El tipo no alcanzó a terminar de hablar cuando Alan le soltó un manotazo directo al ojo.—¿Estás loco o qué? ¿Cómo te atreves a desear a la mujer del señor Bernard?—¿Cómo? ¿La mujer del señor Bernard? —La cara le cambió por completo. De inmediato se cubrió los ojos con ambas manos, nervioso. —¡Ya no miro! ¡No miro nada! ¡Y ya mejor me voy, jeje!Y, dicho esto, salió corriendo como si hubiera visto un fantasma.Me acerqué a Alan, y le dije, seria:—Por favor, no andes diciendo por ahí que soy la mujer de Mateo. Entre él y yo ya no hay nada, y si esas palabras llegan a oídos de la persona que él en verdad ama, eso me metería en líos innecesarios. —¿No eres tú acaso la persona que él ama? —Alan me miró sorprendido. Pero, al instante, desvió la mirada incómodamente.Supuse que no sabía nada sobre la existencia de "la lucecita de los ojos", así que no quise seguir explicándole.—La persona que él ama nunca podré ser yo. —respondí con calma y fui directo al espejo para maquillarme.
Mateo Bernard me cogió por casi media semana. Por supuesto, yo también me lo cogí a él. Lo hubiera hecho a gusto, de no ser por el hecho de que él se aprovechó de mi estado. Él era tan solo un pobretón a quien yo no solo no dejaba que me pusiera ni un dedo encima, sino que también lo menospreciaba y pisoteaba.Ahora, irónicamente yo soy quien ha caído en la pobreza y la desgracia, y él, en cambio, ha prosperado. Pero, como si quisiera vengarse por toda su frustración, ahora de verdad me hacía el amor, y me lo hacía con mucha hambre de mi………Mi ahora esposo por error que vino a vivir a mi casa.¿Y por qué esposo por error? Porque, al principio, su hermano era quien me gustaba e incluso salía con él. Pero, en una reunión de fraternidad, terminé teniendo sexo con el hermano equivocado en medio de mi borrachera. Y todo el mundo se enteró.Al final, mi padre no tuvo más remedio que pedirme que me case con él, para no deshonrar a la familia. Así, él se convirtió en su yerno y acabó vivi
Al no tener nada más que hacer y de los nervios tan terribles que sentía, me puse como una niña de preescolar a jugar con mis dedos, mientras yo explicaba el motivo de mi visita.Me vio directo a los ojos, como cuestionándome esto me puse mucho más nerviosa. Pero luego, sonrió y me preguntó:—¿Y por qué crees que debería ayudarte?Sabía que pedirle el favor sería en vano, así que, nerviosa, sonreí tontamente y le respondí:—Entonces, supongo que mejor olvida que vine.Claro, después de cómo lo tratamos en el pasado, era un milagro que no buscara venganza contra toda mi familia. ¿Cómo iba siquiera a considerar ayudarnos?¿En serio porque había venido a suplicarle? Cuanto más lo pensaba, más se me arrugaba la cara de la mucha vergüenza, era bien ilusa yo.Di media vuelta para irme, pero él me detuvo.—No te vayas aún—empezó—, ¿habla a ver qué estás dispuesta a ofrecerme para que te ayude? Si vale la pena, no me importaría echarles una mano.Me quedé paralizada. Pensé y pensé, pero
—¡Mira nada más y donde me la vengo a encontrar! ¿Esa de allí no es la señorita Aurora, la dulce esposa del señor Bernard? ¿También por estos lares de fiesta? Ups, espera quizás me equivoco... ¿De fiesta y con uniforme del antro? —Su burla llenó el aire y fue seguida de un corridillo de rumores.Apreté con fuerza el carrito de bebidas. Inhalé profundo. De nada servía esconderme; ya me habían visto. Y ahora estaban decididos a humillarme, no tenía cómo escapar. Lo mejor para mí en ese momento era enfrentar la situación con la cabeza en alto, sin dejarme menospreciar. Quizá, con algo de suerte, hasta lograría sacarles una propina, jajaja.Por más vergonzante o no que fuera trabajar en un antro de noche, pero las deudas nos asfixiaban; cada día los cobradores golpeaban la puerta más fuerte. Mi padre no paraba de repetir que ya no quería vivir, mi madre lloraba sin descanso y mi hermano ahora trabajaba todo el día de mensajero. ¿Para qué seguir insistiendo en mantener un orgullo inútil y
No supe qué decir, solo pude responder con una mueca, aunque en realidad quería decirle: —¿Estás loco o qué?.A pesar de todo, me di cuenta que él no era aquel hombre humilde que todos despreciaban; ahora tenía poder y dinero. Así que me tragué el impulso de insultarlo y forcé una sonrisa:—Señor Bernard, deje las bromas para otro momento. Tengo que seguir trabajando. Adiós.—¿Por qué Daniel sí puede y yo no? —preguntó de repente, con una frialdad que me dejó paralizada.Me molesté.—¿Qué es lo que Daniel puede hacer que tú no? ¿De qué habla?—Hace un momento —respondió con calma. — Dijiste que, si Daniel ponía un millón, pasarías una noche con él. Yo puedo darte cien mil, pero no aceptas pasar una noche conmigo. ¿Por qué?Blanqueé los ojos.Lo que había dicho antes no era en serio, Daniel es avaro y esa cantidad para él es imposible. Solo lo había dicho para provocarlo, pero Mateo lo había tomado en serio.Dio un paso hacia mí, con un cigarrillo entre los dedos. Sopló un anill
Me puse bastante nerviosa al verlo salir del baño, cubierto únicamente con una toalla atada a la cintura.Su físico era impresionante: hombros anchos, cintura pequeña, todo en perfecto equilibrio. Su piel no era oscura, pero tampoco se veía pálido como un enfermo. Brillaba con una vitalidad que resaltaba su fuerza.Nunca antes había permitido que se mostrara así frente a mí, y aquella vez en la reunión de exalumnos estaba tan borracha que no recordaba nada. Jamás me di cuenta de que tenía un cuerpo tan bien trabajado.Cuando me di cuenta que estaba mirándolo, y casi babeando por él, desvié incómoda la mirada rápidamente.Mateo se acercó, y con él, un rastro de calor envolvió el ambiente. Retrocedí un poco, insegura, y balbuceé:—Tienes… ¿Tienes hambre? Si quieres, yo... yo te preparo algo.Él se rio en voz baja, con un toque de burla.—¿Cocinar? ¿Tú? ¿Sabes siquiera servir un vaso de agua?Me dejó sin respuesta.Para él, yo no era más que una inútil niña rica, y la verdad no est
Mateo tiró la colilla de su cigarro al piso, y lo apagó de un pisotón. Y yo me quedé atrapada en sus sensuales y hambrientos besos. En medio de la confusión, mi ropa desapareció, y él me tendió sobre la cama suave y esponjosa...Cuando sentí ese dolor intenso dentro de mí, espabilé, y una pregunta cruzó mi mente como una estrella fugaz.¿Qué estaba pasando?¿No se supone que ya habíamos hecho esto en aquella reunión? ¿Por qué... otra vez?No tuve tiempo de seguir pensando; mi mente comenzó a apagarse...No sé cuánto tiempo pasó, solo recuerdo sentir que él parecía no cansarse nunca. Cuando abrí los ojos otra vez, ya era mediodía del día siguiente.Desde el baño, el sonido del agua se infiltraba en la habitación.Me senté con dificultad, con el cuerpo aún adolorido, y de repente noté algo en las sábanas: una mancha de sangre.—¿Pero...?¿Cómo era posible? ¿Acaso seguía siendo virgen? ¿Por qué había tanta sangre?Mi mente comenzó a considerar una posibilidad incómoda, y estab
La llamada provenía de mi mejor amiga, Valerie Fiquet.Tan pronto contesté, escuché su voz entusiasmada:—¡Aurora, ya volví al país!—¿Hablas en serio amiga?Al escuchar que mi mejor amiga había regresado, de la nada, parecía que la tristeza había desaparecido.Valerie se había ido a vivir a otro país hace tres años. Desde entonces, no tenía con quién desahogarme, platicas ni con quién salir de compras. ¡Cuánto la había extrañado!—Acabo de aterrizar —continuó ella. —Primero, iré a mi casa a descansar un rato, pero salgamos más tarde, ¿sí?—¡Claro que sí! Salgamos esta noche.Respondí con entusiasmo. Pero después de colgar, tuve un golpe de realidad.No, ya no soy libre para hacer lo que quiera. Si quería salir de noche necesitaba el permiso de Mateo Bernard.Y ahora que ese hombre se había vuelto tan difícil de tratar, estaba segura de que no me dejaría ir.Suspiré, sintiendo un ligero malestar. Bueno, ya lo resolveré cuando llegue la noche.De la nada, me había dormido otra