Verónica James se enfrenta a un dilema emocional cuando recibe la invitación a la boda de su mejor amiga, Luciana Rossi. El problema es que el exnovio de Verónica, Jack Bianchi, asistirá al evento con su nueva pareja, Daniela Esposito, quien también es una de las mejores amigas de Verónica. Verónica se siente herida y humillada por la situación y no quiere asistir a la boda, temiendo ser el hazmerreír del evento. Sin embargo, su jefe, el millonario y atractivo Bruno Romano, le hace una propuesta inesperada: acompañarla a la boda. A pesar de no conocer las verdaderas intenciones detrás de la oferta de Bruno, Verónica acepta el trato, esperando demostrarle a Jack y Daniela que ha superado el dolor del pasado. Pero ¿qué secreto esconde Bruno detrás de su oferta? ¿Y qué consecuencias tendrá para Verónica? porque su jefe es un dominador nato.
Ler maisVERONICAMe senté en el restaurante del hospital, rodeada de mesas vacías y el murmullo de las conversaciones en voz baja. Frente a mí, dos hombres me miraban con expresiones diferentes. Uno de ellos, el que parecía ser mi amo, me observaba con una intensidad que me hacía sentir incómoda. El otro, en cambio, me sonreía con una calidez que me hacía sentir un poco más relajada.No sabía cómo manejar la situación. Por un lado, estaba mi jefe, mi amo, que me trataba como una posesión. Por otro lado, estaba su hermano, que parecía querer ser mi amigo. No entendía cómo podía haber tanta diferencia entre ellos.El aire en el restaurante se volvió tenso, y pude sentir la ansiedad que me estaba consumiendo. ¿Qué debía hacer? ¿Debía seguir las órdenes de mi amo, o intentar conectar con su hermano? No sabía qué camino tomar, y la incertidumbre me estaba matando.—Deben estar más unidos que nunca —les dije a Bruno y Gabriel—. Los padres de Daniela necesitan nuestro apoyo en este momento.—Nosotro
VERONICAEl doctor comenzó a explicar lo sucedido con Daniela, prima de Bruno, su voz calmada y profesional, pero con un tono de gravedad que no podía ignorarse.—La sobredosis de Daniela la dejó en estado de coma —dijo el doctor, su voz resonando en la habitación—. Estamos haciendo todo lo posible para estabilizarla y mantenerla cómoda, pero es importante que entiendan que su situación es crítica.La madre de Daniela se desplomó en una silla, llorando desconsoladamente. Su marido se acercó a ella, tratando de consolarla, pero su rostro también estaba lleno de dolor y preocupación.Bruno se quedó paralizado junto a mi lado, su rostro pálido y su mirada fija en el doctor. Gabriel, su hermano, se acercó a él, poniendo una mano en su hombro en un gesto de apoyo.Los padres de Bruno, sentados en un rincón de la sala, se miraban entre sí con lágrimas en los ojos. La madre de Bruno se cubrió la boca con la mano, como si tratara de contener un grito de dolor.El padre de Daniela se acercó al
VERONICAGabriel Romano, el nombre que todos conocen y respetan en el mundo del derecho. Es el hijo mayor de la familia Romano y hermano de mi jefe, una dinastía, una familia que ha dominado varios campos mundiales. Desde que era un joven estudiante de derecho, se supo que iba a seguir los pasos de sus abuelos,y no se ha defraudado. Su historial es impresionante: ha ganado caso tras caso, sin perder uno solo. Su porcentaje de victorias es legendario, y muchos lo consideran uno de los mejores abogados de la ciudad.Su carrera ha sido meteórica. Ha trabajado en algunos de los casos más importantes y complejos de la historia de la ciudad, y siempre ha salido victorioso. Su habilidad para analizar los hechos, encontrar las lagunas en la ley y presentar argumentos convincentes es insuperable. Es un maestro de la oratoria, y su presencia en la corte es imponente.Pero no solo es admirado por sus habilidades profesionales. También tiene un gran número de pretendientes que se sienten atraídas
VERONICADespués de que esa mujer abofeteara a Gabriel y se fuera con una mirada de desprecio, él se quedó sorprendido y confundido. Cuando me vio, se acercó a mí con una expresión de curiosidad.—¿Qué haces aquí? —me preguntó, con una voz un poco brusca.Me tomé un momento para responder, intentando encontrar las palabras adecuadas después de un momento tan tenso y raro.—Discúlpame, pero tengo hablar contigo de algo importante —le dije, con una voz firme.Gabriel me miró con una expresión de sorpresa, pero luego asintió con la cabeza.—Ven, pasa a mi oficina —le dije, haciéndole un gesto para que me siguiera.Entro oficina de Gabriel, intentando absorber cada detalle. La oficina es elegante y sofisticada, con un escritorio de madera oscura y sillas de cuero negro. Las paredes están adornadas con diplomas y certificados, y hay una ventana grande que deja entrar la luz natural.Mientras detallo la oficina, Gabriel se levanta de su silla y se dirige a un mueble bar que hay en un rincón
VERONICAMe arrodillé frente a mi amo, sentado en su sillón favorito. Su mirada intensa y dominante me hizo sentir un escalofrío de placer y sumisión. Me gustaba sentirme bajo su control, hacer lo que él me decía.—Ven aquí, mi sumisa —dijo él, su voz baja y autoritaria—. Quiero que me muestres tu devoción.Me acerqué a él, mi corazón latiendo con anticipación. Me coloqué entre sus piernas, mi rostro cerca de su regazo mientras el libero el miembro grueso que me hizo temblar el interior.—Mírame —dijo él, su voz firme—. Quiero ver tus ojos mientras te sometes a mí.Le miré a los ojos, sintiendo su poder y control sobre mí. Pude ver la pasión y el deseo en su mirada, y me sentí atraída hacia él.—Ahora, baja la cabeza —dijo él, su voz suave pero firme—. Quiero que me muestres tu respeto.Bajé la cabeza, mi cabello cayendo alrededor de mí como una cortina. Sentí su mano en mi cabeza, guiándome hacia abajo.—Así, mi sumisa —dijo él, su voz llena de aprobación—. Eres tan obediente, tan su
VERONICAMe paseé por la cocina, con la taza de café en la mano, tratando de despejar mi mente. La mañana era tranquila, solo el sonido del reloj en la pared y el olor a café recién hecho llenaban el aire. Pero mi cabeza estaba llena de pensamientos y dudas.Miré el líquido oscuro en mi taza, tratando de encontrar una respuesta a mi dilema. Este fin de semana, Gabriel, el hermano de mi jefe Bruno, me había invitado a salir y yo realmente quería ir. Hacía mucho tiempo que no veía a mi familia y la idea de pasar tiempo con Gabriel me parecía divertida.Pero había un problema: mi jefe, Bruno, no se llevaría bien con la idea de que yo saliera con su hermano. Siempre había sido un poco celoso y posesivo en el trabajo, y yo sabía que si se enteraba de mi plan, podría haber conflictos.Soplé el café, tratando de calmarme, y luego di un sorbo. Estaba confundida. Por un lado, no quería decepcionar a Gabriel ni a mi familia, que me había invitado con tanto cariño. Por otro lado, no quería tener
VERONICA— Y tú, ¿qué le dijiste? —le pregunté con curiosidad.— Acepté —respondió él con una voz neutral.Me sentí impactada por su respuesta y hasta enojada porque no podía creer que el imbécil de Jack, se saliera con la suya.— ¿Cómo es posible que le hayas aceptado el chantaje a ese imbécil? —le pregunté con enfado.Él se puso de pie y me miró con una expresión seria.— Ten cuidado cómo me hablas —me dijo con voz de dominante.Me di cuenta de que había cruzado una línea y me corregí.— Lo siento, señor —le dije con una voz más suave.Él se acercó a mí y me miró a los ojos.— Acepté porque él es un insignificante y no quiero más problemas con él —me dijo con una voz firme—. Y te advertí, Verónica, ten cuidado cómo me hablas. No toleraré que me faltes al respeto.Su tono me intimidó ligeramente, pero logré mantener la calma.— Entiendo, señor —le dije con una voz suave—. Pero no entiendo por qué tiene que ceder a sus demandas. Él no tiene nada sobre usted.Él se rió y me miró con un
VERONICAMe acerco a mi escritorio, mi corazón latiendo con ira y decepción. No puedo creer que él esté aquí, sonriendo como si nada hubiera pasado. El cinismo de algunas personas es increíble. ¿Cómo puede él mostrarse tan tranquilo después de lo que hizo?Me detengo frente a él, mi mirada intensa y acusadora.—¿Qué haces aquí? —le pregunto, mi voz firme y llena de indignación.Él se levanta de la silla, su sonrisa falsa y condescendiente.—Verónica, ¿cómo estás? —dice, como si no hubiera pasado nada.Mi ira crece al escuchar su tono casual y su intento de fingir normalidad.—No te atreves a llamarme por mi nombre —le digo, mi voz llena de veneno. —Después de lo que hiciste, no tienes derecho a dirigirme la palabra.—Cálmate, Verónica —dice Jack, su voz tranquila pero con un tono de advertencia. —No vengo a hablar contigo, vengo a hablar con tu jefe.—Tú y el no tenemos nada de qué hablar —le digo, mi voz firme y desafiante.Jack sonríe, su mirada glacial.—Creo que sí —dice, su voz b
VERONICAMe sumergí en la tina de agua caliente, sintiendo el champú que Bruno me echaba en el cabello. Sus manos eran suaves y gentiles mientras me lavaba el cabello, y me sentí relajada y cómoda en su presencia.Mientras me lavaba, sus manos se deslizaron hacia abajo, acariciando mi piel con suavidad. Me sentí un poco incómoda, pero traté de relajarme, dejando que sus manos me lavaran y me acariciaran. Su toque me hacía sentir un poco nerviosa, mi corazón latía un poco más rápido, pero también me sentía relajada y cómoda.Bruno se detuvo un momento y me miró con curiosidad.—¿Qué pasó, Verónica? —me preguntó. —¿Por qué me desobedeciste?Me sentí un poco incómoda al recordar lo que había sucedido.—Fui a la cocina —le expliqué. —Y esa chica se me acercó pidiendo ayuda. Me dijo que la habían secuestrado y que necesitaba escapar.Bruno me miró con una expresión seria.—¿Y no te dije que no te acercaras a ella? —me preguntó.Me sentí un poco avergonzada.—Lo siento —dije. —No pensé que