Al levantar la cabeza, me topé con sus ojos oscuros y calculadores.—¿Qué sucede ahora? —pregunté con voz temblorosa.Mateo se inclinó hacia mí, sus labios casi rozando mi oído:—¿No será que ya te inscribiste en ese evento?—¡No, claro que no! —respondí con firmeza.Mateo me observó por un segundo más y luego se apartó, pero su cara decía que no estaba convencido del todo.—Más te vale entonces, —dijo con severidad. —No tienes nada que hacer en un lugar como ese.No sabía por qué, pero algo me decía que este evento iba a causarme muchos problemas.Tras darme su advertencia, Mateo recibió una llamada.Por el tono dulce con el que respondió, deduje que era "la luz de sus ojos".Mientras hablaba, se acercó a la ventana, con una voz tan tierna que sentí un sabor amargo en la boca.Conmigo nunca hablaba así.Para no escuchar más de su conversación melosa, me metí al baño.Desde allí alcancé a oír vagamente que le decía a esa vieja "la lucecita de sus ojos" que al día siguiente
No sé qué dije que lo irritó tanto, pero de pronto me vio con una mirada de mucha rabia.Di dos pasos hacia atrás, mirándolo con cuidado.—No te enojes, solo que de verdad no quiero ir a Ambarada.Tenía que asistir al evento de baile y ganar esos treinta mil.De ninguna manera podía acompañarlo.Mateo fumó su cigarro con calma, pero su mirada no se apartó de mí por un rato que yo sentí como una eternidad.Inquieta, jugaba con mis dedos, incapaz de decir algo.Cuando por fin terminó el cigarro, apagó la colilla lentamente y dijo, con voz indiferente:—Si no quieres ir, entonces no vayas.Sentí un alivio inmenso.Se levantó y caminó hacia la puerta. Al pasar junto a mí, se detuvo por un segundo, mirándome de reojo. Su tono era igual de frío:—Mientras no estoy, será mejor que te portes bien y no hagas nada que me moleste.—¡Por supuesto! Te lo prometo, me voy a portar bien— respondí con la mayor firmeza posible.Él no me miró más y se fue de una vez.Seguramente seguía molesto,
—¿Estás en serio segura... de que no necesitas contarle a Mateo?—¡Ni más que hiciera falta!Respondí con firmeza, y Alan se rio como un villano de película.Si no estuviera segura de que Mateo está en Ambarada por trabajo, habría pensado que estaba escondido en algún lugar cercano.Alan no tardó en mandar traer el vestuario.Cuando lo vi, hice una mueca. No pude contenerme.—Quizás... ¿habrá un error con el vestuario?Lo que me trajeron fue un disfraz de sirvienta sexy, descarado y provocativo.La falda era tan corta que solo tapaba lo más básico de mi calzón, y además venía con unas medias negras de malla.Esto no parecía ropa para bailar.Alan me miró con esa maldita sonrisita inocente.—Es el uniforme normal. De hecho, es el más conservador que pude encontrar, lo aparté especialmente para ti.No muy convencida, salí a echar un vistazo al vestuario de las demás participantes.Resultó que él tenía razón.Los demás atuendos eran incluso más reveladores, y algunos eran bá
El tipo no alcanzó a terminar de hablar cuando Alan le soltó un manotazo directo al ojo.—¿Estás loco o qué? ¿Cómo te atreves a desear a la mujer del señor Bernard?—¿Cómo? ¿La mujer del señor Bernard? —La cara le cambió por completo. De inmediato se cubrió los ojos con ambas manos, nervioso. —¡Ya no miro! ¡No miro nada! ¡Y ya mejor me voy, jeje!Y, dicho esto, salió corriendo como si hubiera visto un fantasma.Me acerqué a Alan, y le dije, seria:—Por favor, no andes diciendo por ahí que soy la mujer de Mateo. Entre él y yo ya no hay nada, y si esas palabras llegan a oídos de la persona que él en verdad ama, eso me metería en líos innecesarios. —¿No eres tú acaso la persona que él ama? —Alan me miró sorprendido. Pero, al instante, desvió la mirada incómodamente.Supuse que no sabía nada sobre la existencia de "la lucecita de los ojos", así que no quise seguir explicándole.—La persona que él ama nunca podré ser yo. —respondí con calma y fui directo al espejo para maquillarme.
¡Me pareció ver a Mateo!Rápidamente aparté la mirada y comencé a buscarlo entre el público.Pero no logré encontrarlo.Parece que todo fue una ilusión creada por mi conciencia intranquila.Después de todo, Mateo está en Ambarada, ¿cómo podría aparecer aquí?En medio de mi distracción, comenzó a sonar una canción.Practiqué baile durante veinte años. En cuanto empezó la música, rápidamente me sumergí en la melodía.A Alan le propuse unos pasos de moda, pero recordando que al público siempre le gusta ver movimientos de cadera, añadí algunos pasos que enfatizaban ese detalle.Aplaudieron tanto que se escuchaban más que la música.De repente, recordé la deuda de setecientos mil de mi padre, y me imaginé a mi madre con lágrimas en los ojos.Bailé con más empeño, necesitaba obtener más votos.Pasados unos minutos, la música se acabó y el baile terminó.Los aplausos del público no disminuyeron. Incliné la cabeza en señal de agradecimiento y regresé tras bambalinas.Cuando volví, noté que l
Alan suspiró y dijo:—Nos subestimas demasiado. Si hay dos primeros lugares, por supuesto que ambos recibirán los tres millones. Dividir el premio no tendría sentido.Al escuchar esto, me sentí aliviada de inmediato.Cuando subí al escenario, la número 27 estaba en su presentación.Esa sonrisa coqueta, acompañada de una dulce voz, encantaba a todos los presentes.Yo, por mi parte, me sentí incómoda al quedarme parada a un lado, esperando que el presentador se apurara a entregar los premios.Afortunadamente, el presentador no se demoró en acercarse.Se paró en medio de la número 27 y yo, sonriendo, y dijo:—Ahora anuncio que estas dos participantes han quedado empatadas en el primer lugar. Cada una recibirá...— ¡Un momento!En ese instante, una voz profunda resonó desde el público.Mi corazón se detuvo, porque esa era la voz de Mateo.Miré hacia abajo por instinto.Desde la multitud de la última fila, una figura alta y con porte salió lentamente.La mirada del hombre era seria, y todo
¿Coquetearle para que me haga el favor?¡Nunca!¿Halagarlo?Al mirar su expresión indiferente, simplemente no puedo.Fijé mi mirada en sus ojos indiferentes, y después de un largo rato, pude decir:—Por favor, ¿podrías darme tu voto? Esto realmente significa mucho para mí.— ¿En serio?Mateo sonrió, pero su expresión seguía siendo distante y despectiva. Con esa sonrisa, mi corazón se llenó aún más de miedo. Él me odia tanto que seguramente no me dejará ganar.Pero, de verdad, no puedo irme de acá sin esos tres millones. He dejado de lado mi orgullo y mi dignidad para llegar hasta aquí, no puedo fallar ahora.Alan, impaciente por la espera, le dijo a Mateo:— ¡Dale! Toma una decisión y vota de una vez.Fijé mi mirada en Mateo.Mientras él no vote por la número 27, podré llevarme esos tres millones.Pero, claramente, llegó aquí de la nada solo para arruinarme la noche.¿Qué pues debía hacer?¿Cómo podía lograr que me dejara en paz por una sola vez?Mateo me miraba con una sonrisa que
Sin esperar a que él reaccionara y se enojara, me di la vuelta.Ya no iba a obtener el premio, solo podía irme.Corrí fuera del hotel, y cuando el viento de la noche sopló sobre mi piel, todo mi cuerpo se enfrió, por dentro y por fuera.Me crucé de brazos, tratando de calmar la amargura que sentía en el pecho.Alan no tardó en alcanzarme. Me tomó del brazo y, con una sonrisa despreocupada, dijo:—Ven, Aurora, no te vayas, hablemos con calma.Aparté su mano bruscamente y lo miré, molesta:—Mateo lo llamó porque tú le dijiste, ¿cierto? Mateo estaba en Ambarada por trabajo. Si no fuera porque tú le contaste que yo participaría en este concurso de baile, ¿cómo habría aparecido aquí de repente? De hecho, cuando empezaste a preguntarme si iba a contarle a Mateo sobre este evento, debí haber sospechado que lo llamarías. Pero, una vez más, fui demasiado ingenua y esperé demasiado de ti. Por supuesto, personas como ustedes, con dinero y sin preocupaciones, que se divierten viendo sufrir a los d