¡oooh! ¡Qué romántico es nuestro malvado mafioso ruso con su bailarina!
Un trueno resonó a lo lejos. Ya era tarde y el día precioso en la playa había terminado en aquella noche de lluvia. La tormenta comenzó con un rugido bajo en el horizonte, un aviso distante que poco a poco se convirtió en el aullido del viento y el repiqueteo de la lluvia contra los vidrios de la cabaña. Las primeras ráfagas se colaron entre las rendijas de las ventanas, y Nikolai, con una mirada severa, se levantó abruptamente del sillón donde había estado sentado, vigilante como siempre. Sin decir una palabra, tomó unas tablas que estaban apoyadas en la pared y comenzó a reforzar las ventanas.Lilia lo observó desde el rincón opuesto de la estancia, envuelta en la manta que había encontrado sobre el sofá. Había intentado ignorarlo, como hacía siempre que él comenzaba a ocupar todo el espacio con esa presencia imponente, pero algo en su manera de moverse la hizo detenerse. Nikolai estaba tenso, sí, pero no con esa tensión calculadora y peligrosa que siempre exhibía. Había algo más: c
Nikolai la despertó con ligeros golpes en sus mejillas. Luego, simplemente se giró hacia ella y la cargó en brazos antes de que pudiera protestar. A pesar de su debilidad, Lilia logró forcejear un poco, aunque él la sostuvo sin esfuerzo alguno.—Deja de resistirte o te vas a lastimar más —dijo, mirando hacia adelante con su mandíbula tensa.Cuando la puerta de la cabaña se abrió, el aire fresco de la noche la golpeó, pero lo que realmente llamó su atención fue la presencia imponente de los hombres de Nikolai rodeando la cabaña como un escudo viviente. Bajo la luz de la luna, sus armas brillaban y sus posturas eran las de quienes estaban listos para cualquier ataque.Nikolai llegó hasta el auto y, con cuidado, la acomodó en el asiento trasero.—¿Nikolai...? —murmuró ella, ya sintiendo cómo el cansancio volvía a apoderarse de su cuerpo mientras el motor rugía al encender.—Descansa. Estaremos en casa pronto —respondió él, pero esa palabra —"casa"— retumbó extraño en su mente antes de qu
El salón principal de la mansión de Igor estaba vestido con la opulencia austera que caracterizaba al líder de la mafia: muebles oscuros de madera tallada, cortinas gruesas que parecían devorar la luz del sol y un retrato imponente de sí mismo colgado sobre la chimenea apagada. Sentado al borde de un sillón, Igor hablaba con su característica serenidad peligrosa, cada palabra cuidadosamente elaborada como un arma que se afilaba al ser pronunciada.—Nikolai Volkov ha cruzado el límite —su voz grave resonó por la habitación. Todo en Igor era un recordatorio de su autoridad: su corpulenta figura, el rostro marcado con pequeñas cicatrices y esos ojos que prometían caos con una simple mirada—. Lo que hizo no solo es un insulto personal hacia nuestra familia. Es una humillación que no puedo dejar pasar.Débora, sentada junto a una de las altas ventanas cubiertas por cortinas de terciopelo, tamborileaba los dedos sobre el marco del asiento. Su postura era todo elegancia estudiada, pero el bri
La noche era fría y húmeda, con un viento que soplaba fuerte desde las alturas, arrancando pequeños remolinos de los charcos dispersos en la plataforma del helipuerto. Lilia se abrazaba a sí misma, su chaqueta delgada apenas lograba resistir el embate del clima. La vista desde lo alto del edificio era espectacular, un mosaico de luces de la ciudad que parpadeaban en la distancia, pero la atmósfera estaba cargada de tensión. Nikolai estaba a su lado, imponente contra las luces intermitentes del helicóptero que ya estaba preparado para partir.Él no decía nada, pero su postura lo decía todo: las manos en los bolsillos de su abrigo negro, los hombros tensos, el rostro serio mientras sus ojos oscuros escudriñaban el entorno con una precisión casi obsesiva. Lilia sabía que su silencio era su manera de protegerla, pero no podía evitar sentir que en su intento de controlarlo todo, él seguía sin darle respuestas claras.—¿De verdad es necesario esto? —preguntó ella finalmente, elevando ligera
Lilia miró a los hombres frente a ella, sintiendo cómo el frío del miedo comenzaba a mezclarse con la adrenalina que inundaba su cuerpo. No podía mirar a ningún lado sin que la ansiedad le oprimiera el pecho. El ruido del rotor del helicóptero era ensordecedor, pero no lo suficiente como para enmascarar la tensión que ahora impregnaba el aire.—¿Qué quieren? —preguntó finalmente, con voz temblorosa, intentando no dejar ver el pánico que intentaba instalarse en su interior.El hombre que había hablado antes curvó los labios en una sonrisa burlona, ladeando la cabeza.—Oh, lo que queremos no es tan complicado, señorita. Estamos aquí para cumplir una humilde orden, ¿sabe? Igor la quiere de vuelta. Él insiste en que llevemos su precioso "arreglo" hasta casa. —Sus palabras rezumaban sarcasmo.Lilia sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda al escuchar ese nombre. Igor. Sabía que estaba furioso con Nikolai, pero nunca imaginó que fuera capaz de maniobrar algo tan brutal y calculado. S
La sala era un contraste perturbador. A pesar de la humedad y el aire pesado que se respiraba dentro del edificio abandonado, el espacio al que llevaron a Lilia estaba sorprendentemente cuidado. Las paredes parecían recién pintadas, con un tono gris que absorbía la escasa luz proveniente de un candelabro moderno y minimalista. En el centro de la habitación, una mesa de madera negra se erguía como un monumento, rodeada por sillas tapizadas de un terciopelo color rojo sangre. Era un lugar deliberadamente fabricado para incomodar.Lilia fue empujada bruscamente hacia una de las sillas, donde permaneció rígida, con los brazos cruzados en un intento de protegerse del aire frío que rodeaba el lugar. Apenas levantó la mirada cuando escuchó el sonido de unos tacones resonando por el pasillo.El eco se acercaba, llevándose consigo la calma peligrosa del silencio. Cuando la figura finalmente cruzó la puerta, Lilia se encontró cara a cara con Débora Petrova. Elegante, impecable, una flor venenosa
La noche era brillante en mansión de Igor Petrov, con sus jardines iluminados por lámparas colgantes que proyectaban sombras teatrales en los muros de piedra. La fiesta, a esas horas, ya estaba en pleno apogeo.Los invitados, vestidos de manera impecable y portando mascaras en sus rotros, desfilaban entre risas y conversaciones teñidas de tensión. La música fluía sutilmente, con las notas de un piano entremezclándose con los murmullos y el tintineo de las copas al chocar.Entretanto, en una habitación del ala norte, lejos del bullicio y las miradas curiosas, Lilia permanecía sentada en un sillón junto a la ventana. La vista le ofrecía un resquicio del festín que se llevaba a cabo abajo, pero le resultaba distante, casi irreal. En sus manos reposaba un libro que había intentado leer durante horas; sin embargo, cada palabra impresa se desvanecía frente a sus ojos. Era como si el reloj marcara su encierro silencioso en ese lugar, mientras las voces del exterior la mantenían como una sombr
Nikolai Volkov, impecable en un traje negro de corte perfecto, apareció en el umbral principal. Su máscara de estilo veneciano cubría gran parte de su rostro, dejando visibles apenas sus ojos profundamente oscuros, cargados de una determinación que perforaría la penumbra de cualquier salón. Aunque ningún gesto delataba su furia, su cuerpo era una estatua tallada de puro control contenido, lista para explotar en el momento justo. Estaba ahí por una sola razón: Lilia. Fue recibido con cordialidad fingida. Un hombre rechoncho que servía como anfitrión de Igor extendió su mano con una sonrisa servicial y le indicó su camino hacia el salón principal. Nikolai asintió levemente, evitando cualquier interacción innecesaria. A su alrededor, las miradas le observaban con curiosidad detrás de las máscaras, pero nadie se atrevía a acercarse demasiado. Sabían quién era. Y si no lo sabían, intuyeron rápidamente que no era alguien con quien se pudiera jugar.El salón era un espectáculo deslumbrante d