¡Ohhhh! Ahora conocemos a la que era la prometida de Nikolai. ¿Qué tal? es un personaje intrigante... no será como se imaginan.
La noche era fría y húmeda, con un viento que soplaba fuerte desde las alturas, arrancando pequeños remolinos de los charcos dispersos en la plataforma del helipuerto. Lilia se abrazaba a sí misma, su chaqueta delgada apenas lograba resistir el embate del clima. La vista desde lo alto del edificio era espectacular, un mosaico de luces de la ciudad que parpadeaban en la distancia, pero la atmósfera estaba cargada de tensión. Nikolai estaba a su lado, imponente contra las luces intermitentes del helicóptero que ya estaba preparado para partir.Él no decía nada, pero su postura lo decía todo: las manos en los bolsillos de su abrigo negro, los hombros tensos, el rostro serio mientras sus ojos oscuros escudriñaban el entorno con una precisión casi obsesiva. Lilia sabía que su silencio era su manera de protegerla, pero no podía evitar sentir que en su intento de controlarlo todo, él seguía sin darle respuestas claras.—¿De verdad es necesario esto? —preguntó ella finalmente, elevando ligera
Lilia miró a los hombres frente a ella, sintiendo cómo el frío del miedo comenzaba a mezclarse con la adrenalina que inundaba su cuerpo. No podía mirar a ningún lado sin que la ansiedad le oprimiera el pecho. El ruido del rotor del helicóptero era ensordecedor, pero no lo suficiente como para enmascarar la tensión que ahora impregnaba el aire.—¿Qué quieren? —preguntó finalmente, con voz temblorosa, intentando no dejar ver el pánico que intentaba instalarse en su interior.El hombre que había hablado antes curvó los labios en una sonrisa burlona, ladeando la cabeza.—Oh, lo que queremos no es tan complicado, señorita. Estamos aquí para cumplir una humilde orden, ¿sabe? Igor la quiere de vuelta. Él insiste en que llevemos su precioso "arreglo" hasta casa. —Sus palabras rezumaban sarcasmo.Lilia sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda al escuchar ese nombre. Igor. Sabía que estaba furioso con Nikolai, pero nunca imaginó que fuera capaz de maniobrar algo tan brutal y calculado. S
La sala era un contraste perturbador. A pesar de la humedad y el aire pesado que se respiraba dentro del edificio abandonado, el espacio al que llevaron a Lilia estaba sorprendentemente cuidado. Las paredes parecían recién pintadas, con un tono gris que absorbía la escasa luz proveniente de un candelabro moderno y minimalista. En el centro de la habitación, una mesa de madera negra se erguía como un monumento, rodeada por sillas tapizadas de un terciopelo color rojo sangre. Era un lugar deliberadamente fabricado para incomodar.Lilia fue empujada bruscamente hacia una de las sillas, donde permaneció rígida, con los brazos cruzados en un intento de protegerse del aire frío que rodeaba el lugar. Apenas levantó la mirada cuando escuchó el sonido de unos tacones resonando por el pasillo.El eco se acercaba, llevándose consigo la calma peligrosa del silencio. Cuando la figura finalmente cruzó la puerta, Lilia se encontró cara a cara con Débora Petrova. Elegante, impecable, una flor venenosa
La noche era brillante en mansión de Igor Petrov, con sus jardines iluminados por lámparas colgantes que proyectaban sombras teatrales en los muros de piedra. La fiesta, a esas horas, ya estaba en pleno apogeo.Los invitados, vestidos de manera impecable y portando mascaras en sus rotros, desfilaban entre risas y conversaciones teñidas de tensión. La música fluía sutilmente, con las notas de un piano entremezclándose con los murmullos y el tintineo de las copas al chocar.Entretanto, en una habitación del ala norte, lejos del bullicio y las miradas curiosas, Lilia permanecía sentada en un sillón junto a la ventana. La vista le ofrecía un resquicio del festín que se llevaba a cabo abajo, pero le resultaba distante, casi irreal. En sus manos reposaba un libro que había intentado leer durante horas; sin embargo, cada palabra impresa se desvanecía frente a sus ojos. Era como si el reloj marcara su encierro silencioso en ese lugar, mientras las voces del exterior la mantenían como una sombr
Nikolai Volkov, impecable en un traje negro de corte perfecto, apareció en el umbral principal. Su máscara de estilo veneciano cubría gran parte de su rostro, dejando visibles apenas sus ojos profundamente oscuros, cargados de una determinación que perforaría la penumbra de cualquier salón. Aunque ningún gesto delataba su furia, su cuerpo era una estatua tallada de puro control contenido, lista para explotar en el momento justo. Estaba ahí por una sola razón: Lilia. Fue recibido con cordialidad fingida. Un hombre rechoncho que servía como anfitrión de Igor extendió su mano con una sonrisa servicial y le indicó su camino hacia el salón principal. Nikolai asintió levemente, evitando cualquier interacción innecesaria. A su alrededor, las miradas le observaban con curiosidad detrás de las máscaras, pero nadie se atrevía a acercarse demasiado. Sabían quién era. Y si no lo sabían, intuyeron rápidamente que no era alguien con quien se pudiera jugar.El salón era un espectáculo deslumbrante d
Mientras tanto, arriba, en una habitación aislada del bullicio del salón, Lilia intentaba calmar su respiración. Había estado evaluando cada rincón de la habitación: la cerradura oxidada de la puerta, la altura de las ventanas, y cualquier posible herramienta que pudiera usar. Durante años había sido la pieza pasiva en un tablero que otros movían, pero algo en ella había cambiado. No iba a esperar sentada a que alguien decidiera su destino.Los pasos de los hombres afuera de su puerta resonaban en el silencio como un recordatorio constante de su posición. Sin embargo, no mostró miedo. Si iba a salir de esa habitación, lo haría con una resolución que nadie podría quebrar.De vuelta en el salón, un hombre se acercó a Nikolai, moviéndose entre los invitados con discreción. Vestía un impecable traje negro, pero su actitud era la de alguien que prefería evitar el centro de atención. Se detuvo junto a él lo suficiente como para deslizar un pequeño trozo de papel en su bolsillo antes de desap
El asfalto húmedo reflejaba las luces parpadeantes del auto mientras Nikolai manejaba con determinación por una carretera secundaria, lejos de los hombres que habían intentado capturar a Lilia. Ambos permanecían en silencio, dejando que el eco del motor llenara el vacío entre ellos.—Gracias por venir por mí —dijo Lilia de repente, rompiendo el peso que se acumulaba en el aire. Su voz era suave pero vulnerable, como si las palabras hubieran luchado por salir.Nikolai, con las manos firmes en el volante, lanzó una breve mirada hacia ella antes de devolver la vista al camino.—No lo agradezcas —respondió con un tono bajo, casi áspero. Pero detrás de sus palabras había algo más, algo que lo inquietaba.—De todos modos, lo hago —replicó Lilia, girando un poco en su asiento para mirarlo mejor. Estaba cansada, pero una mezcla de curiosidad y agradecimiento brillaba en sus ojos—. ¿Por qué lo hiciste? Podrías haberme dejado ahí… no era necesario que te arriesgaras tanto.Por un momento, Nikola
Nikolai condujo en silencio por quince minutos hasta que el automóvil se detuvo frente a un imponente edificio de cristal y mármol negro. Lilia entrecerró los ojos al ver el nombre en letras doradas sobre la entrada principal: Imperial Palace.—¿Un hotel de lujo? —preguntó con escepticismo.Nikolai le lanzó una mirada ladina antes de bajar del auto y rodearlo para abrir su puerta.—¿Esperabas algo menos de mí? —replicó con arrogancia, tendiéndole la mano para ayudarla a bajar.Lilia no la aceptó. Bajó sola, ajustándose la ropa mientras sus tacones resonaban contra el suelo de la carretea. El lugar era majestuoso, con lámparas de araña, columnas grandes y elevadas, y un aroma a madera y sándalo en el aire. Su estómago se tensó al darse cuenta de que Nikolai se movía con una seguridad inquietante, como si este fuera su terreno.No debería sorprenderla. Él siempre parecía pertenecer a los lugares más exclusivos del mundo.—No me dijiste por qué me trajiste aquí —dijo, mirándolo con desco