Narra Brooke.El calor de sus manos en mis mejillas era desconcertante, tanto como la suavidad de su voz cuando habló.—Brooke, mírame. —su tono era bajo, casi una súplica.No quería hacerlo, pero lo hice. Abrí los ojos lentamente, encontrándome con esa mirada oscura que siempre me había hipnotizado, la misma que había jurado no volver a buscar.—¿Qué quieres, Enzo? —pregunté otra vez, aunque mi voz sonaba mucho menos firme que antes.—Quiero arreglar esto. —dijo, y su pulgar acarició mi piel en un gesto involuntario que me hizo estremecer.—¿Arreglar qué? —me aparté con un movimiento brusco, rompiendo el contacto. —¿Cómo se arregla una mentira que destruyó todo lo que teníamos?Él dejó caer las manos, pero no se movió. Su presencia seguía llenando la pequeña habitación, y yo me sentía acorralada.—No puedo cambiar lo que hice. —admitió, su voz cargada de arrepentimiento. —Pero quiero demostrarte que lo que sentí, lo que siento... es real.—¿Real? —reí sin humor, negando con la cabeza
Narra EnzoMe desperté despacio, parpadeando hacia un techo desconocido, uno que no era el de mi habitación. Respiré hondo, tratando de situarme, de recordar dónde estaba y cómo había llegado aquí. Sin embargo, en lugar de la confusión habitual de las mañanas, me sentía… tranquilo. Extrañamente en paz.Miré a mi alrededor, reconociendo poco a poco los detalles: los muebles sencillos, el aroma tenue de vainilla mezclado con algo que solo podía describir como "ella". Entonces recordé. La casita. Su refugio. Brooke había encontrado este lugar para alejarse de mí. Y yo había terminado aquí, junto a ella.Un suspiro cargado de tristeza escapó de mis labios. Pero cualquier rastro de melancolía se desvaneció en el instante en que giré la cabeza y la vi. Brooke, profundamente dormida, aferrada a mi brazo como si fuera lo único que la anclara a este mundo. Sus cabellos caían sobre el almohadón en desorden, y su rostro, sereno y perfecto, parecía ajeno a todo lo que nos había ocurrido.La miré
Narra Brooke.El día transcurrió con lentitud. Sophie me ayudó con algunos documentos relacionados con la empresa, aunque no pude evitar distraerme. La nota de Enzo seguía rondando mi mente, sus palabras resurgían como ecos insistentes. A pesar de todo, seguía sintiendo el peso de sus acciones, pero también había algo más: una chispa de esperanza que se negaba a apagarse.Al final de la tarde, mientras cerraba la puerta de la oficina, mi teléfono vibró. Al mirar la pantalla, mi corazón dio un vuelco.E: "¿Podemos hablar? Prometo no presionarte. Solo quiero verte".Suspiré, dejando caer la cabeza hacia atrás. Parte de mí quería ignorar el mensaje, pero otra parte, la más testaruda, sabía que no podía evitarlo para siempre.Yo: "Está bien. Nos vemos en el café cerca de la empresa de los West en una hora".Una sonrisa tiró de mis labios. Sabía que no debía entusiasmarme demasiado, pero aquello era más de lo que esperaba.***Narra Enzo.Llegué al café antes de tiempo, incapaz de mantener
Narra Brooke. Habíamos llegado a mi casita provisional, él se veía enorme en cada rincón en el que se paraba. Mi mesa se reducía ante su excesiva montaña de músculos. Yo cociné y él no hizo más que mirarme serio, como si estuviese calculando. La cena transcurrió en una calma cómoda, llena de silencios que decían más que las palabras. A pesar de todo, había algo reconfortante en estar con Enzo, en sentir su presencia después de tanto tiempo intentando evitarlo. Pero también era un recordatorio de todo lo que habíamos perdido, de lo que no podíamos recuperar. Cuando terminamos de cenar, él insistió en acompañarme a casa. A regañadientes, acepté. Lo cierto era que no quería quedarme sola esa noche. No sabía si era por el cansancio emocional o por esa chispa de esperanza que me había llevado hasta aquí, pero no protesté cuando él cerró la puerta detrás de nosotros. —Deberías descansar —dijo suavemente, quitándose la chaqueta. —No estoy tan cansada. —Mentí. —Lo estás, Brooke. —Se ac
Narra Enzo.El sol apenas se filtraba por las cortinas cuando el sonido de mi teléfono interrumpió el silencio. Mi primer pensamiento fue ignorarlo. Después de todo, nadie llamaba a esta hora si no era algo urgente. Pero el número desconocido en la pantalla me hizo dudar.Mi línea era privada. Solo unos pocos la tenían, y ninguna de esas personas sería tan imprudente como para molestarme tan temprano.Con el ceño fruncido, descolgué.—¿Quién habla? —gruñí, todavía somnoliento.Una risa suave y cargada de intenciones respondió al otro lado. Una voz que no había escuchado en años, pero que jamás podría olvidar.—Enzo, tesoro. ¿Cómo has estado?Mi cuerpo se tensó al instante, como si un balde de agua fría me hubiera caído encima. Alessandra.—¿Qué demonios quieres? —espeté, apartándome de la cama para no despertar a Brooke.—Tranquilo, cariño. No vine a pelear. Solo quería oír tu voz. Es tan encantadora como la recordaba.Cerré los ojos, intentando calmarme. ¿Por qué estaba llamando ahor
Narra Enzo. Me alejaba de la cafetería. Mi mente era un caos, cada paso se sentía como una lucha entre hacer lo correcto y respetar su decisión. Pero no había tiempo para juegos; si Brooke no entendía el peligro, tendría que encontrar otra forma de protegerla. La amenaza de Alessandra no era algo que pudiera tomar a la ligera, y aunque odiaba imponerme, sabía que no tenía más opciones. Necesitaba planificar mi siguiente movimiento, incluso si eso significaba forzar la situación. Mientras salía a la calle, el frío aire de la tarde me golpeó, ayudándome a calmarme un poco. Saqué mi teléfono y llamé a Luca. —¿Alguna novedad? —pregunté en cuanto atendió. —Sí, señor. Hemos confirmado que Alessandra llegó a la ciudad hace tres días. Se hospeda en un hotel de lujo en el centro, pero no parece estar sola. —¿No está sola? —repetí, mi ceño fruncido. —Tiene compañía. No sabemos exactamente quién es, pero nuestro equipo está trabajando en identificarlo. —Necesito que redoblen la vigilancia
[Narra Brooke]. La tormenta rugía con fuerza, pero no podía compararse con la que sentía en mi interior. Su mano apretaba mi brazo con firmeza mientras me conducía hacia el auto, y aunque intenté resistirme, su fuerza y determinación me superaban. —¡Suéltame, Enzo! —espeté, intentando zafarme, pero su mirada oscura me detuvo en seco. —Sube al auto, Brooke. No voy a discutir aquí. Su tono no admitía réplicas, pero algo dentro de mí se negó a ceder por completo. Me giré hacia él, tratando de mantener mi dignidad. —No puedes obligarme. —¿No? —bufó, y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba abriendo la puerta del copiloto y empujándome dentro con más fuerza de la necesaria pero sin hacerme daño—. Mira cómo lo hago. Me colocó el cinturón y luego el sonido de la puerta cerrándose resonó como un golpe en mi pecho. Me hundí en el asiento, furiosa y humillada, mientras él rodeaba el auto para tomar el volante. El trayecto fue un silencio denso, lleno de rabia contenida. Cada kilóme
[Narra Enzo].Era un nuevo día, uno que no me auguraba nada bueno. Hacia dos días que había dejado a Brooke en su casa y no la había molestado más. Igual, siempre estuve pendiente de ella. Luego de ese enfrentamiento, quise darle unos días de espacio mientras me ocupaba de otro asunto. Ya Luca le había confirmado el lugar y la hora a Alessandra para nuestro encuentro.Quería terminar esto de una vez por todas.El lugar estaba diseñado para proteger la privacidad de quienes podían pagarlo. Nadie ajeno al área VIP podía siquiera asomarse, pero eso no me daba tranquilidad. Sabía que nada de lo que ocurriera aquí quedaría realmente en privado, no cuando se trataba de Alessandra.Le había dicho a Luca que reservara todo el espacio. No era por capricho; era porque sabía que esta conversación iba a ser un desastre. Lo sentía en el pecho, en el peso de cada paso que daba mientras me dirigía hacia ella.Cuando abrí la puerta, ahí estaba, sentada como si tuviera el mundo a sus pies, con una cop