Clara despertó nuevamente, pero esta vez la luz del mediodía iluminaba toda la habitación. Era extraño sentir el calor del sol en la piel después de días viviendo en penumbra. Se giró lentamente y vio a Melina jugando tranquilamente en la alfombra con un muñeco de trapo. La imagen le arrancó una sonrisa cansada, pero sincera, un pequeño recordatorio de lo que aún valía la pena en su vida.
Después de la llamada con Dana, Clara había pasado el resto del día reflexionando. Las palabras de la mujer resonaban en su mente: "Mateo tiene que asumir su responsabilidad". Pero, ¿y ella? ¿Cuál era su responsabilidad? ¿Dónde terminaba su paciencia y comenzaba su amor propio?Con un suspiro, se levantó y se dirigió al baño. El espejo le devolvió una imagen que no reconocía. Su rostro estaba pálido, con ojeraClara estaba sentada en el sillón de su pequeño apartamento, jugueteando nerviosamente con su teléfono. Había pasado una noche en vela, reflexionando sobre la situación. El orgullo había sido siempre su escudo, pero esta vez no podía dejar que la incertidumbre la consumiera. Sabía que si quería respuestas, tendría que enfrentar a Dana, aunque eso significara admitir una vulnerabilidad que siempre había evitado.Tomó una respiración profunda y marcó el número. Cada tono de llamada parecía eterno, hasta que finalmente Dana respondió.-¿Clara? -La voz de Dana sonó confundida y cautelosa.-Sí, soy yo. Necesito hablar contigo... es importante -Clara trató de mantener su voz firme, pero había un temblor que delataba su nerviosismo.Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea. Finalmente, Dana respondi&
El día siguiente pasó con una mezcla de ansiedad y determinación. Clara no podía dejar de pensar en el club y en la posibilidad de que Mateo estuviera involucrado en algo mucho más grave de lo que ella había imaginado. Estaba claro que él había estado ocultando algo que lo mantenía muy ocupado, y ahora tenía la certeza de que el secreto tenía raíces mucho más profundas de lo que había supuesto.A lo largo de la mañana, Clara y Dana se dedicaron a investigar cada detalle del club exclusivo. Buscaron en foros, páginas de eventos privados y hasta en redes sociales. Pronto, Clara encontró algo que parecía ser una invitación a un evento cerrado: una gala que se celebraría la próxima semana. El nombre del evento era lo que más les llamó la atención. La Noche de la Elite. El club no solo estaba relacionado con la alta s
La noche de la gala había llegado. Clara y Dana llegaron al lugar a las ocho en punto, tal como les habían indicado. Vestidas con elegancia, pero intentando no llamar demasiado la atención, caminaron hacia la entrada principal con una mezcla de nerviosismo y emoción. Los guardias en la puerta verificaron sus nombres en la lista de invitados, y después de un breve intercambio, las dejaron pasar sin ningún problema. Clara apenas podía creer que todo hubiera salido tan fácil. El interior del club era deslumbrante: techos altos decorados con candelabros de cristal, mesas decoradas con flores frescas y música en vivo que llenaba el aire con un ambiente sofisticado. -Esto es... otra cosa -murmuró Dana, mirando alrededor con una mezcla de asombro y cautela. Clara asintió, intentando mantener la compostura. -Sí, pero no perdamos el enfoque. Necesitamos encontrar a Mateo. Ambas comenzaron a moverse entre la multitud, tratando de reconocer rostros familiares. Clara no
Esa mañana Lisana se acercó a la terraza de su habitación como lo hacía cada amanecer. Admiraba el tapete de vegetación que se alternaba con el naranja de los techos de las viviendas que se asomaban entre tanto verdor. A lo lejos, su mirada se detuvo en la casa de Lucas, aunque no quería acordarse de él, su pensamiento la traicionaba. Romper con su pasado era la decisión más acertada que había tomado en su corta vida, poner tierra de por medio le daría la ventaja que necesitaba para salvar su matrimonio. La luz del sol tenía un brillo inusual que destacaba los reflejos de su larga cabellera. Vestía una elegante bata de seda, aunque no había dormido bien, ya estaba maquillada y peinada, lista para cambiarse de ropa y salir hacia el aeropuerto. Estaba revisando por cuarta vez el equipaje de su esposo cuando su madre entró a la habitación.—Yo te hacía dormida, tu vuelo es en la tarde mi amor, ¿por qué no descansas un poco más? Ustedes dos necesitan despejarse, y además, tu padre y y
El día anterior, el abuelo de Dana estaba en su lecho de muerte y había pedido verlas. Necesitaba pedirles perdón a Vicky y a su querida nieta. Le insistió tanto a su hijo Ángel que este no se pudo negar a cumplir su último deseo a pesar de que estaba consciente de que quizás no accederán ir a verlo. Su padre se había ganado el desprecio de ambas, por la manera en que se comportó en el pasado.—Perdona la hora, hija. Mi padre está muy mal, está muy grave. Te pido que vengas, te lo suplico, Dana. Ya Vicky viene en camino, aunque es tarde ya, dudo que alcance a pasar la noche, ya mañana será muy tarde.Aunque sorprendida por la terrible noticia, no dudó en ir a cumplir con su deber. Pocas veces se había negado a ayudar a los demás y menos podía permitirse quedar con semejante remordimiento. Su corazón era noble, siempre dispuesto a olvidar, y hace mucho que había perdonado los desprecios de su abuelo paterno.—Sí, sí, claro, papá, enseguida voy para allá, hazle saber que en unos minutos
Dana ingresó a la funeraria y fue a la sala de descanso a dejar sus cosas, se detuvo frente al espejo, lucía confundida y con falta de sueño, aunque impecable en presencia: vestida con un conjunto negro, lucía muy elegante. Zoraida siempre sintió un poco de rabia al ver que su hermana era delgada y hermosa de pies a cabeza. Los comentarios siempre eran los mismos, la habían herido en lo más profundo de su corazón, no faltaba quien al conocerlas dijera que no se parecían en nada. No obstante, Zoraida buscó un espacio en el cual destacar. Vivía con un libro debajo del brazo, construyó su propia imagen de mujer inteligente y culta, aspecto que le permitió hacer que sus comentarios y opiniones tuvieran la debida aceptación. —Hermana, ¿cómo te sientes? Yo sé perfectamente bien que este no es el momento para hacerte reproches, pero la verdad es que tú deberías decidir tu vida, no es bueno que vayan tras de ti esos dos hombres. Mira, me tiemblan las manos de solo pensar que en cualquier mo
El corazón de Mateo latía con fuerza, sus labios húmedos deseaban besarla, pero se contuvo, su risa era nerviosa mientras la miraba una y otra vez.—Eres maravillosa, siempre te lo dije, desde el primer día que te vi. —La mirada de Mateo recorrió el cuerpo de su amada con deseo—.—Lo hago por mí, no es lo que piensas, no tiene que ver contigo. No puedo entregarme a otro hombre, es eso —susurraba. —Mi amor, podemos ser felices, déjame demostrarte que es verdad —dijo, en tono de súplica.—No he olvidado lo que me hiciste, sufrí mucho por tu abandono —aclara.—Solo me casé porque esa mujer esperaba un hijo mío, no siento nada por ella, vivimos en cuartos separados.—Yo también estaba esperando un hijo tuyo y no te importó —reclamó, volteando la mirada.—Lo supe después, si solo me lo hubieses dicho, me lo ocultaste.Ella ocultó su embarazo, nunca le dijo la verdad. Mateo se enteró demasiado tarde. Esa noche, en la sala de parto estaban ambas. Se embarazaron en fechas próximas y el desti
Dana salió de la sala del velorio y se dirigió al jardín de la funeraria. El aire fresco le dio un respiro momentáneo, y sintió que su mente se aclaraba. Era un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la sala llena de gente. Al fondo, vio a Mateo de pie, con la mirada perdida en el horizonte. Su corazón dio un vuelco. Se acercó lentamente, sintiendo cada avance como un paso hacia lo desconocido.—Mateo —lo llamó, y él se volvió hacia ella, sus ojos llenos de sorpresa y esperanza al verla la conmovieron.—Dana, no pensaba que vendrías. Estaba a punto de irme.—Necesitaba hablar contigo. Mateo la miró con expectación, como si sus palabras fuesen la salvación que había estado esperando. —¿Qué pasa? —preguntó, su voz era suave.Dana tomó aire, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar. —No puedo seguir ignorando lo que siento —las palabras salían de su boca a la par que se sonreía—. Debo ser honesta contigo.Mateo dio un paso hacia ella, acercándose más. —¿L