Dana salió de la sala del velorio y se dirigió al jardín de la funeraria. El aire fresco le dio un respiro momentáneo, y sintió que su mente se aclaraba. Era un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la sala llena de gente.
Al fondo, vio a Mateo de pie, con la mirada perdida en el horizonte. Su corazón dio un vuelco. Se acercó lentamente, sintiendo cada avance como un paso hacia lo desconocido.
—Mateo —lo llamó, y él se volvió hacia ella, sus ojos llenos de sorpresa y esperanza al verla la conmovieron.
—Dana, no pensaba que vendrías. Estaba a punto de irme.
—Necesitaba hablar contigo.
Mateo la miró con expectación, como si sus palabras fuesen la salvación que había estado esperando.
—¿Qué pasa? —preguntó, su voz era suave.
Dana tomó aire, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar.
—No puedo seguir ignorando lo que siento —las palabras salían de su boca a la par que se sonreía—. Debo ser honesta contigo.
Mateo dio un paso hacia ella, acercándose más.
—¿Lo que sientes por mí? ¿De eso se trata?
Ella asintió, sintiendo que la vulnerabilidad la invadía.
—He estado tan confundida. Sabes que Adán ha estado a mi lado y he intentado hacer lo correcto, pero no puedo dejar de pensar en ti. Me siento tan mal por eso.
El rostro de Mateo se iluminó, pero la mirada de Dana se oscureció.
—No puedo lastimarlo, no sé si estoy lista para dejar todo atrás. No se lo merece.
Mateo frunció el ceño, su voz se volvió más intensa.
—Dana, no se trata de lastimar a nadie. Se trata de ser honestos con nosotros mismos. ¿Qué quieres? Dime de una vez que es lo que quieres de mí, entonces, estoy a punto de volverme loco con todo esto.
Ella cerró los ojos, sintiendo la presión de la decisión que debía tomar.
—Quiero ser feliz. Quiero que tú seas parte de mi vida, pero tengo miedo.
Mateo se acercó más, y Dana sintió la calidez de su cuerpo.
—No te prometo que será fácil, pero estaré a tu lado. Siempre he estado dispuesto a luchar por ti. Luchemos juntos.
—¿Y Lisana? ¿Qué vamos a hacer con ella?
—No me importa lo que pase con ella. Lo que siento por ti es más fuerte que cualquier obstáculo.
Dana lo miró a los ojos, y sintió que el tiempo se detenía.
—¿Y si no funciona? Vamos a salir todos lastimados.
—Al menos lo habremos intentado. No quiero vivir con el arrepentimiento de no haber luchado por lo que realmente quiero.
Las palabras de Mateo resonaron en su corazón. Dana sintió que una chispa de esperanza se encendía en su interior.
—Entonces, ¿qué hacemos? Habla de una vez antes de que me arrepienta de esta locura.
—Primero, tenemos que ser honestos con nosotros mismos y con Adán. No podemos seguir ocultando lo que sentimos.
Dana asintió, sintiendo que una decisión comenzaba a tomar forma.
—Tienes razón. No puedo seguir así.
Mateo sonrió, una sonrisa llena de promesas y esperanzas.
—Vamos a hacerlo juntos.
Dana sintió que el miedo se desvanecía, y una nueva determinación la invadió.
—Sí, juntos.
Se sentaron en el banco más cercano a la entrada y comenzaron a hablar de los momentos que habían pasado juntos.
—Desde aquel día que te vi en la empresa, supe que te robarías mi corazón. ¿Nunca te lo comenté, cierto? Tras aquellos lentes gruesos pude ver esos ojitos que me encantan.
—Odio, ponerme esos lentes me molesta, solo que para leer son tan necesarios, no puedo leer nada sin ellos.
—No sabes cuánto daría por volver a esos tiempos y borrar de nuestro pasado todas tus lágrimas.
Mateo le dio un beso y se despidieron.
—¿Quieres que te lleve a casa? Quiero que descanses.
—No, me voy en un rato, vete tú.
Se despidieron sin dejar de mirarse hasta que este salió del lugar.
A la mañana siguiente, Dana se despertó con una sensación de ligereza en el corazón. Había tomado la decisión de seguir su corazón, y aunque sabía que no sería fácil, estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias.
Se levantó de la cama, se miró en el espejo y sonrió. El día prometía ser diferente. Se preparó rápidamente y salió de su casa, lista para enfrentar a Adán.
Al llegar a la cafetería donde se habían citado, encontró a Adán sentado en una mesa. Su expresión era pensativa, y su mirada se iluminó al verla.
—Hola, Dana. Te ves hermosa —dijo, sonriendo—, pero ella notó una sombra de preocupación en sus ojos.
—Gracias, Adán. Necesitamos hablar.
Él frunció el ceño, y asintió.
—Sí, claro. ¿Qué sucede?
Dana tomó aire, sintiendo que el momento había llegado.
—He estado pensando en nosotros. En lo que significa nuestra relación.
Adán la miró, y su expresión se tornó sería.
—¿Y?
—No puedo seguir adelante con la boda. No estoy lista para casarme.
El rostro de Adán se apagó, y su voz tembló.
—¿Por qué? ¿Qué ha cambiado?
Dana sintió un nudo en la garganta.
—He estado confundida, pero he tomado una decisión. No puedo comprometerme con alguien si no estoy completamente segura de mis sentimientos.
Adán la miró con incredulidad.
—¿Y qué hay de todo lo que hemos planeado? ¿Todo lo que hemos pasado juntos?
—Lo sé, y valoro cada momento, pero no puedo seguir adelante con esta mentira.
Adán se quedó en silencio, procesando sus palabras.
—¿Y qué vas a hacer ahora?
—Voy a ser honesta conmigo misma y con Mateo.
Adán se quedó en shock, y Dana sintió una punzada de dolor en su corazón.
—¿Mateo? ¿A qué te refieres?
—Lo siento, Adán. He estado luchando con mis sentimientos, y he decidido que necesito seguir mi corazón.
Adán se levantó de la mesa, su expresión era de desesperación.
—¿Así es como termina todo?
—No quiero hacerte daño, pero no puedo seguir en esta relación.
Adán se dio la vuelta y salió de la cafetería, dejando a Dana sintiéndose más sola que nunca.
La decisión estaba tomada, pero las consecuencias dolían.
Después de romper con Adán, Dana se sintió como si se hubiera liberado su pecho, aunque al mismo tiempo, la tristeza la invadía. Cortar el vínculo con una persona tan importante en su vida era extraño para ella, sabía que su decisión lo había lastimado y no podía retenerlo más por mucho que lo necesitara. Le costó dejarlo ir.Al llegar a casa, se encontró con Zoraida. —¿Cómo te fue? —preguntó su hermana, con una expresión de preocupación.—He hablado con Adán. No voy a casarme con él, rompimos. Zoraida se quedó en silencio, sorprendida. —¿Mateo? ¿Qué pasó? ¿Volviste con él, verdad? —dijo ansiosa—, sin poder ocultar lo mucho que se alegraba de la noticia.—Voy a buscarlo. Necesito hablar con él, quiero contarle.La ansiedad la cegó, no pudo ver lo que era tan obvio. —Dana, ten cuidado. No quiero que te lastimen otra vez. Ve despacio, ya sabes cómo son los hombres, ¿qué sabes tú si ya Lisana lo convenció?—No me digas eso, me muero, te lo juro. No puedes hacerme eso de nuevo. Tengo
El ambiente se tornó tenso mientras Lisana luchaba con sus emociones. Finalmente, se pasó la mano por el rostro, tratando de calmarse. —No puedo creer que esto esté sucediendo. —Su voz era un susurro, casi inaudible. —Lisana, sé que esto es difícil —dijo Mateo, sintiendo que la situación se tornaba más compleja—. No quiero seguir viviendo en una mentira, ¿podemos pasar? —No, es mejor resolver esto acá afuera. ¿Y qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó Lisana, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. Dana sintió una punzada, la compasión afloró al ver a Lisana tan vulnerable. —No estoy aquí para menospreciar tus sentimientos. Solo quiero que entiendas que no puedo seguir adelante con Adán y que estoy dispuesta a enfrentar lo que venga. Lisana se quedó en silencio, procesando las palabras de Dana. Al fin, pareció resignarse. —Esta es una situación horrible. No sé cómo enfrentar lo que está pasando. Mateo dio un paso hacia Lisana. —No quiero que esto termine en resentim
La vida continuó su curso, y aunque había mucho por hacer, Dana se sentía más fuerte que nunca. Había aprendido a ser honesta consigo misma y a enfrentar sus emociones. Un día, mientras conversaba con Zoraida en la cocina, esta le hizo una pregunta. —¿Y Mateo? Ya han pasado varios meses y ustedes siguen igual, ¿tienen planes de boda? Estamos ansiosos por saber.Dana se detuvo a pensar. —Sí, estoy segura de que en cualquier momento me lo pide. Nunca he sido tan feliz, hermana. Zoraida sonrió, sintiendo que su hermana había encontrado su camino y que por fin Adán estaba del todo libre. —Me alegra escuchar eso. Siempre quise que fueras feliz, ¿no te ha escrito Adán? Dana abrazó a su hermana, sintiendo una profunda conexión. —Gracias por tu apoyo, siempre lo he necesitado. Si supieras que más nunca me escribió, desapareció del todo. Supongo que tú sí lo has visto.—Sí, a veces me escribe y el otro día pasó por mi trabajo.Los días pasaron, y cuando menos lo esperaban, Dana y Mateo
La celebración había comenzado como una noche mágica, llena de luces, música y alegría. Sin embargo, el ambiente había cambiado de forma abrupta. Las risas se apagaron, reemplazadas por murmullos tensos y llamadas desesperadas al nombre de Melina. Un aire de preocupación y pánico se extendió como un virus entre los asistentes.Dana y Lisana lideraban la búsqueda, recorriendo cada rincón del lugar. Cada sombra y cada rincón oscuro se sentía como una amenaza, y la incertidumbre pesaba sobre ellas como una losa.—¿Y si le ha pasado algo? —murmuró Lisana, con la voz rota. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos, y su ansiedad era palpable.Dana, aunque igual de preocupada, trató de mantener la calma por ambas.—No, no pienses así. Tiene que estar cerca. Solo tenemos que buscar con más cuidado. —Su tono era firme, pero su corazón latía desbocado.Mateo, quien había estado revisando los pasillos del salón, llegó corriendo hacia ellas. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupaci
El aire era pesado y frío, con un silencio interrumpido únicamente por el murmullo distante del agua goteando. Melina, temblando, estaba acurrucada en una esquina, sus grandes ojos tratando de adaptarse a la penumbra. El lugar era desconocido, una habitación improvisada con paredes de concreto y una pequeña ventana cubierta por tablones que apenas dejaban entrar la luz de la luna.—¿Por qué estoy aquí? —preguntó con un hilo de voz.Del otro lado de la habitación, una figura emergió de las sombras. Era Lucas. Su rostro, normalmente inofensivo, estaba marcado por una mezcla de tensión y algo más profundo, más oscuro.—No tienes nada de que preocuparte, pequeña —dijo con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, pero que solo añadía más miedo al corazón de Melina. Se arrodilló a su altura, manteniendo una distancia que parecía calculada—. Necesitaba que estuvieras aquí. No podía dejar que ellos siguieran escondiéndote la verdad.Melina no entendía lo que decía, pero su instinto le d
La casa parecía contener la respiración, un silencio pesado lo invadía todo, roto únicamente por los murmullos bajos de los policías que iban y venían, sus radios emitiendo crujidos inconstantes. Mateo estaba en la sala, con el rostro pálido y tenso. Sus manos temblaban levemente mientras revisaba una y otra vez las mismas hojas de información, como si al hacerlo pudiera encontrar una pista milagrosa que los hubiera pasado por alto. Había exigido a los agentes que revisaran cada rincón de la ciudad, cada callejón olvidado y cada edificio abandonado. Su voz, aunque firme, llevaba un tono desesperado que traicionaba su fragilidad. El miedo era un cuchillo que lo atravesaba con cada minuto que pasaba. ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si Melina estaba más lejos de lo que podían alcanzar? En el sofá, Lisana permanecía inmóvil, pero su cuerpo hablaba por ella. Sus hombros caídos y su mirada perdida eran el reflejo de una culpa corrosiva que no se atrevía a compartir. Sus dedos jugueteaban
El reloj marcaba las once de la noche, pero la casa estaba tan silenciosa que bien podría haber sido madrugada. La penumbra se filtraba por las cortinas, dibujando sombras inquietantes en las paredes. Lisana se encontraba en la cocina, sentada frente a una taza de té que apenas había tocado. Sus manos temblaban mientras sostenía la cerámica caliente, buscando un calor que no llegaba a calmar el frío que sentía en el pecho. La culpa era un huésped implacable, un eco constante que la perseguía incluso en sus sueños. El crujido leve de la puerta principal anunció la llegada de Dana. Entró con pasos cuidadosos, cerrando tras de sí con una delicadeza que denotaba su intención de no perturbar el silencio opresivo de la casa. Cuando sus ojos encontraron a Lisana, algo en su interior se tensó. Lisana parecía más pequeña, casi encogida sobre sí misma, como si el peso de algún secreto la aplastara. -Gracias por venir -susurró Lisana, su voz quebrada, apenas un hilo audible en la q
Adán estacionó su auto junto al borde de un camino de tierra polvoriento, el motor aun rugiendo levemente antes de que lo apagase. Las afueras de la ciudad tenían una atmósfera particular, un silencio extraño que lo ponía en alerta. Frente a él, una casa pequeña y deteriorada se alzaba entre un bosque de árboles altos y enmarañados. Había pasado días siguiendo las pistas sobre Lucas, y todo indicaba que este lugar escondía algo.Sacó su teléfono y tomó una fotografía de la casa antes de enviar un mensaje a Mateo y Dana.Adán: "Lo encontré. Enviaré la ubicación. Este lugar tiene algo extraño. Necesitamos hablar".Con el teléfono en la mano, se quedó un momento observando la propiedad. No había señales de vida, pero algo en el ambiente lo inquietaba. Volvió al auto, cerrando la puerta