenía pues que ver eso conmigo?¿Acaso si le dijera que no fuera, realmente le importaría? ¡Por favor! Yo era solo la amante a quien odiaba, no tenía ese tipo de poder sobre él.Yo ya estaba ahogada en mi autodesprecio, cuando, de repente, Mateo se paró.Encendió un cigarro y, con un tono indiferente me dijo:—Déjame tratar de leer tu mente, deseas que me vaya con otra mujer para poder estar más rápido en los brazos de Michael, ¿verdad?—¡Para nada! —exclamé, desesperada.Dicen que las mujeres somos propensas a dudar de todo, pero este tipo con tanto drama nos superaba.Mateo suspiró y se quedó parado al lado de la ventana, fumando en silencio. Irradiaba una hostilidad que alejaría a cualquiera.A vec