VERONICA
Ingresamos en un lugar que parecía una discoteca, pero que en realidad era un bar con un ambiente muy peculiar. La luz era tenue, casi oscura, y el aire estaba cargado de una energía sensual.
Me sentí incómoda al principio, ya que nunca había estado en un lugar como ese. Parecía que solo admitían parejas, y el ambiente era muy íntimo y exclusivo. Bruno me guió con su mano en mi espalda baja, lo que me hizo sentir un poco más segura en ese entorno desconocido.
Mientras caminábamos hacia la mesa privada, pude sentir la mirada de los demás clientes sobre nosotros. Era como si estuviéramos en un mundo aparte, un mundo de placer y sensualidad.
La mesa privada era un rincón acogedor con sillones en forma de L. Me senté junto a Bruno, y él se sentó junto a mí, muy cerca. Pude sentir el calor de su cuerpo y su respiración en mi oído.
— ¿Qué te apetece beber? —me preguntó Bruno, con su voz baja y sensual.
— Un cosmopolitan, por favor —respondí, intentando sonar segura.
Bruno sonrió y pidió un whisky en rocas para él. Mientras esperábamos a que nos trajeran las bebidas, pude sentir la tensión entre nosotros. Era como si el aire estuviera cargado de expectativa, de posibilidades.
Cuando llegaron las bebidas, Bruno me ofreció un sorbo de su whisky, y yo le ofrecí un sorbo de mi cosmopolitan. Fue un momento íntimo, un momento de conexión entre nosotros.
Me sentí envuelta en un ambiente de sensualidad y placer, un ambiente que me hacía sentir viva y deseada. Y todo gracias a Bruno, que me había llevado a ese lugar mágico.
— ¿Qué es este lugar?
Su mirada se deslizó por mi rostro, y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios.
— ¿No te gusta? —preguntó, su voz baja y sensual.
— No es que no me guste, sino que me parece un poco extraño.
Su ceja se arqueó, y su mirada se intensificó.
— ¿Extraño en qué sentido? —preguntó, su voz llena de curiosidad.
Me miré alrededor, observando a las parejas que nos rodeaban. La escena era impactante: parejas besándose con tanta familiaridad y pasión que parecía que estuvieran solos en el mundo. Los besos no eran suaves ni cortos, sino apasionados y profundos, como si no pudieran saciarse el uno del otro. Esto me llevó a preguntarme si estaba realmente preparada para estar en un lugar como ese.
A medida que mi mirada se deslizó por la habitación, me impresionó ver a una mujer a mi izquierda que no tenía nada de la cintura para arriba. Sus partes íntimas estaban expuestas, y mi curiosidad se despertó. Me pregunté qué tipo de lugar era este y por qué la gente se comportaba de esta manera. La atmósfera era cargada de sensualidad y deseo, lo que me hizo sentir un escalofrío en la espalda.
Mientras intentaba procesar todo lo que estaba viendo, mi mirada se encontró con la suya. Su sonrisa pícara y su mirada intensa me hicieron sentir que estaba en un mundo completamente nuevo. Me di cuenta de que estaba en un lugar donde las reglas y las inhibiciones se dejaban de lado, y eso me hizo sentir una mezcla de emociones.
— La vibra es muy diferente —dije, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Es una vibra muy sexual.
Su rostro se iluminó con una sonrisa, y su mirada se deslizó por mi cuerpo.
— ¿Nunca has estado en un lugar como este? —preguntó, su voz baja y sensual.
Sacudí la cabeza, y mi mirada se encontró con la suya.
— No, es totalmente nuevo para mí —respondí.
Su mirada se mantuvo en la mía, y su expresión se suavizó.
— Me alegra que estés aquí conmigo —dijo, su voz llena de emoción.
Su mano se deslizó por mi brazo, y sentí un escalofrío en mi piel.
— ¿Te incomoda? —preguntó, su mirada intensa.
Me encogí de hombros, y mi mirada se mantuvo en la suya.
— No, no me incomoda —respondí—. Contigo me siento segura.
Su rostro se iluminó con una sonrisa, y su mirada se deslizó por mi rostro.
Tuve que juntar mis piernas porque algo raro me recorrió y nunca me había pasado estando junto a el.
— Así es como debes sentirte —dijo, su voz llena de convicción.
— ¿Por qué necesito sentirme segura contigo? —le pregunté, mi curiosidad genuina—. Eres mi jefe, y aunque pasaron cosas que nos unieron, siento que hay algo más detrás de tu decisión de traerme a este lugar.
Él sonrió, su mirada intensa y penetrante.
— Quiero conocer tus límites —dijo, su voz baja y sensual.
Me reí, una risa nerviosa.
— ¿Y si no tengo ninguno? —le pregunté, mi curiosidad picada.
Él se inclinó hacia mí, su aliento cálido en mi oído.
— Eso es lo que quiero saber —dijo—. Si eres la idónea para mí.
Me aparté un poco, mi mirada interrogativa.
— ¿La idónea para qué? —le pregunté.
Él sonrió de nuevo, su mirada brillante.
— Para soportar la tempestad que soy yo —dijo, su voz llena de misterio.
Me sentí un poco confundida, pero también intrigada porque nunca habia visto a mi jefe en esta faceta.
— ¿Y vienes a calmar tu furia en lugares como este? —le pregunté, mi voz baja y curiosa.
Él asintió con la cabeza y le dio un sorbo a su bebida.
— En muchos lugares, en realidad —dijo—. Pero este es especial. Aquí, las personas viven sin límites, se dejan llevar por sus instintos y quieren sentir vivir.
Su respuesta fue reveladora, y su mirada intensa me hizo sentir que estaba descubriendo un lado de él que pocos conocían. Sus palabras resonaron en mi mente, y mi curiosidad se intensificó.
— ¿Qué hace la gente aquí? —le pregunté, mi curiosidad insaciable.
El sonrio picaron y no debia hacer eso, tenia mis bragas vueltas nada.
— Aquí, las personas se dejan llevar por sus deseos y pasiones —dijo—. No hay límites, no hay reglas. Solo hay la libertad de ser uno mismo y de disfrutar del momento.
Su descripción pintó una imagen vívida en mi mente. La idea era audaz y provocativa, y mi curiosidad se intensificó.
— ¿Y tú? —le pregunté, mi voz baja y curiosa—. ¿Qué haces en lugares como este?
Él se inclinó hacia mí de nuevo, su rostro cercano al mío, y su aliento cálido envolvió mi oído, haciendo que mi piel se estremeciera con una sensación de placer y anticipación.
— Yo vengo a buscar la libertad de ser yo mismo —dijo, Su voz baja y sensual me envolvió en una atmósfera de intimidad, y pude sentir cómo mi corazón comenzaba a latir más rápido, como si estuviera anticipando algo.—. A buscar la emoción y la pasión que me hace sentir vivo.
La sensación de su aliento en mi oído era casi palpable, y me hizo sentir como si estuviéramos solos en el mundo, sin nada ni nadie que nos interrumpiera.
— Yo vengo a buscar la libertad de ser yo mismo —dijo, su voz baja y sensual—. A buscar la emoción y la pasión que me hace sentir vivo.
Su respuesta me hizo sentir curiosidad y también un poco de intriga.
— ¿Y qué tipo de emoción y pasión buscas? —le pregunté, mi voz baja y curiosa.
— La emoción de vivir al límite —dijo calmado, despacio y bajito, pero la música era tan baja que podía escucharlo—. La pasión de descubrir nuevos placeres y sensaciones.
— ¿Y qué tipo de placeres y sensaciones buscas? —le pregunté de nuevo, mi voz baja y curiosa.
— Eso es algo que prefiero mostrar, no decir —dijo, su voz baja y sensual—. Pero te prometo que será una experiencia que nunca olvidarás.
Me miro terminando las palabras que provocaron que las paredes internas de mi coño se juntaron.
Mi cuerpo se tensó ligeramente, como si estuviera preparándose para un salto al vacío. Mi respiración se volvió más superficial, y mi mente comenzó a imaginar todas las posibilidades que se abrían ante mí.
La atmósfera a mi alrededor pareció cargarse de electricidad, como si el aire mismo estuviera vibrando con anticipación. Mi piel se estremeció con una sensación de expectativa, como si estuviera a punto de descubrir un secreto que cambiaría todo.
Bebí de mi copa, saboreando el dulce y ácido sabor del cosmopolitan, mientras intentaba procesar la escena que me rodeaba. El ambiente era cargado y sensual, con parejas que se entregaban a sus pasiones sin inhibiciones. Aunque no me alarmó, la imagen me impactó profundamente, ya que solo había visto algo similar en películas y series de televisión.
Mi pensamiento se centró en la ironía de la situación: estaba rodeada de lujuria y pasión, sentada al lado de mi jefe, un hombre que siempre había considerado estricto y hermético. La idea de que él tuviera un lado más oscuro y perverso me fascinó y me intrigó, y no pude evitar sentir una curiosidad morbosa por descubrir más sobre ese lado de él.
— ¿Qué pasa? —preguntó él, su voz baja y sensual.
Me fijé en sus ojos azules, esos pozos profundos que parecían atraerme hacia él. La intensidad de su mirada me envolvió, como si estuviera siendo absorbida por un abismo de pasión y deseo.
— ¿Quién eres, Bruno Romano? —le pregunté, mi voz apenas un susurro.
Él soltó una risita de medio lado, una sonrisa que parecía decir "te voy a mostrar algo que nunca olvidarás". La forma en que se rió me hizo sentir una oleada de anticipación y curiosidad.
Se puso de pie y me ofreció la mano, su mirada intensa y provocativa.
— Ven conmigo y te muestro —dijo, su voz baja y sensual.
Sin duda, lo seguí. Me levanté de mi asiento y puse mi mano en la suya, sintiendo una descarga de electricidad al contacto con su piel. Me dejé llevar por él, sin saber qué me esperaba, pero ansiosa por descubrirlo.
VERONICALa mujer suspendida, cegada y rodeada de cadenas por todo el cuerpo.Eso era impactante, pero asombroso era que estaba dando una escena para muchas personas que observaba como un hombre usaba su cuerpo dándole látigos, tocándole el coño y penetrándola el ano con un dildo mientras ella de piernas abiertas para el público.— Te sientes horrorizada por la escena —susurró.Me volví ligeramente hacia él, sin dejar de mirar la escena que nos rodeaba.Era imposible, ya que la mujer gemia demasiado.— Más que horrorizada, sorprendida —le respondí.— ¿Crees que le están haciendo daño? —preguntó, su voz baja y sensual.— Por los gemidos, al parecer no —le dije, mi voz apenas un susurro.Bruno se rió suavemente y me volteo, para que siguiera viendo. Dejo sus manos grandes en mi cintura y me susurro al oído, provocando que por un momento quisiera cerrar los ojos.— Tienes muy buena percepción —dijo deleitándome con su tono—. No le hacen daño, le están haciendo lo que ella desea.Me volví
El cuarto rojo de Bruno era un espacio que parecía haber sido diseñado específicamente para explorar los límites del placer y el dolor. La primera cosa que noté al entrar fue la iluminación tenue y rojiza que parecía envolver todo en una atmósfera de pasión y sensualidad.Las paredes estaban adornadas con herramientas y accesorios que parecían haber sido diseñados para el placer y la restricción. Vi cadenas, cuerdas, y dispositivos que parecían haber sido creados para estimular y controlar el cuerpo.En el centro de la habitación, había una gran cama con una estructura de madera oscura y adornos de cuero. La cama parecía haber sido diseñada para permitir una variedad de posiciones y restricciones, y había varias herramientas y accesorios dispuestos alrededor de ella.En una esquina de la habitación, vi un gran armario que parecía contener una variedad de ropa y accesorios de cuero y látex. Había también una gran mesa de madera oscura que parecía haber sido diseñada para permitir la ex
La suavidad de la tela de mi vestido parecía potenciar la sensación de sus manos en mi piel, y me sentía envuelta en una sensación de calor y comodidad. Era como si el vestido estuviera diseñado para maximizar el placer de su tacto, y yo me sentía afortunada de poder experimentarlo.—Bruno—susurre su nombre cuando presiono mis pezones con fuerza.— Silencio —me dijo, su voz baja y firme.No dejó de tocarme, por el contrario ahora sus caricias estaban en mis piernas, subiendo mi vestido.— ¿Tengo que callar? —le pregunté de nuevo, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda y mordí mi labio cuando sus dedos, tocaron mis bragas.— Solo hablas cuando yo te lo permita —me dijo sin vacilar y un tono que me alarmo demasiado.Corrió la tela de mi panti, tocando mi intimidad y me avergoncé, un rubor baño mis mejillas porque lo descubrió y lo sabia por el gruñido masculino que soltó y reverbero en mi cuerpo.—¿Quién es la mentirosa ahora? —me preguntó Bruno, su voz baja y sarcástica.—Me discu
VERONICAEl sonido de mi teléfono me sacó de mi estado de semi-sueño. Mi cabeza dolía y mi cuerpo estaba cansado después de una noche sin dormir. Miré el reloj y vi que era sábado, mi día de descanso. ¿Quién podría estar llamándome a esta hora?Tomé el teléfono sin mirar quién era y contesté con un tono de voz algo irritado.—¿Sí?—Hola, mi amor —escuché la voz de mi mamá al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás?Mi culpa se activó al escuchar su voz. No quería parecer descortés.—Hola, mamá —le dije, intentando sonar más amable—. Estoy bien, gracias. Solo que no dormí muy bien anoche.—¿Qué pasó? —me preguntó mi mamá, preocupada—. ¿Te pasa algo?Estaba tentada de contarle a mi mamá sobre lo que había pasado con Bruno, pero algo me hizo dudar. No estaba segura de cómo reaccionaría ella, y no quería preocuparla innecesariamente.—No, mamá —le dije—Solo que tuve un día un poco estresante en el trabajo, eso es todo.—Tu jefe te maltrata, te explota —dijo mi mamá—. No entiendo por qué aguan
VERONICA—Yo sé que estás ahí —dijo Jack, golpeando más fuerte en la puerta—. ¡Ábreme!—Vete —le dije, sin abrirle la puerta—. Yo no tengo absolutamente nada que hablar contigo.Le grite, esperando que tuviera madurez y se fuera porque me parecia un insulto su visita.—No me voy a mover de aquí hasta que no hablemos —dijo Jack, con una voz firme y amenazante.—No tenemos nada de qué hablar —le dije—. No sé qué haces aquí. Vete. O si no, voy a llamar a seguridad.Jack se rió.—Pues si no lo hacemos hoy, tú verás —dijo—. Si no hablamos, iré a tu empresa y no creo que a tu jefe le guste un escándalo como el que yo soy capaz de hacerte.—Deja de intentar manipularme —le dije, intentando mantener la calma.—Ábreme inmediatamente —dijo, su voz baja y amenazante—. Tenemos que hablar, tú y yo. Y sabes que soy capaz de hacer lo que digo.No quería que Jack entrara en mi apartamento, pero no me quedaba más alternativa. Abrí la puerta y él ingresó inmediatamente.—Por qué no querías abrir —me pr
VERONICAEl moretón en mi mejilla era un recordatorio constante de lo que había sucedido.Bruno se sentó a mi lado, su expresión seria y preocupada. Me tomó la mano, y yo sentí un escalofrío en mi espalda.—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó, su voz baja y firme.Me encogí de hombros, intentando minimizar la situación.—Nada, no pasó nada —respondí, mi voz débil y poco convincente.Bruno me miró fijamente, su expresión escéptica.—No me mientas, Verónica —dijo, su tono de voz subiendo ligeramente—. Eso no es un golpe cualquiera. ¿Qué te pasó?Me removí incómoda en el sofá, intentando encontrar una excusa creíble. La oscuridad de la noche parecía cerrarse sobre mí, como si me presionara para que revelara la verdad.—Me golpeé, nada más —dije, mi voz aún más débil.—No te creo absolutamente nada —dijo, su voz baja y amenazante—. Me dices ya qué te pasó, porque no creo que eso haya sido un golpe cualquiera.Me puse nerviosa, mi respiración acelerada. La oscuridad de la noche parecía envo
VERONICALa conocí, la familia de Bruno, que es bastante grande y espontánea. Me presentaron a todos, y me costó un poco recordar todos los nombres.Primero, me presentaron a los tíos de Bruno, hermanos de su papá. El tío mayor se llama Alejandro, está casado con una mujer llamada Gabriela, y tienen dos hijos: Lucas, de 19 años, y Julieta, de 18 años. La tía de Bruno se llama Valeria, está casada con un hombre llamado Rafael, y tienen dos hijas gemelas: Daniela y Adriana, ambas de 20 años.Luego, me presentaron al tío de Bruno, hermano de su mamá. Se llama Francisco, está casado con una mujer llamada Isabel, y tienen dos hijos: Mateo, de 15 años, y Emma, de 12 años.También me presentaron a los hermanos de Bruno. El mayor se llama Gabriel, tiene 25 años y está soltero. El menor se llama Julián, tiene 22 años y está en una relación.Me sentí un poco abrumada por tantos nombres y caras nuevas, pero todos fueron muy amables y acogedores. Me alegra haber conocido a la familia de Bruno.—A
VERONICALa reunión iba bien, con risas y conversaciones animadas. Sin embargo, no podía evitar sentir una tensión en el aire. Era como si hubiera una corriente subterránea de tensión entre algunas de las personas presentes.En particular, noté que Daniela, la hija de Rafael, y Valeria parecían no llevarse bien con Julieta, la hija de Gabriela y Alejandro. Las dos chicas no se miraban a los ojos y parecían evitar hablar entre sí.Pero a pesar de esa tensión, la celebración del cumpleaños de Lucas, el hermano de Julieta, siguió adelante. Se le entregaron los regalos, se contó el cumpleaños y se partió la torta. Todos disfrutaron del momento, incluyendo a Lucas, que parecía emocionado con sus regalos.Después de un rato, decidí ir al baño para refrescarme un poco. Me levanté de mi silla y me disculpé con Briana, que estaba sentada a mi lado.—Disculpa, voy al baño —le dije con una sonrisa.—Claro, cariño —me respondió Briana—Estaré aquí cuando regreses.Me dirigí hacia el baño, sintiend