Lisana vino al mundo con problemas de salud: al nacer fue diagnosticada con un soplo en el corazón. Entre sus familiares se murmuraba que era un verdadero milagro. Acostumbrada a que todos dedicaran mucho tiempo a atender sus necesidades y caprichos, se convirtió en una mujer dispuesta a transgredir las reglas de la sociedad en que vivía. Cuando conoció a Lucas, su vida cambió, se fue alejando de sus padres y cada vez era más frecuente que llegara a casa pasada la medianoche. Su familia hizo lo posible por apartarla de él, pero sus esfuerzos fueron inútiles. La arrastró a un mundo oscuro, muy diferente a la forma en que había sido educada. En una de las tantas fiestas a las que asistieron como pareja, aprovechó un descuido de Lucas para dar un paseo por la propiedad. Demoró el tiempo suficiente para sentir mucha sed y, cuando se disponía a regresar al salón, lo vio. Esa fue la noche en que conoció a Mateo y se empecinó en volverlo a ver, una y otra vez. Situación que se fue complicando conforme pasaban los meses. Mateo estaba enamorado de Dana, la mujer que amenazaba con quitarle al amor de su vida. No tenía dudas de que lograría arrebatárselo a Dana, pero ¿lograría que Mateo se enamorase de ella? ¿Lucas se quedaría tan tranquilo?
Leer másEl silencio en el apartamento se volvió casi palpable mientras Clara procesaba la confesión. Sus manos temblaban ligeramente, y sus ojos alternaban entre el papel sobre la mesa y Mateo, como si no pudiera decidir qué era más absurdo: lo que estaba leyendo o la persona que tenía delante.-¿Meses? -dijo finalmente, su voz baja, pero cargada de una tensión que cortaba el aire-. ¿Esto pasó hace meses?-Sí... bueno, no. Hace apenas un mes, antes de que volviéramos a intentarlo -repitió Mateo, en tono suplicante.Clara rio, pero no fue una risa de humor. Fue amarga, rota, como si tratara de encontrar alguna lógica en lo que acababa de escuchar.-¡Claro! Antes de que volviéramos a intentarlo. Porque eso lo hace mejor, ¿no? ¡Porque lo que haces antes de "intentarlo" no importa, Mateo!-Clara, por favor, escúchame. No sabía que esto iba a
El sobre blanco permanecía en su chaqueta, colgada en el armario, intacto. Mateo no lo había abierto, pero su mera presencia bastaba para llenarlo de inquietud. Cada vez que pasaba cerca del armario, sentía que ese objeto lo observaba desde la oscuridad, como un recordatorio constante de que algo importante y peligroso estaba esperando por él. La tensión en el ambiente se había vuelto casi tangible.Esa noche, intentó de todo para distraerse. Se sentó frente al televisor, pero los programas parecían interminables y sin sentido. Tomó las herramientas para seguir trabajando en la cuna, pero cada golpe de martillo solo lo hacía pensar en lo que significaba ese sobre. Incluso salió a caminar por las calles del barrio, buscando claridad en el aire frío de la noche, pero nada funcionaba. La duda lo seguía como una sombra persistente.Cuando regresó a casa, cansado y frustrado
Había sido una semana inusualmente tranquila. Mateo se esforzaba por cumplir su promesa, dedicando tiempo a Clara y preparándose mentalmente para el nuevo capítulo que se avecinaba. Había pasado horas trabajando en la cuna, lijando y ensamblando cada pieza con paciencia, como si ese esfuerzo manual pudiera redimirlo. Clara notaba su compromiso, aunque no se atrevía a bajar la guardia del todo. La confianza rota no se reparaba con días buenos, pero era un comienzo.Esa mañana, mientras Clara estaba fuera en el trabajo, Mateo se tomó un café en la pequeña sala de estar. Todo parecía en calma. Fue entonces cuando su teléfono vibró sobre la mesa."¿Vas a venir a mi casa o voy a la tuya? Tengo una semana esperando y no respondes mis mensajes ni llamadas."El mensaje lo hizo quedarse inmóvil. No era solo el contenido, sino el tono. Las palabras eran cortantes, casi amena
El cielo estaba cubierto de un gris uniforme cuando Clara salió del edificio esa mañana, con un abrigo grueso cubriéndola del frío. Había pasado la noche dando vueltas en la cama, procesando la conversación con Mateo. Su determinación había sonado sincera, pero Clara sabía que las palabras, por sí solas, no podían sostener un puente roto. Había elegido darle una oportunidad, sí, pero con el tiempo como único juez.Mientras esperaba en la esquina para cruzar la calle, sintió una vibración en su bolsillo. Sacó el teléfono y vio un mensaje de su amiga, Teresa."¿Cómo estás? ¿Todo bien con lo que me contaste?"Clara suspiró, conmovida por la constante preocupación de Teresa. Contestó rápidamente:"Sobreviviendo". Mateo lo sabe. Dijo que quiere cambiar, pero estoy en modo espera. ¿T
Aún no había amanecido cuando Clara llegó a casa, con la foto de la ecografía cuidadosamente guardada en su bolsillo. Había pasado toda la noche buscando las palabras adecuadas, ensayando mentalmente cómo le daría la noticia a Mateo. Cada escenario que imaginaba terminaba con dudas, lágrimas, o ambas cosas. Pero ahora que estaba allí, frente a la puerta, sabía que no podía esperar más.Cuando entró, el aroma al café recién hecho la recibió como un abrazo tibio. En la cocina, Mateo estaba de pie, sosteniendo una taza entre las manos, vestido con ropa cómoda y el cabello desordenado. Su semblante relajado contrastaba con la tormenta que Clara llevaba dentro.-Llegaste temprano -dijo Mateo, mirándola con curiosidad y una pizca de preocupación-. ¿Está todo bien?Clara asintió, dejando su bolso sobre una silla. No contest
Al llegar a casa, Clara encontró a Teresa sentada en el sillón de la sala, con un libro en las manos y las gafas descansando en la punta de su nariz. Melina dormía profundamente en la habitación, su respiración pausada llenando el aire con una calma que contrastaba con el caos en el corazón de Clara. Teresa levantó la mirada al escuchar la puerta y sonrió. -Todo estuvo tranquilo, no se despertó ni una vez -dijo, cerrando el libro con delicadeza-. Es un angelito, igual que todos los niños. Clara asintió, intentando esbozar una sonrisa, pero sus labios temblaron. Dejó su bolso en la silla más cercana y caminó hacia Teresa. Sin pensarlo, la abrazó con fuerza, como si su mundo estuviera a punto de derrumbarse y Teresa fuera la única ancla que la mantenía firme. -Gracias... gracias por cuidar de Melina -susurró, pero sus palabras se quebraron en un sollozo. Teresa, sorprendida al principio, le devolvió el abrazo con suavidad, acariciándole la espalda como si
Clara había aprendido a no precipitarse. La última vez que enfrentó a Mateo directamente, él encontró la manera de evadir sus preguntas con medias verdades y gestos cargados de culpa. Esta vez sería diferente. Ella no podía permitirse más incertidumbre, ni por Melina, ni por ella misma.Tras un par de días de silencio incómodo, Clara comenzó a actuar como si todo estuviera volviendo a la normalidad. Aunque por dentro la carcomía, la duda, se obligó a sonreír, a conversar de temas triviales, incluso a cuidar a Mateo con la atención de siempre. Si él notaba algo extraño, no lo mostró.Esa noche, mientras Mateo dormía profundamente, Clara revisó de nuevo su celular. Sabía que él estaba ocultando algo importante, pero necesitaba más tiempo para descifrar qué era. Entre las alarmas de su intuición, record&
La mañana se desperezaba lentamente a través de la ventana, el sol apenas comenzando a iluminar la habitación donde Clara descansaba. A su lado, Mateo permanecía en el sillón, sin apartarse de su lado, sus ojos aún nublados por la angustia de la noche anterior. El desvanecimiento de Clara había puesto a prueba sus nervios, pero al ver que despertaba con más claridad, un alivio profundo se instaló en su pecho.Clara, aun sintiendo el peso del cansancio, intentó incorporarse lentamente, dándose cuenta de que aún le costaba un poco. Fue entonces cuando vio algo en sus manos: el pequeño papel doblado que había guardado en su bolsillo la noche anterior. Lo había sacado sin darse cuenta, pero al verlo nuevamente, sintió que debía hablar de ello.Con la mirada fija en el papel, Clara extendió su mano hacia Mateo, quien se acercó rápidamente.<
Mateo llegó a la casa con el corazón acelerado. La llamada de Melina había removido un torbellino de angustia en su interior, y no había podido evitar imaginar lo peor. Las imágenes de Clara desvaneciéndose, esa sensación de impotencia cuando la vio caer, le martillaban la cabeza una y otra vez. Aunque había estado tan enfocado en su propio dolor y confusión, ahora la verdad le golpeaba con toda su fuerza: su familia necesitaba su apoyo más que nunca.Corrió hacia la entrada de la casa. Su respiración era rápida, y sus manos temblaban mientras trataba de mantener la calma.Al abrir la puerta, la visión que encontró lo hizo detenerse en seco por un instante. Clara estaba recostada en el sofá, aún pálida, pero aparentemente tranquila. Melina, sentada en el suelo a su lado, le dirigió una mirada llena de preocupación, pero también