El auto vibraba alrededor de ellos. El miedo le cortaba la respiración, pero entre sus piernas, un calor traicionero empezaba a extenderse. No. No. No. Se lo repetía como un mantra, pero su cuerpo respondía de otra manera.
—¿Quién eres? —dijo con la voz entrecortada.Nikolai detuvo el movimiento del arma. Sonrió. Era una sonrisa de lobo que había visto demasiadas presas desangrarse.
—¿En serio? ¿Ahora preguntas? —Su mano libre le agarró la cara, los dedos se hundieron en sus mejillas—. Soy el hombre que te va a enseñar lo que vale ese cuerpecito.
Ella intentó escupirle, pero solo consiguió humedecerle los dedos. Nikolai se los llevó a la boca, los chupó lentamente, sin perderla de vista.
—Pero si necesitas un nombre… —Se inclinó, rozando sus labios contra la oreja de ella—: Nikolai Volkov. Dueño de este auto, de esta noche… y dentro de poco el dueño de todo tu ser.
Lilia sintió el pánico y algo más—una curiosidad enferma que la hizo preguntarse cómo sería esa boca en otros lugares.
—Volkov… —repitió, como si el apellido le quemara la lengua.
Claro que había escuchado de ellos. Eran una de las familias poderosas de la Bratva y el bajo mundo ruso.
Nikolai rio.—Ah, sí, ese es mi nombre.
—¿Qué gano yo con esto? ¿Qué ganas tú? —escupió Lilia, los dedos arañando el cuero del asiento.
Nikolai no parpadeó.—Mi protección. Conservarás tu vida en todo sentido. En cuanto a la segunda pregunta, no te responderé, pero tengo muy claro lo que gano.
Ella soltó una risa cortante. Pero la reprimió a tiempo.
—¿Sí? ¿Secuestrarme es tu idea de protección?
—Sí —respondió él, sin alterarse.
El silencio era casi ensordecedor. Lilia no sabía cómo reaccionar. Estaba asustada.
Nikolai perdió la paciencia.
De un tirón brutal, arrancó a Lilia del asiento y la aplastó contra el vidrio helado de la ventana, su cuerpo la aprisionó desde atrás. El cristal empañado por su aliento era lo único que separaba su piel del abismo de la noche.
—¡Basta de juegos! —rugió, enterrando los dedos en su muslo hasta dejar marcas—. Elige ahora: ¿a mí o tu muerte?
Ella intentó girarse, pero él le retorció el brazo. El dolor le arrancó un grito.
—¡Suéltame, me lastimas!
Nikolai rió, le soltó el brazo y le pasó la lengua por la vértebra que asomaba en su cuello, saboreando su temblor.
—Mira qué fácil… —Con la mano libre, le agarró la garganta y la obligó a mirar hacia abajo, donde las luces del puente se reflejaban en el agua negra—. ¿Ves ese hueco entre los pilares? Ahí pondrán tu cadáver…
Sus caderas empujaron contra ella, dejando claro que su "oferta" no era metáfora.
—O… —Sus dientes cerraron sobre el lóbulo de su oreja, sangrándolo levemente— …aceptas que desde hoy respiras porque yo lo permito.
Lilia cedió. Estaba temblando cuando asintió con la cabeza sin decir una palabra. Se le cerró la garganta.
La soltó de golpe. Lilia se desplomó contra el asiento, jadeando. Nikolai volvió a su lugar y se ajustó los puños de la camisa, como si acabara de cerrar un negocio. Luego, sacó un cigarrillo y lo encendió con calma, estudiándola entre el humo.
—Pero no te emociones, ptichka —dijo, arrojando el encendedor sobre sus piernas desnudas—. No pienso tocarte.
Ella alzó la vista.
—¿Qué…?
—Tú y yo nos casaremos —declaró, como si estuviera hablando del clima—. Mañana.
Lilia se rio, se olvidó de que aquel hombre casi la mataba.
—¿Estás loco? ¡Ni muerta me caso contigo!
Nikolai se inclinó, lento, calculado, hasta que su aliento le acarició los labios.
—Precisamente por eso. Aleksei no toca lo que es mío. Y un anillo en ese dedo… —le agarró la mano izquierda, apretando el dedo anular con fuerza— …es el único modo de que salgas viva de esta.
Se enderezó, ajustándose el chaleco.
—Pero tranquila. No solo seremos marido y mujer… seremos cómplices. Hasta que Romanov esté muerto. Solo será un año. Significa que estarás a mi lado en eventos, reuniones, y en mi vida cotidiana —explicó Nikolai, con un tono que no daba espacio a negociaciones. — No se necesita amor ni compromiso sentimental, pero habrá lealtad absoluta. En mi mundo, eso lo es todo.
Lilia sintió una oleada de emociones confusas. Cada fibra de su ser le gritaba que aquello era peligroso, que no debía siquiera considerar aceptar. Sin embargo, el peso de las circunstancias la mantenía plantada en ese asiento.
—Esto puede costarte más de lo que vale —murmuró temblorosa, más para sí misma que para él.
Nikolai ladeó la cabeza, evaluándola con una mezcla de intriga y algo más oscuro.
—Ya viví suficiente oscuridad, Lilia. Esto no será peor que nada de lo que hayas enfrentado antes.
El trayecto fue breve. Poco después, Lilia fue escoltada hacia la impresionante sala de reuniones de Nikolai.
La combinación de madera oscura y ventanales enormes le daba a la habitación un aire intimidante, pero lo que más perturbaba a Lilia era la presencia impasible de Nikolai, quien la examinaba como si buscara atravesar su fachada y descubrir el secreto que guardaba.
Minutos después, uno de sus hombres regresó, hablando en voz baja al oído de Nikolai. La confirmación llegó: Aleksei la estaba buscando por una deuda millonaria de su familia. Un problema aparentemente sencillo, que ahora tenía un grado de complicación que Nikolai no podía ignorar.
—¿Por qué lo haces? —preguntó Lilia—. No te conozco, Nikolai Volkov. Solo he escuchado tu apellido una que otra vez en los pasillos y salones de baile, pero no te debo nada y tú tampoco me debes nada… ¿cuál es tu motivación para protegerme de Aleksei? Dimelo, porque no te entiendo ni un poco.
Sin añadir una palabra más, Nikolai se giró hacia Lilia, intrigado e incapaz de apartar la mirada. Había algo en ella, algo que resonaba con una tristeza y una fuerza indescifrables, que empezaba a encender en él un retorcido sentido de posesión. Sus palabras finales, aunque ásperas, no dejaban lugar a dudas. Era quizá que veía en esos ojos, unos que él ya reconocía y que la muerte le había arrebatado. Cerró los ojos y un rostro acudió a su mente. Era su hermana, su querida hermana Tatiana…
—Perdí a una hermana por culpa de Aleksei. —Su voz, aunque baja, tenía el filo de una confesión arrancada a la fuerza. Cada palabra parecía cargar con años de dolor enterrado. —Era inocente, no tenía nada que ver con este mundo. Pero eso no importó. Él la atrapó en su red de violencia, y yo… no pude salvarla. Desde entonces, mi vida ha sido esto: poder, venganza y un pozo interminable de caos. —Guardó silencio. Después, sus ojos volvieron a encontrarse con los de Lilia, más oscuros que nunca. —No hay belleza ni redención aquí, Lilia. Salvo, quizá, tú y mi pequeña Anya, a quien quiero que conozcas algún día. Es un ángel, demasiado buena para nuestro mundo y tengo miedo de que ella también termine arrastrada en la destrucción de nuestro apellido. Anya también es mi hermana y es muy ingenua. Quizá quiero protegerte, porque no pude proteger a Tatiana de mis rivales —hizo una larga pausa—. Aleksei no volverá a acercarse a ti mientras estés bajo mi protección. Y por lo que veo, no tienes otra opción. Ahora me perteneces.
Lilia lo miró enojada, pero por primera vez, no le devolvió el golpe. La realidad era ineludible, y por mucho que le doliera admitirlo, sabía que Nikolai tenía razón. La pregunta, sin embargo, seguía siendo: ¿qué costo tendría esa protección?
Días después…Nikolai había acordado reunirse con Aleksei. Había escogido el lugar: un almacén abandonado, lejos de las miradas curiosas y empapado con el aire de peligro que le convenía a la ocasión. Las paredes desgastadas y el eco de cada paso daban a la reunión un aura de tensión que era casi palpable. Lilia lo seguía de cerca, obligada por los hombres de Nikolai, quien no parecía dispuesto a dejarla escapar de su control. Ella había jurado no mostrar miedo, pero cada movimiento de la noche la estaba poniendo a prueba.—¿Por qué debo estar aquí? —exigió saber, con la voz firme pero la mirada nerviosa moviéndose entre las sombras del lugar.Nikolai no la miró, pero su tono fue inamovible. —Es mejor que veas por ti misma cómo funcionan estas cosas. Así, la próxima vez pensarás dos veces antes de desafiarme. Antes de que pudiera replicar, las enormes puertas metálicas se abrieron con un chirrido y un grupo de hombres entró en formación meticulosa. En el centro, Aleksei Romanov avanz
Aleksei observó la escena con los labios apretados, sus ojos moviéndose entre Nikolai y Lilia. Finalmente, dio un paso atrás, mirando a Nikolai con furia contenida. —Esto no ha terminado, Volkov. Te arrepentirás de esta decisión.Sin más, giró sobre sus talones y salió del almacén con sus hombres siguiéndolo de cerca. El eco de sus pasos se desvaneció poco a poco, dejando a Nikolai y Lilia solos en el almacén vacío.El corazón de Lilia latía con fuerza, pero trató de mantener la compostura cuando Nikolai se giró para mirarla. Él no dijo nada. Era como si estuviera estudiándola, buscando algo que aún no entendía.—Esto no cambia nada —dijo ella, finalmente rompiendo el silencio. —No necesito tu protección. Nikolai esbozó una sonrisa fugaz, más peligrosa que tranquilizadora. —Lo que necesites ya no importa, Lilia. Ahora estás conmigo, y mientras sea así, nadie te tocará. Pero recuerda esto: si intentas huir, Aleksei no será el único problema que tendrás que enfrentar. Te perseguiré ha
Esa noche, la frustración en su interior la llevó al único pensamiento desesperado y loco: escapar. ¿En qué estaba pensando cuando aceptó ese contrato? No tenía sentido, ella no podía estar con un mafioso, era peligroso… Cerró los ojos contrariada. Debía hacer algo, no podía quedarse de brazos cruzados esperando un milagro.Esperó a que se hiciera muy tarde en la noche, cuando la mayoría de los guardias y la servidumbre no estaba muy al pendiente. Miró su reloj y este marcaba la una de la mañana. La mansión estaba en silencio.Pero el silencio de la mansión era una mentira. Lilia lo sabía. Cada sombra podía esconder un guardia, cada crujido del piso podía delatarla. Pero la desesperación nublaba su juicio. Tenía que intentarlo.Se deslizó como un fantasma entre los pasillos, los dedos temblorosos buscando los pestillos de las ventanas. Uno. Dos. Tres. Todas selladas.—Maldita sea— masculló, clavándose las uñas en las palmas.Hasta que encontró una que cedió y se abrió. El jardín la lla
Nerviosa por ser descubierta, Lilia arrojó la foto sobre el escritorio y salió del despacho de Nikolai como si el diablo mismo la persiguiera. Ya luego pensaría en lo de la foto. Sus pasos resonaron en el pasillo, rápidos, torpes, como si pisara brasas. Una hora le había espetado él para estar bañada y vestida.Vistió el camisón de seda negra que alguien ¿él? había dejado sobre la cama. Demasiado suave. Demasiado… revelador.—¿Qué carajos pretende? ¿Qué me presente como un regalo? —murmuró, ajustándose la tela con torpeza.El reloj seguía avanzando. Faltaban diez minutos.El pánico le cerró la garganta.—No. No esta noche. Ni en mil noches.Actuó rápido: cerró el pestillo de la puerta y, con un esfuerzo que le arrancó un jadeo, arrastró el pesado tocador hasta bloquear la entrada.—Toma eso, maldito controlador.Los pasos llegaron puntuales.—Lilia. —La voz de Nikolai traspasó la madera, demasiado calmada para ser buena señal.—¡Estoy durmiendo! —improvisó, pegando la espalda a la pare
Lilia intentó hablar, pero él ya se movía, arrastrándola consigo. Sus dedos se cerraron como grilletes alrededor de su muñeca.—¿Adónde…?—A casa —cortó él, sin mirarla—. Antes de que decida que prefiero quedarme y matar a alguien.La sacó de la fiesta entre murmullos, cruzando el salón como un huracán de traje negro. Los invitados se apartaban. Todos menos uno.Viktor, el hombre con quien Lilia había conversado antes bloqueó su camino con una sonrisa diplomática.—Volkov, ¿te vas? La noche se ha vuelto peligrosa…—Mueve tus pies o los pierdes —Nikolai no redujo la velocidad. Viktor palideció y cedió.Nikolai Volkov era un hombre al que se temía, y su estado de ánimo en ese momento no invitaba a desafíos.—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, tratando de mantener la compostura mientras lo seguía con pasos apresurados. Sentía la tensión en su agarre, la energía contenida en su cuerpo como una tormenta a punto de desatarse.Él no respondió. Siguió avanzando hasta llegar a la gran escalera
Lilia abrió la boca para responder, pero no pudo. Porque habría sido una mentira. Y lo peor de todo era que Nikolai lo sabía. En un movimiento rápido, su mano se deslizó hacia su cintura, atrayéndola hacia él. Lilia sintió su aliento contra su piel. Un instante más y se perdería en ese abismo, en esa oscuridad que él representaba.Pero al final él se detuvo, y Lilia salió corriendo, aterrada por sus propios sentimientos. Lilia subió las escaleras con pasos apresurados, con su respiración entrecortada y su mente hecha un caos. Apenas cruzó la puerta de su habitación, la cerró con seguro y apoyó la frente contra la madera. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por algo mucho más reprensible.No podía permitirlo.No podía sentirse atraída por él. Nikolai Volkov era su captor, el hombre que se había aparecido como su salvador y la había encerrado en una jaula dorada. Por mucho que su cuerpo reaccionara a su cercanía, por mucho que su mirada le hiciera sentir viva de una manera
Lilia reconoció que algo no estaba del todo bien tan pronto como la despertaron. No fue el usual amanecer perezoso con los débiles rayos de sol filtrándose por las cortinas de la mansión. Esta vez fue distinto. Una mano firme —demasiado familiar por su dureza— la sacudió ligeramente de su letargo. Cuando sus ojos se enfocaron, encontró a Nikolai de pie junto a su cama, vestido impecable como siempre, a pesar de que el reloj en el tocador marcaba aún una hora impensablemente temprana.—Vístete —ordenó él sin rodeos, su voz baja pero cargada de autoridad irrefutable. Ni siquiera se molestó en aclarar el motivo al principio, como si diera por hecho que Lilia simplemente cumpliría sin cuestionamientos. Para alguien acostumbrado a tener el control absoluto, las explicaciones eran innecesarias.Lilia parpadeó repetidamente, tratando de comprender si acaso seguía soñando. Su instinto inicial fue replicar, negarse a cumplir aquella orden irracional en horario tan intempestivo, peroMinutos de
La sonrisa que apareció en los labios de Nikolai fue lenta, peligrosa, una curva que no auguraba nada bueno. Sus ojos oscuros parecían bailar con algo que podría calificarse de diversión, aunque en su versión más intimidante.—Oh, te lo pondrás, Lilia. —Su tono era suave, casi melódico, pero cargado de una autoridad que aplastaba cualquier posibilidad de discusión—. Nos espera el mar y, te guste o no, vas a nadar conmigo hoy.Nikolai no era un hombre que tomara un "no" como respuesta. Desde el momento en que le entregó el bikini a Lilia, hasta que estuvieron cara a cara en la tosca privacidad de su camarote en el yate, su paciencia jugaba con un peligroso límite. Ella, por supuesto, había intentado resistirse, pero la mirada de él —intensa, fija y dominante como un lobo acechando su presa— la desarmaba de maneras que ella misma detestaba admitir.—Póntelo, Lilia. No tengo tiempo ni paciencia para tus juegos ahora —ordenó Nikolai con una voz baja pero cargada de poder, como quien dicta