—He investigado sobre ti. Sé de tu talento como bailarina, sé del esfuerzo incansable que haces para cuidar de tu familia. Y también sé que estás al borde del colapso financiero y que tienes a tu hermana en la cárcel por culpa de un mafioso.
Lilia se tensó. Que este hombre supiera tanto sobre ella la ponía en guardia, pero no sabía cómo escapar de lo que parecía ser un interrogatorio calculado.
—¿Qué es lo que quiere de mí? —preguntó, tratando de sonar fuerte, aunque su corazón latía con fuerza.
Nikolai la miró directamente a los ojos, con una intensidad que parecía perforar cualquier barrera que intentara construir.
—Quiero ofrecerte un trato. Necesito que seas mi esposa durante un año, alguien que esté bajo mi protección completa. A cambio, me aseguraré de que tú y tu familia nunca tengan que preocuparse por nada.
El silencio era casi ensordecedor. Lilia no sabía cómo reaccionar. La propuesta era tan inesperada como asfixiante.
—¿Esposa? —repitió, confundida.— ¿Qué le pasa?
—Significa que estarás a mi lado en eventos, reuniones, y en mi vida cotidiana —explicó Nikolai, con un tono que no daba espacio a negociaciones.— No se necesita amor ni compromiso sentimental, pero habrá lealtad absoluta. En mi mundo, eso lo es todo.
Lilia sintió una oleada de emociones confusas. Cada fibra de su ser le gritaba que aquello era peligroso, que no debía siquiera considerar aceptar. Sin embargo, el peso de las circunstancias la mantenía plantada en esa silla. Necesitaba ayuda, y sabía que Nikolai podía cumplir su promesa.
—Esto puede costarte más de lo que vale —murmuró, más para sí misma que para él.
Nikolai ladeó la cabeza, evaluándola con una mezcla de intriga y algo más oscuro.
—Ya viví suficiente oscuridad, Lilia. Esto no será peor que nada de lo que hayas enfrentado antes.
Contra su instinto, contra todo deseo de libertad, Lilia aceptó. Pero lo que no entendía en ese momento era que ese simple "sí" cambiaría su vida de formas que aún no podía imaginar.
Lilia no tuvo tiempo de reaccionar. Apenas sintió el tirón firme de sus captores, se encontró siendo escoltada hacia el exterior del club y empujada dentro de una limusina negra. El lujo del interior contrastaba violentamente con la oscuridad en la que se encontraba su vida. Los asientos de cuero, el suave zumbido de la calefacción… nada podía calmar su mente mientras ya planeaba cómo escapar de esa trampa.
—¿Crees que esto va a funcionar? —soltó, retadora, al hombre que la observaba desde el otro extremo del auto. Los ojos azules de Nikolai eran como un océano en calma, pero sus palabras tenían el filo de un arma.
—Deja de perder energías planeando un escape, Lilia —respondió Nikolai con voz grave, casi sin emociones. Sabía que ella estaba analizando cada detalle, desde las puertas hasta el posible conductor. Pero también sabía que no tenía ninguna oportunidad.
El trayecto fue breve. Poco después, Lilia fue escoltada hacia la impresionante sala de reuniones de Nikolai. La combinación de mármol oscuro y ventanales enormes le daba a la habitación un aire intimidante, pero lo que más perturbaba a Lilia era la presencia impasible de Nikolai, quien la examinaba como si buscara atravesar su fachada y descubrir el secreto que guardaba.
—Quiero que me hables sobre Aleksei —dijo Nikolai, sin rodeos. No tenía tiempo para juegos, pero no iba a forzarle respuestas. Todavía no.
—No tengo nada que decirte —replicó ella, levantando el mentón con desafío.
Nikolai la miró en silencio por un largo instante antes de moverse con la gracia de un depredador hacia su escritorio. Presionó un botón y llamó a uno de sus hombres.
—Investígalo todo. Quiero saber exactamente qué busca Aleksei con ella —ordenó, sin siquiera mirar a Lilia. El hombre asintió y salió de inmediato.
Lilia sintió una mezcla de alivio y rabia. Por un lado, le aterraba que desenterraran los secretos que había hecho todo lo posible por mantener ocultos. Por el otro, le enfurecía cómo Nikolai asumía el control sin consultarla, como si su vida fuera un simple juego de poder.
—No tienes derecho… —comenzó a decir, pero Nikolai la interrumpió.
—Tengo todo el derecho —contestó, girándose para enfrentarla. Su voz se mantuvo calmada, pero había algo en su tono que no admitía réplica. —Tu vida ya no te pertenece, Lilia. Ahora es mía.
Lilia dio un paso hacia él, con los ojos encendidos de ira.
—No necesito tu protección —dijo con firmeza, tratando de mantener la compostura. Nikolai sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era un gesto que parecía decirle que él ya había escuchado todas las variaciones de esa frase antes.
—Escucha algo, Lilia —dijo él, esta vez acercándose lo suficiente como para que sintiera el peso de su presencia—. Si no es conmigo, Aleksei te destrozará. Y créeme, no eres lo suficientemente fuerte para enfrentarlo por tu cuenta. Nadie lo es.
El silencio se apoderó de la habitación, con Lilia enfrentando su mirada implacable. Ella intentaba encontrar alguna fisura en su armadura de hielo, pero lo único que veía era determinación. Nikolai no retrocedía, no ofrecía consuelo, pero tampoco mentía.
Minutos después, uno de sus hombres regresó, hablando en voz baja al oído de Nikolai. La confirmación llegó: Aleksei la estaba buscando por una deuda millonaria de su familia. Un problema aparentemente sencillo, que ahora tenía un grado de complicación que Nikolai no podía ignorar.
Sin añadir una palabra más, Nikolai se giró hacia Lilia, intrigado e incapaz de apartar la mirada. Había algo en ella, algo que resonaba con una tristeza y una fuerza indescifrables, que empezaba a encender en él un retorcido sentido de posesión. Sus palabras finales, aunque ásperas, no dejaban lugar a dudas.
—Aleksei no volverá a acercarse a ti mientras estés bajo mi protección. Y por lo que veo, no tienes otra opción. Ahora me perteneces.
Lilia lo miró con furia contenida, pero por primera vez, no le devolvió el golpe. La realidad era ineludible, y por mucho que le doliera admitirlo, sabía que Nikolai tenía razón. La pregunta, sin embargo, seguía siendo: ¿qué costo tendría esa protección?
Nikolai había escogido el lugar con cuidado. Un almacén abandonado, lejos de las miradas curiosas y empapado con el aire de peligro que le convenía a la ocasión. Las paredes desgastadas y el eco de cada paso daban a la reunión un aura de tensión que era casi palpable. Lilia lo seguía de cerca, obligada por los hombres de Nikolai, quien no parecía dispuesto a dejarla escapar de su control. Ella había jurado no mostrar miedo, pero cada movimiento de la noche la estaba poniendo a prueba.—¿Por qué debo estar aquí? —exigió saber, con la voz firme pero la mirada nerviosa moviéndose entre las sombras del lugar.Nikolai no la miró, pero su tono fue inamovible. —Es mejor que veas por ti misma cómo funcionan estas cosas. Así, la próxima vez pensarás dos veces antes de desafiarme.Antes de que pudiera replicar, las enormes puertas metálicas se abrieron con un chirrido y un grupo de hombres entró en formación meticulosa. En el centro, Aleksei Romanov avanzaba con la seguridad de un depredador en
De regreso en la mansión de Nikolai, la grandeza del lugar no hacía más que aumentar la sensación de encierro para Lilia. Cada rincón estaba decorado con un lujo intimidante, rebosante de detalles meticulosamente cuidados; todo parecía un reflejo de la personalidad de su dueño, calculador y dominante. La opulencia no era un consuelo, sino una prisión dorada que la hacía añorar la simplicidad de su antigua vida. En el centro del inmenso salón principal, bajo la cálida luz de una araña de cristal que parecía flotar sobre ellos, Nikolai aguardaba, exultante de una tranquilidad que parecía inquebrantable.Lilia, sin embargo, estaba lejos de compartir esa calma. Tan pronto como entró, las puertas dobles se cerraron detrás de ella con un eco que le retumbó en el alma. Se plantó firme en el centro del salón, su mirada encendida con una rebeldía nacida tanto del miedo como de su indomable espíritu.—Exijo saber por qué haces esto —soltó con dureza, cruzando los brazos con un gesto desafiante.
La mansión de Nikolai era un contraste hiriente: exquisita en cada detalle, pero para Lilia no era más que una prisión disfrazada de lujo. Mármol pulido, candelabros que lanzaban reflejos dorados y alfombras tan suaves que sus pasos eran inaudibles. Pero esa perfección inmaculada escondía una sensación de vacío, de soledad, que le pesaba en el pecho. Aunque las ventanas ofrecían una vista majestuosa a unos jardines interminables, para ella no eran más que otro recordatorio de su encarcelamiento. Sus manos se cerraron en puños mientras recorría el pasillo que llevaba al despacho de Nikolai, un lugar donde las decisiones parecían ensombrecer cualquier noción de justicia.Cuando las puertas se abrieron, él estaba ahí, sentado en una silla de cuero junto al escritorio de roble. La luz cálida de una lámpara resaltaba los ángulos definidos de su rostro, y su mirada helada la examinó con detenimiento. Sobre la mesa, un contrato esperándola. Lilia sabía lo que significaba.—Quiero dejar algo
Lilia despertó en la mañana con una determinación clara: seguir buscando formas de escapar de Nikolai. Sin embargo, para su sorpresa, aquel día llegaba con otras exigencias. Cuando entró en el despacho, Nikolai estaba ajustándose los puños de su impecable traje negro. La forma en que la observó, con autoridad y algo más que no pudo descifrar, encendió de nuevo su rabia interna.—Esta noche, me acompañas a un evento. —La instrucción fue clara, fría, sin lugar a debate.—¿Qué clase de evento? —preguntó, cruzando los brazos con desconfianza.—Un evento social —contestó Nikolai, ignorando su tono defensivo—. Estás a mi lado por tu seguridad, no lo olvides. Pero deberás cumplir ciertas reglas: sonríe, pero no demasiado. Habla, pero no confíes en nadie. ¿Ha quedado claro?Lilia apretó los dientes mientras su orgullo chocaba contra la dureza de aquella orden. Aunque cada fibra de su ser deseaba gritarle en la cara, sabía que pelear abiertamente con Nikolai en esos momentos no resolvería nada
Lilia sintió el ardor de la presión de sus dedos alrededor de su muñeca mientras Nikolai la guiaba a través del salón. La música y el murmullo de la fiesta parecieron desvanecerse en un segundo, dejando solo el eco de sus propios pasos contra el suelo de mármol. Las miradas furtivas de los presentes los seguían, pero nadie se atrevía a intervenir. Nikolai Volkov era un hombre al que se temía, y su estado de ánimo en ese momento no invitaba a desafíos.—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, tratando de mantener la compostura mientras lo seguía con pasos apresurados. Sentía la tensión en su agarre, la energía contenida en su cuerpo como una tormenta a punto de desatarse.Él no respondió. Siguió avanzando hasta llegar a la gran escalera que llevaba a la salida del lujoso recinto. Afuera, la brisa nocturna golpeó el rostro de Lilia cuando Nikolai la llevó hasta un coche negro de cristales oscuros. El conductor ya estaba esperando, como si hubiera previsto la inminente retirada.—Sube —orden
Lilia subió las escaleras con pasos apresurados, con su respiración entrecortada y su mente hecha un caos. Apenas cruzó la puerta de su habitación, la cerró con seguro y apoyó la frente contra la madera. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por algo mucho más reprensible.No podía permitirlo.No podía sentirse atraída por él. Nikolai Volkov era su captor, el hombre que se había aparecido como su salvador y la había encerrado en una jaula dorada. Por mucho que su cuerpo reaccionara a su cercanía, por mucho que su mirada le hiciera sentir viva de una manera que no había experimentado antes, no podía caer en esa trampa.Se obligó a respirar hondo, a pensar con claridad. La atracción era solo una respuesta biológica, un efecto de la situación en la que estaba. Nada más. No podía confundir su cuerpo con su razón. Y su razón le decía que debía salir de allí cuanto antes.Se apartó de la puerta y caminó hacia el espejo de la habitación. Su reflejo la observaba con los ojos dilatad
Lilia reconoció que algo no estaba del todo bien tan pronto como la despertaron. No fue el usual amanecer perezoso con los débiles rayos de sol filtrándose por las cortinas de la mansión. Esta vez fue distinto. Una mano firme —demasiado familiar por su dureza— la sacudió ligeramente de su letargo. Cuando sus ojos se enfocaron, encontró a Nikolai de pie junto a su cama, vestido impecable como siempre, a pesar de que el reloj en el tocador marcaba aún una hora impensablemente temprana.—Vístete —ordenó él sin rodeos, su voz baja pero cargada de autoridad irrefutable. Ni siquiera se molestó en aclarar el motivo al principio, como si diera por hecho que Lilia simplemente cumpliría sin cuestionamientos. Para alguien acostumbrado a tener el control absoluto, las explicaciones eran innecesarias.Lilia parpadeó repetidamente, tratando de comprender si acaso seguía soñando. Su instinto inicial fue replicar, negarse a cumplir aquella orden irracional en horario tan intempestivo, peroMinutos de
La sonrisa que apareció en los labios de Nikolai fue lenta, peligrosa, una curva que no auguraba nada bueno. Sus ojos oscuros parecían bailar con algo que podría calificarse de diversión, aunque en su versión más intimidante.—Oh, te lo pondrás, Lilia. —Su tono era suave, casi melódico, pero cargado de una autoridad que aplastaba cualquier posibilidad de discusión—. Nos espera el mar y, te guste o no, vas a nadar conmigo hoy.Nikolai no era un hombre que tomara un "no" como respuesta. Desde el momento en que le entregó el bikini a Lilia, hasta que estuvieron cara a cara en la tosca privacidad de su camarote en el yate, su paciencia jugaba con un peligroso límite. Ella, por supuesto, había intentado resistirse, pero la mirada de él —intensa, fija y dominante como un lobo acechando su presa— la desarmaba de maneras que ella misma detestaba admitir.—Póntelo, Lilia. No tengo tiempo ni paciencia para tus juegos ahora —ordenó Nikolai con una voz baja pero cargada de poder, como quien dicta