Maichael rompió el silencio tenso y dijo:—Habla, ¿cuánto pagaste por su familia? Si yo hubiera regresado antes, no habrías tenido que poner ni un centavo.Mateo se rio.—¿Sí? Si yo no, tú menos.—Eso no lo sabes —respondió Michael con seguridad. —Si yo hubiera estado aquí, Aurora habría venido a buscarme primero.¿Buscar a Michael para pedirle ayuda?Tal vez, supongo. Las suposiciones siempre carecen de una respuesta definitiva.Los dedos largos y delgados de Mateo golpeaban la mesa imitando el ritmo de una canción. Aunque parecía un gesto casual, era amenazante.El ambiente era tan pesado que casi me faltaba el aire, cada golpe sobre la mesa hacía que mi corazón latiera con más fuerza.Intentando romper la tensión, me aferré a su brazo, sonreí y lo miré:—¿Ya comiste? ¿Qué te parece si volvemos a casa? Hoy cociné especialmente para ti.Mateo me miró, su cara era de indiferencia, pero su voz era de burla.—¿Volver a casa? Siempre que no estoy, te escapas corriendo para verte c
—Solo quería fumarme este cigarrillo antes de irme.Antes, Mateo nunca fumaba frente a mí.Pero ahora parecía hacerlo todo el tiempo. Claramente, se había vuelto un hábito. Me preguntaba cómo había logrado contener su adicción al tabaco antes, pero, después de todo, también había contenido sus emociones y deseos.Estaba recostado en su asiento, despreocupado, con el brazo descansando sobre el volante y un cigarrillo entre los dedos.Miraba al frente, relajado, y el humo escapaba lentamente de sus labios. La escena tenía algo sensual, era difícil de ignorar, como un imán que me atraía.Sacudí la cabeza, intentado escapar de mis propios pensamientos. Justo cuando iba a desviar la mirada, su fría voz rompió el silencio:—Bájate.Mi corazón dio un vuelco. Lo miré, confundida. Pero él no me miró, y repitió con firmeza:—¿Quién te dijo que subieras? ¡Bájate!¿Yo?De verdad pensé que estaba esperándome. Incluso creí que lo del cigarro era una excusa. Después de todo, se puede fumar y
Aunque le dije eso, él no soltó mi mandíbula ni un poco, y lleno de rabia me preguntó:—Si él hubiera estado en el país en ese entonces, ¿de verdad habrías ido a buscarlo para que pagara las deudas de tu familia y convertirte en su mujer?—¡Claro que no!No importaba lo que hubiera pasado en aquel entonces, mi respuesta ahora tenía que ser un rotundo "no".Pensé que esta respuesta lo calmaría un poco y que por fin me dejaría en paz y dejaría de agarrarme la cara.Pero para mí mala suerte, de repente explotó y me gritó:—¡Aurora Cardot! ¿De verdad crees que él te quiere? ¡La única razón por la que se acercó a ti fue porque...!—¡Ya basta!¡Qué fastidio!Uno me dice que Mateo tiene a alguien más y jamás me va a querer. Otro me dice que Michael tampoco me quiere y que solo se acercó a mí por interés.¿Qué ahora? ¿Acaso soy una bruja que no merece el amor de nadie? ¿Acaso mi destino es ser una muñeca de trapo para que todos jueguen conmigo?Mateo me miró fijamente por un buen rato
En cuanto entré a la habitación, vi a mi papá acostado en la cama, todo golpeado, maltrecho y lleno de moretones.Mi cara cambió al instante y, furiosa, pregunté:—¿Qué demonios te ocurrió papá? ¿Quién te hizo semejante canallada?Mi mamá seguía llorando, incapaz de responderme.No me quedó de otra que preguntarle a mi papá directamente:—¿Qué te sucedió? Dímelo por favor.Él solo gemía de dolor, pero tampoco decía nada.Ya desesperada, le grité:—¡Habla por favor! ¿Quién te hizo esto? ¿Fueron viejos enemigos tuyos?Al verme con los ojos enrojecidos por la rabia, mi mamá, entre sollozos, por fin balbuceó:—La verdad... todo esto es culpa de tu papá. No puede dejar de apostar.—¿Cómo? —La incredulidad me invadió mientras volteaba a verlo. — ¿Te pusiste a apostar de nuevo? Siempre has dicho que eso arruina a la gente, que deja a las familias en la ruina. ¡¿Cómo es posible que tú hayas vuelto a caer en eso?!—Quería ganar algo de dinero, para que todo sea como antes—dijo mi papá, c
Tal vez muy pronto, todos sepan que soy la amante de Mateo. Para entonces, la que alguna vez fue la orgullosa hija de los Cardot no será más que el chisme predilecto en las mesas de Ambarada.Mis padres, aún incrédulos, no dejaban de preguntarme si era cierto que Mateo y yo nos habíamos divorciado.Al confirmarles que sí, mi papá, lleno de rabia, empezó a insultar a Mateo y a toda su familia.Mi hermano, que estaba escuchando todo desde un rincón, dijo:—Ya nos pagó todas las deudas y además les dejó unos diez mil extras. ¿Qué más pues quieren? ¿No recuerdan cómo lo trataron antes? Que haya hecho tanto por nosotros ya es más de lo que merecíamos.—Pero eso no le da derecho a dejar a nuestra Aurora en cuanto se hizo rico —mi mamá dijo, llena de indignación.Suspiré, cansada, y les respondí:—¿Por qué no? Él nunca me quiso, ni me debía nada. Que me dejara es lo más lógico del mundo.Mi mamá se quedó sin argumentos, callada por un momento.Fue mi papá quien, desesperado, rompió el
—Gran Concurso de Baile.Esas palabras resaltaban en letras grandes en el volante que recogí del suelo.Mis ojos se iluminaron al leer lo que decía debajo: Premio de $30,000.Inmediatamente leí los detalles.El evento era organizado por varias cadenas internacionales de hoteles. Al final del concurso, el público votaría por quien bailó mejor, y esa persona se llevaría el premio en efectivo.Mi esperanza volvió. Si podía ganar ese premio, ¡podrida cubrir la deuda a la mitad de mi padre de un solo golpe!Vi que las inscripciones cerraban a la medianoche, y ya eran las ocho de la noche.Me apresuré a verificar la dirección y, por suerte, el lugar estaba cerca.Llegué al Hotel Emporio y caminé con rapidez hasta la recepción.Al entrar, vi una silueta familiar detrás de mí.Era Mateo.¿Por qué siempre terminaba topándomelo?Estaba entrando al ascensor con una mujer. Ella era delgada, y su cabello largo y negro era tan sedoso que fluía como un río. Su presencia era la de una bla
Alan cruzó los brazos y se burló de mí.—Este hotel es mío, y este concurso de baile también. Lo organizamos por pura diversión. Queremos aprovechar para ver mujeres hermosas. Así que, para participar, tienes que ser una verdadera mamacita en apariencia y figura. Las inscripciones las supervisamos nosotros, porque los de recursos humanos siempre son muy estrictos, no tienen ni idea de lo que es tener buen gusto. Dime, mi querida Aurora, ¿tengo o no tengo razón?¡El colmo de la desfachatez! ¿Su querida Aurora?Este tipo parecía cualquier cosa menos decente.Mientras por dentro lo insultaba de todas las maneras posibles, por fuera me esforcé en sonreír con amabilidad.—Entonces, ¿creen que puedo participar en el concurso?Alan se llevó una mano al mentón y me examinó de arriba abajo con descaro. Después asintió.—Hmm... Cumples todos los requisitos, pero...—Pero ¿qué? —pregunté apresurada.Suspiró como si estuviera cargando el peso del mundo entero en los hombros.—Pero tengo miedo
Mi corazón empezó a latir acelerado.Ese bocón de Alan no era capaz de contarle a Mateo que me había inscrito en el concurso, ¿verdad?Aunque no era un secreto, tampoco quería que Mateo lo supiera. Con lo impredecible que era, seguramente no estaría de acuerdo y me lo prohibiría.Este concurso era una oportunidad única para conseguir dinero. No podía arriesgarme.Cuando Mateo levantó el celular para contestar, le agarré el brazo.Él me miró con las cejas alzadas, no entendía nada.—¿Qué sucede?—Ehh... —miré la pantalla, donde el nombre de Alan seguía parpadeando, y sonreí nerviosa. —¿Podrías no contestar?Mateo entrecerró los ojos, desconfiado.—Dame una razón.—Bueno, pues... —pensé rápido y solté lo primero que me vino a la mente. —Todos saben que Alan es un borracho. Si te está llamando, seguramente quiere invitarte a salir. No quiero que vayas. No quiero que te contagie de sus malos hábitos.Por un momento, Mateo me miró fijamente, como si tratara de descifrar mis intencio