En un lujoso restaurante en el corazón de Florencia, Alessandra se encontraba sentada en una mesa privada. Las luces tenues resaltaban su impecable maquillaje y el brillo del diamante que adornaba su cuello. Frente a ella estaba Vincenzo Rossi, un hombre de mirada astuta y sonrisa calculadora, conocido tanto por su fortuna como por su habilidad para manipular a quien estuviera a su alrededor.—Es curioso verte aquí después de todo este tiempo, Alessandra —dijo Vincenzo, apoyando los codos sobre la mesa mientras la observaba con interés—. ¿Qué te trae de regreso a Florencia?Alessandra sonrió con elegancia, pero sus ojos brillaban con determinación.—No creo que deba explicarte mis motivos, Vincenzo. Pero sé que ya sabes que estoy aquí por Enzo, como siempre.Vincenzo alzó una ceja, fingiendo sorpresa.—¿Aún no lo superas? Pensé que habías aprendido la lección después de lo que ocurrió la última vez.El comentario hizo que Alessandra apretara los labios, pero no permitió que su fachada
—Sophie, necesito un favor tuyo. —pidió Enzo apenas atendió la llamada. —¿Puedes venir a la empresa?Ella suspiró porque más o menos sabía que tenía que ver con Brooke y ella no quería entrometerse demasiado en un asunto de dos.—¿Para qué me necesitas? Creo que ella ha sido muy clara en todo, por algo te pidió el divorcio.Él cerró los ojos ante esa respuesta que no quería escuchar. Ella seguía siendo suya aunque hubiese tomado esa decisión.—Por favor, escúchame y luego me juzgas. Te espero aquí. —colgó sin importarle más.Su objetivo era su mujer y nadie más era importante. Además de su hijo que venía en camino.Una hora después, Sophie estaba instalándose en la oficina de Enzo, mientras él se preparaba un vaso con licor.—Sé que ella no quiere saber nada de mí y tampoco quiere que yo sé donde se encuentra. —inició, sin darle tiempo a nada. —Pero verás, ella no solo es mi prioridad sino también nuestro hijo. Siento la necesidad de saber siempre como están y eso. —movía sus manos, g
En mi vida, muchas cosas habían salido mal. Pero todo eso parecía haber terminado el día que la familia West me acogió como una más de los suyos. Tenía trece años entonces, y aunque me sentía rota y perdida, Matthew y Sophie nunca hicieron diferencias conmigo. Para ellos, yo era igual, pese a que mi origen no tenía nada que ver con su mundo de privilegios.Varias veces me pidieron adoptarme, ofreciéndome su apellido como un gesto de amor incondicional. Pero yo siempre me negué, amablemente, porque no podía soltar del todo el único vínculo que me quedaba con mi padre, John Seller. Él fue el único que realmente me amó, un hombre al que admiré y quise con todo mi ser.Pero cuando murió, mi vida se convirtió en un infierno. Mi madre, con la que ya tenía una relación complicada, se volvió completamente insoportable, sumida en su propio dolor y egoísmo. Y, como si las cosas no pudieran empeorar, se casó al año siguiente con un hombre que era tan despreciable como ella.A la primera oportuni
Narra Enzo.No tenía idea de cuántas veces había intentado controlarme desde que recibí aquella llamada."Señor Enzo West, le llamamos del hospital para confirmar el cambio de apellido de la señora Brooke Seller, ya que necesitamos la aprobación final antes de proceder."Esas palabras retumbaban en mi cabeza como una maldita bomba. ¿Cambio de apellido? ¿De verdad Brooke pretendía borrarme tan fácil de su vida?Mis manos seguían apretadas sobre el volante mientras esperaba frente al hospital, con los nervios a punto de estallar. No había dudado ni un segundo en venir a buscarla; la idea de que estuviera aquí, tomando decisiones importantes sin siquiera consultarme, me tenía fuera de control.Mis manos se apretaban con fuerza sobre mis brazos cruzados mientras la veía salir del hospital. Brooke. La mujer que no podía sacar de mi mente, por más que intentara.Había pasado días sin verla, días que se sentían eternos. Pero al enterarme de que había estado en el hospital —y sin decirme nada
Narra Brooke.Tenía la respiración agitada mientras aceleraba mi paso para llegar hasta mi auto. Mis manos temblaban, no sabía si era por la adrenalina del enfrentamiento con Enzo o por el cúmulo de emociones que me habían invadido al verlo de nuevo. Odiaba que tuviera ese poder sobre mí, que con solo unas palabras lograra tambalear mi determinación.Enzo siempre había sido así, un huracán que arrasaba con todo a su paso. Y yo… yo seguía siendo la misma tonta que intentaba reconstruirse entre los escombros que él dejaba atrás.Abrí la puerta del auto con un movimiento brusco, casi tirando las llaves en el intento. Me senté al volante y cerré los ojos por un momento, intentando calmar mi respiración. Pero incluso con los ojos cerrados, su voz seguía resonando en mi mente."No cambies el apellido, sigues siendo mía. Estoy arreglando todo para que volvamos a estar juntos."Mía. Como si yo fuera una posesión, algo que podía reclamar cuando le diera la gana. Apreté las manos sobre el volan
Brooke estaba en casa sola, esperando que Enzo volviera de una reunión. Tenía un cheque que debía depositar ese día, pero no lograba encontrar su chequera. Recordó que Enzo mencionó haber usado una de sus chequeras la semana pasada y decidió subir a su oficina.Al entrar, notó el característico orden del lugar: cada objeto parecía estar exactamente en su lugar. Se acercó al escritorio y empezó a revisar en los cajones. En el segundo encontró sobres, contratos, y papeles que claramente pertenecían a las empresas de su esposo. Entre ellos, un título llamó su atención: “Última voluntad y testamento de Giovanni Lombardi”.Curiosa, y quizás inconscientemente inquieta, tomó el documento. Su nombre en una de las cláusulas destacaba como un grito silencioso:"Enzo Lombardi podrá acceder a la totalidad de los bienes y propiedades listados siempre y cuando contraiga matrimonio antes de cumplir los 30 años".Brooke sintió cómo su respiración se detenía mientras seguía leyendo. Ahí estaba: su nom
Brooke se miraba al espejo mientras el eco de sus propios pensamientos la atormentaba. Tenía claro que lo mejor era alejarse, por el bebé. Aislada, podría pensar en el futuro sin distracciones, pero primero debía enfrentarse al caos.Tomó el teléfono, su mano temblando al buscar el contacto de Matthew. No sabía cómo explicarlo, pero confiaba en que él y Sophie la entenderían.—¿Brooke? —La voz de Matthew sonaba preocupada al otro lado.—Matthew, necesito que vengas. Trae a Sophie contigo. Es urgente.—¿Qué pasó? ¿Estás bien?—Estoy bien, pero necesito salir de aquí. Es... complicado. Sólo ven.Matthew entendió que algo iba terriblemente mal.—En 20 minutos estamos ahí.El ruido del motor del auto de Matthew llegó antes de que Brooke pudiera terminar de empacar. Tenía pocas cosas, pero cada prenda que colocaba en la maleta se sentía como una carga emocional más.Enzo apareció en la puerta de la habitación, sus ojos cargados de desesperación al ver las maletas.—¿Qué estás haciendo?Bro
Sophie llegó al apartamento de Brooke con los papeles en mano, su rostro cargado de incomodidad.—Brooke… necesitas ver esto. —dijo mientras extendía el sobre.Brooke, que estaba en la cocina, se giró con una ceja alzada.—¿Qué es?—Es de Enzo. Me llamó para que te los entregara, ya que soy la única que sabe de tu paradero.El nombre encendió una chispa de ira en sus ojos. Caminó hasta Sophie, tomó el sobre y lo abrió con rapidez. Apenas vio su contenido, su cuerpo entero se tensó.“No voy a firmar esto. Lo siento. Enzo.”Brooke soltó una carcajada amarga, dejando caer los papeles sobre la mesa.—¿Qué significa esto? ¿Que no puede firmar? ¡Esto no es opcional!Sophie, nerviosa, se sentó en el sofá.—Brooke, cálmate por favor. Mejor habla con él.—¡Calmarme! —gritó ella—. ¿Qué hay para hablar, Sophie? Ya lo hablé todo. Él destruyó mi vida. ¿Qué más quiere de mí?Lo que ambas ignoraban era que esos papeles no habían llegado por casualidad. Enzo había mandado a seguir a Sophie desde el m