El silencio en el apartamento se volvió casi palpable mientras Clara procesaba la confesión. Sus manos temblaban ligeramente, y sus ojos alternaban entre el papel sobre la mesa y Mateo, como si no pudiera decidir qué era más absurdo: lo que estaba leyendo o la persona que tenía delante.
-¿Meses? -dijo finalmente, su voz baja, pero cargada de una tensión que cortaba el aire-. ¿Esto pasó hace meses?-Sí... bueno, no. Hace apenas un mes, antes de que volviéramos a intentarlo -repitió Mateo, en tono suplicante.Clara rio, pero no fue una risa de humor. Fue amarga, rota, como si tratara de encontrar alguna lógica en lo que acababa de escuchar.-¡Claro! Antes de que volviéramos a intentarlo. Porque eso lo hace mejor, ¿no? ¡Porque lo que haces antes de "intentarlo" no importa, Mateo!-Clara, por favor, escúchame. No sabía que esto iba aEl apartamento parecía aún más vacío de lo que realmente estaba. Los pasos de Clara resonaban en las paredes desnudas, donde los cuadros que alguna vez decoraron su vida conjunta con Mateo habían sido retirados, dejando huellas descoloridas como testigos de una felicidad que ahora parecía una ilusión lejana. El lugar había perdido el calor de hogar, y Clara, el brillo en los ojos.Días después de la confrontación, Clara había intentado mantener la fachada. Salía de la cama, tomaba un café frío y miraba el calendario como si los días tuvieran algún propósito, pero la energía para hacer cualquier cosa más allá de eso la abandonaba antes del mediodía. Las cortinas permanecían cerradas, dejando entrar solo una tenue luz que hacía parecer que el día nunca comenzaba realmente.El embarazo, que alguna vez ha
Clara despertó nuevamente, pero esta vez la luz del mediodía iluminaba toda la habitación. Era extraño sentir el calor del sol en la piel después de días viviendo en penumbra. Se giró lentamente y vio a Melina jugando tranquilamente en la alfombra con un muñeco de trapo. La imagen le arrancó una sonrisa cansada, pero sincera, un pequeño recordatorio de lo que aún valía la pena en su vida.Después de la llamada con Dana, Clara había pasado el resto del día reflexionando. Las palabras de la mujer resonaban en su mente: "Mateo tiene que asumir su responsabilidad". Pero, ¿y ella? ¿Cuál era su responsabilidad? ¿Dónde terminaba su paciencia y comenzaba su amor propio?Con un suspiro, se levantó y se dirigió al baño. El espejo le devolvió una imagen que no reconocía. Su rostro estaba pálido, con ojera
Clara estaba sentada en el sillón de su pequeño apartamento, jugueteando nerviosamente con su teléfono. Había pasado una noche en vela, reflexionando sobre la situación. El orgullo había sido siempre su escudo, pero esta vez no podía dejar que la incertidumbre la consumiera. Sabía que si quería respuestas, tendría que enfrentar a Dana, aunque eso significara admitir una vulnerabilidad que siempre había evitado.Tomó una respiración profunda y marcó el número. Cada tono de llamada parecía eterno, hasta que finalmente Dana respondió.-¿Clara? -La voz de Dana sonó confundida y cautelosa.-Sí, soy yo. Necesito hablar contigo... es importante -Clara trató de mantener su voz firme, pero había un temblor que delataba su nerviosismo.Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea. Finalmente, Dana respondi&
Esa mañana Lisana se acercó a la terraza de su habitación como lo hacía cada amanecer. Admiraba el tapete de vegetación que se alternaba con el naranja de los techos de las viviendas que se asomaban entre tanto verdor. A lo lejos, su mirada se detuvo en la casa de Lucas, aunque no quería acordarse de él, su pensamiento la traicionaba. Romper con su pasado era la decisión más acertada que había tomado en su corta vida, poner tierra de por medio le daría la ventaja que necesitaba para salvar su matrimonio. La luz del sol tenía un brillo inusual que destacaba los reflejos de su larga cabellera. Vestía una elegante bata de seda, aunque no había dormido bien, ya estaba maquillada y peinada, lista para cambiarse de ropa y salir hacia el aeropuerto. Estaba revisando por cuarta vez el equipaje de su esposo cuando su madre entró a la habitación.—Yo te hacía dormida, tu vuelo es en la tarde mi amor, ¿por qué no descansas un poco más? Ustedes dos necesitan despejarse, y además, tu padre y y
El día anterior, el abuelo de Dana estaba en su lecho de muerte y había pedido verlas. Necesitaba pedirles perdón a Vicky y a su querida nieta. Le insistió tanto a su hijo Ángel que este no se pudo negar a cumplir su último deseo a pesar de que estaba consciente de que quizás no accederán ir a verlo. Su padre se había ganado el desprecio de ambas, por la manera en que se comportó en el pasado.—Perdona la hora, hija. Mi padre está muy mal, está muy grave. Te pido que vengas, te lo suplico, Dana. Ya Vicky viene en camino, aunque es tarde ya, dudo que alcance a pasar la noche, ya mañana será muy tarde.Aunque sorprendida por la terrible noticia, no dudó en ir a cumplir con su deber. Pocas veces se había negado a ayudar a los demás y menos podía permitirse quedar con semejante remordimiento. Su corazón era noble, siempre dispuesto a olvidar, y hace mucho que había perdonado los desprecios de su abuelo paterno.—Sí, sí, claro, papá, enseguida voy para allá, hazle saber que en unos minutos
Dana ingresó a la funeraria y fue a la sala de descanso a dejar sus cosas, se detuvo frente al espejo, lucía confundida y con falta de sueño, aunque impecable en presencia: vestida con un conjunto negro, lucía muy elegante. Zoraida siempre sintió un poco de rabia al ver que su hermana era delgada y hermosa de pies a cabeza. Los comentarios siempre eran los mismos, la habían herido en lo más profundo de su corazón, no faltaba quien al conocerlas dijera que no se parecían en nada. No obstante, Zoraida buscó un espacio en el cual destacar. Vivía con un libro debajo del brazo, construyó su propia imagen de mujer inteligente y culta, aspecto que le permitió hacer que sus comentarios y opiniones tuvieran la debida aceptación. —Hermana, ¿cómo te sientes? Yo sé perfectamente bien que este no es el momento para hacerte reproches, pero la verdad es que tú deberías decidir tu vida, no es bueno que vayan tras de ti esos dos hombres. Mira, me tiemblan las manos de solo pensar que en cualquier mo
El corazón de Mateo latía con fuerza, sus labios húmedos deseaban besarla, pero se contuvo, su risa era nerviosa mientras la miraba una y otra vez.—Eres maravillosa, siempre te lo dije, desde el primer día que te vi. —La mirada de Mateo recorrió el cuerpo de su amada con deseo—.—Lo hago por mí, no es lo que piensas, no tiene que ver contigo. No puedo entregarme a otro hombre, es eso —susurraba. —Mi amor, podemos ser felices, déjame demostrarte que es verdad —dijo, en tono de súplica.—No he olvidado lo que me hiciste, sufrí mucho por tu abandono —aclara.—Solo me casé porque esa mujer esperaba un hijo mío, no siento nada por ella, vivimos en cuartos separados.—Yo también estaba esperando un hijo tuyo y no te importó —reclamó, volteando la mirada.—Lo supe después, si solo me lo hubieses dicho, me lo ocultaste.Ella ocultó su embarazo, nunca le dijo la verdad. Mateo se enteró demasiado tarde. Esa noche, en la sala de parto estaban ambas. Se embarazaron en fechas próximas y el desti
Dana salió de la sala del velorio y se dirigió al jardín de la funeraria. El aire fresco le dio un respiro momentáneo, y sintió que su mente se aclaraba. Era un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la sala llena de gente. Al fondo, vio a Mateo de pie, con la mirada perdida en el horizonte. Su corazón dio un vuelco. Se acercó lentamente, sintiendo cada avance como un paso hacia lo desconocido.—Mateo —lo llamó, y él se volvió hacia ella, sus ojos llenos de sorpresa y esperanza al verla la conmovieron.—Dana, no pensaba que vendrías. Estaba a punto de irme.—Necesitaba hablar contigo. Mateo la miró con expectación, como si sus palabras fuesen la salvación que había estado esperando. —¿Qué pasa? —preguntó, su voz era suave.Dana tomó aire, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar. —No puedo seguir ignorando lo que siento —las palabras salían de su boca a la par que se sonreía—. Debo ser honesta contigo.Mateo dio un paso hacia ella, acercándose más. —¿L