El día anterior, el abuelo de Dana estaba en su lecho de muerte y había pedido verlas. Necesitaba pedirles perdón a Vicky y a su querida nieta. Le insistió tanto a su hijo Ángel que este no se pudo negar a cumplir su último deseo a pesar de que estaba consciente de que quizás no accederán ir a verlo. Su padre se había ganado el desprecio de ambas, por la manera en que se comportó en el pasado.
—Perdona la hora, hija. Mi padre está muy mal, está muy grave. Te pido que vengas, te lo suplico, Dana. Ya Vicky viene en camino, aunque es tarde ya, dudo que alcance a pasar la noche, ya mañana será muy tarde.
Aunque sorprendida por la terrible noticia, no dudó en ir a cumplir con su deber. Pocas veces se había negado a ayudar a los demás y menos podía permitirse quedar con semejante remordimiento. Su corazón era noble, siempre dispuesto a olvidar, y hace mucho que había perdonado los desprecios de su abuelo paterno.
—Sí, sí, claro, papá, enseguida voy para allá, hazle saber que en unos minutos me reuniré con él.
—Gracias, hija, no sabes lo feliz que me hace que estés conmigo en esta noche tan deprimente para mí.
Adán se puso de pie al observar lo que pasaba.
—¡Vamos!, te llevo, a esta hora hay poco tráfico y llegaremos rápido, mantén la calma.
Dana había hecho lo posible por contener las lágrimas, dio unos pasos y se acercó a su abuelo sin quitar los ojos de Vicky, quien la miraba fijamente. Se apoyó en la cama para poder escuchar las palabras que este modulaba con dificultad.
—Quiero irme en paz. Tienes que perdonarme, promételo, hazlo —esas fueron sus últimas palabras.
Emocionalmente abatida, acababa de descubrir que en su corazón había mucho amor para él y, al mismo tiempo, le quedaba tan poco tiempo para despedirse. Extendió su mano, mientras lamentó los años que creció lejos de su abuelo, despreciada por un pecado que no había cometido.
Adán la ayudó a incorporarse, estaba allí como siempre a su lado, dispuesto a todo por ella.
Ángel y Vicky cruzaron miradas, ella altiva con un esbozo de emoción en su rostro y él tan enamorado como cuando la conoció.
Cuando volvieron a casa, era de mañana, por lo que Dana tomó un descanso antes de ir al funeral.
Su hermana Zoraida estaba preparándose para ir a trabajar cuando le dio la noticia. De inmediato, se ocupó de avisar a amigos y familiares de la muerte de su abuelo.
Mateo, al enterarse, no dudó en correr a despedirse de su amada.
El teléfono no paraba de sonar y Zoraida contestaba con mucha paciencia las preguntas de los allegados.
—No, mi amor, ella no fue sola. Adán la acompañó. Sí, opino lo mismo, tú vas a ver que esa relación nunca va a funcionar. Dana está descansando un poco y me dijo que la señora Vicky estuvo anoche allá.
—¿Dónde? —pregunta Becky.
—En casa de su abuelo, no sé los detalles.
—No puede ser —. Voy a ver cómo está Vicky.
—Sí, y que se perdonaron la una a la otra, deja que ella te cuente.
Vicky llegó a casa y pidió a la empleada que le preparara un café bien fuerte. Sin detenerse, siguió a tomar un baño, mientras recordaba las palabras de su hija.
Cuando salió de su habitación, se encontró a Becky sentada en el sofá, esperando para darle el pésame.
—Amiga, gracias por venir a hacerme compañía, imagínate, Becky, todo ocurrió así tan de repente, qué tragedia para la familia. Te juro que era lo que yo menos podía esperar.
—Lo sé, me sorprendió tanto que nada menos que ese hombre que te odió tanto durante toda su vida te llamara junto a su lecho de muerte, qué impresión.
—Yo estaba inmóvil, tanto que cuando llegué allí y lo vi en la cama tan desvalido, tan quebrantado, no pude hablar, me quedé sin palabras. Siempre fue tan fuerte e implacable. Nunca se dio por vencido.
—Yo pienso que en el fondo te quería, al final eres muy parecida a él. Quizás por eso te responsabilizó por la debilidad de su hijo.
—Si no fuera por Ángel, jamás hubiese puesto un pie en esa casa, lo sabes. El pobre siempre ha sido tan débil, no sé cómo pude fijarme en él, claro, yo era muy joven en ese entonces.
—Lo más importante es que te has arreglado con tu hija, no quiero verte tan deprimida, tan pesimista. Tienen una vida para enmendar todo lo que ha pasado.
—Es mi razón de vivir, lo único que me sostiene Becky es la fe. Por fin, después de tantos años, Ángel, Dana y yo, podremos sentarnos en una misma mesa, como una familia. No pierdo la esperanza de conseguir las cosas que yo deseo con todo el alma.
—¿Dónde queda Alejandro con todo esto?
Un suspiro lleno de melancolía antecede sus palabras.
—Fíjate, con Alejandro cada día estoy más desilusionada, no sé qué pensar, creo que tiene una amante y con Dana todavía no he logrado acercarme a ella del todo. No he logrado ni siquiera que ella me perdone y menos que me llame mamá. Lo de anoche fue producto de las emociones, veremos si nuestra relación tiene alguna solución, no creo en esas reconciliaciones apresuradas.
Ella sabía lo de Alejandro, pero no se atrevió a decirle nada a Vicky.
—Dale tiempo, Dana está algo traumatizada debido a sus complejos por el abandono en la niñez y por lo que le ha sucedido con Mateo. Aprovecha que la vida las unió en el lecho de muerte de ese señor, por algo pasan las cosas.
—En aquel momento, Dana se desahogó en lágrimas y buscó consuelo en los brazos de Adán, no en los míos. ¿Cómo crees que me sentí? Soy su madre.
—Tú y yo sabemos que ella hubiese preferido arrojarse a los brazos de Mateo, solo que él estaba en casa con su esposa Lisana. Adán es para ella un buen amigo, nunca lo va a amar, es alguien que está allí, eso es todo.
Se hizo un largo silencio, mientras la sirvienta retiraba la vajilla y los restos del desayuno. El amplio salón se aclaró, aún más, después de que la chica corrió las cortinas.
—Veremos qué pasa, amiga. Ahora nos toca lo más duro: asistir al funeral y cumplir con lo que la gente espera de uno en estos momentos. Si por mí fuera me acostaba a dormir el día entero, estoy exhausta. No tengo ganas de nada.
—Fuerza, amiga, vamos en mi carro. No te voy a dejar sola ahora que sé que me necesitas.
Vicky estrechó la mano de Becky con suavidad y sonrió.
—Nunca he dudado de tu amistad y te agradezco que estés a mi lado hasta que este amargo momento termine.
Los ojos de Becky se llenaron de lágrimas, escuchar las palabras de su amiga provocó esas emociones en ella. Ver a una mujer tan fuerte y altiva pidiendo ayuda era algo que no se esperaba.
Dana ingresó a la funeraria y fue a la sala de descanso a dejar sus cosas, se detuvo frente al espejo, lucía confundida y con falta de sueño, aunque impecable en presencia: vestida con un conjunto negro, lucía muy elegante. Zoraida siempre sintió un poco de rabia al ver que su hermana era delgada y hermosa de pies a cabeza. Los comentarios siempre eran los mismos, la habían herido en lo más profundo de su corazón, no faltaba quien al conocerlas dijera que no se parecían en nada. No obstante, Zoraida buscó un espacio en el cual destacar. Vivía con un libro debajo del brazo, construyó su propia imagen de mujer inteligente y culta, aspecto que le permitió hacer que sus comentarios y opiniones tuvieran la debida aceptación. —Hermana, ¿cómo te sientes? Yo sé perfectamente bien que este no es el momento para hacerte reproches, pero la verdad es que tú deberías decidir tu vida, no es bueno que vayan tras de ti esos dos hombres. Mira, me tiemblan las manos de solo pensar que en cualquier mo
El corazón de Mateo latía con fuerza, sus labios húmedos deseaban besarla, pero se contuvo, su risa era nerviosa mientras la miraba una y otra vez.—Eres maravillosa, siempre te lo dije, desde el primer día que te vi. —La mirada de Mateo recorrió el cuerpo de su amada con deseo—.—Lo hago por mí, no es lo que piensas, no tiene que ver contigo. No puedo entregarme a otro hombre, es eso —susurraba. —Mi amor, podemos ser felices, déjame demostrarte que es verdad —dijo, en tono de súplica.—No he olvidado lo que me hiciste, sufrí mucho por tu abandono —aclara.—Solo me casé porque esa mujer esperaba un hijo mío, no siento nada por ella, vivimos en cuartos separados.—Yo también estaba esperando un hijo tuyo y no te importó —reclamó, volteando la mirada.—Lo supe después, si solo me lo hubieses dicho, me lo ocultaste.Ella ocultó su embarazo, nunca le dijo la verdad. Mateo se enteró demasiado tarde. Esa noche, en la sala de parto estaban ambas. Se embarazaron en fechas próximas y el desti
Dana salió de la sala del velorio y se dirigió al jardín de la funeraria. El aire fresco le dio un respiro momentáneo, y sintió que su mente se aclaraba. Era un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la sala llena de gente. Al fondo, vio a Mateo de pie, con la mirada perdida en el horizonte. Su corazón dio un vuelco. Se acercó lentamente, sintiendo cada avance como un paso hacia lo desconocido.—Mateo —lo llamó, y él se volvió hacia ella, sus ojos llenos de sorpresa y esperanza al verla la conmovieron.—Dana, no pensaba que vendrías. Estaba a punto de irme.—Necesitaba hablar contigo. Mateo la miró con expectación, como si sus palabras fuesen la salvación que había estado esperando. —¿Qué pasa? —preguntó, su voz era suave.Dana tomó aire, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar. —No puedo seguir ignorando lo que siento —las palabras salían de su boca a la par que se sonreía—. Debo ser honesta contigo.Mateo dio un paso hacia ella, acercándose más. —¿L
Después de romper con Adán, Dana se sintió como si se hubiera liberado su pecho, aunque al mismo tiempo, la tristeza la invadía. Cortar el vínculo con una persona tan importante en su vida era extraño para ella, sabía que su decisión lo había lastimado y no podía retenerlo más por mucho que lo necesitara. Le costó dejarlo ir.Al llegar a casa, se encontró con Zoraida. —¿Cómo te fue? —preguntó su hermana, con una expresión de preocupación.—He hablado con Adán. No voy a casarme con él, rompimos. Zoraida se quedó en silencio, sorprendida. —¿Mateo? ¿Qué pasó? ¿Volviste con él, verdad? —dijo ansiosa—, sin poder ocultar lo mucho que se alegraba de la noticia.—Voy a buscarlo. Necesito hablar con él, quiero contarle.La ansiedad la cegó, no pudo ver lo que era tan obvio. —Dana, ten cuidado. No quiero que te lastimen otra vez. Ve despacio, ya sabes cómo son los hombres, ¿qué sabes tú si ya Lisana lo convenció?—No me digas eso, me muero, te lo juro. No puedes hacerme eso de nuevo. Tengo
El ambiente se tornó tenso mientras Lisana luchaba con sus emociones. Finalmente, se pasó la mano por el rostro, tratando de calmarse. —No puedo creer que esto esté sucediendo. —Su voz era un susurro, casi inaudible. —Lisana, sé que esto es difícil —dijo Mateo, sintiendo que la situación se tornaba más compleja—. No quiero seguir viviendo en una mentira, ¿podemos pasar? —No, es mejor resolver esto acá afuera. ¿Y qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó Lisana, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. Dana sintió una punzada, la compasión afloró al ver a Lisana tan vulnerable. —No estoy aquí para menospreciar tus sentimientos. Solo quiero que entiendas que no puedo seguir adelante con Adán y que estoy dispuesta a enfrentar lo que venga. Lisana se quedó en silencio, procesando las palabras de Dana. Al fin, pareció resignarse. —Esta es una situación horrible. No sé cómo enfrentar lo que está pasando. Mateo dio un paso hacia Lisana. —No quiero que esto termine en resentim
La vida continuó su curso, y aunque había mucho por hacer, Dana se sentía más fuerte que nunca. Había aprendido a ser honesta consigo misma y a enfrentar sus emociones. Un día, mientras conversaba con Zoraida en la cocina, esta le hizo una pregunta. —¿Y Mateo? Ya han pasado varios meses y ustedes siguen igual, ¿tienen planes de boda? Estamos ansiosos por saber.Dana se detuvo a pensar. —Sí, estoy segura de que en cualquier momento me lo pide. Nunca he sido tan feliz, hermana. Zoraida sonrió, sintiendo que su hermana había encontrado su camino y que por fin Adán estaba del todo libre. —Me alegra escuchar eso. Siempre quise que fueras feliz, ¿no te ha escrito Adán? Dana abrazó a su hermana, sintiendo una profunda conexión. —Gracias por tu apoyo, siempre lo he necesitado. Si supieras que más nunca me escribió, desapareció del todo. Supongo que tú sí lo has visto.—Sí, a veces me escribe y el otro día pasó por mi trabajo.Los días pasaron, y cuando menos lo esperaban, Dana y Mateo
La celebración había comenzado como una noche mágica, llena de luces, música y alegría. Sin embargo, el ambiente había cambiado de forma abrupta. Las risas se apagaron, reemplazadas por murmullos tensos y llamadas desesperadas al nombre de Melina. Un aire de preocupación y pánico se extendió como un virus entre los asistentes.Dana y Lisana lideraban la búsqueda, recorriendo cada rincón del lugar. Cada sombra y cada rincón oscuro se sentía como una amenaza, y la incertidumbre pesaba sobre ellas como una losa.—¿Y si le ha pasado algo? —murmuró Lisana, con la voz rota. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos, y su ansiedad era palpable.Dana, aunque igual de preocupada, trató de mantener la calma por ambas.—No, no pienses así. Tiene que estar cerca. Solo tenemos que buscar con más cuidado. —Su tono era firme, pero su corazón latía desbocado.Mateo, quien había estado revisando los pasillos del salón, llegó corriendo hacia ellas. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupaci
El aire era pesado y frío, con un silencio interrumpido únicamente por el murmullo distante del agua goteando. Melina, temblando, estaba acurrucada en una esquina, sus grandes ojos tratando de adaptarse a la penumbra. El lugar era desconocido, una habitación improvisada con paredes de concreto y una pequeña ventana cubierta por tablones que apenas dejaban entrar la luz de la luna.—¿Por qué estoy aquí? —preguntó con un hilo de voz.Del otro lado de la habitación, una figura emergió de las sombras. Era Lucas. Su rostro, normalmente inofensivo, estaba marcado por una mezcla de tensión y algo más profundo, más oscuro.—No tienes nada de que preocuparte, pequeña —dijo con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, pero que solo añadía más miedo al corazón de Melina. Se arrodilló a su altura, manteniendo una distancia que parecía calculada—. Necesitaba que estuvieras aquí. No podía dejar que ellos siguieran escondiéndote la verdad.Melina no entendía lo que decía, pero su instinto le d