La sonrisa que apareció en los labios de Nikolai fue lenta, peligrosa, una curva que no auguraba nada bueno. Sus ojos oscuros parecían bailar con algo que podría calificarse de diversión, aunque en su versión más intimidante.—Oh, te lo pondrás, Lilia. —Su tono era suave, casi melódico, pero cargado de una autoridad que aplastaba cualquier posibilidad de discusión—. Nos espera el mar y, te guste o no, vas a nadar conmigo hoy.Nikolai no era un hombre que tomara un "no" como respuesta. Desde el momento en que le entregó el bikini a Lilia, hasta que estuvieron cara a cara en la tosca privacidad de su camarote en el yate, su paciencia jugaba con un peligroso límite. Ella, por supuesto, había intentado resistirse, pero la mirada de él —intensa, fija y dominante como un lobo acechando su presa— la desarmaba de maneras que ella misma detestaba admitir.—Póntelo, Lilia. No tengo tiempo ni paciencia para tus juegos ahora —ordenó Nikolai con una voz baja pero cargada de poder, como quien dicta
Los labios de Nikolai eran cálidos y firmes. Lilia respondió primero con sorpresa, sus manos flotaron sin dirección clara antes de asentarse sobre su pecho aún húmedo. Pero pronto, la sorpresa se desvaneció como niebla al sol, y una corriente de emociones desconocidas la arrastró hacia él.Era un beso peligroso, no solo por la pasión que lo contenía, sino por la declaración muda que llevaba consigo: ninguno saldría ileso de eso. Las olas rompían cerca, pero ambos estaban perdidos entre sí, aislados del mundo en una burbuja que pulsaba con energía.Cuando finalmente se separaron, no fue una ruptura abrupta. Nikolai permaneció cerca, sus labios rozaron los de Lilia mientras la miraba como si quisiera grabar ese momento en su memoria. Ella, por su parte, respiraba entrecortadamente, con el corazón golpeando en su pecho como si quisiera escapar.—Esto no significa nada —logró murmurar, aunque la intensidad en su voz no apoyaba sus palabras.—No —respondió él con una leve sonrisa—. Esto sig
—No me digas, Nikolai... parece que has olvidado que esta pequeña bailarina tiene un paquete de deudas colgando sobre su frágil cabeza. Y que su querida hermana... fue tan admirablemente "útil" al intentar pagarlas. —Su sonrisa torcida hizo que el estómago de Lilia se revolviera.—Deja fuera a su hermana —siseó Nikolai, dando un paso adelante, mientras los hombres de ambos bandos comenzaban a ajustar las posiciones, como piezas de ajedrez al borde del combate. Lilia, paralizada por el nombre de su hermana mencionado en boca de aquel hombre, sintió que sus piernas perdían fuerza.—Entregámela, Nikolai. —Aleksei ignoró la advertencia, apuntando ahora directamente a Lilia—. Tú decides, viejo amigo. ¿Negociamos?... ¿O jugamos a ver quién sangra primero?La mente de Lilia se llenó de imágenes de su hermana sufriendo detrás de las rejas, del miedo perpetuo que la había conectado con ese mundo oscuro. Lo peor era que no sabía qué había originado todo esto, cuál era la deuda exacta que Aleksei
Nikolai la observó sin pestañear, con ese aire orgulloso que tanto la irritaba. Sus ojos oscuros eran insondables, como si llevaran siglos enterrando secretos que no iba a dejar al descubierto ahora. Pero eso no detuvo a Lilia. Sentía que si no descargaba todo lo que llevaba dentro en ese instante, podría explotar.—Déjame entender, porque parece que he estado viviendo una m*****a mentira desde que llegué a tu mundo. ¡Así que resulta que todo esto no tiene que ver con mi supuesta protección! Que no me tienes aquí porque debo algo o porque te debe importar mi seguridad. ¡Es porque crees que me puedes poseer! —Un golpe seco y lleno de rabia surcó su garganta.—Lilia... —empezó Nikolai, con ese tono bajo, como si con su mera voz pudiera calmar la tempestad. Pero ella no iba a dejarle terminar.—¡No! —exclamó, alzándo su mano como una barrera entre ambos—. Si me "viste bailar" y tomaste la decisión de que ahora soy "tu propiedad", entonces estás igual que Aleksei. ¡Los dos creen que tienen
Un trueno resonó a lo lejos. Ya era tarde y el día precioso en la playa había terminado en aquella noche de lluvia. La tormenta comenzó con un rugido bajo en el horizonte, un aviso distante que poco a poco se convirtió en el aullido del viento y el repiqueteo de la lluvia contra los vidrios de la cabaña. Las primeras ráfagas se colaron entre las rendijas de las ventanas, y Nikolai, con una mirada severa, se levantó abruptamente del sillón donde había estado sentado, vigilante como siempre. Sin decir una palabra, tomó unas tablas que estaban apoyadas en la pared y comenzó a reforzar las ventanas.Lilia lo observó desde el rincón opuesto de la estancia, envuelta en la manta que había encontrado sobre el sofá. Había intentado ignorarlo, como hacía siempre que él comenzaba a ocupar todo el espacio con esa presencia imponente, pero algo en su manera de moverse la hizo detenerse. Nikolai estaba tenso, sí, pero no con esa tensión calculadora y peligrosa que siempre exhibía. Había algo más: c
Nikolai la despertó con ligeros golpes en sus mejillas. Luego, simplemente se giró hacia ella y la cargó en brazos antes de que pudiera protestar. A pesar de su debilidad, Lilia logró forcejear un poco, aunque él la sostuvo sin esfuerzo alguno.—Deja de resistirte o te vas a lastimar más —dijo, mirando hacia adelante con su mandíbula tensa.Cuando la puerta de la cabaña se abrió, el aire fresco de la noche la golpeó, pero lo que realmente llamó su atención fue la presencia imponente de los hombres de Nikolai rodeando la cabaña como un escudo viviente. Bajo la luz de la luna, sus armas brillaban y sus posturas eran las de quienes estaban listos para cualquier ataque.Nikolai llegó hasta el auto y, con cuidado, la acomodó en el asiento trasero.—¿Nikolai...? —murmuró ella, ya sintiendo cómo el cansancio volvía a apoderarse de su cuerpo mientras el motor rugía al encender.—Descansa. Estaremos en casa pronto —respondió él, pero esa palabra —"casa"— retumbó extraño en su mente antes de qu
El salón principal de la mansión de Igor estaba vestido con la opulencia austera que caracterizaba al líder de la mafia: muebles oscuros de madera tallada, cortinas gruesas que parecían devorar la luz del sol y un retrato imponente de sí mismo colgado sobre la chimenea apagada. Sentado al borde de un sillón, Igor hablaba con su característica serenidad peligrosa, cada palabra cuidadosamente elaborada como un arma que se afilaba al ser pronunciada.—Nikolai Volkov ha cruzado el límite —su voz grave resonó por la habitación. Todo en Igor era un recordatorio de su autoridad: su corpulenta figura, el rostro marcado con pequeñas cicatrices y esos ojos que prometían caos con una simple mirada—. Lo que hizo no solo es un insulto personal hacia nuestra familia. Es una humillación que no puedo dejar pasar.Débora, sentada junto a una de las altas ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo, tamborileaba los dedos sobre el marco del asiento. Su postura era todo elegancia estudiada, pero el bri
La noche era fría y húmeda, con un viento que soplaba fuerte desde las alturas, arrancando pequeños remolinos de los charcos dispersos en la plataforma del helipuerto. Lilia se abrazaba a sí misma, su chaqueta delgada apenas lograba resistir el embate del clima. La vista desde lo alto del edificio era espectacular, un mosaico de luces de la ciudad que parpadeaban en la distancia, pero la atmósfera estaba cargada de tensión. Nikolai estaba a su lado, imponente contra las luces intermitentes del helicóptero que ya estaba preparado para partir.Él no decía nada, pero su postura lo decía todo: las manos en los bolsillos de su abrigo negro, los hombros tensos, el rostro serio mientras sus ojos oscuros escudriñaban el entorno con una precisión casi obsesiva. Lilia sabía que su silencio era su manera de protegerla, pero no podía evitar sentir que en su intento de controlarlo todo, él seguía sin darle respuestas claras.—¿De verdad es necesario esto? —preguntó ella finalmente, elevando ligera