Capítulo 27
Al levantar la cabeza, me topé con sus ojos oscuros y calculadores.

—¿Qué sucede ahora? —pregunté con voz temblorosa.

Mateo se inclinó hacia mí, sus labios casi rozando mi oído:

—¿No será que ya te inscribiste en ese evento?

—¡No, claro que no! —respondí con firmeza.

Mateo me observó por un segundo más y luego se apartó, pero su cara decía que no estaba convencido del todo.

—Más te vale entonces, —dijo con severidad. —No tienes nada que hacer en un lugar como ese.

No sabía por qué, pero algo me decía que este evento iba a causarme muchos problemas.

Tras darme su advertencia, Mateo recibió una llamada.

Por el tono dulce con el que respondió, deduje que era "la luz de sus ojos".

Mientras hablaba, se acercó a la ventana, con una voz tan tierna que sentí un sabor amargo en la boca.

Conmigo nunca hablaba así.

Para no escuchar más de su conversación melosa, me metí al baño.

Desde allí alcancé a oír vagamente que le decía a esa vieja "la lucecita de sus ojos" que al día siguiente
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