El ambiente se tornó tenso mientras Lisana luchaba con sus emociones. Finalmente, se pasó la mano por el rostro, tratando de calmarse.
—No puedo creer que esto esté sucediendo. —Su voz era un susurro, casi inaudible.
—Lisana, sé que esto es difícil —dijo Mateo, sintiendo que la situación se tornaba más compleja—. No quiero seguir viviendo en una mentira, ¿podemos pasar?
—No, es mejor resolver esto acá afuera. ¿Y qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó Lisana, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.
Dana sintió una punzada, la compasión afloró al ver a Lisana tan vulnerable.
—No estoy aquí para menospreciar tus sentimientos. Solo quiero que entiendas que no puedo seguir adelante con Adán y que estoy dispuesta a enfrentar lo que venga.
Lisana se quedó en silencio, procesando las palabras de Dana. Al fin, pareció resignarse.
—Esta es una situación horrible. No sé cómo enfrentar lo que está pasando.
Mateo dio un paso hacia Lisana.
—No quiero que esto termine en resentimiento. Valoro el tiempo que hemos compartido, y siempre estaré agradecido por eso. Es más, nuestra hija, ella no tiene la culpa, no quiero que sufra.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Lisana, sintiéndose perdida.
—Lo mejor que podemos hacer es no herirnos, cada uno de nosotros sabe la verdad. Tomará un tiempo para reflexionar sobre lo que realmente es mejor para la niña, ambos queremos que no salga afectada —sugirió Dana, sintiendo que la tensión comenzaba a disiparse un poco.
Lisana asintió lentamente, sintiéndose un poco más en control de la situación.
—Quizás necesitemos un tiempo para pensar. No sé si podré aceptar esto de inmediato, pero estoy dispuesta a intentarlo.
Dana sintió que una pequeña parte de su corazón se aliviaba.
—Eso es todo lo que pedimos. No te vamos a dejar sola, extremos contigo cuando lo necesites.
Mateo tomó la mano de Dana, sintiendo que la conexión entre ellos se fortalecía.
—No queremos que esto termine en rencor. Queremos que todos podamos encontrar la felicidad ¿Lo entiendes?
Lisana se secó las lágrimas y asintió.
—Voy a necesitar tiempo y, sí, estoy dispuesta a intentarlo.
Dana y Mateo se miraron, sintiendo que, aunque el camino por delante sería complicado, habían dado un paso importante hacia la verdad.
La conversación no fue fácil, pero la honestidad había abierto una puerta que ninguno de ellos había imaginado que existía.
Después de la difícil conversación con Lisana, Dana y Mateo se dieron un tiempo para repasar lo que había sucedido. Aunque había tensión en el aire, ambos pensaban que habían dado un paso hacia la verdad.
Esa noche, Dana se sentó en su habitación a recordar, las palabras de Lisana resonaban en su mente, y sintió una mezcla de tristeza y alivio.
Mateo la llamó por teléfono, y su voz suave la hizo sonreír.
—¿Cómo estás? —preguntó él, con su tono lleno de preocupación.
—Un poco confundida, pero creo que estoy bien. ¿Y tú?
—Lo hiciste bien, Dana. Estoy orgulloso de ti.
Ella suspiró, sintiendo que en verdad las cosas iban mejor de lo esperado.
—Gracias. No fue fácil, pero creo que era necesario. Al menos no nos pueden acusar de traidores, al contrario.
—¿Quieres que vaya a verte? Solo tienes que pedirlo y salgo para allá.
—Sí, me gustaría.
Unos minutos después, escuchó el timbre de la puerta. Abrió y vio a Mateo de pie, con una sonrisa en su rostro.
—Hola —dijo él, entrando en la habitación.
Dana sintió que su corazón latía más rápido al verlo.
—Hola.
Mateo se acercó y la abrazó, y ella sintió que su calor la envolvía.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó él, separándose un poco para mirarla a los ojos.
—Sí, creo que sí. Solo necesito tiempo para procesarlo todo.
—Entiendo. No quiero presionarte.
Dana sonrió, dándole un fuerte apretón.
—Gracias por estar aquí. Te he extrañado mucho.
Mateo la miró con ternura.
—Siempre estaré aquí para ti.
Dana percibió que una ola de felicidad la invadía. Sabía que el camino por delante era incierto y estaba dispuesta a enfrentarlo junto a Mateo.
Los días transcurrieron, y Dana se dio cuenta de que la vida sin Adán era más ligera. Había tomado la decisión correcta, y aunque el proceso de sanar las heridas no sería fácil, se sentía más libre que nunca.
Visitó a Lisana de vez en cuando, y aunque había tensiones, ambas trabajaban para encontrar una nueva forma de relacionarse. Hablaron sobre sus sentimientos y sus temores, y aunque no todo era perfecto, estaban dispuestas a intentarlo. Se habían hecho amigas.
Un día, mientras Dana estaba en el parque con Mateo, tuvo un mal presentimiento.
—¿Te das cuenta de lo lejos que hemos llegado? —preguntó Mateo, sonriendo.
—Sí, lo sé. Me siento más feliz que nunca. Lo que me intriga es ese cambio que dio Lisana, parece otra persona, ¿no crees?
—A veces lo pienso, quizás ha madurado. Las decisiones difíciles son las que nos llevan a crecer.
Dana asintió, creyendo que había encontrado su camino.
—Gracias por estar a mi lado en este proceso.
Mateo la miró con ternura.
—Siempre estaré aquí, Dana. Nunca lo olvides. No me canso de repetirlo.
Mientras se abrazaban, Dana supo que una nueva etapa de su vida comenzaba. Tomó la determinación de disfrutar sin miedo a que Lisana les arruinara el momento.
Un mes después, dieron un paso más. Había estado hablando con Lisana y notó que, aunque los sentimientos eran complejos, había un camino hacia la reconciliación definitiva. Decidió invitar a Lisana a un café para hablar de sus avances.
Cuando se encontraron, Lisana parecía más relajada.
—Gracias por invitarme —dijo, sonriendo tímidamente—. Me hace bien salir de casa.
—Gracias a ti por venir. Quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites, pensé en invitar a tu mamá solo para que cambie de opinión en último momento.
Lisana asintió, sintiendo que había un cambio en su relación.
—He estado pensando en lo que dijiste, y creo que, aunque no entiendo del todo lo que está pasando, estoy dispuesta a intentarlo. Eres una buena mujer, te he cogido aprecio.
Dana sonrió, sintiendo que había un rayo de esperanza.
—Eso significa mucho para mí. ¿Dónde está Melina? La próxima vez salimos con ella.
Ambas comenzaron a hablar sobre sus emociones, compartiendo sus miedos y sus esperanzas.
—No quiero que esto termine en resentimiento, la niña no puede salir con nosotras por el momento, hay que esperar —dijo Lisana, sintiéndose vulnerable.
—Yo tampoco quiero que te presiones, es solo que me encanta verla. Si mi hijo estuviera con vida, sería maravilloso que pudieran jugar juntos. Quiero que todas podamos encontrar la felicidad —respondió Dana, sintiendo que el diálogo estaba abriendo nuevas puertas.
Con el tiempo, la relación entre Dana y Lisana comenzó a sanar. Aunque todavía había momentos difíciles, ambas se esforzaban por ser honestas y apoyarse mutuamente.
Mientras tanto, Dana y Mateo continuaron fortaleciendo su vínculo. Se dieron cuenta de que, aunque habían pasado por mucho dolor, su amor era más fuerte que cualquier obstáculo.
Un día, mientras caminaban por el parque, Mateo tomó la mano de Dana y la miró a los ojos.
—¿Te gustaría hacer algo especial este fin de semana?
—¿Qué tienes en mente? —preguntó con picardía.
—Quiero llevarte a un lugar que es muy especial para mí.
Dana sonrió, la emoción comenzaba a burbujear en su interior.
—Claro, me encantaría. Contigo voy a donde quieras.
Cuando llegó el fin de semana, Mateo llevó a Dana a un hermoso mirador que ofrecía vistas espectaculares de la ciudad.
—¿Te gusta? —preguntó él, señalando el paisaje—. Mira Caracas, bajo tus pies.
—Es hermoso, parecen casitas de juguete —respondió Dana, sintiéndose agradecida por tener a Mateo a su lado.
Mateo se volvió serio, y Dana sintió que su corazón latía con fuerza.
—Dana, quiero que sepas que estoy aquí para quedarme. No importa lo que suceda, siempre estaré a tu lado.
Ella sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos, y sonrió.
—Lo sé, y eso significa todo para mí.
Mateo se acercó, y en un gesto tierno, la abrazó. Dana sintió que todo el dolor y la confusión acababan, y en su lugar, había una nueva esperanza. Se besaron, al inicio, muy despacio, apenas rozando sus labios.
La vida continuó su curso, y aunque había mucho por hacer, Dana se sentía más fuerte que nunca. Había aprendido a ser honesta consigo misma y a enfrentar sus emociones. Un día, mientras conversaba con Zoraida en la cocina, esta le hizo una pregunta. —¿Y Mateo? Ya han pasado varios meses y ustedes siguen igual, ¿tienen planes de boda? Estamos ansiosos por saber.Dana se detuvo a pensar. —Sí, estoy segura de que en cualquier momento me lo pide. Nunca he sido tan feliz, hermana. Zoraida sonrió, sintiendo que su hermana había encontrado su camino y que por fin Adán estaba del todo libre. —Me alegra escuchar eso. Siempre quise que fueras feliz, ¿no te ha escrito Adán? Dana abrazó a su hermana, sintiendo una profunda conexión. —Gracias por tu apoyo, siempre lo he necesitado. Si supieras que más nunca me escribió, desapareció del todo. Supongo que tú sí lo has visto.—Sí, a veces me escribe y el otro día pasó por mi trabajo.Los días pasaron, y cuando menos lo esperaban, Dana y Mateo
La celebración había comenzado como una noche mágica, llena de luces, música y alegría. Sin embargo, el ambiente había cambiado de forma abrupta. Las risas se apagaron, reemplazadas por murmullos tensos y llamadas desesperadas al nombre de Melina. Un aire de preocupación y pánico se extendió como un virus entre los asistentes.Dana y Lisana lideraban la búsqueda, recorriendo cada rincón del lugar. Cada sombra y cada rincón oscuro se sentía como una amenaza, y la incertidumbre pesaba sobre ellas como una losa.—¿Y si le ha pasado algo? —murmuró Lisana, con la voz rota. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos, y su ansiedad era palpable.Dana, aunque igual de preocupada, trató de mantener la calma por ambas.—No, no pienses así. Tiene que estar cerca. Solo tenemos que buscar con más cuidado. —Su tono era firme, pero su corazón latía desbocado.Mateo, quien había estado revisando los pasillos del salón, llegó corriendo hacia ellas. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupaci
El aire era pesado y frío, con un silencio interrumpido únicamente por el murmullo distante del agua goteando. Melina, temblando, estaba acurrucada en una esquina, sus grandes ojos tratando de adaptarse a la penumbra. El lugar era desconocido, una habitación improvisada con paredes de concreto y una pequeña ventana cubierta por tablones que apenas dejaban entrar la luz de la luna.—¿Por qué estoy aquí? —preguntó con un hilo de voz.Del otro lado de la habitación, una figura emergió de las sombras. Era Lucas. Su rostro, normalmente inofensivo, estaba marcado por una mezcla de tensión y algo más profundo, más oscuro.—No tienes nada de que preocuparte, pequeña —dijo con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, pero que solo añadía más miedo al corazón de Melina. Se arrodilló a su altura, manteniendo una distancia que parecía calculada—. Necesitaba que estuvieras aquí. No podía dejar que ellos siguieran escondiéndote la verdad.Melina no entendía lo que decía, pero su instinto le d
La casa parecía contener la respiración, un silencio pesado lo invadía todo, roto únicamente por los murmullos bajos de los policías que iban y venían, sus radios emitiendo crujidos inconstantes. Mateo estaba en la sala, con el rostro pálido y tenso. Sus manos temblaban levemente mientras revisaba una y otra vez las mismas hojas de información, como si al hacerlo pudiera encontrar una pista milagrosa que los hubiera pasado por alto. Había exigido a los agentes que revisaran cada rincón de la ciudad, cada callejón olvidado y cada edificio abandonado. Su voz, aunque firme, llevaba un tono desesperado que traicionaba su fragilidad. El miedo era un cuchillo que lo atravesaba con cada minuto que pasaba. ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si Melina estaba más lejos de lo que podían alcanzar? En el sofá, Lisana permanecía inmóvil, pero su cuerpo hablaba por ella. Sus hombros caídos y su mirada perdida eran el reflejo de una culpa corrosiva que no se atrevía a compartir. Sus dedos jugueteaban
El reloj marcaba las once de la noche, pero la casa estaba tan silenciosa que bien podría haber sido madrugada. La penumbra se filtraba por las cortinas, dibujando sombras inquietantes en las paredes. Lisana se encontraba en la cocina, sentada frente a una taza de té que apenas había tocado. Sus manos temblaban mientras sostenía la cerámica caliente, buscando un calor que no llegaba a calmar el frío que sentía en el pecho. La culpa era un huésped implacable, un eco constante que la perseguía incluso en sus sueños. El crujido leve de la puerta principal anunció la llegada de Dana. Entró con pasos cuidadosos, cerrando tras de sí con una delicadeza que denotaba su intención de no perturbar el silencio opresivo de la casa. Cuando sus ojos encontraron a Lisana, algo en su interior se tensó. Lisana parecía más pequeña, casi encogida sobre sí misma, como si el peso de algún secreto la aplastara. -Gracias por venir -susurró Lisana, su voz quebrada, apenas un hilo audible en la q
Adán estacionó su auto junto al borde de un camino de tierra polvoriento, el motor aun rugiendo levemente antes de que lo apagase. Las afueras de la ciudad tenían una atmósfera particular, un silencio extraño que lo ponía en alerta. Frente a él, una casa pequeña y deteriorada se alzaba entre un bosque de árboles altos y enmarañados. Había pasado días siguiendo las pistas sobre Lucas, y todo indicaba que este lugar escondía algo.Sacó su teléfono y tomó una fotografía de la casa antes de enviar un mensaje a Mateo y Dana.Adán: "Lo encontré. Enviaré la ubicación. Este lugar tiene algo extraño. Necesitamos hablar".Con el teléfono en la mano, se quedó un momento observando la propiedad. No había señales de vida, pero algo en el ambiente lo inquietaba. Volvió al auto, cerrando la puerta
El aire de la noche era denso mientras Mateo, Dana y Adán salían de la casa deteriorada. La escena que habían encontrado en la habitación superior les había dejado más preguntas que respuestas. Sobre el suelo, una serie de objetos extraños: fotografías desgarradas de Lisana y Melina, una muñeca rota cubierta de pintura roja y una nota escrita con garabatos que decía: "El tiempo se acaba".Adán guardó la nota en su bolsillo, su expresión reflejando una mezcla de preocupación y determinación.-Esto va más allá de lo que imaginábamos -dijo en voz baja, mirando a Mateo y Dana-. Lucas no solo está obsesionado con Lisana. Parece que está planeando algo, y no podemos quedarnos esperando.Dana asintió, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y furia.-Tenemos que proteger a Melina. Ella es la más vulnerable en esta s
Esa mañana Lisana se acercó a la terraza de su habitación como lo hacía cada amanecer. Admiraba el tapete de vegetación que se alternaba con el naranja de los techos de las viviendas que se asomaban entre tanto verdor. A lo lejos, su mirada se detuvo en la casa de Lucas, aunque no quería acordarse de él, su pensamiento la traicionaba. Romper con su pasado era la decisión más acertada que había tomado en su corta vida, poner tierra de por medio le daría la ventaja que necesitaba para salvar su matrimonio. La luz del sol tenía un brillo inusual que destacaba los reflejos de su larga cabellera. Vestía una elegante bata de seda, aunque no había dormido bien, ya estaba maquillada y peinada, lista para cambiarse de ropa y salir hacia el aeropuerto. Estaba revisando por cuarta vez el equipaje de su esposo cuando su madre entró a la habitación.—Yo te hacía dormida, tu vuelo es en la tarde mi amor, ¿por qué no descansas un poco más? Ustedes dos necesitan despejarse, y además, tu padre y y