Punto de vista de Brooke.
Era temprano y ya estaba despierta. Bueno, en realidad ni siquiera pude dormir pese a que el viaje fue largo. Apenas llegué, me propuse a acomodar algo para recostarme y descansar pero no fue posible, Enzo estaba en mi mente todo el tiempo. —¿Te hace falta algo? Dímelo y yo te lo resuelvo. —la voz de Sophie al otro lado de la linea me trajo a la realidad. —No, tranquila. Quiero evitar lo que pasó ayer, estoy segura de que él te siguió y por eso me marché. Escuché un suspiro de su parte. —Lo siento, realmente no fue mi intención. No llegué a pensar que él haría eso. Reí amargamente. Estábamos hablando de Enzo Lombardi, mi esposo. Ese hombre que de todo era capaz con tal de obtener lo que quería. —No te preocupes, es mejor así. Que él supiese mi ubicación iba a ser un infierno. Lo conozco. —Hoy vino a gritarme y exigirme que le dijera donde tú estabas, como que había ido temprano a verte pero al enterarse de que no estabas... Enloqueció, no lo tomó bien. Mi corazón se estrujó, porque pese a todo lo acontecido, lo seguía amando. Mi amor por él no podría desaparecer de la noche a la mañana. —Y Matthew también quiere saber dónde estás. Está enojado conmigo por no querer decirle. Ese era otro del que no quería saber nada. Todo este tiempo lo supo y no me advirtió. Traidor. —Ni menciones su nombre, no quiero saber nada de él tampoco. —Brooke, no soy quien para decirte qué hacer después de todo, pero Matthew de seguro tiene una buena explicación... —No importa ya, —la corté de inmediato. —Debo ir a acomodar otras cosas. Te llamo luego. —me despedí y colgamos. Suspiré derrotada y bajé la mirada a mi vientre aún plano. No podía negarle la paternidad a Enzo, pero debía darme un tiempo para pensar y lograr que me firmara el divorcio. ¿Era lo que quería? No, pero lo necesitaba. Quizá si lo llamo y le pido que los firme, acceda. No, él no lo hará. Para él solo soy una posesión más y nunca le ha gustado perder. *** Punto de vista de Enzo. —¿De verdad pensó que podía huir de mí? —mascullé, mirando al vacío. Había rastreado cada uno de sus movimientos desde que desapareció. Sophie fue un obstáculo más, una pared que intentó interponerse entre Brooke y yo, pero ya no me importaba. Saqué mi teléfono del bolsillo y revisé los mensajes. Nadie respondía como debía. Matthew también había desaparecido del radar, y mi paciencia estaba a punto de agotarse. —¡Luca! —grité, llamando a mi asistente. La puerta de mi despacho se abrió de inmediato. Luca, siempre imperturbable, me miró con esa calma que a veces me irritaba. —¿La encontraste? —le espeté, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente. Él negó con la cabeza. —Todavía no, señor Lombardi. Pero hemos reducido las posibles ubicaciones. Parece que se encuentra en algún lugar remoto, lejos de cualquier centro urbano importante. —No es suficiente. —Golpeé el escritorio con el puño, frustrado. —Quiero su ubicación exacta. Ahora. Luca asintió, imperturbable, y salió de la habitación. Me dejé caer en la silla de cuero detrás de mi escritorio, pasándome una mano por el cabello. Cada segundo que pasaba sin saber dónde estaba Brooke se sentía como un puñal en el pecho. Ella era mía. Siempre lo había sido, y siempre lo sería. Abrí el cajón y saqué una foto que había guardado, una de las pocas cosas que había dejado atrás cuando se marchó. Brooke estaba sonriendo, desprevenida, con el cabello despeinado por el viento. Esa era la mujer que amaba, la mujer que me había arrancado el corazón y se lo había llevado consigo. Pero también era la mujer que me estaba desafiando, y no podía permitirlo. Tomé el teléfono y marqué un número conocido. —Matthew. —Mi voz era baja, pero cargada de amenaza. Hubo un silencio al otro lado de la línea antes de que él respondiera. —Enzo, no sé dónde está. —No me mientas. Sabes algo, y me lo vas a decir. —No voy a traicionarla. —Su tono era firme, pero había un matiz de miedo en su voz. Sonreí con frialdad. —Traicionarla ya lo hiciste al quedarte callado todo este tiempo. ¿Realmente crees que puedes redimirte ahora? El silencio fue mi única respuesta. —Está bien. Si no me ayudas, entonces no te interpongas. Porque si descubro que estás interfiriendo de alguna forma, no tendré piedad contigo. Colgué antes de que pudiera responder y arrojé el teléfono sobre el escritorio. Brooke pensaba que podía esconderse de mí, pero no sabía de lo que era capaz. Me levanté y caminé hacia la ventana, observando la ciudad que se extendía frente a mí. Había construido un imperio desde cero, había derrotado a hombres más poderosos que yo... encontrarla sería solo un detalle más en mi lista. Brooke podía intentar huir, pero siempre sabía cómo jugar esta partida. Y esta vez, no iba a perder. *** Punto de vista de Brooke. —Llamó a Matthew y lo amenazó. Brooke... Enzo está fuera de sí. —me comunicaba nuevamente con Sophie. ¿Por qué simplemente no podía aceptarlo? —Hablaré con mi abogado, le haré llegar el documento para ver si así nos deja en paz. —Nunca lo había visto así. Conozco a Enzo desde hace muchos años y nunca lo había visto actuar tan irracional y desesperado. —Puede voltear el mundo si quiere, pero no volveré con él, con sus mentiras. Ya tenía lo que quería, ahora ya puede dejarme tranquila. —me estaba empezando a enojar. —Sabes que no solo depende de ti. Dentro tuyo hay una criatura aún más inocente, Brooke. ¿Qué pensaba que haría? ¿Estaba de parte de él? —¿Y qué pretendes? ¿Que vuelva con él después de todo y juguemos a ser la familia feliz? —las lágrimas ya estaban deslizándose por mi rostro. —Le enviaré los documentos y los tendrá que firmar, de lo contrario, jamás conocerá a su hijo. —colgué. Quizá había sido una grosera con quién menos debía, pero estaba harta de esta situación. Casi no comía ni dormía, nunca estaba tranquila y a la menor causa, un llanto sin fin. —Estaremos bien, no lo necesitamos. —susurré sobando mi vientre, mientras esperaba a que mi abogado me respondiera la llamada. —Señora Lombardi. —saludó apenas contestó y me abstuve de corregirlo. —Señor Montana, buenas tardes. —saludé. —Le llamo para preguntarle algo. —Dígame. —¿Sabe si mi esposo ha intentado devolver los documentos? Escuché su suspiro. —Sí señora, lo ha hecho. Se niega a firmar si usted no accede a hablar con él primero. No podía ser posible... Sí, sí podía tratándose de él. Pero necesitaba acabar con esto, hace muchos días no lo veía y quería enfrentarlo. —Está bien, dígale que accedo a hablar con él si promete firmar los documentos. —Sí, señora. Alegó que usted tenía algo que le pertenecía y que lo quería de vuelta. Su hijo, seguramente. —Agende la cita con él y me confirma para prepararme. Me dijo un par de cosas más y colgamos. Inmediatamente entré en pánico, lo vería otra vez. ¿Cómo estaba? ¿Come bien? No... No me debe de importar. Esto se acaba pronto, pero se acaba. *** Narrador omnisciente. Brooke no podía estar más equivocada. Enzo recibió la respuesta e inmediatamente accedió para el día siguiente. No podía esperar más, quería verla y así, convencerla de quedarse con él. —Donde ella se encuentra, está un poco lejos, señor. En su estado, es mejor darle tiempo para que viaje con calma. —demandó su abogado. —Entonces dígale que para la tarde, no puedo esperar más. Después de todo, ¿se atrevían a exigir? Era el menos indicado, pero él era Enzo Lombardi, hacía lo que le daba la gana. —Por favor, evite alterarla... —no esperó y colgó. No le importaba nada, nada.Punto de vista de Brooke. Había llegado el día. Mi abogado insistió en que no debía enfrentarme a él, que dejarlo en manos de los documentos y los procedimientos legales sería más fácil, pero yo sabía que no era suficiente. Con Enzo nunca era suficiente. Si no lo encaraba, esta pesadilla seguiría persiguiéndome. Mientras el auto se acercaba al edificio imponente, sentí que el aire me faltaba. Ahí estaba, la torre que simbolizaba todo lo que Enzo Lombardi era: poder, control, y la constante necesidad de ganar. Solo que esta vez, no iba a permitir que ganara. Al entrar en la oficina, lo vi. Enzo estaba ahí, de pie junto al ventanal, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte. Pero en cuanto me vio, fue como si el tiempo se detuviera. Sus ojos estaban cargados de emoción, y su rostro, habitualmente impecable, mostraba signos claros de agotamiento. Estaba más demacrado de lo que jamás lo había visto, como si el peso de nuestra separación lo estuviera consumiendo
Punto de vista de Enzo. Cuando cerré la puerta de mi oficina después de firmar los papeles, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. No había gritos ni lágrimas en ese momento, solo un silencio abrumador que se coló hasta mis huesos. Había perdido a Brooke. Y, con ella, todo lo que alguna vez tuvo sentido en mi vida.Las horas se volvieron días sin forma. No recuerdo cómo llegué al penthouse, pero cuando abrí la botella de whisky y tomé el primer trago, el ardor en mi garganta fue un alivio bienvenido. Quizás el único que sentiría en mucho tiempo.Las preguntas vinieron como un torrente incontrolable. ¿Por qué no la detuviste? ¿Por qué no supiste amarla mejor? ¿Cómo llegaste a este punto? Por más que intentara ahogarlas con alcohol, las respuestas nunca aparecieron.La botella se vació, y luego otra. La madrugada se deslizó entre las sombras mientras yo permanecía hundido en el sofá, la cabeza pesada, el pecho roto. Brooke había sido mi ancla, y ahora, flotaba a la deriva.A
Punto de vista de Enzo.Un mes.Treinta días desde que firmé esos malditos papeles.Cada uno de esos días ha sido un infierno en vida. Intenté todo: mensajes, llamadas, correos electrónicos. Nada. Brooke me ha borrado de su mundo, como si nunca hubiera existido. Como si no estuviera aquí, muriendo por saber de ella, por saber de nuestro hijo.Hoy supe por Sophie que Brooke tenía su primera consulta médica. Pensar en el momento en que el médico le mostrara la ecografía, en que escuchara el latido de nuestro bebé, me dejó sin aire. Pero lo que realmente me destruyó fue saber que ella no me llamó para decírmelo. Ni siquiera para incluirme. Ese bebé es tan mío como suyo.Intenté llamarla otra vez. No contestó. Grité, lancé el teléfono contra la pared, sentí la furia desgarrarme por dentro. ¿Cómo puede ser tan cruel? ¿Cómo puede excluirme de algo tan importante?Entonces, la furia dio paso al vacío. Me quedé sentado en el suelo, con la botella de whisky que ahora era mi única compañía. No
Narrador omnisciente.Brooke estaba sentada en la camilla de la sala de consulta, sintiendo cómo el frío de la bata hospitalaria se pegaba a su piel. Aunque había acudido ya varias veces a esas citas, aquella vez era diferente. Enzo, puntual como siempre, estaba allí, sentado en una silla junto a ella. Pero no estaba en su acostumbrada postura rígida; sus brazos estaban cruzados y sus ojos miel miraban con intensidad la pantalla apagada del ecógrafo, como si esperara con ansias el momento de escuchar algo.Ella lo observó de reojo, intrigada. Desde que lo había conocido, Enzo Lombardi siempre se había mostrado como un hombre serio, calculador y algo distante. Pero en los últimos días, había notado algo distinto. Una suavidad en sus gestos, un brillo en su mirada cuando mencionaban al bebé.—¿Nervioso? —se atrevió a preguntar, intentando aliviar la tensión que flotaba en la habitación.Enzo giró la cabeza hacia ella y esbozó una sonrisa fugaz.—¿Yo? Nunca estoy nervioso.Brooke alzó un
Brooke estaba en la sala de espera del hospital mientras aguardaban los resultados en papel. Hojeaba una revista que había encontrado sobre la mesa de café, pero no prestaba atención al contenido; su mente estaba demasiado ocupada tratando de interpretar las señales de Enzo. Desde la consulta, él no había dejado de hacer llamadas, alejándose cada vez que su tono se volvía más privado. Aunque no le molestaba del todo, empezaba a sentir que había algo más detrás de su repentina necesidad de controlar cada detalle de su vida.El sonido de unos pasos la sacó de su ensimismamiento.—Disculpa, ¿puedo sentarme aquí? —La voz de Gabriel interrumpió sus pensamientos.Ella alzó la vista y lo encontró de pie frente a ella, sosteniendo una carpeta con documentos médicos. Brooke dudó un momento antes de asentir.—Claro.Gabriel tomó asiento, dejando un espacio prudente entre ambos.—Espero no haber sido muy entrometido antes —dijo, con una sonrisa amable—. A veces suelo ser demasiado directo, pero
En un lujoso restaurante en el corazón de Florencia, Alessandra se encontraba sentada en una mesa privada. Las luces tenues resaltaban su impecable maquillaje y el brillo del diamante que adornaba su cuello. Frente a ella estaba Vincenzo Rossi, un hombre de mirada astuta y sonrisa calculadora, conocido tanto por su fortuna como por su habilidad para manipular a quien estuviera a su alrededor.—Es curioso verte aquí después de todo este tiempo, Alessandra —dijo Vincenzo, apoyando los codos sobre la mesa mientras la observaba con interés—. ¿Qué te trae de regreso a Florencia?Alessandra sonrió con elegancia, pero sus ojos brillaban con determinación.—No creo que deba explicarte mis motivos, Vincenzo. Pero sé que ya sabes que estoy aquí por Enzo, como siempre.Vincenzo alzó una ceja, fingiendo sorpresa.—¿Aún no lo superas? Pensé que habías aprendido la lección después de lo que ocurrió la última vez.El comentario hizo que Alessandra apretara los labios, pero no permitió que su fachada
—Sophie, necesito un favor tuyo. —pidió Enzo apenas atendió la llamada. —¿Puedes venir a la empresa?Ella suspiró porque más o menos sabía que tenía que ver con Brooke y ella no quería entrometerse demasiado en un asunto de dos.—¿Para qué me necesitas? Creo que ella ha sido muy clara en todo, por algo te pidió el divorcio.Él cerró los ojos ante esa respuesta que no quería escuchar. Ella seguía siendo suya aunque hubiese tomado esa decisión.—Por favor, escúchame y luego me juzgas. Te espero aquí. —colgó sin importarle más.Su objetivo era su mujer y nadie más era importante. Además de su hijo que venía en camino.Una hora después, Sophie estaba instalándose en la oficina de Enzo, mientras él se preparaba un vaso con licor.—Sé que ella no quiere saber nada de mí y tampoco quiere que yo sé donde se encuentra. —inició, sin darle tiempo a nada. —Pero verás, ella no solo es mi prioridad sino también nuestro hijo. Siento la necesidad de saber siempre como están y eso. —movía sus manos, g
En mi vida, muchas cosas habían salido mal. Pero todo eso parecía haber terminado el día que la familia West me acogió como una más de los suyos. Tenía trece años entonces, y aunque me sentía rota y perdida, Matthew y Sophie nunca hicieron diferencias conmigo. Para ellos, yo era igual, pese a que mi origen no tenía nada que ver con su mundo de privilegios.Varias veces me pidieron adoptarme, ofreciéndome su apellido como un gesto de amor incondicional. Pero yo siempre me negué, amablemente, porque no podía soltar del todo el único vínculo que me quedaba con mi padre, John Seller. Él fue el único que realmente me amó, un hombre al que admiré y quise con todo mi ser.Pero cuando murió, mi vida se convirtió en un infierno. Mi madre, con la que ya tenía una relación complicada, se volvió completamente insoportable, sumida en su propio dolor y egoísmo. Y, como si las cosas no pudieran empeorar, se casó al año siguiente con un hombre que era tan despreciable como ella.A la primera oportuni