2

El auto vibraba alrededor de ellos. El miedo le cortaba la respiración, pero entre sus piernas, un calor traicionero empezaba a extenderse. No. No. No. Se lo repetía como un mantra, pero su cuerpo respondía de otra manera.

—¿Quién eres? —dijo con la voz entrecortada. 

Nikolai detuvo el movimiento del arma. Sonrió. Era una sonrisa de lobo que había visto demasiadas presas desangrarse.

—¿En serio? ¿Ahora preguntas? —Su mano libre le agarró la cara, los dedos se hundieron en sus mejillas—. Soy el hombre que te va a enseñar lo que vale ese cuerpecito.

Ella intentó escupirle, pero solo consiguió humedecerle los dedos. Nikolai se los llevó a la boca, los chupó lentamente, sin perderla de vista.

—Pero si necesitas un nombre… —Se inclinó, rozando sus labios contra la oreja de ella—: Nikolai Volkov. Dueño de este auto, de esta noche… y dentro de poco el dueño de todo tu ser.

Lilia sintió el pánico y algo más—una curiosidad enferma que la hizo preguntarse cómo sería esa boca en otros lugares.

—Volkov… —repitió, como si el apellido le quemara la lengua.

Claro que había escuchado de ellos. Eran una de las familias poderosas de la Bratva y el bajo mundo ruso.

Nikolai rio.

—Ah, sí, ese es mi nombre.

 —¿Qué gano yo con esto? ¿Qué ganas tú? —escupió Lilia, los dedos arañando el cuero del asiento.

Nikolai no parpadeó.

—Mi protección. Conservarás tu vida en todo sentido. En cuanto a la segunda pregunta, no te responderé, pero tengo muy claro lo que gano.

Ella soltó una risa cortante. Pero la reprimió a tiempo.

—¿Sí? ¿Secuestrarme es tu idea de protección?

—Sí —respondió él, sin alterarse. 

El silencio era casi ensordecedor. Lilia no sabía cómo reaccionar. Estaba asustada.

Nikolai perdió la paciencia.

De un tirón brutal, arrancó a Lilia del asiento y la aplastó contra el vidrio helado de la ventana, su cuerpo la aprisionó desde atrás. El cristal empañado por su aliento era lo único que separaba su piel del abismo de la noche.

—¡Basta de juegos! —rugió, enterrando los dedos en su muslo hasta dejar marcas—. Elige ahora: ¿a mí o tu muerte?

Ella intentó girarse, pero él le retorció el brazo. El dolor le arrancó un grito.

—¡Suéltame, me lastimas!

Nikolai rió, le soltó el brazo y le pasó la lengua por la vértebra que asomaba en su cuello, saboreando su temblor.

—Mira qué fácil… —Con la mano libre, le agarró la garganta y la obligó a mirar hacia abajo, donde las luces del puente se reflejaban en el agua negra—. ¿Ves ese hueco entre los pilares? Ahí pondrán tu cadáver…

Sus caderas empujaron contra ella, dejando claro que su "oferta" no era metáfora.

—O… —Sus dientes cerraron sobre el lóbulo de su oreja, sangrándolo levemente— …aceptas que desde hoy respiras porque yo lo permito.

Lilia cedió. Estaba temblando cuando asintió con la cabeza sin decir una palabra. Se le cerró la garganta. 

La soltó de golpe. Lilia se desplomó contra el asiento, jadeando. Nikolai volvió a su lugar y se ajustó los puños de la camisa, como si acabara de cerrar un negocio. Luego, sacó un cigarrillo y lo encendió con calma, estudiándola entre el humo.

—Pero no te emociones, ptichka —dijo, arrojando el encendedor sobre sus piernas desnudas—. No pienso tocarte.

Ella alzó la vista.

—¿Qué…?

—Tú y yo nos casaremos —declaró, como si estuviera hablando del clima—. Mañana. 

Lilia se rio, se olvidó de que aquel hombre casi la mataba.

—¿Estás loco? ¡Ni muerta me caso contigo!

Nikolai se inclinó, lento, calculado, hasta que su aliento le acarició los labios.

—Precisamente por eso. Aleksei no toca lo que es mío. Y un anillo en ese dedo… —le agarró la mano izquierda, apretando el dedo anular con fuerza— …es el único modo de que salgas viva de esta.

Se enderezó, ajustándose el chaleco.

—Pero tranquila. No solo seremos marido y mujer… seremos cómplices. Hasta que Romanov esté muerto. Solo será un año. Significa que estarás a mi lado en eventos, reuniones, y en mi vida cotidiana —explicó Nikolai, con un tono que no daba espacio a negociaciones. — No se necesita amor ni compromiso sentimental, pero habrá lealtad absoluta. En mi mundo, eso lo es todo.

Lilia sintió una oleada de emociones confusas. Cada fibra de su ser le gritaba que aquello era peligroso, que no debía siquiera considerar aceptar. Sin embargo, el peso de las circunstancias la mantenía plantada en ese asiento.

—Esto puede costarte más de lo que vale —murmuró temblorosa, más para sí misma que para él.

Nikolai ladeó la cabeza, evaluándola con una mezcla de intriga y algo más oscuro.

—Ya viví suficiente oscuridad, Lilia. Esto no será peor que nada de lo que hayas enfrentado antes.

El trayecto fue breve. Poco después, Lilia fue escoltada hacia la impresionante sala de reuniones de Nikolai.

La combinación de madera oscura y ventanales enormes le daba a la habitación un aire intimidante, pero lo que más perturbaba a Lilia era la presencia impasible de Nikolai, quien la examinaba como si buscara atravesar su fachada y descubrir el secreto que guardaba.

Minutos después, uno de sus hombres regresó, hablando en voz baja al oído de Nikolai. La confirmación llegó: Aleksei la estaba buscando por una deuda millonaria de su familia. Un problema aparentemente sencillo, que ahora tenía un grado de complicación que Nikolai no podía ignorar.

—¿Por qué lo haces? —preguntó Lilia—. No te conozco, Nikolai Volkov. Solo he escuchado tu apellido una que otra vez en los pasillos y salones de baile, pero no te debo nada y tú tampoco me debes nada… ¿cuál es tu motivación para protegerme de Aleksei? Dimelo, porque no te entiendo ni un poco.

Sin añadir una palabra más, Nikolai se giró hacia Lilia, intrigado e incapaz de apartar la mirada. Había algo en ella, algo que resonaba con una tristeza y una fuerza indescifrables, que empezaba a encender en él un retorcido sentido de posesión. Sus palabras finales, aunque ásperas, no dejaban lugar a dudas. Era quizá que veía en esos ojos, unos que él ya reconocía y que la muerte le había arrebatado. Cerró los ojos y un rostro acudió a su mente. Era su hermana, su querida hermana Tatiana…

—Perdí a una hermana por culpa de Aleksei. —Su voz, aunque baja, tenía el filo de una confesión arrancada a la fuerza. Cada palabra parecía cargar con años de dolor enterrado. —Era inocente, no tenía nada que ver con este mundo. Pero eso no importó. Él la atrapó en su red de violencia, y yo… no pude salvarla. Desde entonces, mi vida ha sido esto: poder, venganza y un pozo interminable de caos. —Guardó silencio. Después, sus ojos volvieron a encontrarse con los de Lilia, más oscuros que nunca. —No hay belleza ni redención aquí, Lilia. Salvo, quizá, tú y mi pequeña Anya, a quien quiero que conozcas algún día. Es un ángel, demasiado buena para nuestro mundo y tengo miedo de que ella también termine arrastrada en la destrucción de nuestro apellido. Anya también es mi hermana y es muy ingenua. Quizá quiero protegerte, porque no pude proteger a Tatiana de mis rivales —hizo una larga pausa—. Aleksei no volverá a acercarse a ti mientras estés bajo mi protección. Y por lo que veo, no tienes otra opción. Ahora me perteneces.

Lilia lo miró enojada, pero por primera vez, no le devolvió el golpe. La realidad era ineludible, y por mucho que le doliera admitirlo, sabía que Nikolai tenía razón. La pregunta, sin embargo, seguía siendo: ¿qué costo tendría esa protección?

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