Sophie llegó al apartamento de Brooke con los papeles en mano, su rostro cargado de incomodidad.
—Brooke… necesitas ver esto. —dijo mientras extendía el sobre.
Brooke, que estaba en la cocina, se giró con una ceja alzada.
—¿Qué es?
—Es de Enzo. Me llamó para que te los entregara, ya que soy la única que sabe de tu paradero.
El nombre encendió una chispa de ira en sus ojos. Caminó hasta Sophie, tomó el sobre y lo abrió con rapidez. Apenas vio su contenido, su cuerpo entero se tensó.
“No voy a firmar esto. Lo siento. Enzo.”
Brooke soltó una carcajada amarga, dejando caer los papeles sobre la mesa.
—¿Qué significa esto? ¿Que no puede firmar? ¡Esto no es opcional!
Sophie, nerviosa, se sentó en el sofá.
—Brooke, cálmate por favor. Mejor habla con él.
—¡Calmarme! —gritó ella—. ¿Qué hay para hablar, Sophie? Ya lo hablé todo. Él destruyó mi vida. ¿Qué más quiere de mí?
Lo que ambas ignoraban era que esos papeles no habían llegado por casualidad. Enzo había mandado a seguir a Sophie desde el momento en que le entregó los documentos. Un par de llamadas y ya tenía toda la información: el apartamento, los horarios, incluso qué auto conducía Sophie.
Enzo no era un hombre que aceptara un "no" por respuesta, y esa noche no sería la excepción.
La puerta se abrió de golpe mientras Brooke seguía hablando con Sophie, su cuerpo congelándose al instante. Enzo estaba ahí, de pie, impecable en su traje oscuro, con el porte de alguien que sabía controlar cada situación.
—¿Qué haces aquí? —Brooke logró decir, su voz temblando de rabia.
Sophie, incómoda, se levantó del sofá.
—Será mejor que los deje solos…
—No te muevas, Sophie. —ordenó Brooke, fulminándola con la mirada antes de girarse hacia Enzo—. Tú no tienes derecho a irrumpir en mi vida así.
Enzo dio un paso adelante, su voz fría y calculadora.
—¿Mi vida? Creía que era nuestra vida, Brooke.
Brooke soltó una carcajada sarcástica.
—¿Nuestra vida? ¿Después de todo lo que hiciste? Ya no hay un "nosotros", Enzo.
Sophie, que había permanecido en silencio, finalmente habló:
—Enzo, no creo que sea el momento…
Pero él la ignoró por completo, fijando sus ojos en Brooke.
—No voy a firmar esos papeles porque todavía hay algo que salvar —declaró, su tono firme.
—¿Salvar? —Brooke lo miró como si estuviera loco—. ¡Lo destruiste todo! ¿Cómo te atreves a venir aquí con ese discurso?
—Lo que hice estuvo mal. Lo sé. Pero esto no se trata solo de nosotros ahora.
Sophie se tensó al oír esas palabras, pero decidió no intervenir. Miró a Brooke con preocupación antes de dar un paso hacia la puerta.
—Voy a salir un momento. Estaré cerca.
Enzo ni siquiera se movió mientras Sophie se marchaba.
Cuando Sophie se fue, Enzo intentó recuperar su tono frío y calculador.
—No puedes pedirme que me aleje, Brooke. No ahora.
—¡Claro que puedo! ¡Y lo haré! —gritó ella—. Tú ya tienes todo lo que querías: tu herencia, tu éxito, tu maldito poder. ¿Qué más puedes querer de mí?
La máscara de Enzo comenzó a resquebrajarse. Dio un paso hacia ella, con las manos temblando.
—Te quiero a ti. —habló pero Brooke ni se inmutó. —Voy a quedarme aquí hasta que me escuches. —respondió Enzo con firmeza.
—¡Estás loco! —gritó ella, desesperada—. Si no te vas, voy a llamar a seguridad.
Enzo soltó una risa fría.
—¿Seguridad? ¿Crees que alguien aquí va a enfrentarse a Enzo Lombardi? —Su tono estaba lleno de arrogancia, pero había un brillo de vulnerabilidad en sus ojos que traicionaba sus palabras.
Brooke se llevó las manos al rostro, desesperada.
—No puedes hacer esto, Enzo. No puedes…
—Por favor, Brooke. Dame una oportunidad. Haré lo que sea para arreglar esto, lo que sea.
Brooke se quedó inmóvil, sus ojos llenos de lágrimas. La arrogancia de Enzo desapareció por completo cuando sus rodillas tocaron el suelo frente a ella.
—Por favor, Brooke. Dame una oportunidad. Una sola. Haré lo que sea… lo que sea para que me perdones.
La escena la dejó paralizada. Este no era el Enzo Lombardi que conocía: el hombre imponente, el magnate frío e inalcanzable. Este era un hombre roto, suplicándole.
Pero Brooke no podía ceder.
—Vete, Enzo. No quiero verte nunca más.
Él negó con la cabeza, levantándose solo para bloquear la puerta.
—No voy a irme. No hasta que entiendas que estoy dispuesto a todo por ti, por nosotros… y por el bebé.
Brooke lo miró con incredulidad.
—¡No hay "nosotros"! —gritó, sus lágrimas cayendo libremente ahora—. Solo hay un futuro sin ti.
Enzo se sentó al pie de la puerta, ignorando sus palabras.
—No voy a moverme. —tomó su teléfono para escribirle a Sophie y decirle que se fuera, que todo estaba bien. Ella confió y se fue porque tenía cosas por hacer.
La noche avanzó, y Brooke, agotada por las emociones, finalmente se dejó caer en el sofá. Enzo seguía allí, en silencio, con la mirada perdida.
Cuando ella comenzó a dormirse en una posición incómoda, Enzo se levantó con cuidado. La realidad lo golpeó: Brooke estaba embarazada, y no podía permitir que pasara por esto.
Se acercó al sofá y, con una suavidad que contrastaba con todo lo que ella había visto de él antes, la levantó en brazos. Brooke apenas se movió, demasiado cansada para resistirse.
La llevó a la cama y, antes de marcharse, se inclinó para dejar un suave beso en sus labios. Brooke no reaccionó.
Se quedó mirándola unos segundos, su corazón apretándose en su pecho.
—No me vas a dejar, Brooke. Lo prometo.
Y con eso, salió del apartamento, dejando tras de sí una promesa que no pensaba romper.
***
Enzo no pudo dormir esa noche. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Brooke, la manera en que se veía tan cansada y frágil, pero también cómo se mantenía firme en su decisión de apartarlo de su vida. A pesar de todo, él no iba a rendirse.
A la mañana siguiente, se presentó en la recepción del edificio de Brooke cargado con bolsas de comida, flores, y una pequeña caja con cosas que había mandado a personalizar durante la madrugada: ropa cómoda para ella, productos de cuidado y… una cajita que contenía zapatitos de bebé.
Los empleados de recepción lo miraron con curiosidad, pero nadie se atrevió a detenerlo. Subió las escaleras en lugar de usar el ascensor, demasiado ansioso para esperar. Cada paso lo acercaba a la esperanza de que, tal vez, esa vez Brooke lo escucharía.
Sin embargo, cuando llegó al piso del apartamento, algo no estaba bien. La puerta, que la noche anterior tenía decoraciones en el marco, estaba vacía. Golpeó, pero no hubo respuesta. Esperó unos segundos y volvió a intentarlo, esta vez con más fuerza. Nada.
El corazón le dio un vuelco. Bajó la vista hacia la alfombra frente a la puerta y notó que faltaba el felpudo que Brooke había puesto allí.
Desesperado, volvió a golpear mientras llamaba su nombre.
—¡Brooke! ¡Abre la puerta! ¡Soy yo!
Nadie respondió. Sacó su teléfono para llamarla, pero la llamada no se completaba. Decidió actuar. Tocó la puerta de la vecina, una anciana que lo observaba con recelo desde el día anterior.
—¿La chica del apartamento 305? —preguntó, apenas controlando el temblor en su voz.
La mujer lo miró con cierta lástima.
—Se fue temprano en la mañana. Los de la mudanza llegaron antes del amanecer.
Enzo sintió que algo se rompía dentro de él. Su mente se negó a procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Se fue? —repitió en voz baja, como si la mujer hubiera cometido un error.
La anciana asintió.
—Así es, señor.
Las bolsas que sostenía cayeron al suelo, pero Enzo no lo notó. Estaba paralizado, el aire pesándole en el pecho como si le hubieran quitado algo vital.
—No… —murmuró, dando un paso hacia la puerta cerrada del apartamento vacío. Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos mientras su voz se quebraba—. No… no puede ser.
Cayó de rodillas frente a la puerta, las manos en el cabello, mientras trataba de asimilar lo imposible: Brooke había desaparecido. Se levantó de golpe, tomando el teléfono para llamar a Sophie.
—¡Dime dónde está! —le gritó apenas la llamada conectó.
—¿Qué? ¿De qué hablas, Enzo? —preguntó Sophie, confundida.
—¡Brooke se fue! ¡La siguieron anoche, lo sabes! ¡Dime dónde está! —La desesperación lo hacía sonar como un loco, pero no le importaba.
—No sé dónde está, Enzo. —respondió Sophie con firmeza—. Brooke no me dijo nada sobre irse.
—¡Eres su amiga! ¡Tiene que haberte dicho algo!
—No me dijo nada, y aunque lo supiera, no te lo diría. —respondió Sophie antes de colgar.
Enzo lanzó el teléfono contra la pared, rompiéndolo en pedazos. Su respiración era rápida, irregular.
—Esto no puede estar pasando…
Volvió a llamar a otras personas que podrían saber algo, incluso a los empleados de su propia compañía. Nadie sabía nada. Brooke había desaparecido por completo, dejando a Enzo hundido en un abismo de desesperación que no sabía cómo superar.
Por primera vez, el hombre
que siempre había tenido el control de todo en su vida estaba enfrentando algo que no podía solucionar con poder, dinero o promesas. Brooke se había ido… y con ella, su mundo.
Punto de vista de Brooke. Era temprano y ya estaba despierta. Bueno, en realidad ni siquiera pude dormir pese a que el viaje fue largo. Apenas llegué, me propuse a acomodar algo para recostarme y descansar pero no fue posible, Enzo estaba en mi mente todo el tiempo. —¿Te hace falta algo? Dímelo y yo te lo resuelvo. —la voz de Sophie al otro lado de la linea me trajo a la realidad. —No, tranquila. Quiero evitar lo que pasó ayer, estoy segura de que él te siguió y por eso me marché. Escuché un suspiro de su parte. —Lo siento, realmente no fue mi intención. No llegué a pensar que él haría eso. Reí amargamente. Estábamos hablando de Enzo Lombardi, mi esposo. Ese hombre que de todo era capaz con tal de obtener lo que quería. —No te preocupes, es mejor así. Que él supiese mi ubicación iba a ser un infierno. Lo conozco. —Hoy vino a gritarme y exigirme que le dijera donde tú estabas, como que había ido temprano a verte pero al enterarse de que no estabas... Enloqueció, no lo tomó bien
Punto de vista de Brooke. Había llegado el día. Mi abogado insistió en que no debía enfrentarme a él, que dejarlo en manos de los documentos y los procedimientos legales sería más fácil, pero yo sabía que no era suficiente. Con Enzo nunca era suficiente. Si no lo encaraba, esta pesadilla seguiría persiguiéndome. Mientras el auto se acercaba al edificio imponente, sentí que el aire me faltaba. Ahí estaba, la torre que simbolizaba todo lo que Enzo Lombardi era: poder, control, y la constante necesidad de ganar. Solo que esta vez, no iba a permitir que ganara. Al entrar en la oficina, lo vi. Enzo estaba ahí, de pie junto al ventanal, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte. Pero en cuanto me vio, fue como si el tiempo se detuviera. Sus ojos estaban cargados de emoción, y su rostro, habitualmente impecable, mostraba signos claros de agotamiento. Estaba más demacrado de lo que jamás lo había visto, como si el peso de nuestra separación lo estuviera consumiendo
Punto de vista de Enzo. Cuando cerré la puerta de mi oficina después de firmar los papeles, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. No había gritos ni lágrimas en ese momento, solo un silencio abrumador que se coló hasta mis huesos. Había perdido a Brooke. Y, con ella, todo lo que alguna vez tuvo sentido en mi vida.Las horas se volvieron días sin forma. No recuerdo cómo llegué al penthouse, pero cuando abrí la botella de whisky y tomé el primer trago, el ardor en mi garganta fue un alivio bienvenido. Quizás el único que sentiría en mucho tiempo.Las preguntas vinieron como un torrente incontrolable. ¿Por qué no la detuviste? ¿Por qué no supiste amarla mejor? ¿Cómo llegaste a este punto? Por más que intentara ahogarlas con alcohol, las respuestas nunca aparecieron.La botella se vació, y luego otra. La madrugada se deslizó entre las sombras mientras yo permanecía hundido en el sofá, la cabeza pesada, el pecho roto. Brooke había sido mi ancla, y ahora, flotaba a la deriva.A
Punto de vista de Enzo.Un mes.Treinta días desde que firmé esos malditos papeles.Cada uno de esos días ha sido un infierno en vida. Intenté todo: mensajes, llamadas, correos electrónicos. Nada. Brooke me ha borrado de su mundo, como si nunca hubiera existido. Como si no estuviera aquí, muriendo por saber de ella, por saber de nuestro hijo.Hoy supe por Sophie que Brooke tenía su primera consulta médica. Pensar en el momento en que el médico le mostrara la ecografía, en que escuchara el latido de nuestro bebé, me dejó sin aire. Pero lo que realmente me destruyó fue saber que ella no me llamó para decírmelo. Ni siquiera para incluirme. Ese bebé es tan mío como suyo.Intenté llamarla otra vez. No contestó. Grité, lancé el teléfono contra la pared, sentí la furia desgarrarme por dentro. ¿Cómo puede ser tan cruel? ¿Cómo puede excluirme de algo tan importante?Entonces, la furia dio paso al vacío. Me quedé sentado en el suelo, con la botella de whisky que ahora era mi única compañía. No
Narrador omnisciente.Brooke estaba sentada en la camilla de la sala de consulta, sintiendo cómo el frío de la bata hospitalaria se pegaba a su piel. Aunque había acudido ya varias veces a esas citas, aquella vez era diferente. Enzo, puntual como siempre, estaba allí, sentado en una silla junto a ella. Pero no estaba en su acostumbrada postura rígida; sus brazos estaban cruzados y sus ojos miel miraban con intensidad la pantalla apagada del ecógrafo, como si esperara con ansias el momento de escuchar algo.Ella lo observó de reojo, intrigada. Desde que lo había conocido, Enzo Lombardi siempre se había mostrado como un hombre serio, calculador y algo distante. Pero en los últimos días, había notado algo distinto. Una suavidad en sus gestos, un brillo en su mirada cuando mencionaban al bebé.—¿Nervioso? —se atrevió a preguntar, intentando aliviar la tensión que flotaba en la habitación.Enzo giró la cabeza hacia ella y esbozó una sonrisa fugaz.—¿Yo? Nunca estoy nervioso.Brooke alzó un
Brooke estaba en la sala de espera del hospital mientras aguardaban los resultados en papel. Hojeaba una revista que había encontrado sobre la mesa de café, pero no prestaba atención al contenido; su mente estaba demasiado ocupada tratando de interpretar las señales de Enzo. Desde la consulta, él no había dejado de hacer llamadas, alejándose cada vez que su tono se volvía más privado. Aunque no le molestaba del todo, empezaba a sentir que había algo más detrás de su repentina necesidad de controlar cada detalle de su vida.El sonido de unos pasos la sacó de su ensimismamiento.—Disculpa, ¿puedo sentarme aquí? —La voz de Gabriel interrumpió sus pensamientos.Ella alzó la vista y lo encontró de pie frente a ella, sosteniendo una carpeta con documentos médicos. Brooke dudó un momento antes de asentir.—Claro.Gabriel tomó asiento, dejando un espacio prudente entre ambos.—Espero no haber sido muy entrometido antes —dijo, con una sonrisa amable—. A veces suelo ser demasiado directo, pero
En un lujoso restaurante en el corazón de Florencia, Alessandra se encontraba sentada en una mesa privada. Las luces tenues resaltaban su impecable maquillaje y el brillo del diamante que adornaba su cuello. Frente a ella estaba Vincenzo Rossi, un hombre de mirada astuta y sonrisa calculadora, conocido tanto por su fortuna como por su habilidad para manipular a quien estuviera a su alrededor.—Es curioso verte aquí después de todo este tiempo, Alessandra —dijo Vincenzo, apoyando los codos sobre la mesa mientras la observaba con interés—. ¿Qué te trae de regreso a Florencia?Alessandra sonrió con elegancia, pero sus ojos brillaban con determinación.—No creo que deba explicarte mis motivos, Vincenzo. Pero sé que ya sabes que estoy aquí por Enzo, como siempre.Vincenzo alzó una ceja, fingiendo sorpresa.—¿Aún no lo superas? Pensé que habías aprendido la lección después de lo que ocurrió la última vez.El comentario hizo que Alessandra apretara los labios, pero no permitió que su fachada
—Sophie, necesito un favor tuyo. —pidió Enzo apenas atendió la llamada. —¿Puedes venir a la empresa?Ella suspiró porque más o menos sabía que tenía que ver con Brooke y ella no quería entrometerse demasiado en un asunto de dos.—¿Para qué me necesitas? Creo que ella ha sido muy clara en todo, por algo te pidió el divorcio.Él cerró los ojos ante esa respuesta que no quería escuchar. Ella seguía siendo suya aunque hubiese tomado esa decisión.—Por favor, escúchame y luego me juzgas. Te espero aquí. —colgó sin importarle más.Su objetivo era su mujer y nadie más era importante. Además de su hijo que venía en camino.Una hora después, Sophie estaba instalándose en la oficina de Enzo, mientras él se preparaba un vaso con licor.—Sé que ella no quiere saber nada de mí y tampoco quiere que yo sé donde se encuentra. —inició, sin darle tiempo a nada. —Pero verás, ella no solo es mi prioridad sino también nuestro hijo. Siento la necesidad de saber siempre como están y eso. —movía sus manos, g