La bailarina del mafioso
La bailarina del mafioso
Por: Glenmarts
1

—Te pedí que bailaras para ellos, Lilia, no que tomes decisiones por tu cuenta —el jefe del club, Valentín, golpeó la mesa con fuerza, sus ojos oscuros reflejaron su impaciencia.

El club vibraba con el estruendo del jazz desafinado. La atmósfera cargada de humo hacía juego con las miradas codiciosas de los hombres que llenaban el lugar. Todo en aquel lugar gritaba peligro, y Lilia lo sabía. Pero seguir allí era un mal necesario.

—No soy un objeto, Valentín. No voy a bailar para un grupo de desconocidos solo porque tú quieras mantenerlos contentos. Ya hago suficiente —replicó ella, con voz firme, aunque sus manos temblaban de furia contenida. Había lidiado con hombres como él toda su vida; hombres que confundían su fuerza con una invitación para doblegarla —¿O prefieres que termine como mi hermana? Esos hombres son peligrosos, son mafiosos y en cualquier momento los matarán. Sofía entró en ese mundo y ahora está en la cárcel por culpa del maldito de Aleksei, quien ahora también me está buscando…

Valentín palideció.

—Cállate, Lilia. Mencionar su nombre aquí es como firmar tu sentencia.

El enfrentamiento provocó que varias cabezas en el lugar se giraran hacia ellos, pero fue una mirada en particular la que quedó clavada en Lilia. Nikolai Volkov, sentado en una esquina oscura del club con un vaso de vodka en la mano, no apartó los ojos de ella ni por un momento. Había llegado esa noche por simple rutina, pero ahora se encontraba maravillado por el fuego que emanaba de aquella mujer que desafiaba a su jefe sin temor aparente.

—Solo baila para ellos y te pagaré la noche. Podrás irte luego de ello —insistió Valentín.

El espectáculo comenzó pocos minutos después. Lilia, aunque furiosa, tomó el escenario como si controlara cada rincón de él. Su vestido rojo flamenco se movía con ella como una llama viva, acompañando cada pisada fuerte, cada giro elegante. Sus ojos, oscuros y cargados de tristeza, nunca se encontraron con el público directamente. Nikolai, siempre frío e imperturbable, sintió cómo algo dentro de él se tambaleaba. Jamás había visto tanta ferocidad y melancolía coexistiendo de esa forma. No podía apartar la mirada.

Cuando el espectáculo terminó, ella desapareció tras bambalinas. Nikolai no pidió permiso; no era su estilo. En su lugar, simplemente dio una señal a dos de sus hombres. Lilia, apenas alcanzaba a quitarse los tacones detrás del escenario cuando escuchó el ruido seco de la puerta siendo cerrada de golpe. Tres figuras oscuras y amenazantes la rodearon.

—¿Qué es esto? ¡Déjenme en paz! —exigió, aunque sus palabras parecían rebotar en el aire pesado de la habitación. Las respuestas no llegaron, solo gestos para que los siguiera. El corazón le golpeó las costillas. Retrocedió hasta chocar con la pared fría. ¿Aleksei la había encontrado? ¿tan fácilmente?

Uno de los hombres le agarró el brazo; ella reaccionó al instante, clavó las uñas en la piel. De su garganta surgió un gruñido gutural.

—¡No me toquen!

El tipo maldijo en ruso, pero no la soltó. El olor a cuero rancio y vodka le cerró el estómago y casi vomitó.

—Silencio —ordenó otro, empujándola hacia la puerta trasera—. O lo hacemos fácil… o no.

Lilia respiró hondo. ¿Secuestro? ¿Venganza? No importaba. Si iba a morir, no sería obediente.

—Vete al infierno —escupió, y le hundió el codo en las costillas al primero que se acercó.

Una vez fuera del club, la noche fría la recibió de golpe. Los hombres la empujaron hacia un auto negro, sus manos ásperas la apresaron como grilletes. Al abrir la puerta, el interior olía a cuero caro y café amargo. Y allí, sentado como un rey en su trono, estaba un hombre. Alto, fornido, vestido completamente de negro, con las manos enguantadas apoyadas sobre un bastón de ébano y mirándola con intensidad, como si viera a través de ella. Sus ojos azules, glaciales, la escudriñaron sin prisa. No eran los ojos de un monstruo, sino de un cazador calculando cada movimiento de su presa.

Lilia se tensó. Lilia forcejeó, mordiendo el guante de uno de los hombres hasta hacerlo jurar en ruso.

—¡Suéltenme!

Un empujón brutal la lanzó contra el asiento de cuero.

—Cierra la boca o te la cierro yo —dijo sin alzar la voz.

Su mano voló hacia la manija. Otro error.

Nikolai la agarró de la nuca con su mano enorme, aplastándola contra el asiento. El aliento de él le quemó la oreja:

—Inténtalo otra vez y rompo este brazo tan bonito. ¿Está claro?

Ella escupió. La saliva le quedó a un centímetro de su zapato italiano. Nikolai rio.

—Ajá. Así me gusta.

De pronto, le soltó la cara solo para encajar algo frío y metálico bajo su costilla. La culata de una pistola.

—Ahora escucha bien, porque no lo repetiré —carraspeó, encendiendo el cigarrillo con la mano libre—. Aleksei Romanov te está cazando. ¿Sabes lo que hace ese lobo con las chicas que no pagan?

Lilia sintió el sudor frío en la espalda. Ese nombre le heló la sangre. ¿Aleksei Romanov? El piso pareció inclinarse bajo sus pies, ¿Qué tenía que ver ese abominable hombre con ese mafioso?

—Tu padre le debía medio millón. Y ahora que está muerto, Romanov cobra con sangre… o con cuerpos. Intentó conseguirlo con tu hermana, pero terminó por meterla a la cárcel como su chivo expiatorio.

Lilia sintió el sabor metálico del miedo en la boca.

—Yo no tengo ese dinero.

—Yo no...

—Cállate. —La presión del arma aumentó.

El arma se hundió más entre sus costillas, pero ahora la mano libre de Nikolai le agarró la mandíbula, obligándola a mirarlo. Su aliento a tabaco y whisky le rozó los labios.

—Tienes dos opciones, ptichka (pajarita).

El arma ascendió más, rozando un pezón endurecido bajo la tela roja

—O trabajas para mí y aceptas mi protección...

La pistola siguió su camino hacia abajo, abriéndole las piernas con rudeza.

—O a las 5 am estarás colgando de un puente con los ojos vacíos. Pero seamos claros... Trabajarás para mí. Pero no tras un escritorio.

La boca de Nikolai rozó su oreja, mordiendo apenas el lóbulo antes de añadir:

—Si elijes vivir, no será como mi empleada. Vas a gemir mi nombre cada noche. Y aprenderás a pedirlo.

Le apretó un muslo entre las piernas, haciéndola frotarse contra su rodilla como una perra en celo.

—Ya sabes qué opción te va a gustar más.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
capítulo anteriorpróximo capítulo

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App