El multimillonario CEO Enzo Lombardi siempre ha tenido el control su vida... hasta que su abuelo fallece, dejándole una condición inesperada: casarse para heredar su imperio. Ninguna mujer de la alta sociedad lo conmueve, pero en un viaje para distraerse a una isla paradisíaca, conoce a Brooke Seller, la mejor amiga de la hermana de su socio. Ella es sencilla, humilde y ajena a su mundo de lujo, pero hay algo en ella que lo atrae. Enzo ve en Brooke la solución perfecta a su problema. Sin embargo, lo que comenzó como una estrategia se convierte en una batalla por su corazón cuando Brooke descubre la verdad: su matrimonio solo fue una jugada para que él obtuviera su fortuna. Ahora, Enzo debe luchar para convencerla de que lo que siente por ella es real... antes de perderla para siempre.
Leer másUna semana después...El hospital se había convertido en la segunda casa de Enzo. Se negaba a irse, a pesar de que su familia insistía en que descansara. Brooke aún no despertaba, pero había mostrado pequeños signos de mejoría: un ligero movimiento en sus manos, una respiración más estable, un cambio en los monitores que indicaba que su cuerpo estaba luchando por regresar.Cada día, Enzo se sentaba junto a su cama, tomaba su mano y le hablaba. A veces le contaba recuerdos felices; otras, simplemente le susurraba cuánto la amaba y cuánto la necesitaba. En las noches, agotado, terminaba dormido con la cabeza apoyada en la cama, con los dedos entrelazados con los de ella.Robert, Malenie y Matthew entraron esa tarde para insistir, una vez más, en que descansara.—Esto no puede seguir así, Enzo —dijo Robert con un suspiro—. Necesitas ir a casa al menos unas horas.—Estoy bien —respondió él sin apartar la vista de Brooke.—Pareces un maldito zombi —añadió Matthew, cruzado de brazos—. Brook
El pequeño movimiento de Brooke fue como un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Por un instante, Enzo creyó que despertaría, que abriría los ojos y lo vería. Pero no sucedió. Los médicos lo llamaron una respuesta involuntaria, un signo positivo, pero no una garantía. Su cuerpo aún necesitaba recuperarse. Enzo permaneció a su lado hasta que la madrugada lo encontró con la cabeza apoyada en la cama, su mano aún aferrada a la de Brooke. —Despierta, amore mio… —susurró en la penumbra—. No me hagas esperarte tanto. Pero Brooke no respondió. La mañana llegó con una calma extraña. Uno a uno, los demás comenzaron a retirarse. Robert y Melanie se marcharon con la promesa de volver en cuanto pudieran. Sophie, aunque reticente, aceptó irse a descansar, no sin antes dejar un sinfín de planes sobre compras y decoraciones para la bebé. Vittorio y Alessia también se fueron, aunque no sin miradas de advertencia hacia Enzo, como si temieran que él mismo se desplomara. Finalmente, quedó so
El tiempo en el hospital parecía moverse de manera diferente. A veces pasaba lento, como si cada segundo se arrastrara con pesadez. Otras veces, los minutos se esfumaban entre exámenes, médicos entrando y saliendo, susurros de esperanza y el incesante pitido de las máquinas que mantenían a Brooke con vida.Enzo no se había movido de su lado. No importaba que le insistieran en descansar o comer algo. No podía. No hasta que ella abriera los ojos.Desde el umbral de la habitación, Vittorio lo observaba en silencio. Sabía que intentar convencerlo de alejarse un momento sería inútil. Enzo siempre había sido terco, pero nunca lo había visto así, con el alma hecha pedazos y aferrándose a un milagro.—Se ve destruido —murmuró Alessia, cruzándose de brazos junto a él.Vittorio asintió.—No va a moverse de ahí.—Ni lo hará. —Alessia suspiró, pasando la mirada por la habitación hasta detenerse en Brooke—. Se supone que ya ha pasado lo peor… pero ¿y si no despierta?La pregunta quedó suspendida e
El aire en la sala de hospital era pesado, saturado de incertidumbre y la mezcla de aromas a desinfectante y esperanza. Yo, Enzo, me encontraba sentado en una de las sillas del corredor, con la cabeza entre mis manos, sintiendo el peso de cada segundo que pasaba sin noticias claras de Brooke. La culpa me carcomía; cada imagen de ella en estado crítico se repetía en mi mente, y el silencio de esos pasillos solo aumentaba mi desesperación.Finalmente, un médico se acercó al grupo reunido en la sala de espera. Su semblante era serio, pero había en sus ojos un brillo tenue de esperanza.Enzo se levantó con rapidez apenas lo vio, alertando al resto de los que estaban ahí.—Señor Lombardi, la señora Brooke y el feto han respondido mejor de lo esperado —anunció con voz profesional, pero con una nota de asombro—. A pesar de las complicaciones del accidente y la exposición al frío, los signos vitales del bebé se mantienen estables.Un murmullo recorrió la sala. Yo apenas podía respirar; las pa
Las luces blancas y frías del hospital parpadeaban en los pasillos, reflejándose en los rostros tensos de quienes esperaban noticias. El sonido de los monitores y el incesante murmullo de enfermeras y médicos creando un ambiente de ansiedad insoportable.Enzo no podía quedarse quieto. Caminaba de un lado a otro frente a la sala de urgencias con los puños cerrados y la mandíbula apretada. Cada segundo que pasaba sin noticias de Brooke era una tortura.—Se salvará… Se salvará —murmuraba para sí mismo, como si repetirlo hiciera que fuera cierto.Vittorio estaba a su lado, con la espalda apoyada en la pared, observándolo en silencio. Cerca, Sophie lloraba en los brazos de uno de los policías que los había acompañado. Alessia, en cambio, estaba sentada en una de las camillas de emergencias, con la mirada perdida y la piel pálida.La espera era insoportable.Minutos que se sentían como horas transcurrían sin que un médico apareciera con alguna actualización. Brooke estaba en estado crítico,
El bosque era un laberinto de sombras y ramas afiladas. La nieve que comenzaba a caer apenas iluminaba su camino, y el frío les mordía la piel con cada paso. Alessia y Brooke avanzaban con dificultad, sintiendo el agotamiento apoderarse de ellas.—No podemos parar… —murmuró Alessia, ayudando a Brooke a mantenerse en pie.La pelea con Alessandra la había dejado débil, pero no podía permitirse caer ahora. No cuando Brooke, embarazada y temblando de frío, la necesitaba.—¿Cuánto… cuánto más? —preguntó Brooke con la voz entrecortada.Alessia miró alrededor, tratando de orientarse, pero todo parecía igual. Árboles altos, maleza espesa, la sensación de estar dando vueltas en círculos.—Tenemos que seguir. Enzo debe estar buscándonos.Brooke asintió con dificultad, apretando la chaqueta alrededor de su cuerpo. Su respiración era pesada, y Alessia notó que su paso comenzaba a volverse errático.—No te duermas —advirtió Alessia, dándole un leve empujón en el hombro.—No lo haré… —susurró Brook
El aire gélido se colaba por la puerta abierta, pero la presencia que aguardaba afuera era más escalofriante que el frío cortante del bosque.Alessandra estaba de pie en el umbral, su silueta recortada contra la penumbra, con el cabello despeinado y una sonrisa burlona en los labios. Su expresión era de puro placer malicioso al verlas congeladas en su lugar.—¿Qué pasa? —se burló, cruzándose de brazos—. ¿No pensaban marcharse sin despedirse de mí, verdad?Alessia sintió una oleada de rabia trepar por su pecho.—¿Vienes a seguir jugando, perra? —espetó, adelantándose para ponerse entre Brooke y Alessandra—. Pensé que solo eras valiente cuando yo estaba atada.Los ojos de Alessandra brillaron con furia.—¿De verdad crees que me asustas, Alessia? —rio con desprecio—. Si tanto te gusta pelear, aquí me tienes.Brooke intentó aferrarse a Alessia, pero esta ya estaba dando un paso al frente, dispuesta a enfrentarla.Alessandra no esperó. Se lanzó con fiereza, su brazo moviéndose en un arco r
El cuerpo de Gabriel golpeó el suelo con un sonido seco y alarmante. Brooke se quedó helada por un segundo, su mente procesando la escena con lentitud.—¡Gabriel! —Alessia fue la primera en reaccionar, incorporándose rápidamente a pesar de su debilidad.Brooke se arrodilló junto a él, su corazón latiendo con violencia. Gabriel respiraba, pero su piel estaba ardiendo y su pecho subía y bajaba con dificultad. El sudor perlaba su frente y su camisa estaba empapada.—Está peor… —murmuró Brooke, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación. Esto significaba que su estado era crítico, pero también que era su oportunidad de escapar.Alessia miró hacia la puerta, asegurándose de que Alessandra realmente se había ido.—Tenemos que aprovechar esto.Brooke asintió con rapidez, pero su mirada se posó en Gabriel. Estaba inconsciente, indefenso… La situación era irónica. Su captor ahora estaba a merced de ellas.—No podemos dejarlo así.Alessia la miró con incredulidad.—¿Qué? ¿Después de todo lo
El ambiente en la cabaña era tenso. Brooke y Alessia habían estado esperando con paciencia, analizando cada movimiento de Gabriel, observando cómo su enfermedad lo debilitaba poco a poco. Sabían que solo era cuestión de tiempo antes de que estuviera demasiado débil para detenerlas, y entonces podrían escapar.Pero no contaban con ella.La puerta de la cabaña se abrió de golpe, dejando entrar una ráfaga de viento helado junto con una presencia aún más escalofriante.Alessandra.Vestía un abrigo negro largo, su cabello despeinado y su mirada desquiciada. Pero lo más inquietante era la sonrisa torcida que adornaba su rostro.—Vaya, vaya… —canturreó, cerrando la puerta tras de sí—. ¿No es este un cuadro encantador? Brooke, la inocente princesa atrapada, y Alessia, la fiera sin garras.Brooke sintió un escalofrío recorrer su espalda. Alessia, por su parte, se irguió con la poca fuerza que tenía, su mandíbula apretada en señal de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —espetó Brooke, tratando d