Michael me miró con sus ojos oscuros, mientras apretaba el puño.Exhalé y le dije:—Lo siento mucho.Michael desvió la mirada, y forzó una sonrisita.—No tienes por qué disculparte. Nunca hubo nada entre nosotros. No es como si al enamorarte de él me hayas traicionado.Por un momento, una sombra de enojo titiló en su mirada, normalmente tranquila y cálida.¿Entonces era solo mi imaginación?Michael siempre había sido amable y gentil, nunca le vi una expresión tan negativa. No podía ser cierto. Debía haberme confundido.Valerie, aún incrédula, intervino:—Aurora, ¿cómo es posible que te hayas enamorado de Mateo? Él se aprovechó de ti aquella vez, ¿no recuerdas cuánto lo despreciábamos?—En los tres años que estuve casada con él, pasaron muchas cosas. Y los sentimientos... bueno, no siempre tienen explicación.—Si es así, ¿por qué se divorciaron entonces? —preguntó Michael, con su mirada intensa posada sobre mí.Apoyé las manos en mi pierna derecha, apreté fuerte, pero no respon
Como se podrán imaginar quedé petrificada.Esa voz... ¡Esa risa!¿Mateo?¡Por el amor de Dios! ¿Cómo es posible que me lo cruce en todas partes?Ahora sí, ya no tengo esperanzas.Mateo, impecablemente vestido con un traje oscuro, se encontraba a unos metros de nosotros. Su sola presencia, con esa mirada indiferente, desprendía una autoridad que intimidaba.¿Cómo podía ser el mismo hombre que antes bajaba la cabeza y soportaba humillaciones sin rechistar? Ahora transmitía un aura poderosa, como si fuera alguien completamente diferente.De nuevo, no pude evitar maravillarme por semejante transformación. Parecía otro hombre, como si alguien más hubiera poseído su cuerpo.Valerie, quien solía despreciar a Mateo y siempre hablaba mal de él, estaba ahora completamente callada. Debía estar intimidada por su presencia, porque ni una sola palabra salió de su boca.Michael fue el primero en hablar, con una sonrisa tranquila:—Hermano, ¿no estabas en el hospital?¿Cómo?¿Mateo estuvo e
Maichael rompió el silencio tenso y dijo:—Habla, ¿cuánto pagaste por su familia? Si yo hubiera regresado antes, no habrías tenido que poner ni un centavo.Mateo se rio.—¿Sí? Si yo no, tú menos.—Eso no lo sabes —respondió Michael con seguridad. —Si yo hubiera estado aquí, Aurora habría venido a buscarme primero.¿Buscar a Michael para pedirle ayuda?Tal vez, supongo. Las suposiciones siempre carecen de una respuesta definitiva.Los dedos largos y delgados de Mateo golpeaban la mesa imitando el ritmo de una canción. Aunque parecía un gesto casual, era amenazante.El ambiente era tan pesado que casi me faltaba el aire, cada golpe sobre la mesa hacía que mi corazón latiera con más fuerza.Intentando romper la tensión, me aferré a su brazo, sonreí y lo miré:—¿Ya comiste? ¿Qué te parece si volvemos a casa? Hoy cociné especialmente para ti.Mateo me miró, su cara era de indiferencia, pero su voz era de burla.—¿Volver a casa? Siempre que no estoy, te escapas corriendo para verte c
—Solo quería fumarme este cigarrillo antes de irme.Antes, Mateo nunca fumaba frente a mí.Pero ahora parecía hacerlo todo el tiempo. Claramente, se había vuelto un hábito. Me preguntaba cómo había logrado contener su adicción al tabaco antes, pero, después de todo, también había contenido sus emociones y deseos.Estaba recostado en su asiento, despreocupado, con el brazo descansando sobre el volante y un cigarrillo entre los dedos.Miraba al frente, relajado, y el humo escapaba lentamente de sus labios. La escena tenía algo sensual, era difícil de ignorar, como un imán que me atraía.Sacudí la cabeza, intentado escapar de mis propios pensamientos. Justo cuando iba a desviar la mirada, su fría voz rompió el silencio:—Bájate.Mi corazón dio un vuelco. Lo miré, confundida. Pero él no me miró, y repitió con firmeza:—¿Quién te dijo que subieras? ¡Bájate!¿Yo?De verdad pensé que estaba esperándome. Incluso creí que lo del cigarro era una excusa. Después de todo, se puede fumar y
Aunque le dije eso, él no soltó mi mandíbula ni un poco, y lleno de rabia me preguntó:—Si él hubiera estado en el país en ese entonces, ¿de verdad habrías ido a buscarlo para que pagara las deudas de tu familia y convertirte en su mujer?—¡Claro que no!No importaba lo que hubiera pasado en aquel entonces, mi respuesta ahora tenía que ser un rotundo "no".Pensé que esta respuesta lo calmaría un poco y que por fin me dejaría en paz y dejaría de agarrarme la cara.Pero para mí mala suerte, de repente explotó y me gritó:—¡Aurora Cardot! ¿De verdad crees que él te quiere? ¡La única razón por la que se acercó a ti fue porque...!—¡Ya basta!¡Qué fastidio!Uno me dice que Mateo tiene a alguien más y jamás me va a querer. Otro me dice que Michael tampoco me quiere y que solo se acercó a mí por interés.¿Qué ahora? ¿Acaso soy una bruja que no merece el amor de nadie? ¿Acaso mi destino es ser una muñeca de trapo para que todos jueguen conmigo?Mateo me miró fijamente por un buen rato
En cuanto entré a la habitación, vi a mi papá acostado en la cama, todo golpeado, maltrecho y lleno de moretones.Mi cara cambió al instante y, furiosa, pregunté:—¿Qué demonios te ocurrió papá? ¿Quién te hizo semejante canallada?Mi mamá seguía llorando, incapaz de responderme.No me quedó de otra que preguntarle a mi papá directamente:—¿Qué te sucedió? Dímelo por favor.Él solo gemía de dolor, pero tampoco decía nada.Ya desesperada, le grité:—¡Habla por favor! ¿Quién te hizo esto? ¿Fueron viejos enemigos tuyos?Al verme con los ojos enrojecidos por la rabia, mi mamá, entre sollozos, por fin balbuceó:—La verdad... todo esto es culpa de tu papá. No puede dejar de apostar.—¿Cómo? —La incredulidad me invadió mientras volteaba a verlo. — ¿Te pusiste a apostar de nuevo? Siempre has dicho que eso arruina a la gente, que deja a las familias en la ruina. ¡¿Cómo es posible que tú hayas vuelto a caer en eso?!—Quería ganar algo de dinero, para que todo sea como antes—dijo mi papá, c
Tal vez muy pronto, todos sepan que soy la amante de Mateo. Para entonces, la que alguna vez fue la orgullosa hija de los Cardot no será más que el chisme predilecto en las mesas de Ambarada.Mis padres, aún incrédulos, no dejaban de preguntarme si era cierto que Mateo y yo nos habíamos divorciado.Al confirmarles que sí, mi papá, lleno de rabia, empezó a insultar a Mateo y a toda su familia.Mi hermano, que estaba escuchando todo desde un rincón, dijo:—Ya nos pagó todas las deudas y además les dejó unos diez mil extras. ¿Qué más pues quieren? ¿No recuerdan cómo lo trataron antes? Que haya hecho tanto por nosotros ya es más de lo que merecíamos.—Pero eso no le da derecho a dejar a nuestra Aurora en cuanto se hizo rico —mi mamá dijo, llena de indignación.Suspiré, cansada, y les respondí:—¿Por qué no? Él nunca me quiso, ni me debía nada. Que me dejara es lo más lógico del mundo.Mi mamá se quedó sin argumentos, callada por un momento.Fue mi papá quien, desesperado, rompió el
—Gran Concurso de Baile.Esas palabras resaltaban en letras grandes en el volante que recogí del suelo.Mis ojos se iluminaron al leer lo que decía debajo: Premio de $30,000.Inmediatamente leí los detalles.El evento era organizado por varias cadenas internacionales de hoteles. Al final del concurso, el público votaría por quien bailó mejor, y esa persona se llevaría el premio en efectivo.Mi esperanza volvió. Si podía ganar ese premio, ¡podrida cubrir la deuda a la mitad de mi padre de un solo golpe!Vi que las inscripciones cerraban a la medianoche, y ya eran las ocho de la noche.Me apresuré a verificar la dirección y, por suerte, el lugar estaba cerca.Llegué al Hotel Emporio y caminé con rapidez hasta la recepción.Al entrar, vi una silueta familiar detrás de mí.Era Mateo.¿Por qué siempre terminaba topándomelo?Estaba entrando al ascensor con una mujer. Ella era delgada, y su cabello largo y negro era tan sedoso que fluía como un río. Su presencia era la de una bla