Capítulo 118
—Aurorita, no llores, la abuela Bernard va a estar bien. —dijo Michael intentando consolarme.

Yo no podía decir nada, me sentía hecha trizas.

En ese momento, habría preferido que me tragara la tierra.

Michael me abrazó y susurró:

—No tomes tan en serio lo que dijo Mateo hace rato. Seguro tiene rabia de esos tres años juntos, y además, quiere mucho a la abuela. Por eso reaccionó así...

—Él me odia, siempre lo supe. —miré el jardín frente a la entrada, con los ojos llenos de lágrimas.

—Si la abuela está en peligro, yo daría mi vida sin pensarlo.

Michael se molestó:

—No digas eso, Aurorita. No fue tu culpa. ¡Nunca más hables así!

No eran palabras vacías, ni rabia. Era lo que sentía.

Cuando se lo dije a Mateo, ya me había mentalizado para esto.

Michael me miró con confusión y dijo:

—Olvidemos eso por ahora. Te voy a llevar a casa. Te ves muy mal, necesitas descansar.

No quería moverme de ahí.

Michael suspiró:

—Vale, entonces quédate aquí. Si me necesitas, voy a estar cerca. Voy a comprarte
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