¿Camila Guchev?¡¿Eh?!¿Quién demonios es esa?No recuerdo haber conocido a una tal Camila Guchev, y mucho menos tener su número en mi lista de contactos.Mientras estaba paralizada intentando recordar todo, alguien me quitó el celular de las manos.Sorprendida, me giré rápidamente. Allí estaba Mateo, de pie, detrás de mí, con una toalla envuelta en la cintura.Todo encajó: no era mi celular, sino el de Mateo. Camila debía ser alguien que él conocía.Definitivamente tenía yo que cambiar mi celular y tono de llamada. No deseo usar nada parecido a lo suyo.Mateo se acercó a la ventana y contestó la llamada, pero no dejó de mirarme ni un segundo. Esa mirada oscura e inquietante estaba fija en mí.Entonces, miré en la misma dirección que él, y me encontré con mi cuerpo desnudo.Me puso roja como un tomate, y mi cara hervía de la vergüenza. Lo más rápido posible, agarré la bata que estaba al pie de la cama y me la puse.Luego, fingiendo tranquilidad, me senté al borde de la cama,
Apenas le dije eso, noté que se enojó. Otra vez tenía esa mirada sombría en mí.—¿De verdad quieres que esté con ella? —preguntó, antes de reírse con desprecio.No pude evitar sentirme irritada.¿Y ahora qué? ¿No era él quien quería estar con esa tal "lucecita de sus ojos"? ¿Qué tenía pues que ver eso conmigo?¿Acaso si le dijera que no fuera, realmente le importaría? ¡Por favor! Yo era solo la amante a quien odiaba, no tenía ese tipo de poder sobre él.Yo ya estaba ahogada en mi autodesprecio, cuando, de repente, Mateo se paró.Encendió un cigarro y, con un tono indiferente me dijo:—Déjame tratar de leer tu mente, deseas que me vaya con otra mujer para poder estar más rápido en los brazos de Michael, ¿verdad?—¡Para nada! —exclamé, desesperada.Dicen que las mujeres somos propensas a dudar de todo, pero este tipo con tanto drama nos superaba.Mateo suspiró y se quedó parado al lado de la ventana, fumando en silencio. Irradiaba una hostilidad que alejaría a cualquiera.A vec
—¿Bueno? ¿Quién habla?—Aurora...Esa voz suave hizo que mi corazón se acelerara de inmediato. Era Michael.Pero su tono estaba lleno de tristeza.—¿Ahora ya ni siquiera contestas mis llamadas?—¿Hay algo que necesites y que no me has dicho aun que causa tanta indiferencia hacia mí?A decir la verdad, Michael y yo nunca tuvimos fuimos novios. Nunca hubo promesas claras, solo una conexión de niños llena de sentimientos confusos.Sin embargo, siempre había sentido una especie de culpa por lo que pasó con él.Pude notar que no estaba seguro de qué decir cuando preguntó:—Acerca de lo de anoche... ¿Cómo te sientes?Por un momento, me quedé helada. Recordé los ruidos que había hecho la noche anterior, gritos que seguramente él había escuchado, y obviamente entendió lo que significaban.Apreté los labios y respondí con un tono neutral:—No fue nada. Solo... pues ya me entenderás.Él me respondió con silencio. Lo único que podía escuchar era cómo suspiraba.Lo que alguna vez fue un
Michael me miró con sus ojos oscuros, mientras apretaba el puño.Exhalé y le dije:—Lo siento mucho.Michael desvió la mirada, y forzó una sonrisita.—No tienes por qué disculparte. Nunca hubo nada entre nosotros. No es como si al enamorarte de él me hayas traicionado.Por un momento, una sombra de enojo titiló en su mirada, normalmente tranquila y cálida.¿Entonces era solo mi imaginación?Michael siempre había sido amable y gentil, nunca le vi una expresión tan negativa. No podía ser cierto. Debía haberme confundido.Valerie, aún incrédula, intervino:—Aurora, ¿cómo es posible que te hayas enamorado de Mateo? Él se aprovechó de ti aquella vez, ¿no recuerdas cuánto lo despreciábamos?—En los tres años que estuve casada con él, pasaron muchas cosas. Y los sentimientos... bueno, no siempre tienen explicación.—Si es así, ¿por qué se divorciaron entonces? —preguntó Michael, con su mirada intensa posada sobre mí.Apoyé las manos en mi pierna derecha, apreté fuerte, pero no respon
Como se podrán imaginar quedé petrificada.Esa voz... ¡Esa risa!¿Mateo?¡Por el amor de Dios! ¿Cómo es posible que me lo cruce en todas partes?Ahora sí, ya no tengo esperanzas.Mateo, impecablemente vestido con un traje oscuro, se encontraba a unos metros de nosotros. Su sola presencia, con esa mirada indiferente, desprendía una autoridad que intimidaba.¿Cómo podía ser el mismo hombre que antes bajaba la cabeza y soportaba humillaciones sin rechistar? Ahora transmitía un aura poderosa, como si fuera alguien completamente diferente.De nuevo, no pude evitar maravillarme por semejante transformación. Parecía otro hombre, como si alguien más hubiera poseído su cuerpo.Valerie, quien solía despreciar a Mateo y siempre hablaba mal de él, estaba ahora completamente callada. Debía estar intimidada por su presencia, porque ni una sola palabra salió de su boca.Michael fue el primero en hablar, con una sonrisa tranquila:—Hermano, ¿no estabas en el hospital?¿Cómo?¿Mateo estuvo e
Maichael rompió el silencio tenso y dijo:—Habla, ¿cuánto pagaste por su familia? Si yo hubiera regresado antes, no habrías tenido que poner ni un centavo.Mateo se rio.—¿Sí? Si yo no, tú menos.—Eso no lo sabes —respondió Michael con seguridad. —Si yo hubiera estado aquí, Aurora habría venido a buscarme primero.¿Buscar a Michael para pedirle ayuda?Tal vez, supongo. Las suposiciones siempre carecen de una respuesta definitiva.Los dedos largos y delgados de Mateo golpeaban la mesa imitando el ritmo de una canción. Aunque parecía un gesto casual, era amenazante.El ambiente era tan pesado que casi me faltaba el aire, cada golpe sobre la mesa hacía que mi corazón latiera con más fuerza.Intentando romper la tensión, me aferré a su brazo, sonreí y lo miré:—¿Ya comiste? ¿Qué te parece si volvemos a casa? Hoy cociné especialmente para ti.Mateo me miró, su cara era de indiferencia, pero su voz era de burla.—¿Volver a casa? Siempre que no estoy, te escapas corriendo para verte c
—Solo quería fumarme este cigarrillo antes de irme.Antes, Mateo nunca fumaba frente a mí.Pero ahora parecía hacerlo todo el tiempo. Claramente, se había vuelto un hábito. Me preguntaba cómo había logrado contener su adicción al tabaco antes, pero, después de todo, también había contenido sus emociones y deseos.Estaba recostado en su asiento, despreocupado, con el brazo descansando sobre el volante y un cigarrillo entre los dedos.Miraba al frente, relajado, y el humo escapaba lentamente de sus labios. La escena tenía algo sensual, era difícil de ignorar, como un imán que me atraía.Sacudí la cabeza, intentado escapar de mis propios pensamientos. Justo cuando iba a desviar la mirada, su fría voz rompió el silencio:—Bájate.Mi corazón dio un vuelco. Lo miré, confundida. Pero él no me miró, y repitió con firmeza:—¿Quién te dijo que subieras? ¡Bájate!¿Yo?De verdad pensé que estaba esperándome. Incluso creí que lo del cigarro era una excusa. Después de todo, se puede fumar y
Aunque le dije eso, él no soltó mi mandíbula ni un poco, y lleno de rabia me preguntó:—Si él hubiera estado en el país en ese entonces, ¿de verdad habrías ido a buscarlo para que pagara las deudas de tu familia y convertirte en su mujer?—¡Claro que no!No importaba lo que hubiera pasado en aquel entonces, mi respuesta ahora tenía que ser un rotundo "no".Pensé que esta respuesta lo calmaría un poco y que por fin me dejaría en paz y dejaría de agarrarme la cara.Pero para mí mala suerte, de repente explotó y me gritó:—¡Aurora Cardot! ¿De verdad crees que él te quiere? ¡La única razón por la que se acercó a ti fue porque...!—¡Ya basta!¡Qué fastidio!Uno me dice que Mateo tiene a alguien más y jamás me va a querer. Otro me dice que Michael tampoco me quiere y que solo se acercó a mí por interés.¿Qué ahora? ¿Acaso soy una bruja que no merece el amor de nadie? ¿Acaso mi destino es ser una muñeca de trapo para que todos jueguen conmigo?Mateo me miró fijamente por un buen rato