Mateo también me miró.Seguía con esa mirada tan penetrante que parecía atravesarme en dos.Sentí un tirón en el pecho, desvié la vista, apreté los dientes por el dolor en la rodilla y me acerqué como pude, tratando de no mostrar lo mal que estaba.—Aurorita, llegas justo a tiempo, dile a Mateo... —empezó a decir mi papá.—¡Papá, por favor! —le corté con voz firme, agarrándolo del brazo.—Tus asuntos los hablamos después. Ahora ven conmigo.—¡Ay, espera un momento! —dijo él, quitándome de encima, impaciente.—¿Después? ¡Esto es de vida o muerte! Si no piensas ayudar a tu padre, entonces no te metas. No estorbes mientras yo hablo con Mateo de lo que importa.Me empujó a un lado.Miré desesperada a Mateo.Él estaba encorvado, encendiendo un cigarro sin apuro, como si nada le importara.Dio una calada larga y, sin siquiera levantar la mirada, preguntó:—¿Qué pasa? Habla de una vez.—Bueno, Mateo... —mi papá se frotó las manos, nervioso, bajando la cabeza como si ya no quedara nada de lo q
Mi papá, con una sonrisa nerviosa, dijo con prisa:—Mateo, esta vez estoy en un proyecto grandote, solo que al principio tuvimos un poco de mala suerte y perdimos algo de dinerito.Mira, ¿podrías prestarme 30 millones de dólares? Cuando empiece a generar ganancias, te doy una parte.—¡Papá, Dios mío!Lo miré sin poder creerlo.¡Había perdido 7 millones y ahora le pedía 30 a Mateo!¿De verdad pensaba que Mateo era su cajero?¿De dónde sacaba las agallas para pedirle tanto?—¿30 millones...?Mateo sonrió un poco y le preguntó con voz tranquila:—¿Y cuánto me tocaría de ese negocio?Mi papá se quedó callado un momento, seguro porque sabía que esa “ganancia” no existía y no esperaba que Mateo se interesara en eso.Tartamudeó:—Eso... eso todavía no se sabe bien. Cuando acabe el proyecto, se reparte lo que quede. Pero confía en mí, este negocio va a dar frutos, te lo prometo.Mateo bajó la vista y sonrió:—Si ya arrancaste perdiendo, ¿qué esperas ganar al final?Ahí supe que estaba harto. Y
Mateo sonrió un poco y apartó la mano de mi papá, ya no se molestaba en disimular la burla:—Como dijo tu hija, soy solo un extraño para ustedes. Si pueden resolver sus propios problemas, pues háganlo. A mi déjenme quieto.—Eso fue un malentendido. Ella es muy orgullosa, no quiso pedirte ayuda, por eso dijo eso. Pero, aunque tú y ella ya se hayan divorciado, para mí sigues siendo el mejor yerno que ha tenido esta familia. Incluso si mi hija se vuelve a casar, nadie va a ser mejor que tú.Sentí cómo me ardía la cara de la vergüenza y la rabia.Pensé que al menos ya había entendido que Mateo no iba a ceder. Pensé que, por más sinvergüenza que fuera, dejaría de molestar.Pero no. Ahora hasta lo estaba halagando.Me acordé de cuando me casé con Mateo y mi papá lo miraba por encima del hombro.Dijo que si Mateo lograba casarse conmigo, sería un milagro.Hasta mencionó que, de no ser por lo que pasó, ni siquiera le alcanzaba para atarme los zapatos.Y ahora, míralo.Arrastrándose como un per
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y
No supe qué decir, solo pude responder con una mueca, aunque en realidad quería decirle: —¿Estás loco o qué?.A pesar de todo, me di cuenta que él no era aquel hombre humilde que todos despreciaban; ahora tenía poder y dinero. Así que me tragué el impulso de insultarlo y forcé una sonrisa:—Señor Bernard, deje las bromas para otro momento. Tengo que seguir trabajando. Adiós.—¿Por qué Daniel sí puede y yo no? —preguntó de repente, con una frialdad que me dejó paralizada.Me molesté.—¿Qué es lo que Daniel puede hacer que tú no? ¿De qué habla?—Hace un momento —respondió con calma. — Dijiste que, si Daniel ponía un millón, pasarías una noche con él. Yo puedo darte cien mil, pero no aceptas pasar una noche conmigo. ¿Por qué?Blanqueé los ojos.Lo que había dicho antes no era en serio, Daniel es avaro y esa cantidad para él es imposible. Solo lo había dicho para provocarlo, pero Mateo lo había tomado en serio.Dio un paso hacia mí, con un cigarrillo entre los dedos. Sopló un anill
Me puse bastante nerviosa al verlo salir del baño, cubierto únicamente con una toalla atada a la cintura.Su físico era impresionante: hombros anchos, cintura pequeña, todo en perfecto equilibrio. Su piel no era oscura, pero tampoco se veía pálido como un enfermo. Brillaba con una vitalidad que resaltaba su fuerza.Nunca antes había permitido que se mostrara así frente a mí, y aquella vez en la reunión de exalumnos estaba tan borracha que no recordaba nada. Jamás me di cuenta de que tenía un cuerpo tan bien trabajado.Cuando me di cuenta que estaba mirándolo, y casi babeando por él, desvié incómoda la mirada rápidamente.Mateo se acercó, y con él, un rastro de calor envolvió el ambiente. Retrocedí un poco, insegura, y balbuceé:—Tienes… ¿Tienes hambre? Si quieres, yo... yo te preparo algo.Él se rio en voz baja, con un toque de burla.—¿Cocinar? ¿Tú? ¿Sabes siquiera servir un vaso de agua?Me dejó sin respuesta.Para él, yo no era más que una inútil niña rica, y la verdad no est