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Capítulo 5: El Plan

Dana salió de la sala del velorio y se dirigió al jardín de la funeraria. El aire fresco le dio un respiro momentáneo, y sintió que su mente se aclaraba. Era un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la sala llena de gente. 

Al fondo, vio a Mateo de pie, con la mirada perdida en el horizonte. Su corazón dio un vuelco. Se acercó lentamente, sintiendo cada avance como un paso hacia lo desconocido.

—Mateo —lo llamó, y él se volvió hacia ella, sus ojos llenos de sorpresa y esperanza al verla la conmovieron.

—Dana, no pensaba que vendrías. Estaba a punto de irme.

—Necesitaba hablar contigo. 

Mateo la miró con expectación, como si sus palabras fuesen la salvación que había estado esperando. 

—¿Qué pasa? —preguntó, su voz era suave.

Dana tomó aire, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar. 

—No puedo seguir ignorando lo que siento —las palabras salían de su boca a la par que se sonreía—. Debo ser honesta contigo.

Mateo dio un paso hacia ella, acercándose más. 

—¿Lo que sientes por mí? ¿De eso se trata?

Ella asintió, sintiendo que la vulnerabilidad la invadía. 

—He estado tan confundida. Sabes que Adán ha estado a mi lado y he intentado hacer lo correcto, pero no puedo dejar de pensar en ti. Me siento tan mal por eso.

El rostro de Mateo se iluminó, pero la mirada de Dana se oscureció. 

—No puedo lastimarlo, no sé si estoy lista para dejar todo atrás. No se lo merece.

Mateo frunció el ceño, su voz se volvió más intensa. 

—Dana, no se trata de lastimar a nadie. Se trata de ser honestos con nosotros mismos. ¿Qué quieres? Dime de una vez que es lo que quieres de mí, entonces, estoy a punto de volverme loco con todo esto.

Ella cerró los ojos, sintiendo la presión de la decisión que debía tomar. 

—Quiero ser feliz. Quiero que tú seas parte de mi vida, pero tengo miedo. 

Mateo se acercó más, y Dana sintió la calidez de su cuerpo. 

—No te prometo que será fácil, pero estaré a tu lado. Siempre he estado dispuesto a luchar por ti. Luchemos juntos.

—¿Y Lisana? ¿Qué vamos a hacer con ella?

—No me importa lo que pase con ella. Lo que siento por ti es más fuerte que cualquier obstáculo. 

Dana lo miró a los ojos, y sintió que el tiempo se detenía. 

—¿Y si no funciona? Vamos a salir todos lastimados.

—Al menos lo habremos intentado. No quiero vivir con el arrepentimiento de no haber luchado por lo que realmente quiero. 

Las palabras de Mateo resonaron en su corazón. Dana sintió que una chispa de esperanza se encendía en su interior. 

—Entonces, ¿qué hacemos? Habla de una vez antes de que me arrepienta de esta locura.

—Primero, tenemos que ser honestos con nosotros mismos y con Adán. No podemos seguir ocultando lo que sentimos. 

Dana asintió, sintiendo que una decisión comenzaba a tomar forma. 

—Tienes razón. No puedo seguir así. 

Mateo sonrió, una sonrisa llena de promesas y esperanzas. 

—Vamos a hacerlo juntos. 

Dana sintió que el miedo se desvanecía, y una nueva determinación la invadió. 

—Sí, juntos. 

Se sentaron en el banco más cercano a la entrada y comenzaron a hablar de los momentos que habían pasado juntos.

—Desde aquel día que te vi en la empresa, supe que te robarías mi corazón. ¿Nunca te lo comenté, cierto? Tras aquellos lentes gruesos pude ver esos ojitos que me encantan. 

—Odio, ponerme esos lentes me molesta, solo que para leer son tan necesarios, no puedo leer nada sin ellos.

—No sabes cuánto daría por volver a esos tiempos y borrar de nuestro pasado todas tus lágrimas.

Mateo le dio un beso y se despidieron.

—¿Quieres que te lleve a casa? Quiero que descanses.

—No, me voy en un rato, vete tú. 

Se despidieron sin dejar de mirarse hasta que este salió del lugar.

A la mañana siguiente, Dana se despertó con una sensación de ligereza en el corazón. Había tomado la decisión de seguir su corazón, y aunque sabía que no sería fácil, estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias. 

Se levantó de la cama, se miró en el espejo y sonrió. El día prometía ser diferente. Se preparó rápidamente y salió de su casa, lista para enfrentar a Adán.

Al llegar a la cafetería donde se habían citado, encontró a Adán sentado en una mesa. Su expresión era pensativa, y su mirada se iluminó al verla.

—Hola, Dana. Te ves hermosa —dijo, sonriendo—, pero ella notó una sombra de preocupación en sus ojos.

—Gracias, Adán. Necesitamos hablar. 

Él frunció el ceño, y asintió. 

—Sí, claro. ¿Qué sucede? 

Dana tomó aire, sintiendo que el momento había llegado. 

—He estado pensando en nosotros. En lo que significa nuestra relación. 

Adán la miró, y su expresión se tornó sería. 

—¿Y? 

—No puedo seguir adelante con la boda. No estoy lista para casarme. 

El rostro de Adán se apagó, y su voz tembló. 

—¿Por qué? ¿Qué ha cambiado? 

Dana sintió un nudo en la garganta. 

—He estado confundida, pero he tomado una decisión. No puedo comprometerme con alguien si no estoy completamente segura de mis sentimientos. 

Adán la miró con incredulidad. 

—¿Y qué hay de todo lo que hemos planeado? ¿Todo lo que hemos pasado juntos? 

—Lo sé, y valoro cada momento, pero no puedo seguir adelante con esta mentira. 

Adán se quedó en silencio, procesando sus palabras. 

—¿Y qué vas a hacer ahora? 

—Voy a ser honesta conmigo misma y con Mateo. 

Adán se quedó en shock, y Dana sintió una punzada de dolor en su corazón. 

—¿Mateo? ¿A qué te refieres? 

—Lo siento, Adán. He estado luchando con mis sentimientos, y he decidido que necesito seguir mi corazón. 

Adán se levantó de la mesa, su expresión era de desesperación. 

—¿Así es como termina todo? 

—No quiero hacerte daño, pero no puedo seguir en esta relación. 

Adán se dio la vuelta y salió de la cafetería, dejando a Dana sintiéndose más sola que nunca. 

La decisión estaba tomada, pero las consecuencias dolían.

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