Capítulo 119
El teléfono sonó y era la voz de mi papá.

Hablaba con ese tono cuidadoso, como tratando de tranquilizarme.

Me preguntó:

—Aurorita, ¿qué estás haciendo? ¿Estás con Mateo otra vez?

No sé por qué, pero al escucharle ese tono tan fingido y justo mencionar a Mateo, algo dentro de mí se encogió.

Pregunté con seriedad:

—¿Para qué me llamas?

—Es que, Aurorita, estuve metido en un proyecto con alguien, pero salió mal y perdí... —dijo, con la voz cargada de preocupación.

Respondí, molesta:

—¿Y ahora quieres que te preste dinero?

—Ay, Aurorita, ¿qué forma de hablar es esa? ¿Por qué siempre me tratas así? Solo perdí unos millones, es plata que me prestaron, y ahora tengo que devolverla. ¿No podrías pedirle a Mateo...?

—¡Ni se te ocurra!

No aguanté más. Estallé, gritando con todo lo que tenía guardado:

—¿Por qué siempre haces lo mismo? Siempre metido en apuestas o negocios sin sentido. ¿No puedes estar tranquilo si no estás perdiendo plata?

—Tienes tantas deudas, ¿de dónde se supone que voy a sacar
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