La celebración había comenzado como una noche mágica, llena de luces, música y alegría. Sin embargo, el ambiente había cambiado de forma abrupta. Las risas se apagaron, reemplazadas por murmullos tensos y llamadas desesperadas al nombre de Melina. Un aire de preocupación y pánico se extendió como un virus entre los asistentes.Dana y Lisana lideraban la búsqueda, recorriendo cada rincón del lugar. Cada sombra y cada rincón oscuro se sentía como una amenaza, y la incertidumbre pesaba sobre ellas como una losa.—¿Y si le ha pasado algo? —murmuró Lisana, con la voz rota. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos, y su ansiedad era palpable.Dana, aunque igual de preocupada, trató de mantener la calma por ambas.—No, no pienses así. Tiene que estar cerca. Solo tenemos que buscar con más cuidado. —Su tono era firme, pero su corazón latía desbocado.Mateo, quien había estado revisando los pasillos del salón, llegó corriendo hacia ellas. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupaci
El aire era pesado y frío, con un silencio interrumpido únicamente por el murmullo distante del agua goteando. Melina, temblando, estaba acurrucada en una esquina, sus grandes ojos tratando de adaptarse a la penumbra. El lugar era desconocido, una habitación improvisada con paredes de concreto y una pequeña ventana cubierta por tablones que apenas dejaban entrar la luz de la luna.—¿Por qué estoy aquí? —preguntó con un hilo de voz.Del otro lado de la habitación, una figura emergió de las sombras. Era Lucas. Su rostro, normalmente inofensivo, estaba marcado por una mezcla de tensión y algo más profundo, más oscuro.—No tienes nada de que preocuparte, pequeña —dijo con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, pero que solo añadía más miedo al corazón de Melina. Se arrodilló a su altura, manteniendo una distancia que parecía calculada—. Necesitaba que estuvieras aquí. No podía dejar que ellos siguieran escondiéndote la verdad.Melina no entendía lo que decía, pero su instinto le d
La casa parecía contener la respiración, un silencio pesado lo invadía todo, roto únicamente por los murmullos bajos de los policías que iban y venían, sus radios emitiendo crujidos inconstantes. Mateo estaba en la sala, con el rostro pálido y tenso. Sus manos temblaban levemente mientras revisaba una y otra vez las mismas hojas de información, como si al hacerlo pudiera encontrar una pista milagrosa que los hubiera pasado por alto. Había exigido a los agentes que revisaran cada rincón de la ciudad, cada callejón olvidado y cada edificio abandonado. Su voz, aunque firme, llevaba un tono desesperado que traicionaba su fragilidad. El miedo era un cuchillo que lo atravesaba con cada minuto que pasaba. ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si Melina estaba más lejos de lo que podían alcanzar? En el sofá, Lisana permanecía inmóvil, pero su cuerpo hablaba por ella. Sus hombros caídos y su mirada perdida eran el reflejo de una culpa corrosiva que no se atrevía a compartir. Sus dedos jugueteaban
El reloj marcaba las once de la noche, pero la casa estaba tan silenciosa que bien podría haber sido madrugada. La penumbra se filtraba por las cortinas, dibujando sombras inquietantes en las paredes. Lisana se encontraba en la cocina, sentada frente a una taza de té que apenas había tocado. Sus manos temblaban mientras sostenía la cerámica caliente, buscando un calor que no llegaba a calmar el frío que sentía en el pecho. La culpa era un huésped implacable, un eco constante que la perseguía incluso en sus sueños. El crujido leve de la puerta principal anunció la llegada de Dana. Entró con pasos cuidadosos, cerrando tras de sí con una delicadeza que denotaba su intención de no perturbar el silencio opresivo de la casa. Cuando sus ojos encontraron a Lisana, algo en su interior se tensó. Lisana parecía más pequeña, casi encogida sobre sí misma, como si el peso de algún secreto la aplastara. -Gracias por venir -susurró Lisana, su voz quebrada, apenas un hilo audible en la q
Adán estacionó su auto junto al borde de un camino de tierra polvoriento, el motor aun rugiendo levemente antes de que lo apagase. Las afueras de la ciudad tenían una atmósfera particular, un silencio extraño que lo ponía en alerta. Frente a él, una casa pequeña y deteriorada se alzaba entre un bosque de árboles altos y enmarañados. Había pasado días siguiendo las pistas sobre Lucas, y todo indicaba que este lugar escondía algo.Sacó su teléfono y tomó una fotografía de la casa antes de enviar un mensaje a Mateo y Dana.Adán: "Lo encontré. Enviaré la ubicación. Este lugar tiene algo extraño. Necesitamos hablar".Con el teléfono en la mano, se quedó un momento observando la propiedad. No había señales de vida, pero algo en el ambiente lo inquietaba. Volvió al auto, cerrando la puerta
El aire de la noche era denso mientras Mateo, Dana y Adán salían de la casa deteriorada. La escena que habían encontrado en la habitación superior les había dejado más preguntas que respuestas. Sobre el suelo, una serie de objetos extraños: fotografías desgarradas de Lisana y Melina, una muñeca rota cubierta de pintura roja y una nota escrita con garabatos que decía: "El tiempo se acaba".Adán guardó la nota en su bolsillo, su expresión reflejando una mezcla de preocupación y determinación.-Esto va más allá de lo que imaginábamos -dijo en voz baja, mirando a Mateo y Dana-. Lucas no solo está obsesionado con Lisana. Parece que está planeando algo, y no podemos quedarnos esperando.Dana asintió, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y furia.-Tenemos que proteger a Melina. Ella es la más vulnerable en esta s
Esa mañana Lisana se acercó a la terraza de su habitación como lo hacía cada amanecer. Admiraba el tapete de vegetación que se alternaba con el naranja de los techos de las viviendas que se asomaban entre tanto verdor. A lo lejos, su mirada se detuvo en la casa de Lucas, aunque no quería acordarse de él, su pensamiento la traicionaba. Romper con su pasado era la decisión más acertada que había tomado en su corta vida, poner tierra de por medio le daría la ventaja que necesitaba para salvar su matrimonio. La luz del sol tenía un brillo inusual que destacaba los reflejos de su larga cabellera. Vestía una elegante bata de seda, aunque no había dormido bien, ya estaba maquillada y peinada, lista para cambiarse de ropa y salir hacia el aeropuerto. Estaba revisando por cuarta vez el equipaje de su esposo cuando su madre entró a la habitación.—Yo te hacía dormida, tu vuelo es en la tarde mi amor, ¿por qué no descansas un poco más? Ustedes dos necesitan despejarse, y además, tu padre y y
El día anterior, el abuelo de Dana estaba en su lecho de muerte y había pedido verlas. Necesitaba pedirles perdón a Vicky y a su querida nieta. Le insistió tanto a su hijo Ángel que este no se pudo negar a cumplir su último deseo a pesar de que estaba consciente de que quizás no accederán ir a verlo. Su padre se había ganado el desprecio de ambas, por la manera en que se comportó en el pasado.—Perdona la hora, hija. Mi padre está muy mal, está muy grave. Te pido que vengas, te lo suplico, Dana. Ya Vicky viene en camino, aunque es tarde ya, dudo que alcance a pasar la noche, ya mañana será muy tarde.Aunque sorprendida por la terrible noticia, no dudó en ir a cumplir con su deber. Pocas veces se había negado a ayudar a los demás y menos podía permitirse quedar con semejante remordimiento. Su corazón era noble, siempre dispuesto a olvidar, y hace mucho que había perdonado los desprecios de su abuelo paterno.—Sí, sí, claro, papá, enseguida voy para allá, hazle saber que en unos minutos