Brooke estaba en casa sola, esperando que Enzo volviera de una reunión. Tenía un cheque que debía depositar ese día, pero no lograba encontrar su chequera. Recordó que Enzo mencionó haber usado una de sus chequeras la semana pasada y decidió subir a su oficina.
Al entrar, notó el característico orden del lugar: cada objeto parecía estar exactamente en su lugar. Se acercó al escritorio y empezó a revisar en los cajones. En el segundo encontró sobres, contratos, y papeles que claramente pertenecían a las empresas de su esposo. Entre ellos, un título llamó su atención: “Última voluntad y testamento de Giovanni Lombardi”.
Curiosa, y quizás inconscientemente inquieta, tomó el documento. Su nombre en una de las cláusulas destacaba como un grito silencioso:
"Enzo Lombardi podrá acceder a la totalidad de los bienes y propiedades listados siempre y cuando contraiga matrimonio antes de cumplir los 30 años".
Brooke sintió cómo su respiración se detenía mientras seguía leyendo. Ahí estaba: su nombre, los detalles del testamento, y lo que parecía una firma reciente de aceptación de Enzo.
—No puede ser... —susurró, sintiendo el peso de la traición como una daga en el pecho.
En ese momento, la puerta de la oficina se abrió de golpe. Enzo entró distraído, hablando por teléfono, pero se detuvo en seco al ver a Brooke con los documentos en las manos.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con un tono alarmado, acercándose rápidamente.
Brooke lo miró, y su expresión de desconcierto cambió a una mezcla de furia y dolor.
—¿Qué es esto, Enzo? —le espetó, levantando los papeles para que los viera claramente.
Enzo cerró los ojos por un segundo, maldiciendo internamente su descuido.
—Puedo explicarlo...
—¿Explicarlo? —su voz temblaba, pero no cedía. Dio un paso hacia él, dejando caer los papeles sobre el escritorio—. ¿Vas a explicarme cómo nuestro matrimonio fue un contrato para que heredes la fortuna de tu abuelo?
—Déjame explicarte...
—¡Eso es lo que estoy esperando! —gritó, golpeando el escritorio con los documentos—. ¡Explícame cómo encajo yo en todo esto! ¿Desde el principio fue un plan? ¿Me buscaste por eso?
Enzo respiró hondo, pasando una mano por su cabello desordenado. Había esperado este momento, pero no tan pronto. Había pensado que tendría tiempo, que encontraría una manera de explicarlo todo sin que ella se sintiera traicionada. Ahora, cada segundo que pasaba lo hacía ver más culpable.
—Cuando te conocí... —comenzó, pero Brooke lo interrumpió.
—Cuando me conociste, ¿qué, Enzo? ¿Ya sabías que yo era perfecta para cumplir tu condición?
—No, al principio no. —Su voz era suave, casi inaudible.
Brooke soltó una risa amarga, llena de incredulidad.
—Eso lo hace peor. ¿Me usaste? ¿Jugaste conmigo, con mis sentimientos, solo para asegurarte tu m*****a herencia?
Enzo se acercó un paso más, pero ella retrocedió, levantando una mano para detenerlo.
—Brooke, escúchame. No fue así. Sí, es cierto que necesitaba casarme, pero cuando te conocí, todo cambió. Tú cambiaste todo.
—¿Y eso debería consolarme? —respondió con frialdad. Su voz se quebró al final, traicionada por las lágrimas que amenazaban con salir.
Enzo apretó los puños, luchando por encontrar las palabras correctas. Sabía que cualquier cosa que dijera podría empeorar las cosas, pero no podía dejar que ella se fuera sin entender lo que realmente sentía.
—Brooke, al principio sí pensé en la herencia, pero me enamoré de ti. Lo juro. Esto dejó de ser un plan hace mucho tiempo.
—¿Debería creerte? —susurró, sus ojos llenos de lágrimas—. Porque ahora mismo, todo lo que siento es que fui un medio para un fin.
El silencio se instaló entre ellos como un abismo imposible de cruzar. Brooke dejó caer los papeles sobre el escritorio y se dirigió a la puerta.
—Brooke, por favor, no te vayas así.
Ella colapsó, le pareció el colmo que intentara retenerla. Se volteó con demasiada ira y le gritó.
—¡Aléjate de mí, maldito mentiroso! —gritó Brooke, girándose con tal furia que el aire a su alrededor parecía chisporrotear.
Pero su ira no alcanzó a sostenerla. Un mareo repentino nubló su vista, y apenas tuvo tiempo de llevarse una mano a la frente antes de que todo se volviera negro.
—¡Brooke! —la voz de Enzo se quebró mientras corría hacia ella. La sostuvo justo a tiempo, abrazándola como si con eso pudiera evitar que el mundo se derrumbara.
El tiempo pareció detenerse. Su rostro, pálido y sin fuerzas, lo asustó como nunca antes.
—No te desmayes, por favor... —susurró, desesperado, mientras la levantaba en brazos y corría fuera de la oficina.
El hospital fue un frenesí. Médicos y enfermeras rodearon a Brooke en cuanto llegaron, dejando a Enzo parado, impotente, mientras la llevaban a una sala de emergencias.
Los minutos eran cuchillas que cortaban su alma. Caminaba de un lado a otro, sus manos temblaban y su corazón parecía querer salirse del pecho. Finalmente, un médico salió de la sala.
—¿Cómo está mi esposa? —preguntó Enzo, antes de que el médico pudiera decir algo.
—Ella está estable, señor Lombardi, pero sufrió un colapso por estrés y baja presión. Y hay algo más...
El médico hizo una pausa, observándolo con atención.
—¿Qué? ¿Qué más? —la voz de Enzo era apenas un susurro.
—Felicidades, señor. Su esposa está embarazada.
Por un instante, todo lo demás dejó de existir. Las palabras resonaron en su mente, pero no podía procesarlas.
—¿Embarazada? —repitió, incrédulo.
—Sí, aproximadamente seis semanas. El estrés no es recomendable, así que necesita descansar y evitar cualquier situación que la altere.
El médico siguió hablando, pero Enzo ya no escuchaba. La culpa, la alegría y el miedo se entremezclaban en su interior. "Un bebé. Vamos a tener un bebé".
Cuando le permitieron entrar a la habitación, la encontró despierta, con el rostro pálido pero los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué haces aquí? —su voz era baja, pero cortante como un cuchillo.
—Brooke, por favor... —se acercó, pero ella alzó una mano, deteniéndolo.
—No te atrevas a decirme que te importa. —dijo con amargura.
Él respiró hondo, intentando mantener la calma.
—No te oculto esto. Estoy tan feliz como asustado.
Ella lo miró fijamente, como si hubiera escuchado mal.
—¿Qué dijiste?
—Ya el medico me lo dijo y quiero que sepas que estoy dispuesto a luchar por ustedes.
El silencio cayó como un peso entre ellos. Brooke llevó una mano a su vientre, procesando la noticia. Sus ojos, llenos de lágrimas, se alzaron hacia los de Enzo.
—Un bebé... —su voz tembló, cargada de incredulidad y emoción.
—Sí. —respondió él, dando un paso hacia ella—. Brooke, lo siento. Sé que te fallé, pero quiero estar contigo, quiero que estemos juntos en esto.
Ella negó con la cabeza, rompiendo a llorar.
—¿Cómo se supone que te crea después de todo esto? ¡Me traicionaste, Enzo! Y ahora… ahora hay un bebé.
Él quiso acercarse, pero no lo hizo. Pensó qu
e sería su oportunidad para redimirse con ella. No podía perderla, mucho menos ahora que estaba esperando un bebé suyo.
Brooke se miraba al espejo mientras el eco de sus propios pensamientos la atormentaba. Tenía claro que lo mejor era alejarse, por el bebé. Aislada, podría pensar en el futuro sin distracciones, pero primero debía enfrentarse al caos.Tomó el teléfono, su mano temblando al buscar el contacto de Matthew. No sabía cómo explicarlo, pero confiaba en que él y Sophie la entenderían.—¿Brooke? —La voz de Matthew sonaba preocupada al otro lado.—Matthew, necesito que vengas. Trae a Sophie contigo. Es urgente.—¿Qué pasó? ¿Estás bien?—Estoy bien, pero necesito salir de aquí. Es... complicado. Sólo ven.Matthew entendió que algo iba terriblemente mal.—En 20 minutos estamos ahí.El ruido del motor del auto de Matthew llegó antes de que Brooke pudiera terminar de empacar. Tenía pocas cosas, pero cada prenda que colocaba en la maleta se sentía como una carga emocional más.Enzo apareció en la puerta de la habitación, sus ojos cargados de desesperación al ver las maletas.—¿Qué estás haciendo?Bro
Sophie llegó al apartamento de Brooke con los papeles en mano, su rostro cargado de incomodidad.—Brooke… necesitas ver esto. —dijo mientras extendía el sobre.Brooke, que estaba en la cocina, se giró con una ceja alzada.—¿Qué es?—Es de Enzo. Me llamó para que te los entregara, ya que soy la única que sabe de tu paradero.El nombre encendió una chispa de ira en sus ojos. Caminó hasta Sophie, tomó el sobre y lo abrió con rapidez. Apenas vio su contenido, su cuerpo entero se tensó.“No voy a firmar esto. Lo siento. Enzo.”Brooke soltó una carcajada amarga, dejando caer los papeles sobre la mesa.—¿Qué significa esto? ¿Que no puede firmar? ¡Esto no es opcional!Sophie, nerviosa, se sentó en el sofá.—Brooke, cálmate por favor. Mejor habla con él.—¡Calmarme! —gritó ella—. ¿Qué hay para hablar, Sophie? Ya lo hablé todo. Él destruyó mi vida. ¿Qué más quiere de mí?Lo que ambas ignoraban era que esos papeles no habían llegado por casualidad. Enzo había mandado a seguir a Sophie desde el m
Punto de vista de Brooke. Era temprano y ya estaba despierta. Bueno, en realidad ni siquiera pude dormir pese a que el viaje fue largo. Apenas llegué, me propuse a acomodar algo para recostarme y descansar pero no fue posible, Enzo estaba en mi mente todo el tiempo. —¿Te hace falta algo? Dímelo y yo te lo resuelvo. —la voz de Sophie al otro lado de la linea me trajo a la realidad. —No, tranquila. Quiero evitar lo que pasó ayer, estoy segura de que él te siguió y por eso me marché. Escuché un suspiro de su parte. —Lo siento, realmente no fue mi intención. No llegué a pensar que él haría eso. Reí amargamente. Estábamos hablando de Enzo Lombardi, mi esposo. Ese hombre que de todo era capaz con tal de obtener lo que quería. —No te preocupes, es mejor así. Que él supiese mi ubicación iba a ser un infierno. Lo conozco. —Hoy vino a gritarme y exigirme que le dijera donde tú estabas, como que había ido temprano a verte pero al enterarse de que no estabas... Enloqueció, no lo tomó bien
Punto de vista de Brooke. Había llegado el día. Mi abogado insistió en que no debía enfrentarme a él, que dejarlo en manos de los documentos y los procedimientos legales sería más fácil, pero yo sabía que no era suficiente. Con Enzo nunca era suficiente. Si no lo encaraba, esta pesadilla seguiría persiguiéndome. Mientras el auto se acercaba al edificio imponente, sentí que el aire me faltaba. Ahí estaba, la torre que simbolizaba todo lo que Enzo Lombardi era: poder, control, y la constante necesidad de ganar. Solo que esta vez, no iba a permitir que ganara. Al entrar en la oficina, lo vi. Enzo estaba ahí, de pie junto al ventanal, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte. Pero en cuanto me vio, fue como si el tiempo se detuviera. Sus ojos estaban cargados de emoción, y su rostro, habitualmente impecable, mostraba signos claros de agotamiento. Estaba más demacrado de lo que jamás lo había visto, como si el peso de nuestra separación lo estuviera consumiendo
Punto de vista de Enzo. Cuando cerré la puerta de mi oficina después de firmar los papeles, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. No había gritos ni lágrimas en ese momento, solo un silencio abrumador que se coló hasta mis huesos. Había perdido a Brooke. Y, con ella, todo lo que alguna vez tuvo sentido en mi vida.Las horas se volvieron días sin forma. No recuerdo cómo llegué al penthouse, pero cuando abrí la botella de whisky y tomé el primer trago, el ardor en mi garganta fue un alivio bienvenido. Quizás el único que sentiría en mucho tiempo.Las preguntas vinieron como un torrente incontrolable. ¿Por qué no la detuviste? ¿Por qué no supiste amarla mejor? ¿Cómo llegaste a este punto? Por más que intentara ahogarlas con alcohol, las respuestas nunca aparecieron.La botella se vació, y luego otra. La madrugada se deslizó entre las sombras mientras yo permanecía hundido en el sofá, la cabeza pesada, el pecho roto. Brooke había sido mi ancla, y ahora, flotaba a la deriva.A
Punto de vista de Enzo.Un mes.Treinta días desde que firmé esos malditos papeles.Cada uno de esos días ha sido un infierno en vida. Intenté todo: mensajes, llamadas, correos electrónicos. Nada. Brooke me ha borrado de su mundo, como si nunca hubiera existido. Como si no estuviera aquí, muriendo por saber de ella, por saber de nuestro hijo.Hoy supe por Sophie que Brooke tenía su primera consulta médica. Pensar en el momento en que el médico le mostrara la ecografía, en que escuchara el latido de nuestro bebé, me dejó sin aire. Pero lo que realmente me destruyó fue saber que ella no me llamó para decírmelo. Ni siquiera para incluirme. Ese bebé es tan mío como suyo.Intenté llamarla otra vez. No contestó. Grité, lancé el teléfono contra la pared, sentí la furia desgarrarme por dentro. ¿Cómo puede ser tan cruel? ¿Cómo puede excluirme de algo tan importante?Entonces, la furia dio paso al vacío. Me quedé sentado en el suelo, con la botella de whisky que ahora era mi única compañía. No
Narrador omnisciente.Brooke estaba sentada en la camilla de la sala de consulta, sintiendo cómo el frío de la bata hospitalaria se pegaba a su piel. Aunque había acudido ya varias veces a esas citas, aquella vez era diferente. Enzo, puntual como siempre, estaba allí, sentado en una silla junto a ella. Pero no estaba en su acostumbrada postura rígida; sus brazos estaban cruzados y sus ojos miel miraban con intensidad la pantalla apagada del ecógrafo, como si esperara con ansias el momento de escuchar algo.Ella lo observó de reojo, intrigada. Desde que lo había conocido, Enzo Lombardi siempre se había mostrado como un hombre serio, calculador y algo distante. Pero en los últimos días, había notado algo distinto. Una suavidad en sus gestos, un brillo en su mirada cuando mencionaban al bebé.—¿Nervioso? —se atrevió a preguntar, intentando aliviar la tensión que flotaba en la habitación.Enzo giró la cabeza hacia ella y esbozó una sonrisa fugaz.—¿Yo? Nunca estoy nervioso.Brooke alzó un
Brooke estaba en la sala de espera del hospital mientras aguardaban los resultados en papel. Hojeaba una revista que había encontrado sobre la mesa de café, pero no prestaba atención al contenido; su mente estaba demasiado ocupada tratando de interpretar las señales de Enzo. Desde la consulta, él no había dejado de hacer llamadas, alejándose cada vez que su tono se volvía más privado. Aunque no le molestaba del todo, empezaba a sentir que había algo más detrás de su repentina necesidad de controlar cada detalle de su vida.El sonido de unos pasos la sacó de su ensimismamiento.—Disculpa, ¿puedo sentarme aquí? —La voz de Gabriel interrumpió sus pensamientos.Ella alzó la vista y lo encontró de pie frente a ella, sosteniendo una carpeta con documentos médicos. Brooke dudó un momento antes de asentir.—Claro.Gabriel tomó asiento, dejando un espacio prudente entre ambos.—Espero no haber sido muy entrometido antes —dijo, con una sonrisa amable—. A veces suelo ser demasiado directo, pero