Narrador omnisciente.Brooke estaba sentada en la camilla de la sala de consulta, sintiendo cómo el frío de la bata hospitalaria se pegaba a su piel. Aunque había acudido ya varias veces a esas citas, aquella vez era diferente. Enzo, puntual como siempre, estaba allí, sentado en una silla junto a ella. Pero no estaba en su acostumbrada postura rígida; sus brazos estaban cruzados y sus ojos miel miraban con intensidad la pantalla apagada del ecógrafo, como si esperara con ansias el momento de escuchar algo.Ella lo observó de reojo, intrigada. Desde que lo había conocido, Enzo Lombardi siempre se había mostrado como un hombre serio, calculador y algo distante. Pero en los últimos días, había notado algo distinto. Una suavidad en sus gestos, un brillo en su mirada cuando mencionaban al bebé.—¿Nervioso? —se atrevió a preguntar, intentando aliviar la tensión que flotaba en la habitación.Enzo giró la cabeza hacia ella y esbozó una sonrisa fugaz.—¿Yo? Nunca estoy nervioso.Brooke alzó un
Brooke estaba en la sala de espera del hospital mientras aguardaban los resultados en papel. Hojeaba una revista que había encontrado sobre la mesa de café, pero no prestaba atención al contenido; su mente estaba demasiado ocupada tratando de interpretar las señales de Enzo. Desde la consulta, él no había dejado de hacer llamadas, alejándose cada vez que su tono se volvía más privado. Aunque no le molestaba del todo, empezaba a sentir que había algo más detrás de su repentina necesidad de controlar cada detalle de su vida.El sonido de unos pasos la sacó de su ensimismamiento.—Disculpa, ¿puedo sentarme aquí? —La voz de Gabriel interrumpió sus pensamientos.Ella alzó la vista y lo encontró de pie frente a ella, sosteniendo una carpeta con documentos médicos. Brooke dudó un momento antes de asentir.—Claro.Gabriel tomó asiento, dejando un espacio prudente entre ambos.—Espero no haber sido muy entrometido antes —dijo, con una sonrisa amable—. A veces suelo ser demasiado directo, pero
En un lujoso restaurante en el corazón de Florencia, Alessandra se encontraba sentada en una mesa privada. Las luces tenues resaltaban su impecable maquillaje y el brillo del diamante que adornaba su cuello. Frente a ella estaba Vincenzo Rossi, un hombre de mirada astuta y sonrisa calculadora, conocido tanto por su fortuna como por su habilidad para manipular a quien estuviera a su alrededor.—Es curioso verte aquí después de todo este tiempo, Alessandra —dijo Vincenzo, apoyando los codos sobre la mesa mientras la observaba con interés—. ¿Qué te trae de regreso a Florencia?Alessandra sonrió con elegancia, pero sus ojos brillaban con determinación.—No creo que deba explicarte mis motivos, Vincenzo. Pero sé que ya sabes que estoy aquí por Enzo, como siempre.Vincenzo alzó una ceja, fingiendo sorpresa.—¿Aún no lo superas? Pensé que habías aprendido la lección después de lo que ocurrió la última vez.El comentario hizo que Alessandra apretara los labios, pero no permitió que su fachada
—Sophie, necesito un favor tuyo. —pidió Enzo apenas atendió la llamada. —¿Puedes venir a la empresa?Ella suspiró porque más o menos sabía que tenía que ver con Brooke y ella no quería entrometerse demasiado en un asunto de dos.—¿Para qué me necesitas? Creo que ella ha sido muy clara en todo, por algo te pidió el divorcio.Él cerró los ojos ante esa respuesta que no quería escuchar. Ella seguía siendo suya aunque hubiese tomado esa decisión.—Por favor, escúchame y luego me juzgas. Te espero aquí. —colgó sin importarle más.Su objetivo era su mujer y nadie más era importante. Además de su hijo que venía en camino.Una hora después, Sophie estaba instalándose en la oficina de Enzo, mientras él se preparaba un vaso con licor.—Sé que ella no quiere saber nada de mí y tampoco quiere que yo sé donde se encuentra. —inició, sin darle tiempo a nada. —Pero verás, ella no solo es mi prioridad sino también nuestro hijo. Siento la necesidad de saber siempre como están y eso. —movía sus manos, g
En mi vida, muchas cosas habían salido mal. Pero todo eso parecía haber terminado el día que la familia West me acogió como una más de los suyos. Tenía trece años entonces, y aunque me sentía rota y perdida, Matthew y Sophie nunca hicieron diferencias conmigo. Para ellos, yo era igual, pese a que mi origen no tenía nada que ver con su mundo de privilegios.Varias veces me pidieron adoptarme, ofreciéndome su apellido como un gesto de amor incondicional. Pero yo siempre me negué, amablemente, porque no podía soltar del todo el único vínculo que me quedaba con mi padre, John Seller. Él fue el único que realmente me amó, un hombre al que admiré y quise con todo mi ser.Pero cuando murió, mi vida se convirtió en un infierno. Mi madre, con la que ya tenía una relación complicada, se volvió completamente insoportable, sumida en su propio dolor y egoísmo. Y, como si las cosas no pudieran empeorar, se casó al año siguiente con un hombre que era tan despreciable como ella.A la primera oportuni
Narra Enzo.No tenía idea de cuántas veces había intentado controlarme desde que recibí aquella llamada."Señor Enzo West, le llamamos del hospital para confirmar el cambio de apellido de la señora Brooke Seller, ya que necesitamos la aprobación final antes de proceder."Esas palabras retumbaban en mi cabeza como una maldita bomba. ¿Cambio de apellido? ¿De verdad Brooke pretendía borrarme tan fácil de su vida?Mis manos seguían apretadas sobre el volante mientras esperaba frente al hospital, con los nervios a punto de estallar. No había dudado ni un segundo en venir a buscarla; la idea de que estuviera aquí, tomando decisiones importantes sin siquiera consultarme, me tenía fuera de control.Mis manos se apretaban con fuerza sobre mis brazos cruzados mientras la veía salir del hospital. Brooke. La mujer que no podía sacar de mi mente, por más que intentara.Había pasado días sin verla, días que se sentían eternos. Pero al enterarme de que había estado en el hospital —y sin decirme nada
Narra Brooke.Tenía la respiración agitada mientras aceleraba mi paso para llegar hasta mi auto. Mis manos temblaban, no sabía si era por la adrenalina del enfrentamiento con Enzo o por el cúmulo de emociones que me habían invadido al verlo de nuevo. Odiaba que tuviera ese poder sobre mí, que con solo unas palabras lograra tambalear mi determinación.Enzo siempre había sido así, un huracán que arrasaba con todo a su paso. Y yo… yo seguía siendo la misma tonta que intentaba reconstruirse entre los escombros que él dejaba atrás.Abrí la puerta del auto con un movimiento brusco, casi tirando las llaves en el intento. Me senté al volante y cerré los ojos por un momento, intentando calmar mi respiración. Pero incluso con los ojos cerrados, su voz seguía resonando en mi mente."No cambies el apellido, sigues siendo mía. Estoy arreglando todo para que volvamos a estar juntos."Mía. Como si yo fuera una posesión, algo que podía reclamar cuando le diera la gana. Apreté las manos sobre el volan
Brooke estaba en casa sola, esperando que Enzo volviera de una reunión. Tenía un cheque que debía depositar ese día, pero no lograba encontrar su chequera. Recordó que Enzo mencionó haber usado una de sus chequeras la semana pasada y decidió subir a su oficina.Al entrar, notó el característico orden del lugar: cada objeto parecía estar exactamente en su lugar. Se acercó al escritorio y empezó a revisar en los cajones. En el segundo encontró sobres, contratos, y papeles que claramente pertenecían a las empresas de su esposo. Entre ellos, un título llamó su atención: “Última voluntad y testamento de Giovanni Lombardi”.Curiosa, y quizás inconscientemente inquieta, tomó el documento. Su nombre en una de las cláusulas destacaba como un grito silencioso:"Enzo Lombardi podrá acceder a la totalidad de los bienes y propiedades listados siempre y cuando contraiga matrimonio antes de cumplir los 30 años".Brooke sintió cómo su respiración se detenía mientras seguía leyendo. Ahí estaba: su nom