VERONICA
Empecé a hiperventilar mientras me acercaba a los padres de Luciana y a ellos, a mi mejor amiga y a mi novio, los dos traidores que me habían destrozado el corazón.
—Mantén la cabeza en alto, no les demuestres debilidad —me dijo Bruno, su voz baja y penetrante.
—¿Cómo me dices esto? —le respondí, mi voz llena de incredulidad. —Si tú me estás enfrentando a ellos. Desde que supe que me traicionaron, no los había visto.
Bruno se rió suavemente.
—Es mejor ahora —dijo—. Es mejor enfrentarlos ahora y no después.
—No me siento preparada —admití, mi voz temblando ligeramente.
—No estabas preparada cuando te engañaron, ¿verdad? —dijo Bruno, su mirada intensa—. Y aun así sobreviviste. Sobrevivirás a esto también.
—¿Y si no puedo? —le pregunté, mi voz apenas un susurro.
—La mejor forma de enfrentar a unos traidores es mostrarles una sonrisa radiante —dijo Bruno, sonriendo—. Y tú tienes una perfecta.
Me aclaré la garganta y me recompuse, revelando un destello de determinación en mis ojos. La traición y el dolor me habían cambiado, y ahora estaba lista para mostrar mi lado más oscuro. Aunque sabía que ver a mi ex novio y a mi mejor amiga juntos me dolería, estaba decidida a enfrentarlos. La traición y el amor herido me habían convertido en una persona más fuerte y más peligrosa.
Me acerqué a las cuatro personas que me esperaban, y con una sonrisa amable, comencé a presentarme ante los padres de Luciana. Luego, mi mirada se desplazó hacia los otros dos, y mi sonrisa se volvió un poco más forzada. Miré a mi ex novio y después a Daniela, mi ex mejor amiga.
—No puedo creerlo, tú eres Bruno Romano, de los Romano, el Imperio de repuestos automovilísticos.
Bruno sonrió.
—Sí, soy yo.
La tensión en el aire era palpable. Sentí la mirada de Jack sobre mí, como un peso que me oprimía el pecho.
—Y ustedes, ¿cómo se conocieron? —dijo la mamá de Luciana.
—Yo soy su secretaria —dije, intentando mantener la calma.
—Y ahora están saliendo... —continuó la mamá de Luciana.
Bruno asintió.
—Efectivamente.
Daniela intervino, su voz llena de sarcasmo.
—Qué cliché, lo mismo de siempre: el jefe enamorado de la secretaria.
Bruno se defendió, elogiándome.
—Verónica es una mujer excepcional, inteligente y capaz. No es solo mi secretaria, es mi compañera y mi apoyo. No hay nada de cliché en nuestra relación, Sin embargo, si vamos a hablar de cliché, ¿qué me dicen de ustedes? —dijo Bruno, su voz llena de ironía—. Por ejemplo, Daniela, te metiste con el novio de tu mejor amiga. Eso no es solo cliché, es muy bajo y rastrero.
El silencio que siguió fue incómodo. Jack se puso tenso, y Daniela se sonrojó.
—Tú a mi novia la respetas —dijo Jack, su voz llena de amenaza.
—¿Novia? —no sabia que habían formalizado el compromiso.
Daniela se acercó a él y le tomó la mano.
—Sí, ahora estamos saliendo, y nos vamos a comprometer muy pronto —dijo, sonriendo.
Sus palabras me golpearon como un baldado de agua fría. Quise llorar, pero me recompuse.
—Pero hija, no puedes quejarte —dijo la mamá de Luciana—. La vida te recompensó quitándote a personas asquerosas de tu lado. Y mira, tienes un hombre maravilloso que, además de guapo, es adinerado.
Al parecer la mama de Luciana no estaba de acuerdo con lo sucedido y eso de cierta manera me alegraba.
—Sí, tengo suerte —dije, mirando a Bruno—. Y no voy a desperdiciarla.
Su esposo intervino luciendo muy celoso.
—Mi amor, yo estoy aquí —dijo.
La mujer sonrió y le tomó la mano.
—Sí, querido, yo sé que estás aquí y te amo. Pero no soy ciega, y el novio de Verónica es un galán —dijo, sonriendo.
—Jack, yo te recomiendo que no te enfrentes a él —dijo el papá de Luciana—. Tiene tanto poder que con solo mover un dedo puede destruirte.
Jack se rió con desdén.
—Ya lo hice y yo no le tengo miedo —dijo.
Bruno sonrió y nunca lo había visto asi, porque no era una sonrisa de esas amigables.
—Yo que tú lo tendría —dijo.
Daniela se acercó a mí, su voz llena de veneno.
—¿Qué es lo que haces aquí, Verónica? ¿Viniste a presumir tu novio rico? —dijo.
Le sonreí, sin dejar que su comentario me afectara.
—No, no vine a presumir mi novio rico —dije—. Sin embargo, estamos siendo el centro de atracción, y no es mi culpa. Hacemos la pareja perfecta.
—Yo no te creo eso —dijo Daniela, su voz llena de desdén—. Simplemente has sido una niña falta de afecto y que quiere llamar la atención. Siempre has sido así, Verónica. Te gusta ser el centro de atención, te gusta que todos te miren y te admiren. Y ahora que tienes a Bruno, crees que eres la reina del mundo.
Daniela se puso tensa, su rostro enrojecido pero debía reconocer que su comentario de dolía un poco porque nunca supe que ella me mirara de esa forma.
—Estoy aquí por mi amiga Luciana —continué—. Que también es amiga la tuya, o al menos eso creía. Espero que no seas tan descarada y le vayas a quitar el marido, como te gusta lo ajeno.
—Entonces es eso, está celosa. No, no ha superado todavía —dijo sonriendo Jack.
—No te creas tanto, ya lo superé —respondí—. Simplemente no puedo con tanto cinismo de los dos después de lo que hicieron.
Daniela se río con desdén.
—¿Qué te hicimos? Engañarte. Solo una tonta como tú pensaría que un hombre como Jack se fijaría en ti. Solamente eras un rato de placer —dijo.
Me sonreí, recordando.
—Rato de placer que duró dos años —dije.
Daniela se encogió de hombros.
—No, querida. Solamente tres meses. Después de eso, ya no te necesitaba —dijo.
Tenia ganas de llorar después de saber eso y en ese momento considere que a veces es mejor no saber la verdad porque dolía demasiado.
—Es verdad, Jack. Desde que teníamos tres meses, empezaste a salir con mi mejor amiga —dije.
Daniela se sonrió.
—No te miento, no seas ridícula—dijo.
—¿Y si no me querías, entonces por qué seguías conmigo? ¿Y por qué no te quedaste con mi mejor amiga—sacudí mi cabeza— mi supuesta mejor amiga? —dije.
—Porque él es un cobarde, un hombre sin valor ni principios. Se sintió con el ego muy grande, teniendo a dos mujeres que se dejaban manipular por él. Un simple fetiche de algunos hombres sin valores morales —dijo Bruno, su voz cortante—. Pero lo peor es que se creyó que podía salirse con la suya, que podía engañar a dos mujeres y salir indemne. Pero se equivocó. Se equivocó al creer que podía jugar con el corazón de Verónica.
—Tú no te metas en eso, no sabes nada de los acontecimientos —dijo Jack, su voz llena de irritación.
Bruno sonrió, su mirada desafiante.
—No necesito saber los detalles —dijo—. Solo necesito saber que tu comportamiento cobarde me ha permitido conocer a una mujer excepcional.
Se acercó a mí y me tomó de la cintura, su mirada posesiva.
—Gracias por tu falta de juicio, Jack —dijo Bruno—. Me has regalado una joya.
Jack se puso tenso, su rostro enrojecido.
Bruno se rió y le palmeó el hombro.
—No te preocupes, Jack. No te preocupes por lo que has perdido. Tienes lo que te mereces —dijo, y se volvió hacia mí—¿vamos?
Me perdi en su mirada.
Eran como dos pozos profundos de intensidad y seguridad, que me hacían sentir como si estuviera flotando en un mar de tranquilidad.
La mirada de Bruno era como un abrazo cálido que me envolvía por completo, haciéndome sentir protegida y segura. Me sentí atraída por la confianza y la autoridad que emanaba de él, y no pude evitar sentirme hipnotizada por la intensidad de su mirada.
En ese momento, todo lo demás desapareció. No había nada más que Bruno y yo, conectados por una mirada que parecía decirlo todo. Me sentí como si estuviera en un mundo diferente, un mundo donde solo existíamos Bruno y yo, y donde nada más importaba.
—Vamos—respondí.
Me sentí también con sus palabras, la forma en la que se expreso de mi, pero sabia que era mentira y apariencias para no dejarme mal frente a esos traidores.
Nos dirigimos hacia un árbol cerca del lago, cuya vista era preciosa. El sol se reflejaba en el agua, creando un efecto de luz y sombra que parecía sacado de un cuadro.
Bruno no me soltaba la mano, y yo no quería que lo hiciera. Me sentía segura y protegida a su lado.
—Gracias —le dije, mirándolo a los ojos.
—¿Por qué? —me preguntó, sonriendo.
—Por lo que dijiste antes —respondí—. Me llamaste una joya.
Bruno se rió y me apretó la mano creando un sinfín de sensaciones enloquecedoras.
—No tienes por qué agradecerme —dijo—. Simplemente dije la verdad.
Me sorprendió su respuesta y no sabia que era lo que estaba sintiendo mi corazon.
—Me sorprende que un hombre como tú piense eso de mí —dije.
Bruno se acercó a mí y su presencia me estaba dejando sin aliento.
—¿Qué más te sorprende? —me preguntó—. ¿Que un hombre te diga que eres una joya?
Me encogí de hombros queriendo restarle importancia.
—Nunca me habían tratado así —dije—. Mucho menos pensé que mi jefe tuviera esa percepción de mí.
—Ya te lo dije, te conozco hace 5 años —dijo—. Es imposible no darse cuenta del tipo de mujer que eres.
—¿Qué tipo de mujer soy, Bruno?
Bruno se tomó un momento antes de responder, y cuando lo hizo, sus palabras fueron como un bálsamo para mi alma.
—Eres una mujer fuerte y valiente —dijo—. Eres una mujer que no se rinde, que no se da por vencida. Eres una mujer que brilla con luz propia, que ilumina a todos los que te rodean. Eres una joya, Verónica. Una joya rara y preciosa.
Esas palabras hicieron explotar los sentimientos que había reprimido durante tanto tiempo. Sentí una oleada de emoción que no pude contener, y las lágrimas comenzaron a fluir. No quería llorar, no quería mostrar mi vulnerabilidad, pero no pude evitarlo.
Soy una mujer que siempre lo da todo, que ama sinceramente y hace las cosas con amor. Me entrego por completo en las relaciones, sin reservas ni miedos. Pongo todo mi corazón y alma en cada momento, en cada gesto, en cada palabra.
Bruno se acercó a mí, su mirada llena de compasión y entendimiento. Me tomó en sus brazos, y yo me dejé abrazar, sintiendo su calor y su seguridad.
—¿Por qué? —le pregunté, mi voz temblando—. ¿Por qué mi novio me engañó?
—No lo sé, Verónica —dijo—. Pero sí sé que no fue porque no fueras lo suficientemente buena. No fue porque no fueras lo suficientemente hermosa o inteligente. Fue porque él no era lo suficientemente hombre como para valorarte como merecías.
Sus palabras me golpearon con fuerza, pero también me dieron una sensación de paz. Me di cuenta de que no era yo la que había fallado, sino él. Me di cuenta de que merecía algo mejor, alguien que me valorara y me amara por quién era.
—No quiero que te desmorones ahora, no frente a esas personas que disfrutarían de tu dolor —dijo Bruno, su voz baja y suave—cuando termine esta ceremonia, tenemos que hablar —dijo.
Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.
—Sí, lo sé —dije—. Tienes que recordármelo. Esto es parte del acuerdo que tuvimos.
—No solamente por eso —dijo—. Quiero estar contigo.
—Después de todo lo que has hecho por mí, no puedo negarme a nada —dije, mi voz apenas un susurro.
—No digas cosas de las que te puedas arrepentir —dijo, su voz baja y seria.
—Yo sé que me vas a cobrar este favor —dije—. Pero no sé de qué manera.
—Te va a gustar lo que tengo preparado para ti.
¿Tiene preparado?
No sabia lo que eso significaba lo cierto era que estaba descubriendo una personalidad en Bruno que me estaba envolviendo.
VERONICALa ceremonia se llevó a cabo en un hermoso jardín al aire libre, con el agua del lago como telón de fondo. La novia, Luciana, mi mejor amiga, caminó hacia el altar con una sonrisa radiante en su rostro.Las damas de honor, amigas nuestras desde la universidad, estaban sentadas en la primera fila, sonriendo y llorando al mismo tiempo. Me sentí un poco extraña al verlas allí, sabiendo que debería estar sentada junto a ellas, pero en ese momento no me importaba. Había distanciado a esas amigas después de todo lo que había pasado.El oficiante de la ceremonia comenzó a hablar, su voz clara y resonante. Habló de la importancia del amor y la compromiso, de la unión de dos personas en matrimonio. Luciana y su novio escuchaban atentamente, sus ojos fijos el uno en el otro.Después de un rato, el oficiante les pidió que se intercambiaran los votos. El novio comenzó a hablar, su voz llena de emoción. Prometió amar y proteger a Luciana por el resto de su vida.Luciana hizo lo mismo, pro
VERONICAMe encontraba en mi apartamento de dos piezas, que había sido mi refugio y mi hogar durante tanto tiempo. Sin embargo, después de descubrir la traición de mi ex novio y mi amiga, la habitación principal se había convertido en un espacio insoportable para mí. Había pasado todas mis pertenencias a la segunda pieza, que era mucho más pequeña, pero al menos me permitía dormir sin sentirme invadida por los recuerdos dolorosos.Mientras me preparaba para la noche, no podía evitar pensar en cómo mi vida había cambiado en tan poco tiempo. Mi trabajo como secretaria de Bruno me había permitido pagar las cuotas del banco por mi apartamento, que había comprado con un préstamo. Sin embargo, después de la traición, me sentía como si estuviera viviendo en un lugar que ya no me pertenecía.Pero no tenía tiempo para pensar en eso ahora. Tenía solo 4 horas para alistarme para la cena con Bruno, y estaba decidida a hacerlo. Me pasé horas buscando el vestido perfecto, hasta que finalmente encon
VERONICAIngresamos en un lugar que parecía una discoteca, pero que en realidad era un bar con un ambiente muy peculiar. La luz era tenue, casi oscura, y el aire estaba cargado de una energía sensual.Me sentí incómoda al principio, ya que nunca había estado en un lugar como ese. Parecía que solo admitían parejas, y el ambiente era muy íntimo y exclusivo. Bruno me guió con su mano en mi espalda baja, lo que me hizo sentir un poco más segura en ese entorno desconocido.Mientras caminábamos hacia la mesa privada, pude sentir la mirada de los demás clientes sobre nosotros. Era como si estuviéramos en un mundo aparte, un mundo de placer y sensualidad.La mesa privada era un rincón acogedor con sillones en forma de L. Me senté junto a Bruno, y él se sentó junto a mí, muy cerca. Pude sentir el calor de su cuerpo y su respiración en mi oído.— ¿Qué te apetece beber? —me preguntó Bruno, con su voz baja y sensual.— Un cosmopolitan, por favor —respondí, intentando sonar segura.Bruno sonrió y
VERONICALa mujer suspendida, cegada y rodeada de cadenas por todo el cuerpo.Eso era impactante, pero asombroso era que estaba dando una escena para muchas personas que observaba como un hombre usaba su cuerpo dándole látigos, tocándole el coño y penetrándola el ano con un dildo mientras ella de piernas abiertas para el público.— Te sientes horrorizada por la escena —susurró.Me volví ligeramente hacia él, sin dejar de mirar la escena que nos rodeaba.Era imposible, ya que la mujer gemia demasiado.— Más que horrorizada, sorprendida —le respondí.— ¿Crees que le están haciendo daño? —preguntó, su voz baja y sensual.— Por los gemidos, al parecer no —le dije, mi voz apenas un susurro.Bruno se rió suavemente y me volteo, para que siguiera viendo. Dejo sus manos grandes en mi cintura y me susurro al oído, provocando que por un momento quisiera cerrar los ojos.— Tienes muy buena percepción —dijo deleitándome con su tono—. No le hacen daño, le están haciendo lo que ella desea.Me volví
El cuarto rojo de Bruno era un espacio que parecía haber sido diseñado específicamente para explorar los límites del placer y el dolor. La primera cosa que noté al entrar fue la iluminación tenue y rojiza que parecía envolver todo en una atmósfera de pasión y sensualidad.Las paredes estaban adornadas con herramientas y accesorios que parecían haber sido diseñados para el placer y la restricción. Vi cadenas, cuerdas, y dispositivos que parecían haber sido creados para estimular y controlar el cuerpo.En el centro de la habitación, había una gran cama con una estructura de madera oscura y adornos de cuero. La cama parecía haber sido diseñada para permitir una variedad de posiciones y restricciones, y había varias herramientas y accesorios dispuestos alrededor de ella.En una esquina de la habitación, vi un gran armario que parecía contener una variedad de ropa y accesorios de cuero y látex. Había también una gran mesa de madera oscura que parecía haber sido diseñada para permitir la ex
La suavidad de la tela de mi vestido parecía potenciar la sensación de sus manos en mi piel, y me sentía envuelta en una sensación de calor y comodidad. Era como si el vestido estuviera diseñado para maximizar el placer de su tacto, y yo me sentía afortunada de poder experimentarlo.—Bruno—susurre su nombre cuando presiono mis pezones con fuerza.— Silencio —me dijo, su voz baja y firme.No dejó de tocarme, por el contrario ahora sus caricias estaban en mis piernas, subiendo mi vestido.— ¿Tengo que callar? —le pregunté de nuevo, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda y mordí mi labio cuando sus dedos, tocaron mis bragas.— Solo hablas cuando yo te lo permita —me dijo sin vacilar y un tono que me alarmo demasiado.Corrió la tela de mi panti, tocando mi intimidad y me avergoncé, un rubor baño mis mejillas porque lo descubrió y lo sabia por el gruñido masculino que soltó y reverbero en mi cuerpo.—¿Quién es la mentirosa ahora? —me preguntó Bruno, su voz baja y sarcástica.—Me discu
VERONICAEl sonido de mi teléfono me sacó de mi estado de semi-sueño. Mi cabeza dolía y mi cuerpo estaba cansado después de una noche sin dormir. Miré el reloj y vi que era sábado, mi día de descanso. ¿Quién podría estar llamándome a esta hora?Tomé el teléfono sin mirar quién era y contesté con un tono de voz algo irritado.—¿Sí?—Hola, mi amor —escuché la voz de mi mamá al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás?Mi culpa se activó al escuchar su voz. No quería parecer descortés.—Hola, mamá —le dije, intentando sonar más amable—. Estoy bien, gracias. Solo que no dormí muy bien anoche.—¿Qué pasó? —me preguntó mi mamá, preocupada—. ¿Te pasa algo?Estaba tentada de contarle a mi mamá sobre lo que había pasado con Bruno, pero algo me hizo dudar. No estaba segura de cómo reaccionaría ella, y no quería preocuparla innecesariamente.—No, mamá —le dije—Solo que tuve un día un poco estresante en el trabajo, eso es todo.—Tu jefe te maltrata, te explota —dijo mi mamá—. No entiendo por qué aguan
VERONICA—Yo sé que estás ahí —dijo Jack, golpeando más fuerte en la puerta—. ¡Ábreme!—Vete —le dije, sin abrirle la puerta—. Yo no tengo absolutamente nada que hablar contigo.Le grite, esperando que tuviera madurez y se fuera porque me parecia un insulto su visita.—No me voy a mover de aquí hasta que no hablemos —dijo Jack, con una voz firme y amenazante.—No tenemos nada de qué hablar —le dije—. No sé qué haces aquí. Vete. O si no, voy a llamar a seguridad.Jack se rió.—Pues si no lo hacemos hoy, tú verás —dijo—. Si no hablamos, iré a tu empresa y no creo que a tu jefe le guste un escándalo como el que yo soy capaz de hacerte.—Deja de intentar manipularme —le dije, intentando mantener la calma.—Ábreme inmediatamente —dijo, su voz baja y amenazante—. Tenemos que hablar, tú y yo. Y sabes que soy capaz de hacer lo que digo.No quería que Jack entrara en mi apartamento, pero no me quedaba más alternativa. Abrí la puerta y él ingresó inmediatamente.—Por qué no querías abrir —me pr