—¡No, de ninguna forma! —refuté rápidamente. —¿Cómo puedes siquiera creer que tendría algo con él? ¡Por supuesto que no!Mateo se rio suavemente. Era una risa de que no me creía ni una palabra.Estaba arrepentidísima. Si hubiera sabido que eso es lo que se iba a imaginar, no lo hubiera dejado contestar y ya.Y, como si el destino se estuviera riendo de mí, el celular volvió a sonar. Era Alan, otra vez.Mateo levantó una ceja, y me miró de reojo.En ese momento, me quedé muda. Solo señalé el celular como diciéndole que vaya y conteste.Mateo suspiró y respondió el teléfono, activando el altavoz.—¡Madre santa! — fue lo primero que se escuchó. —Dos llamadas para que por fin contestes. ¿Estás en mitad de algo o qué?Mateo me miró por un segundo ante de responder con un tono indiferente:—Si tienes algo que decir, dilo rápido.Alan se rio:—No seas tan seco, compa. No soy Aurora, a mí no me trates feo.El comentario me hizo sentir incómoda, y comencé a rascarme la nariz.Por sup
Al levantar la cabeza, me topé con sus ojos oscuros y calculadores.—¿Qué sucede ahora? —pregunté con voz temblorosa.Mateo se inclinó hacia mí, sus labios casi rozando mi oído:—¿No será que ya te inscribiste en ese evento?—¡No, claro que no! —respondí con firmeza.Mateo me observó por un segundo más y luego se apartó, pero su cara decía que no estaba convencido del todo.—Más te vale entonces, —dijo con severidad. —No tienes nada que hacer en un lugar como ese.No sabía por qué, pero algo me decía que este evento iba a causarme muchos problemas.Tras darme su advertencia, Mateo recibió una llamada.Por el tono dulce con el que respondió, deduje que era "la luz de sus ojos".Mientras hablaba, se acercó a la ventana, con una voz tan tierna que sentí un sabor amargo en la boca.Conmigo nunca hablaba así.Para no escuchar más de su conversación melosa, me metí al baño.Desde allí alcancé a oír vagamente que le decía a esa vieja "la lucecita de sus ojos" que al día siguiente
No sé qué dije que lo irritó tanto, pero de pronto me vio con una mirada de mucha rabia.Di dos pasos hacia atrás, mirándolo con cuidado.—No te enojes, solo que de verdad no quiero ir a Ambarada.Tenía que asistir al evento de baile y ganar esos treinta mil.De ninguna manera podía acompañarlo.Mateo fumó su cigarro con calma, pero su mirada no se apartó de mí por un rato que yo sentí como una eternidad.Inquieta, jugaba con mis dedos, incapaz de decir algo.Cuando por fin terminó el cigarro, apagó la colilla lentamente y dijo, con voz indiferente:—Si no quieres ir, entonces no vayas.Sentí un alivio inmenso.Se levantó y caminó hacia la puerta. Al pasar junto a mí, se detuvo por un segundo, mirándome de reojo. Su tono era igual de frío:—Mientras no estoy, será mejor que te portes bien y no hagas nada que me moleste.—¡Por supuesto! Te lo prometo, me voy a portar bien— respondí con la mayor firmeza posible.Él no me miró más y se fue de una vez.Seguramente seguía molesto,
—¿Estás en serio segura... de que no necesitas contarle a Mateo?—¡Ni más que hiciera falta!Respondí con firmeza, y Alan se rio como un villano de película.Si no estuviera segura de que Mateo está en Ambarada por trabajo, habría pensado que estaba escondido en algún lugar cercano.Alan no tardó en mandar traer el vestuario.Cuando lo vi, hice una mueca. No pude contenerme.—Quizás... ¿habrá un error con el vestuario?Lo que me trajeron fue un disfraz de sirvienta sexy, descarado y provocativo.La falda era tan corta que solo tapaba lo más básico de mi calzón, y además venía con unas medias negras de malla.Esto no parecía ropa para bailar.Alan me miró con esa maldita sonrisita inocente.—Es el uniforme normal. De hecho, es el más conservador que pude encontrar, lo aparté especialmente para ti.No muy convencida, salí a echar un vistazo al vestuario de las demás participantes.Resultó que él tenía razón.Los demás atuendos eran incluso más reveladores, y algunos eran bá
El tipo no alcanzó a terminar de hablar cuando Alan le soltó un manotazo directo al ojo.—¿Estás loco o qué? ¿Cómo te atreves a desear a la mujer del señor Bernard?—¿Cómo? ¿La mujer del señor Bernard? —La cara le cambió por completo. De inmediato se cubrió los ojos con ambas manos, nervioso. —¡Ya no miro! ¡No miro nada! ¡Y ya mejor me voy, jeje!Y, dicho esto, salió corriendo como si hubiera visto un fantasma.Me acerqué a Alan, y le dije, seria:—Por favor, no andes diciendo por ahí que soy la mujer de Mateo. Entre él y yo ya no hay nada, y si esas palabras llegan a oídos de la persona que él en verdad ama, eso me metería en líos innecesarios. —¿No eres tú acaso la persona que él ama? —Alan me miró sorprendido. Pero, al instante, desvió la mirada incómodamente.Supuse que no sabía nada sobre la existencia de "la lucecita de los ojos", así que no quise seguir explicándole.—La persona que él ama nunca podré ser yo. —respondí con calma y fui directo al espejo para maquillarme.
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y