Nerviosa por ser descubierta, Lilia arrojó la foto sobre el escritorio y salió del despacho de Nikolai como si el diablo mismo la persiguiera. Ya luego pensaría en lo de la foto. Sus pasos resonaron en el pasillo, rápidos, torpes, como si pisara brasas. Una hora le había espetado él para estar bañada y vestida.
Vistió el camisón de seda negra que alguien ¿él? había dejado sobre la cama. Demasiado suave. Demasiado… revelador.
—¿Qué carajos pretende? ¿Qué me presente como un regalo? —murmuró, ajustándose la tela con torpeza.
El reloj seguía avanzando. Faltaban diez minutos.
El pánico le cerró la garganta.
—No. No esta noche. Ni en mil noches.
Actuó rápido: cerró el pestillo de la puerta y, con un esfuerzo que le arrancó un jadeo, arrastró el pesado tocador hasta bloquear la entrada.
—Toma eso, maldito controlador.
Los pasos llegaron puntuales.
—Lilia. —La voz de Nikolai traspasó la madera, demasiado calmada para ser buena señal.
—¡Estoy durmiendo! —improvisó, pegando la espalda a la pared.
Silencio.
Luego… un golpe seco contra la puerta.
—¿Durmiendo? Con esa voz de pánico, ptichka, hasta un sordo sabría que mientes.
Ella tragó saliva.
—¡Pues… felicidades! ¡Acabas de curar a un sordo! ¡Buenas noches!
Otro golpe. Más fuerte.
—Abres esta puerta o la rompo.
—¡Inténtalo! ¡A ver cómo explicas a tus hombres que te ganó un mueble!
Él desde afuera se rio de ella. Fue una risa profunda, inesperada.
—Vamos —Nikolai sonó casi… ¿divertido? —. Muy bien. Disfruta tu victoria. Pero mañana…
—…te aseguro que no habrá tocador en esta mansión que te salve.
Cuando Lilia despertó, se dio cuenta de que el tocador ya no estaba en la puerta… ¿Nikolai había entrado? Asustada se levantó de golpe. Nikolái estaba ajustándose los puños de su impecable traje negro. La forma en que la observó, con autoridad y algo más que no pudo descifrar, encendió de nuevo su rabia interna. ¿Cómo lo había logrado?
—Hoy, me acompañas a un evento. —La instrucción fue clara, fría, sin lugar a debate.
—¿Qué clase de evento? —preguntó, cruzando los brazos. —Además, ¿cómo demonios entraste? —Su voz sonó ronca por el sueño—. ¡Ese tocador pesaba una tonelada!
—Un evento social —contestó Nikolai, ignorando su tono defensivo—. Y tres. Primero: tengo llaves de todas las habitaciones. Segundo: busqué a dos guardias con brazos de oso. Y tercero…
Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillaron con malicia.
—...nunca subestimes a un hombre al que le niegan algo.
Ella tragó en seco.
—¿Y qué? ¿Ahora vas a…?
—¿Castigarte? —terminó él, levantando una ceja—. No. Prefiero que te levantes y desayunes. Hoy será un día largo y ajetreado. Te quiero lista antes del mediodía, odio la impuntualidad.
…
Lilia se apresuró tanto como pudo y estuvo lista al medio día. Al entrar en la fiesta, una explosión de luces, música suave y murmullos envolvió a Lilia. Los invitados, todos miembros de la élite más poderosa, emanaban poder y misterio. Aunque se sentía como una intrusa en aquel mundo, decidió mantener la cabeza en alto. Si esta era otra de las pruebas a las que Nikolai quería someterla, estaba decidida a superarla.
Lilia era consciente de que Nikolai la observaba, vigilando desde una distancia prudente, pero ella decidió ignorarlo y permitió que su carisma natural tomara el control. Pronto, su habilidad para leer a las personas le jugó a favor. Uno de los hombres más influyentes de la sala, un tal Viktor, se mostró intrigado por ella. Amable, pero con un trasfondo de tensión que se percibía cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Nikolai. Estaba claro que se conocían, aunque la relación entre ambos parecía ser cualquier cosa menos relajada.
Mientras Viktor hablaba con ella, riendo en ciertas ocasiones por la aguda inteligencia de Lilia, Nikolai observaba desde lejos. La forma en que su mandíbula se tensaba era casi imperceptible para los demás, pero para aquellos que realmente lo conocieran, era una señal de que su paciencia estaba al límite. Y Lilia, al sentirse observada, no pudo evitar jugar un poco más con aquella situación. Si iba a estar atrapada, al menos se divertiría un poco desafiándolo.
Lilia se despegó del hombre y recorrió el lugar con cierto recelo y admiración. Era un mundo nuevo e inesperado para ella. Y se estremeció al sentir la mano de Nikolai acariciando su cuello, sus dedos se deslizaron por la piel sensible hasta llegar a su mandíbula. Con un suspiro, entrelazó sus dedos con los de él, permitiéndole guiarse hacia su boca. Él la estaba acechando.
Nikolai la miró con ojos intensos, llenos de celos y deseo, mientras se inclinaba lentamente hacia ella. Lilia cerró los suyos, expectante, sintiendo el calor emanando de su cuerpo. Su corazón latía con fuerza en su pecho. De repente, Nikolai la atrajo hacia sí con un impulso brusco, presionando sus labios contra los de ella en un beso apasionado y dominante. Lilia jadeó, sorprendida por la fuerza de su reacción, pero pronto se rindió a la pasión que crepitaba entre ellos. Sus bocas se movían en un baile ardiente, intercambiando respiración y saliva. Nikolai introdujo su lengua en el interior de su boca, explorándola con avidez, como si tratara de conquistar cada centímetro de su ser. Lilia correspondió el gesto, envolviendo su lengua con la suya en un duelo.Cuando finalmente se apartaron, los ojos de Nikolai brillaban más de lo normal. Estaban ennegrecidos y ya no se veía su color azul.
Lilia quedó paralizada al principio, sorprendida por la intensidad, intentando procesar el torbellino de emociones que la invadía. ¿Era rabia hacia él por su audacia? ¿O era un anhelo desesperado que ella misma no alcanzaba a comprender? Pronto se dio cuenta de que aquel beso era tan confuso como el hombre que lo había iniciado, agudizando ese sentimiento confuso de rechazo y atracción que la mantenía atrapada.
—No vuelvas a provocarme, Lilia. —Esta vez, su voz era más baja, casi un susurro, antes de que todo se volviera un caos.
La fiesta estalló en caos cuando el cuerpo de uno de los invitados se desplomó sobre la mesa de champán, espuma rosada le brotó de los labios morados.
Luego, hubo gritos. Cristales rotos. Los guardias desenfundando armas.
Lilia se quedó paralizada.
Él se arrodilló junto al muerto, sus guantes negros se deslizaron sobre el alfiler clavado en el pecho del coronel.
—Fue Aleksei —dijo uno de sus hombres, tendiéndoselo.
Nikolai lo abrió. Era una fotografía. Lilia no pudo evitar acercarse. Y entonces lo vio. Una mujer joven, encerrada en una celda sucia, con los ojos vidriosos del pánico. Era la hermana de Nikolai. Aleksei aun lo atormentaba con el sufrimiento de Tatiana antes de morir.
En el reverso, una frase escrita con saña:
“Jugaste a ser su heroína. Pero ¿sabes lo que le pasará a tu rosa negra?”
El aire se le cortó. ¿A qué se refería?
—Quema esto —ordenó él, arrojando la foto a su segundo al mando—. Y encuentra a Aleksei. Ahora.
Lilia intentó hablar, pero él ya se movía, arrastrándola consigo. Sus dedos se cerraron como grilletes alrededor de su muñeca.—¿Adónde…?—A casa —cortó él, sin mirarla—. Antes de que decida que prefiero quedarme y matar a alguien.La sacó de la fiesta entre murmullos, cruzando el salón como un huracán de traje negro. Los invitados se apartaban. Todos menos uno.Viktor, el hombre con quien Lilia había conversado antes bloqueó su camino con una sonrisa diplomática.—Volkov, ¿te vas? La noche se ha vuelto peligrosa…—Mueve tus pies o los pierdes —Nikolai no redujo la velocidad. Viktor palideció y cedió.Nikolai Volkov era un hombre al que se temía, y su estado de ánimo en ese momento no invitaba a desafíos.—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, tratando de mantener la compostura mientras lo seguía con pasos apresurados. Sentía la tensión en su agarre, la energía contenida en su cuerpo como una tormenta a punto de desatarse.Él no respondió. Siguió avanzando hasta llegar a la gran escalera
Lilia abrió la boca para responder, pero no pudo. Porque habría sido una mentira. Y lo peor de todo era que Nikolai lo sabía. En un movimiento rápido, su mano se deslizó hacia su cintura, atrayéndola hacia él. Lilia sintió su aliento contra su piel. Un instante más y se perdería en ese abismo, en esa oscuridad que él representaba.Pero al final él se detuvo, y Lilia salió corriendo, aterrada por sus propios sentimientos. Lilia subió las escaleras con pasos apresurados, con su respiración entrecortada y su mente hecha un caos. Apenas cruzó la puerta de su habitación, la cerró con seguro y apoyó la frente contra la madera. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por algo mucho más reprensible.No podía permitirlo.No podía sentirse atraída por él. Nikolai Volkov era su captor, el hombre que se había aparecido como su salvador y la había encerrado en una jaula dorada. Por mucho que su cuerpo reaccionara a su cercanía, por mucho que su mirada le hiciera sentir viva de una manera
Lilia reconoció que algo no estaba del todo bien tan pronto como la despertaron. No fue el usual amanecer perezoso con los débiles rayos de sol filtrándose por las cortinas de la mansión. Esta vez fue distinto. Una mano firme —demasiado familiar por su dureza— la sacudió ligeramente de su letargo. Cuando sus ojos se enfocaron, encontró a Nikolai de pie junto a su cama, vestido impecable como siempre, a pesar de que el reloj en el tocador marcaba aún una hora impensablemente temprana.—Vístete —ordenó él sin rodeos, su voz baja pero cargada de autoridad irrefutable. Ni siquiera se molestó en aclarar el motivo al principio, como si diera por hecho que Lilia simplemente cumpliría sin cuestionamientos. Para alguien acostumbrado a tener el control absoluto, las explicaciones eran innecesarias.Lilia parpadeó repetidamente, tratando de comprender si acaso seguía soñando. Su instinto inicial fue replicar, negarse a cumplir aquella orden irracional en horario tan intempestivo, peroMinutos de
La sonrisa que apareció en los labios de Nikolai fue lenta, peligrosa, una curva que no auguraba nada bueno. Sus ojos oscuros parecían bailar con algo que podría calificarse de diversión, aunque en su versión más intimidante.—Oh, te lo pondrás, Lilia. —Su tono era suave, casi melódico, pero cargado de una autoridad que aplastaba cualquier posibilidad de discusión—. Nos espera el mar y, te guste o no, vas a nadar conmigo hoy.Nikolai no era un hombre que tomara un "no" como respuesta. Desde el momento en que le entregó el bikini a Lilia, hasta que estuvieron cara a cara en la tosca privacidad de su camarote en el yate, su paciencia jugaba con un peligroso límite. Ella, por supuesto, había intentado resistirse, pero la mirada de él —intensa, fija y dominante como un lobo acechando su presa— la desarmaba de maneras que ella misma detestaba admitir.—Póntelo, Lilia. No tengo tiempo ni paciencia para tus juegos ahora —ordenó Nikolai con una voz baja pero cargada de poder, como quien dicta
Los labios de Nikolai eran cálidos y firmes. Lilia respondió primero con sorpresa, sus manos flotaron sin dirección clara antes de asentarse sobre su pecho aún húmedo. Pero pronto, la sorpresa se desvaneció como niebla al sol, y una corriente de emociones desconocidas la arrastró hacia él.Era un beso peligroso, no solo por la pasión que lo contenía, sino por la declaración muda que llevaba consigo: ninguno saldría ileso de eso. Las olas rompían cerca, pero ambos estaban perdidos entre sí, aislados del mundo en una burbuja que pulsaba con energía.Cuando finalmente se separaron, no fue una ruptura abrupta. Nikolai permaneció cerca, sus labios rozaron los de Lilia mientras la miraba como si quisiera grabar ese momento en su memoria. Ella, por su parte, respiraba entrecortadamente, con el corazón golpeando en su pecho como si quisiera escapar.—Esto no significa nada —logró murmurar, aunque la intensidad en su voz no apoyaba sus palabras.—No —respondió él con una leve sonrisa—. Esto sig
—No me digas, Nikolai... parece que has olvidado que esta pequeña bailarina tiene un paquete de deudas colgando sobre su frágil cabeza. Y que su querida hermana... fue tan admirablemente "útil" al intentar pagarlas. —Su sonrisa torcida hizo que el estómago de Lilia se revolviera.—Deja fuera a su hermana —siseó Nikolai, dando un paso adelante, mientras los hombres de ambos bandos comenzaban a ajustar las posiciones, como piezas de ajedrez al borde del combate. Lilia, paralizada por el nombre de su hermana mencionado en boca de aquel hombre, sintió que sus piernas perdían fuerza.—Entregámela, Nikolai. —Aleksei ignoró la advertencia, apuntando ahora directamente a Lilia—. Tú decides, viejo amigo. ¿Negociamos?... ¿O jugamos a ver quién sangra primero?La mente de Lilia se llenó de imágenes de su hermana sufriendo detrás de las rejas, del miedo perpetuo que la había conectado con ese mundo oscuro. Lo peor era que no sabía qué había originado todo esto, cuál era la deuda exacta que Aleksei
Nikolai la observó sin pestañear, con ese aire orgulloso que tanto la irritaba. Sus ojos oscuros eran insondables, como si llevaran siglos enterrando secretos que no iba a dejar al descubierto ahora. Pero eso no detuvo a Lilia. Sentía que si no descargaba todo lo que llevaba dentro en ese instante, podría explotar.—Déjame entender, porque parece que he estado viviendo una m*****a mentira desde que llegué a tu mundo. ¡Así que resulta que todo esto no tiene que ver con mi supuesta protección! Que no me tienes aquí porque debo algo o porque te debe importar mi seguridad. ¡Es porque crees que me puedes poseer! —Un golpe seco y lleno de rabia surcó su garganta.—Lilia... —empezó Nikolai, con ese tono bajo, como si con su mera voz pudiera calmar la tempestad. Pero ella no iba a dejarle terminar.—¡No! —exclamó, alzándo su mano como una barrera entre ambos—. Si me "viste bailar" y tomaste la decisión de que ahora soy "tu propiedad", entonces estás igual que Aleksei. ¡Los dos creen que tienen
Un trueno resonó a lo lejos. Ya era tarde y el día precioso en la playa había terminado en aquella noche de lluvia. La tormenta comenzó con un rugido bajo en el horizonte, un aviso distante que poco a poco se convirtió en el aullido del viento y el repiqueteo de la lluvia contra los vidrios de la cabaña. Las primeras ráfagas se colaron entre las rendijas de las ventanas, y Nikolai, con una mirada severa, se levantó abruptamente del sillón donde había estado sentado, vigilante como siempre. Sin decir una palabra, tomó unas tablas que estaban apoyadas en la pared y comenzó a reforzar las ventanas.Lilia lo observó desde el rincón opuesto de la estancia, envuelta en la manta que había encontrado sobre el sofá. Había intentado ignorarlo, como hacía siempre que él comenzaba a ocupar todo el espacio con esa presencia imponente, pero algo en su manera de moverse la hizo detenerse. Nikolai estaba tenso, sí, pero no con esa tensión calculadora y peligrosa que siempre exhibía. Había algo más: c