Lilia, una bailarina que busca escapar de un pasado traumático, acepta un trato con Nikolai Volkov, un frío y peligroso mafioso que gobierna el bajo mundo de la ciudad. Ella será su "compañera" durante un año a cambio de protección para su familia. Sin embargo, a medida que se ven envueltos en un juego de poder y secretos, Lilia descubre que Nikolai no solo quiere protegerla, sino que la desea obsesivamente.
Leer másLilia no había podido dejar de pensar en lo que había visto en el club. Su hermana, Sofía, estaba con Alexei, el mismo hombre que la había metido en la cárcel. El mismo que le había arrebatado todo.¿Qué demonios estaba haciendo con él?Se pasó la noche en vela en la enorme cama de Nikolai, su cuerpo aún con el rastro de su dominio, pero su mente atrapada en una maraña de recuerdos y preguntas sin respuesta.Al amanecer, tomó una decisión. Tenía que verla.…Fue fácil escabullirse. Demasiado fácil. O Nikolai realmente confiaba en que no escaparía, o… sabía que volvería a él. Lilia dejó la mansión en una de las camionetas negras, con la excusa de que iba a hacer compras. Pero su destino era otro: un viejo apartamento en la zona industrial de la ciudad.Sofía estaba allí.El corazón le latía con fuerza cuando llamó a la puerta. Un segundo. Dos. Tres. Luego, se abrió con un rechinar, y su hermana apareció.—No puede ser… —susurró Sofía, su mirada reflejó sorpresa y algo más—. ¿Lilia?—¿E
Nikolai la empujó dentro de la habitación. Lilia apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de escuchar el sonido seco de la puerta cerrándose tras ella.Sus pasos resonaron en la penumbra, un aviso de que su ira aún ardía.—¿Qué estabas pensando, muñeca? —su voz era un susurro peligroso.Lilia se giró para enfrentarlo, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.—No tenías derecho a prohibírmelo —espetó, intentando mantener su voz firme.—¿No? —Él rió, pero no era diversión, era amenaza. Se acercó hasta que la acorraló contra la pared—. ¿De verdad creíste que podías desobedecerme sin consecuencias?Su aliento cálido acarició su cuello, y Lilia sintió un escalofrío recorrer su espalda.—Tú no eres mi dueño —susurró, aunque la forma en que su cuerpo temblaba le decía lo contrario.Nikolai deslizó un dedo por su brazo desnudo, recorriendo su piel como una caricia que la hizo contener el aliento.—Muñeca, yo te poseo en todos los sentidos.Lilia apretó los dientes, negándose a
El auto no se dirigió a la mansión como Lilia esperaba. En cambio, tomaron una ruta diferente, adentrándose en la parte más exclusiva y oculta de la ciudad.—¿Adónde vamos? —preguntó, con el ceño fruncido.Nikolai sonrió, pero no le respondió.El vehículo se detuvo frente a una entrada discreta. Desde afuera, parecía un almacén cualquiera, pero cuando Nikolai la guió adentro, Lilia sintió que entraba en otro mundo.Luces rojas y doradas iluminaban la estancia, reflejándose en las paredes de terciopelo oscuro. Música sensual vibraba en el aire, mezclada con risas, murmullos y el chasquido de copas de champán.Era un club exclusivo… pero no uno cualquiera.Lilia lo supo en cuanto vio las jaulas en el centro del salón, donde mujeres con máscaras doradas se contoneaban al ritmo de la música. Mesas privadas rodeaban la pista, ocupadas por hombres poderosos que disfrutaban del espectáculo con tragos en mano.Un club de placer.—¿En serio me trajiste aquí? —Lilia siseó entre dientes.—Me debe
Más tarde, la empleada de Nikolái regresó a la habitación de Lilia y dijo:—El señor Nikolai desea que esté lista a las ocho en punto. Vendrá a recogerla —informó con precisión, depositando la caja en la cama—. Me ha indicado que le entregue esto. Su vestido para esta noche.Lilia frunció el ceño y, con el ceño fruncido, abrió la caja con cautela. Lo primero que vio fue la tela negra de un vestido de satén, suave al tacto, elegante y tremendamente ajustado. Bajo el vestido, un par de tacones de charol rojo brillante y, en una pequeña cajita dentro de la caja más grande, unos aretes de diamantes que reflejaban la luz con un brillo deslumbrante.La sorpresa se mezcló con irritación. ¿Así que ahora la vestía a su gusto? ¿La trataba como una muñeca a la que podía adornar como quisiera?Apoyó una mano en su cintura, mirando el vestido con desafío. Si Nikolai quería jugar con ella, entonces también jugaría. Un atisbo de venganza cruzó su mente y, con una sonrisa ladina, decidió que lo provo
El sol se filtraba a través de las pesadas cortinas de terciopelo, proyectando haces dorados sobre la piel desnuda de Lilia. Parpadeó lentamente, su mente aún estab atrapada en el letargo del sueño, pero el peso en su pecho no provenía de la somnolencia. Era la culpa. Cuando sus sentidos se agudizaron, lo sintió. El vacío. Se incorporó de golpe, con el corazón martilleándole el pecho. La cama estaba fría a su lado. Nikolai no estaba. No había rastro de su calor, de su aroma embriagador que la había envuelto la noche anterior. Se pasó una mano por la cara, su piel ardió al recordar cada detalle de lo que había sucedido. Se mordió el labio, con la vergüenza trepándole por la garganta. Había cedido, sin resistencia, había respondido a cada beso, a cada roce, a cada orden como si no le quedara otra opción. Pero lo peor… lo peor era que sí la tenía. Y aun así, había elegido quedarse en sus brazos. Lilia se abrazó las piernas, escondiendo el rostro entre las rodillas. ¿Cómo había lle
Nikolai se acercó con calma exasperante, dejando su vaso en la mesa. Su traje negro impecable contrastaba con la piel expuesta de ella. —Estás aquí porque te lo mereces, Lilia —su tono fue suave, pero cargado de peligro—. Me costaste cincuenta millones de dólares. Creíste que podías escapar de mí… pero ahora vas a pagarme. Se inclinó sobre ella, sus manos la atraparon contra el colchón y su aliento caliente rozó contra su cuello. —No entiendo por qué tanta indignación… cuando sé que estás húmeda. Lilia abrió los ojos con furia, su cara ardió. —Eres un maldito… Nikolai sonrió con arrogancia, deslizando una mano bajo la sábana. —¿Quieres que lo compruebe? Antes de que pudiera apartarse, sus dedos la rozaron. Lilia jadeó, su espalda se arqueó. El calor entre sus muslos la traicionó. —Mientes, muñeca —susurró contra su oído—. Tu boca dice que me odias… pero tu cuerpo ruega por mí. Sus dedos trazaron un camino descendente, provocándola, tentándola. Lilia intentó resistirse, pero
El eco de sus tacones resonaba en el pasillo del hotel, un lujo que hasta hace poco le había parecido inalcanzable. Lilia deslizó la tarjeta de la habitación y empujó la puerta con un suspiro cansado.París era hermoso, su nueva vida brillaba como una fantasía y los cincuenta millones en su cuenta eran suficientes para no mirar atrás. O al menos, eso quería creer.Pero algo estaba mal. Las luces estaban tenues, demasiado, y un aroma ahumado flotaba en el aire. Whisky. El miedo le recorrió la espalda como un golpe helado. Y entonces lo vio. Nikolai estaba allí, sentado en el sofá con las piernas abiertas y un vaso de cristal entre los dedos. La camisa negra arremangada hasta los antebrazos, la chaqueta descansando en el respaldo. Pero lo que más la hizo temblar fue su mirada. Oscura. Fría. Hambrienta.—¿Pensaste que podías huir de mí? —preguntó con voz calmada, pero cada palabra fue un veneno lento que se le metió bajo la piel.Lilia retrocedió. No llegó lejos. En dos pasos él estaba so
Lilia aceptó el dinero.No porque fuera fácil, sino porque entendió que no tenía otra opción. Isabella no era una mujer con la que se pudiera negociar, y si quería salir de todo esto con vida, lo mejor era tomar su oferta y desaparecer. Después de todo, había querido escapar de Nikolai y ahora tenía la oportunidad. Por alguna extraña razón, lo extrañó, extrañó a su verdugo.Firmó el contrato con la mano temblorosa, sintiendo cómo cada trazo de tinta era una puñalada directa a su corazón. Esto significaba el fin.Un avión privado la esperaba en la pista, con un nuevo destino y una cuenta bancaria con cincuenta millones de dólares a su nombre.[...]Nikolai entró al despacho con el ceño fruncido. No había dormido. El altercado en el negocio lo había mantenido fuera más de lo esperado, pero su mente no había dejado de pensar en Lilia.Su madre estaba de pie junto a la ventana, con una copa de vino en la mano. Parecía tranquila. Demasiado tranquila.—Mamá, ¿dónde está Lilia?Isabella se g
Nikolai bajó al vestíbulo del hotel y vio a los hombres de su padre custodiando el lugar. ¿Qué querían ahora? Suspiró agotado cuando se acercó el jefe de ellos, el señor Vladimir. —Señor, el Pakhan lo quiere ver en su despacho, por favor, suba al auto. Nikolai no tuvo otra alternativa, ¿qué podía hacer? Su padre era el Pakhan y él, debía obedecerle, así era como todo funcionaba. El despacho de Viktor Volkov era un monumento a la autoridad. Amplias estanterías de caoba, un escritorio negro pulido como un ataúd y el olor penetrante a tabaco caro y whiskey añejo impregnando el aire. Un escenario diseñado para recordarle a cualquiera que cruzara la puerta quién tenía el verdadero control.Nikolai entró sin anunciarse, sus pasos resonando con arrogancia en el suelo de mármol. No iba a dejar que su padre creyera que lo había intimidado. Pero Viktor Volkov ya estaba sentado tras el escritorio, esperándolo como un cazador paciente.—Me sorprende que te hayas dignado a aparecer —dijo el viej