El ambiente en la habitación se volvió pesado, cargado con una tensión palpable que parecía estallar con cada respiración que tomaban.Giancarlo, observando cada gesto de Roma, tenía los ojos fijos en ella, como si analizara cada parte de su ser.Su sonrisa se desdibujaba lentamente, pero su mirada, penetrante y desafiante, la atravesaba.Las mujeres a su alrededor se quedaron en silencio, conscientes de la dinámica que se desataba entre ambos, como si esperaran un desenlace.—¿Y por qué negociaría contigo, Roma Valenti? —preguntó él, su voz baja, casi un susurro, mientras recorría con la mirada el cuerpo de la mujer—. ¿Qué tienes tú, que no tengan todas esas mujeres que están aquí a mi lado? ¿Te crees más hermosa que ellas?Las mujeres rieron, un sonido burlón que resonó en el aire, sus ojos fijos en Roma con una mezcla de desafío y desdén. Se acercaron a él, sonriéndose con complicidad, como si estuvieran jugando un juego que Roma no entendía.Pero Roma, con un brillo de determinació
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