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Capítulo 7: Un Mal Presentimiento

El ambiente se tornó tenso mientras Lisana luchaba con sus emociones. Finalmente, se pasó la mano por el rostro, tratando de calmarse. 

—No puedo creer que esto esté sucediendo. —Su voz era un susurro, casi inaudible. 

—Lisana, sé que esto es difícil —dijo Mateo, sintiendo que la situación se tornaba más compleja—. No quiero seguir viviendo en una mentira, ¿podemos pasar? 

—No, es mejor resolver esto acá afuera. ¿Y qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó Lisana, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. 

Dana sintió una punzada, la compasión afloró al ver a Lisana tan vulnerable. 

—No estoy aquí para menospreciar tus sentimientos. Solo quiero que entiendas que no puedo seguir adelante con Adán y que estoy dispuesta a enfrentar lo que venga. 

Lisana se quedó en silencio, procesando las palabras de Dana. Al fin, pareció resignarse. 

—Esta es una situación horrible. No sé cómo enfrentar lo que está pasando. 

Mateo dio un paso hacia Lisana. 

—No quiero que esto termine en resentimiento. Valoro el tiempo que hemos compartido, y siempre estaré agradecido por eso. Es más, nuestra hija, ella no tiene la culpa, no quiero que sufra. 

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Lisana, sintiéndose perdida. 

—Lo mejor que podemos hacer es no herirnos, cada uno de nosotros sabe la verdad. Tomará un tiempo para reflexionar sobre lo que realmente es mejor para la niña, ambos queremos que no salga afectada —sugirió Dana, sintiendo que la tensión comenzaba a disiparse un poco. 

Lisana asintió lentamente, sintiéndose un poco más en control de la situación. 

—Quizás necesitemos un tiempo para pensar. No sé si podré aceptar esto de inmediato, pero estoy dispuesta a intentarlo. 

Dana sintió que una pequeña parte de su corazón se aliviaba. 

—Eso es todo lo que pedimos. No te vamos a dejar sola, extremos contigo cuando lo necesites.

Mateo tomó la mano de Dana, sintiendo que la conexión entre ellos se fortalecía. 

—No queremos que esto termine en rencor. Queremos que todos podamos encontrar la felicidad ¿Lo entiendes?

Lisana se secó las lágrimas y asintió. 

—Voy a necesitar tiempo y, sí, estoy dispuesta a intentarlo. 

Dana y Mateo se miraron, sintiendo que, aunque el camino por delante sería complicado, habían dado un paso importante hacia la verdad. 

La conversación no fue fácil, pero la honestidad había abierto una puerta que ninguno de ellos había imaginado que existía. 

Después de la difícil conversación con Lisana, Dana y Mateo se dieron un tiempo para repasar lo que había sucedido. Aunque había tensión en el aire, ambos pensaban que habían dado un paso hacia la verdad. 

Esa noche, Dana se sentó en su habitación a recordar, las palabras de Lisana resonaban en su mente, y sintió una mezcla de tristeza y alivio. 

Mateo la llamó por teléfono, y su voz suave la hizo sonreír. 

—¿Cómo estás? —preguntó él, con su tono lleno de preocupación. 

—Un poco confundida, pero creo que estoy bien. ¿Y tú? 

—Lo hiciste bien, Dana. Estoy orgulloso de ti. 

Ella suspiró, sintiendo que en verdad las cosas iban mejor de lo esperado.  

—Gracias. No fue fácil, pero creo que era necesario. Al menos no nos pueden acusar de traidores, al contrario.

—¿Quieres que vaya a verte? Solo tienes que pedirlo y salgo para allá.

—Sí, me gustaría. 

Unos minutos después, escuchó el timbre de la puerta. Abrió y vio a Mateo de pie, con una sonrisa en su rostro. 

—Hola —dijo él, entrando en la habitación. 

Dana sintió que su corazón latía más rápido al verlo. 

—Hola. 

Mateo se acercó y la abrazó, y ella sintió que su calor la envolvía. 

—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó él, separándose un poco para mirarla a los ojos. 

—Sí, creo que sí. Solo necesito tiempo para procesarlo todo. 

—Entiendo. No quiero presionarte. 

Dana sonrió, dándole un fuerte apretón. 

—Gracias por estar aquí. Te he extrañado mucho.

Mateo la miró con ternura. 

—Siempre estaré aquí para ti. 

Dana percibió que una ola de felicidad la invadía. Sabía que el camino por delante era incierto y estaba dispuesta a enfrentarlo junto a Mateo. 

Los días transcurrieron, y Dana se dio cuenta de que la vida sin Adán era más ligera. Había tomado la decisión correcta, y aunque el proceso de sanar las heridas no sería fácil, se sentía más libre que nunca. 

Visitó a Lisana de vez en cuando, y aunque había tensiones, ambas trabajaban para encontrar una nueva forma de relacionarse. Hablaron sobre sus sentimientos y sus temores, y aunque no todo era perfecto, estaban dispuestas a intentarlo. Se habían hecho amigas.

Un día, mientras Dana estaba en el parque con Mateo, tuvo un mal presentimiento.

—¿Te das cuenta de lo lejos que hemos llegado? —preguntó Mateo, sonriendo. 

—Sí, lo sé. Me siento más feliz que nunca. Lo que me intriga es ese cambio que dio Lisana, parece otra persona, ¿no crees?

—A veces lo pienso, quizás ha madurado. Las decisiones difíciles son las que nos llevan a crecer. 

Dana asintió, creyendo que había encontrado su camino. 

—Gracias por estar a mi lado en este proceso. 

Mateo la miró con ternura. 

—Siempre estaré aquí, Dana. Nunca lo olvides. No me canso de repetirlo.

Mientras se abrazaban, Dana supo que una nueva etapa de su vida comenzaba. Tomó la determinación de disfrutar sin miedo a que Lisana les arruinara el momento.

Un mes después, dieron un paso más. Había estado hablando con Lisana y notó que, aunque los sentimientos eran complejos, había un camino hacia la reconciliación definitiva. Decidió invitar a Lisana a un café para hablar de sus avances. 

Cuando se encontraron, Lisana parecía más relajada. 

—Gracias por invitarme —dijo, sonriendo tímidamente—. Me hace bien salir de casa. 

—Gracias a ti por venir. Quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites, pensé en invitar a tu mamá solo para que cambie de opinión en último momento. 

Lisana asintió, sintiendo que había un cambio en su relación. 

—He estado pensando en lo que dijiste, y creo que, aunque no entiendo del todo lo que está pasando, estoy dispuesta a intentarlo. Eres una buena mujer, te he cogido aprecio.

Dana sonrió, sintiendo que había un rayo de esperanza. 

—Eso significa mucho para mí. ¿Dónde está Melina? La próxima vez salimos con ella. 

Ambas comenzaron a hablar sobre sus emociones, compartiendo sus miedos y sus esperanzas. 

—No quiero que esto termine en resentimiento, la niña no puede salir con nosotras por el momento, hay que esperar —dijo Lisana, sintiéndose vulnerable. 

—Yo tampoco quiero que te presiones, es solo que me encanta verla. Si mi hijo estuviera con vida, sería maravilloso que pudieran jugar juntos. Quiero que todas podamos encontrar la felicidad —respondió Dana, sintiendo que el diálogo estaba abriendo nuevas puertas. 

Con el tiempo, la relación entre Dana y Lisana comenzó a sanar. Aunque todavía había momentos difíciles, ambas se esforzaban por ser honestas y apoyarse mutuamente. 

Mientras tanto, Dana y Mateo continuaron fortaleciendo su vínculo. Se dieron cuenta de que, aunque habían pasado por mucho dolor, su amor era más fuerte que cualquier obstáculo. 

Un día, mientras caminaban por el parque, Mateo tomó la mano de Dana y la miró a los ojos. 

—¿Te gustaría hacer algo especial este fin de semana? 

—¿Qué tienes en mente? —preguntó con picardía.

—Quiero llevarte a un lugar que es muy especial para mí. 

Dana sonrió, la emoción comenzaba a burbujear en su interior. 

—Claro, me encantaría. Contigo voy a donde quieras.

Cuando llegó el fin de semana, Mateo llevó a Dana a un hermoso mirador que ofrecía vistas espectaculares de la ciudad. 

—¿Te gusta? —preguntó él, señalando el paisaje—. Mira Caracas, bajo tus pies. 

—Es hermoso, parecen casitas de juguete —respondió Dana, sintiéndose agradecida por tener a Mateo a su lado.

Mateo se volvió serio, y Dana sintió que su corazón latía con fuerza. 

—Dana, quiero que sepas que estoy aquí para quedarme. No importa lo que suceda, siempre estaré a tu lado. 

Ella sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos, y sonrió. 

—Lo sé, y eso significa todo para mí. 

Mateo se acercó, y en un gesto tierno, la abrazó. Dana sintió que todo el dolor y la confusión acababan, y en su lugar, había una nueva esperanza. Se besaron, al inicio, muy despacio, apenas rozando sus labios.

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