Lilia sintió el ardor de la presión de sus dedos alrededor de su muñeca mientras Nikolai la guiaba a través del salón. La música y el murmullo de la fiesta parecieron desvanecerse en un segundo, dejando solo el eco de sus propios pasos contra el suelo de mármol. Las miradas furtivas de los presentes los seguían, pero nadie se atrevía a intervenir. Nikolai Volkov era un hombre al que se temía, y su estado de ánimo en ese momento no invitaba a desafíos.—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, tratando de mantener la compostura mientras lo seguía con pasos apresurados. Sentía la tensión en su agarre, la energía contenida en su cuerpo como una tormenta a punto de desatarse.Él no respondió. Siguió avanzando hasta llegar a la gran escalera que llevaba a la salida del lujoso recinto. Afuera, la brisa nocturna golpeó el rostro de Lilia cuando Nikolai la llevó hasta un coche negro de cristales oscuros. El conductor ya estaba esperando, como si hubiera previsto la inminente retirada.—Sube —orden
Lilia subió las escaleras con pasos apresurados, con su respiración entrecortada y su mente hecha un caos. Apenas cruzó la puerta de su habitación, la cerró con seguro y apoyó la frente contra la madera. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por algo mucho más reprensible.No podía permitirlo.No podía sentirse atraída por él. Nikolai Volkov era su captor, el hombre que se había aparecido como su salvador y la había encerrado en una jaula dorada. Por mucho que su cuerpo reaccionara a su cercanía, por mucho que su mirada le hiciera sentir viva de una manera que no había experimentado antes, no podía caer en esa trampa.Se obligó a respirar hondo, a pensar con claridad. La atracción era solo una respuesta biológica, un efecto de la situación en la que estaba. Nada más. No podía confundir su cuerpo con su razón. Y su razón le decía que debía salir de allí cuanto antes.Se apartó de la puerta y caminó hacia el espejo de la habitación. Su reflejo la observaba con los ojos dilatad
Lilia reconoció que algo no estaba del todo bien tan pronto como la despertaron. No fue el usual amanecer perezoso con los débiles rayos de sol filtrándose por las cortinas de la mansión. Esta vez fue distinto. Una mano firme —demasiado familiar por su dureza— la sacudió ligeramente de su letargo. Cuando sus ojos se enfocaron, encontró a Nikolai de pie junto a su cama, vestido impecable como siempre, a pesar de que el reloj en el tocador marcaba aún una hora impensablemente temprana.—Vístete —ordenó él sin rodeos, su voz baja pero cargada de autoridad irrefutable. Ni siquiera se molestó en aclarar el motivo al principio, como si diera por hecho que Lilia simplemente cumpliría sin cuestionamientos. Para alguien acostumbrado a tener el control absoluto, las explicaciones eran innecesarias.Lilia parpadeó repetidamente, tratando de comprender si acaso seguía soñando. Su instinto inicial fue replicar, negarse a cumplir aquella orden irracional en horario tan intempestivo, peroMinutos de
La sonrisa que apareció en los labios de Nikolai fue lenta, peligrosa, una curva que no auguraba nada bueno. Sus ojos oscuros parecían bailar con algo que podría calificarse de diversión, aunque en su versión más intimidante.—Oh, te lo pondrás, Lilia. —Su tono era suave, casi melódico, pero cargado de una autoridad que aplastaba cualquier posibilidad de discusión—. Nos espera el mar y, te guste o no, vas a nadar conmigo hoy.Nikolai no era un hombre que tomara un "no" como respuesta. Desde el momento en que le entregó el bikini a Lilia, hasta que estuvieron cara a cara en la tosca privacidad de su camarote en el yate, su paciencia jugaba con un peligroso límite. Ella, por supuesto, había intentado resistirse, pero la mirada de él —intensa, fija y dominante como un lobo acechando su presa— la desarmaba de maneras que ella misma detestaba admitir.—Póntelo, Lilia. No tengo tiempo ni paciencia para tus juegos ahora —ordenó Nikolai con una voz baja pero cargada de poder, como quien dicta
Los labios de Nikolai eran cálidos y firmes. Lilia respondió primero con sorpresa, sus manos flotaron sin dirección clara antes de asentarse sobre su pecho aún húmedo. Pero pronto, la sorpresa se desvaneció como niebla al sol, y una corriente de emociones desconocidas la arrastró hacia él.Era un beso peligroso, no solo por la pasión que lo contenía, sino por la declaración muda que llevaba consigo: ninguno saldría ileso de eso. Las olas rompían cerca, pero ambos estaban perdidos entre sí, aislados del mundo en una burbuja que pulsaba con energía.Cuando finalmente se separaron, no fue una ruptura abrupta. Nikolai permaneció cerca, sus labios rozaron los de Lilia mientras la miraba como si quisiera grabar ese momento en su memoria. Ella, por su parte, respiraba entrecortadamente, con el corazón golpeando en su pecho como si quisiera escapar.—Esto no significa nada —logró murmurar, aunque la intensidad en su voz no apoyaba sus palabras.—No —respondió él con una leve sonrisa—. Esto sig
—No me digas, Nikolai... parece que has olvidado que esta pequeña bailarina tiene un paquete de deudas colgando sobre su frágil cabeza. Y que su querida hermana... fue tan admirablemente "útil" al intentar pagarlas. —Su sonrisa torcida hizo que el estómago de Lilia se revolviera.—Deja fuera a su hermana —siseó Nikolai, dando un paso adelante, mientras los hombres de ambos bandos comenzaban a ajustar las posiciones, como piezas de ajedrez al borde del combate. Lilia, paralizada por el nombre de su hermana mencionado en boca de aquel hombre, sintió que sus piernas perdían fuerza.—Entregámela, Nikolai. —Aleksei ignoró la advertencia, apuntando ahora directamente a Lilia—. Tú decides, viejo amigo. ¿Negociamos?... ¿O jugamos a ver quién sangra primero?La mente de Lilia se llenó de imágenes de su hermana sufriendo detrás de las rejas, del miedo perpetuo que la había conectado con ese mundo oscuro. Lo peor era que no sabía qué había originado todo esto, cuál era la deuda exacta que Aleksei
Nikolai la observó sin pestañear, con ese aire orgulloso que tanto la irritaba. Sus ojos oscuros eran insondables, como si llevaran siglos enterrando secretos que no iba a dejar al descubierto ahora. Pero eso no detuvo a Lilia. Sentía que si no descargaba todo lo que llevaba dentro en ese instante, podría explotar.—Déjame entender, porque parece que he estado viviendo una m*****a mentira desde que llegué a tu mundo. ¡Así que resulta que todo esto no tiene que ver con mi supuesta protección! Que no me tienes aquí porque debo algo o porque te debe importar mi seguridad. ¡Es porque crees que me puedes poseer! —Un golpe seco y lleno de rabia surcó su garganta.—Lilia... —empezó Nikolai, con ese tono bajo, como si con su mera voz pudiera calmar la tempestad. Pero ella no iba a dejarle terminar.—¡No! —exclamó, alzándo su mano como una barrera entre ambos—. Si me "viste bailar" y tomaste la decisión de que ahora soy "tu propiedad", entonces estás igual que Aleksei. ¡Los dos creen que tienen
Un trueno resonó a lo lejos. Ya era tarde y el día precioso en la playa había terminado en aquella noche de lluvia. La tormenta comenzó con un rugido bajo en el horizonte, un aviso distante que poco a poco se convirtió en el aullido del viento y el repiqueteo de la lluvia contra los vidrios de la cabaña. Las primeras ráfagas se colaron entre las rendijas de las ventanas, y Nikolai, con una mirada severa, se levantó abruptamente del sillón donde había estado sentado, vigilante como siempre. Sin decir una palabra, tomó unas tablas que estaban apoyadas en la pared y comenzó a reforzar las ventanas.Lilia lo observó desde el rincón opuesto de la estancia, envuelta en la manta que había encontrado sobre el sofá. Había intentado ignorarlo, como hacía siempre que él comenzaba a ocupar todo el espacio con esa presencia imponente, pero algo en su manera de moverse la hizo detenerse. Nikolai estaba tenso, sí, pero no con esa tensión calculadora y peligrosa que siempre exhibía. Había algo más: c