Capítulo 2: decisión tomada.

Brooke se miraba al espejo mientras el eco de sus propios pensamientos la atormentaba. Tenía claro que lo mejor era alejarse, por el bebé. Aislada, podría pensar en el futuro sin distracciones, pero primero debía enfrentarse al caos.

Tomó el teléfono, su mano temblando al buscar el contacto de Matthew. No sabía cómo explicarlo, pero confiaba en que él y Sophie la entenderían.

—¿Brooke? —La voz de Matthew sonaba preocupada al otro lado.

—Matthew, necesito que vengas. Trae a Sophie contigo. Es urgente.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Estoy bien, pero necesito salir de aquí. Es... complicado. Sólo ven.

Matthew entendió que algo iba terriblemente mal.

—En 20 minutos estamos ahí.

El ruido del motor del auto de Matthew llegó antes de que Brooke pudiera terminar de empacar. Tenía pocas cosas, pero cada prenda que colocaba en la maleta se sentía como una carga emocional más.

Enzo apareció en la puerta de la habitación, sus ojos cargados de desesperación al ver las maletas.

—¿Qué estás haciendo?

Brooke lo miró sin responder, su rostro frío, decidido.

—Es lo mejor para todos, Enzo.

Él avanzó hacia ella, sus pasos inseguros.

—¿Para todos? ¿Incluyéndome a mí?

Brooke no respondió, pero su mirada lo decía todo. Antes de que pudiera insistir, el sonido del timbre resonó en la casa. Matthew y Sophie habían llegado.

Enzo bajó corriendo las escaleras y abrió la puerta para encontrarse con Matthew, que tenía una expresión cargada de ira.

—¿Dónde está Brooke? —preguntó Matthew sin preámbulos.

—No tienes derecho a llevártela, Matthew. Es mi esposa.

—Por ahora.

El comentario encendió a Enzo, pero antes de que pudiera replicar, Brooke apareció en la escalera, arrastrando su maleta. Sophie corrió hacia ella.

—¿Qué está pasando? —preguntó Sophie, alarmada.

—Sólo llévenme a casa. —dijo Brooke, ignorando a Enzo.

—Estás en casa. —replicó él.

—No, esto solo es el nido donde fábricas tus mentiras.

Cuando Enzo vio la intención de ella, corrió y la abrazó, desesperado.

—¡Por favor, no te vayas! No puedo perderte.

Matthew intervino, intentando separarlos, pero Enzo se aferraba como si su vida dependiera de ello.

—¡Déjala ir, Enzo! —gritó Sophie ya con lágrimas.

—¡No! Ella es mía, mi mujer... Tienes que dejarme arreglar todo. —Enzo estaba fuera de sí, enloquecido ante todo lo que estaba pasando.

—¡Déjame! No quiero vivir más mentiras, me duele, Enzo. Déjame... —Brooke ya no forcejeaba, le dolía que el amor de su vida intentara detenerla. —No me hagas esto, dejame ir.

—¡Por favor, Brooke! No lo hice por maldad. ¡No me dejes así!

Sus piernas cedieron y calló aún en los brazos de su esposo. Él se aferraba a ella porque su vida dependía de eso. Finalmente, Matthew intervino y con ayuda de su chofer que había entrado, logró separar a Brooke de los brazos de Enzo pero él seguía muy fuerte. Se retorcía buscando capturar nuevamente a su esposa. Sin embargo, Brooke ya estaba saliendo junto con Sophie.

—¡Brooke! No me dejes, no me dejes... —sus gritos eran agonía.

Matthew lo soltó y Enzo se sentía din fuerzas para levantarse, pero en un ataque de ira optó por golpear su puño contra el suelo repetidas veces, logrando hacerse mucho daño. Pero eso no le dolía, no como lo hacía su corazón al ver irse a la mujer que amaba.

***

En la casa de los West, el ambiente estaba tenso. Brooke se sentó en el sofá, Sophie a su lado, mientras Matthew permanecía de pie, observándola con preocupación.

—¿Vas a decirnos qué pasó? —preguntó Sophie, rompiendo el silencio.

Brooke respiró hondo.

—Descubrí que Enzo sólo se casó conmigo por la herencia de su abuelo. Todo fue una mentira. —rompió a llorar otra vez.

Sophie llevó una mano a su boca, incrédula.

—No puede ser...

Matthew, en cambio, no pareció sorprendido.

—Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano.

Brooke lo miró, atónita.

—¿Qué? —se levantó lentamente mirando fijamente a Matthew, el que consideraba su hermano. —¿Sabías todo esto?

Matthew no dijo nada, pero su silencio era suficiente. Brooke intentó acercarse, tambaleándose.

—¡Tú lo sabías y no me lo dijiste!

—Brooke, yo...

—¡No quiero escucharte! —gritó ella, corriendo hacia la puerta. —¡Mentirosos, malditos mentirosos!

Sophie intentó detenerla, pero Brooke la apartó suavemente.

—Necesito estar sola.

Y así, Brooke desapareció en la noche, decidida a encontrar un lugar donde nadie pudiera alcanzarla.

***

Una semana después, Enzo estaba al borde de la locura. Su mansión estaba desordenada, como si reflejara su propio estado mental.

—Encuéntrenla. —ordenó a su equipo de seguridad.

No le importaba cuánto costara ni cuánto tardara, encontraría a Brooke. Ella no podía dejarlo así, no sin darle una oportunidad de enmendar las cosas.

Mientras tanto, Brooke, oculta en un pequeño apartamento que Sophie le había ayudado a conseguir, intentaba encontrar algo de paz. Pero cada día que pasaba, la idea de pedirle el divorcio a Enzo se hacía más fuerte.

Finalmente, tomó una decisión. Con el teléfono en la mano, marcó el número de su abogado.

—Quiero iniciar los trámites de divorcio.

El caos no había hecho más que empezar.

***

Los días habían pasado lentamente para Brooke. En el pequeño apartamento que Sophie le había conseguido, apenas encontraba descanso. Cada noche, los recuerdos de Enzo la asaltaban: su sonrisa, sus caricias, pero también sus mentiras. El amor y la traición se mezclaban en su mente, creando un torbellino que la mantenía despierta.

Por otro lado, Enzo no podía contener su frustración. Los hombres que había enviado tras ella no lograban encontrar ningún rastro. Era como si Brooke se hubiera desvanecido. Cada vez que pensaba en su partida, en su mirada llena de decepción, su pecho se oprimía.

—Maldita sea, no... —murmuró mientras revisaba por enésima vez los papeles del despacho, intentando distraerse. Pero no había escapatoria de su propia culpa.

Brooke, decidida a avanzar, empezó a organizar sus ideas. Había un bebé en camino, y si quería que creciera en paz, debía mantenerse firme. Sentada en la pequeña mesa de la cocina, miró su teléfono. La notificación de su abogado había llegado. La primera cita para iniciar los trámites de divorcio estaba programada.

—Es lo mejor. —dijo, aunque su corazón dolía.

Sophie llegó más tarde ese día, llevando una pequeña bolsa con frutas frescas.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó, colocando la bolsa sobre la mesa.

Brooke suspiró.

—Al menos, puedo respirar. Eso ya es un avance.

Sophie la miró con cautela.

—¿Y Enzo? ¿Ha intentado contactarte?

—No directamente. Pero sé que está buscándome. Apagué mi teléfono porque sus llamadas solo me daban ansiedad.

Sophie no respondió, pero su mirada lo decía todo. Sabía que Brooke estaba sufriendo, pero también entendía que necesitaba tiempo y espacio.

Mientras tanto, Matthew no se había quedado de brazos cruzados. Aunque había prometido respetar la decisión de Brooke, su enojo con Enzo no desaparecía. Cuando lo encontró en su despacho días atrás, la discusión casi terminó en golpes.

—No voy a permitir que sigas arruinándole la vida. —le había dicho Matthew, con los puños apretados.

—No sabes nada de lo que siento por ella. —replicó Enzo, lleno de rabia.

—Sé suficiente. Y lo único que puedes hacer ahora es dejarla en paz.

—Tú... ¿Vienes a decirme qué hacer con mi mujer? Tú también sabías, así que no vengas aquí a tratarme como si fuese el único culpable.

—¡Y no sabes cómo me arrepiento! —se acercó a Enzo furioso y lo tomó por la camisa. —Pero redimirme será fácil, voy a hacer que te deje para siempre.

Pero Enzo no estaba dispuesto a rendirse. Brooke no solo era su esposa, era su todo. La herencia, los negocios, nada de eso tenía sentido sin ella.

La noticia del divorcio llegó como un balde de agua fría. Cuando recibió la notificación oficial, Enzo sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. La ira y la desesperación lo invadieron.

—¡No, no, no! —sus ojos se llenaban de lágrimas. —¡No voy a firmar esto! —gritó, lanzando el papel contra la pared.

En un acto impulsivo, tomó su chaqueta y salió de la mansión. Sabía que Sophie era la única que podía tener contacto con Brooke, así que la buscó.

Cuando llegó al pequeño apartamento donde Sophie vivía, no tardó en enfrentarse a ella.

—¡Dime dónde está! —exigió, con los ojos llenos de furia.

Sophie cruzó los brazos, intentando mantenerse firme.

—No puedo hacerlo, Enzo. Ella necesita espacio.

—No entiendes. No puedo perderla.

—No, Enzo, tú no entiendes. Brooke no quiere verte. Necesita tiempo.

Pero tiempo era lo único que Enzo no podía darse el lujo de gastar. Salió de ahí frustrado, pero con una idea clara: encontraría a Brooke, cueste lo que cueste.

Esa misma noche, Brooke estaba acostada, mirando al techo, cuando sintió que algo no estaba bien. Una punzada de miedo cruzó su pecho. ¿Y sí Enzo daba con ella?

Al día siguiente, Sophie llegó al apartamento, preocupado.

—Brooke, tienes que tener cuidado. Enzo está desesperado, y no me extrañaría que intentara algo impulsivo.

Ella asintió, pero su determinación no flaqueó.

—Que haga lo que quiera. No cambiará mi decisión.

Hablaba con dureza pero si coraz

ón dolía. Él, era el amor de su vida y eso no cambiaría de un día para otro. En su vientre había la mitad de él, un pequeño ser que le recordaría todo. Pero insistía en que eso era lo mejor.

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