Narra Brooke.Tenía la respiración agitada mientras aceleraba mi paso para llegar hasta mi auto. Mis manos temblaban, no sabía si era por la adrenalina del enfrentamiento con Enzo o por el cúmulo de emociones que me habían invadido al verlo de nuevo. Odiaba que tuviera ese poder sobre mí, que con solo unas palabras lograra tambalear mi determinación.Enzo siempre había sido así, un huracán que arrasaba con todo a su paso. Y yo… yo seguía siendo la misma tonta que intentaba reconstruirse entre los escombros que él dejaba atrás.Abrí la puerta del auto con un movimiento brusco, casi tirando las llaves en el intento. Me senté al volante y cerré los ojos por un momento, intentando calmar mi respiración. Pero incluso con los ojos cerrados, su voz seguía resonando en mi mente."No cambies el apellido, sigues siendo mía. Estoy arreglando todo para que volvamos a estar juntos."Mía. Como si yo fuera una posesión, algo que podía reclamar cuando le diera la gana. Apreté las manos sobre el volan
Narra Brooke.Me desperté con una sensación extraña en el pecho, como si alguien me estuviera observando. La noche anterior había sido inquietante; cada sonido parecía amplificarse en la oscuridad, cada sombra en la ventana hacía que mi corazón latiera con fuerza. Y aunque intenté convencerme de que no era nada, la imagen de esa camioneta estacionada frente a mi casa seguía rondándome.Tras un té dulce y un intento fallido de distraerme limpiando, decidí salir a caminar. Necesitaba aire, algo que me ayudara a despejarme. Pero cuando abrí la puerta, lo vi.Estaba allí. De pie al otro lado de la calle, apoyado contra un poste como si estuviera esperando algo. O mejor dicho, a alguien. A mí.Mi corazón dio un vuelco, y por un instante, el miedo me paralizó. Enzo me había encontrado. Otra vez.Tomé aire con fuerza, obligándome a no mostrar debilidad. Cerré la puerta detrás de mí y caminé hacia él con pasos decididos.—¿Qué diablos haces aquí? —mi voz era un susurro afilado, lleno de rabia
La tarde había transcurrido en un ritmo extraño. Las sombras alargadas del atardecer proyectaban figuras inquietantes en las paredes de mi pequeña casita, y el silencio, ese silencio denso que tanto anhelaba, se sentía ahora como un peso insoportable.Me senté en el borde del sofá, con los codos apoyados en las rodillas y las manos cubriendo mi rostro. Una oleada de emociones contenidas comenzaba a desbordarse. Sentía los ojos arder, pero antes de que las lágrimas pudieran escapar, un golpe en la puerta me sobresaltó.Todo el día estuve planteando en mí la idea de volver a irme pero supe que él me volvería a encontrar y no iba a estar toda la vida huyendo. Lo mejor que pude hacer fue revisar asuntos que tenía pendiente pero me sentía demasiado sensible y no sabía qué hacer... Sentía un desespero e inconformidad que me quería hacer llorar.Ya estaba anocheciendo, por lo que me puse a organizarme para intentar dormir, pero una llamada de Sophie me distrajo.—¿Aló? —contesté.Hubo un sil
Narra Brooke.El calor de sus manos en mis mejillas era desconcertante, tanto como la suavidad de su voz cuando habló.—Brooke, mírame. —su tono era bajo, casi una súplica.No quería hacerlo, pero lo hice. Abrí los ojos lentamente, encontrándome con esa mirada oscura que siempre me había hipnotizado, la misma que había jurado no volver a buscar.—¿Qué quieres, Enzo? —pregunté otra vez, aunque mi voz sonaba mucho menos firme que antes.—Quiero arreglar esto. —dijo, y su pulgar acarició mi piel en un gesto involuntario que me hizo estremecer.—¿Arreglar qué? —me aparté con un movimiento brusco, rompiendo el contacto. —¿Cómo se arregla una mentira que destruyó todo lo que teníamos?Él dejó caer las manos, pero no se movió. Su presencia seguía llenando la pequeña habitación, y yo me sentía acorralada.—No puedo cambiar lo que hice. —admitió, su voz cargada de arrepentimiento. —Pero quiero demostrarte que lo que sentí, lo que siento... es real.—¿Real? —reí sin humor, negando con la cabeza
Narra EnzoMe desperté despacio, parpadeando hacia un techo desconocido, uno que no era el de mi habitación. Respiré hondo, tratando de situarme, de recordar dónde estaba y cómo había llegado aquí. Sin embargo, en lugar de la confusión habitual de las mañanas, me sentía… tranquilo. Extrañamente en paz.Miré a mi alrededor, reconociendo poco a poco los detalles: los muebles sencillos, el aroma tenue de vainilla mezclado con algo que solo podía describir como "ella". Entonces recordé. La casita. Su refugio. Brooke había encontrado este lugar para alejarse de mí. Y yo había terminado aquí, junto a ella.Un suspiro cargado de tristeza escapó de mis labios. Pero cualquier rastro de melancolía se desvaneció en el instante en que giré la cabeza y la vi. Brooke, profundamente dormida, aferrada a mi brazo como si fuera lo único que la anclara a este mundo. Sus cabellos caían sobre el almohadón en desorden, y su rostro, sereno y perfecto, parecía ajeno a todo lo que nos había ocurrido.La miré
Narra Brooke.El día transcurrió con lentitud. Sophie me ayudó con algunos documentos relacionados con la empresa, aunque no pude evitar distraerme. La nota de Enzo seguía rondando mi mente, sus palabras resurgían como ecos insistentes. A pesar de todo, seguía sintiendo el peso de sus acciones, pero también había algo más: una chispa de esperanza que se negaba a apagarse.Al final de la tarde, mientras cerraba la puerta de la oficina, mi teléfono vibró. Al mirar la pantalla, mi corazón dio un vuelco.E: "¿Podemos hablar? Prometo no presionarte. Solo quiero verte".Suspiré, dejando caer la cabeza hacia atrás. Parte de mí quería ignorar el mensaje, pero otra parte, la más testaruda, sabía que no podía evitarlo para siempre.Yo: "Está bien. Nos vemos en el café cerca de la empresa de los West en una hora".Una sonrisa tiró de mis labios. Sabía que no debía entusiasmarme demasiado, pero aquello era más de lo que esperaba.***Narra Enzo.Llegué al café antes de tiempo, incapaz de mantener
Narra Brooke. Habíamos llegado a mi casita provisional, él se veía enorme en cada rincón en el que se paraba. Mi mesa se reducía ante su excesiva montaña de músculos. Yo cociné y él no hizo más que mirarme serio, como si estuviese calculando. La cena transcurrió en una calma cómoda, llena de silencios que decían más que las palabras. A pesar de todo, había algo reconfortante en estar con Enzo, en sentir su presencia después de tanto tiempo intentando evitarlo. Pero también era un recordatorio de todo lo que habíamos perdido, de lo que no podíamos recuperar. Cuando terminamos de cenar, él insistió en acompañarme a casa. A regañadientes, acepté. Lo cierto era que no quería quedarme sola esa noche. No sabía si era por el cansancio emocional o por esa chispa de esperanza que me había llevado hasta aquí, pero no protesté cuando él cerró la puerta detrás de nosotros. —Deberías descansar —dijo suavemente, quitándose la chaqueta. —No estoy tan cansada. —Mentí. —Lo estás, Brooke. —Se ac
Narra Enzo.El sol apenas se filtraba por las cortinas cuando el sonido de mi teléfono interrumpió el silencio. Mi primer pensamiento fue ignorarlo. Después de todo, nadie llamaba a esta hora si no era algo urgente. Pero el número desconocido en la pantalla me hizo dudar.Mi línea era privada. Solo unos pocos la tenían, y ninguna de esas personas sería tan imprudente como para molestarme tan temprano.Con el ceño fruncido, descolgué.—¿Quién habla? —gruñí, todavía somnoliento.Una risa suave y cargada de intenciones respondió al otro lado. Una voz que no había escuchado en años, pero que jamás podría olvidar.—Enzo, tesoro. ¿Cómo has estado?Mi cuerpo se tensó al instante, como si un balde de agua fría me hubiera caído encima. Alessandra.—¿Qué demonios quieres? —espeté, apartándome de la cama para no despertar a Brooke.—Tranquilo, cariño. No vine a pelear. Solo quería oír tu voz. Es tan encantadora como la recordaba.Cerré los ojos, intentando calmarme. ¿Por qué estaba llamando ahor