VERONICALa reunión iba bien, con risas y conversaciones animadas. Sin embargo, no podía evitar sentir una tensión en el aire. Era como si hubiera una corriente subterránea de tensión entre algunas de las personas presentes.En particular, noté que Daniela, la hija de Rafael, y Valeria parecían no llevarse bien con Julieta, la hija de Gabriela y Alejandro. Las dos chicas no se miraban a los ojos y parecían evitar hablar entre sí.Pero a pesar de esa tensión, la celebración del cumpleaños de Lucas, el hermano de Julieta, siguió adelante. Se le entregaron los regalos, se contó el cumpleaños y se partió la torta. Todos disfrutaron del momento, incluyendo a Lucas, que parecía emocionado con sus regalos.Después de un rato, decidí ir al baño para refrescarme un poco. Me levanté de mi silla y me disculpé con Briana, que estaba sentada a mi lado.—Disculpa, voy al baño —le dije con una sonrisa.—Claro, cariño —me respondió Briana—Estaré aquí cuando regreses.Me dirigí hacia el baño, sintiend
VERONICALa pelea entre las chicas se intensificó, con Briana intentando intervenir para calmar la situación.—¡Eso no es forma de tratarse! —le dijo Briana a las dos chicas, intentando separarlas.Pero las chicas estaban demasiado enojadas para escucharla. La una acusaba a la otra de ser una traidora y una falsa, mientras que la otra la acusaba de haberle quitado el novio.Los papás de las chicas intentaron intervenir, pero las chicas estaban demasiado enfadadas para escucharlos.—¡Daniela, tú siempre has sido una manipuladora! —gritó Julieta, su voz llena de rabia.—¡Y tú siempre has sido una débil! —respondió Daniela, su voz igual de furiosa.La situación se estaba volviendo cada vez más tensa, y parecía que nada podía calmar a las chicas.Gabriel llegó justo a tiempo para ver la escena y se acercó a ellas con una expresión de preocupación.—Esa no es forma de tratarse, ustedes son familia —les dijo—. ¿Qué hacen peleando de esa forma y por un desconocido que no las valoraba ninguna
VERONICABruno como un lugar sombrío y opresivo. La primera vez que entré, me sentí como si estuviera siendo engullida por una nube de oscuridad. El aire estaba cargado de un olor a humo y a algo más, algo que no podía identificar.La decoración era minimalista, pero no de una manera elegante o sofisticada. Más bien parecía que Bruno había renunciado a cualquier intento de hacer que el lugar se sintiera acogedor. Las paredes estaban pintadas de un color gris sucio, y el suelo estaba cubierto de una alfombra raída y desgastada.La habitación principal estaba dominada por una gran cama de matrimonio, con sábanas negras y una colcha de cuero que parecía haber sido arrancada de la espalda de algún animal. La cama estaba rodeada de velas negras, que parecían estar siempre encendidas, y el aire estaba lleno del olor a cera derretida.—¿Qué tanto miras?—Tu apartamento es muy bonito. Se parece mucho a ti. Todo un riquillo.—¿Un riquillo? ¿Eso es un cumplido?—Claro que sí —dije, sonriendo—.
VERONICA1. La sumisa se comprometerá a obedecer al amo en todo momento, sin cuestionar sus órdenes ni discutir sus decisiones.2. La sumisa mantendrá secreto todo lo que ocurra dentro de la relación, incluyendo pero no limitado a, conversaciones, actividades, y cualquier otra información que pueda ser considerada confidencial.3. La sumisa no tendrá relaciones sexuales con nadie más que con el amo, y no buscará ni aceptará avances sexuales de ninguna otra persona.4. La sumisa permitirá que el amo le haga tatuajes, piercings y marcas de esclava en cualquier parte de su cuerpo que él elija, incluyendo pero no limitado a, tatuajes de propiedad, piercings genitales y marcas de esclava en la piel. La sumisa seguirá las instrucciones del amo para el cuidado y mantenimiento de estos.—Un momento —dije, deteniendo mi lectura del contrato—. No me gusta la parte de los tatuajes.Bruno me miró con curiosidad y le dio un sorbo a su bebida.—¿Qué te preocupa sobre los tatuajes? —preguntó.—No sé
—¿Quién es Liliana? —pregunté, mi curiosidad ahora convertida en una necesidad de saber.Bruno se detuvo en seco, su expresión cambiando de seductor a oscura en un instante. Su rostro se tensó, y sus ojos se volvieron fríos.—Al parecer, hablaste mucho con mi madre y mis tías —dijo, su voz baja y amenazante.—Me contaron algo —dije, mi voz firme.Bruno se acercó a mí, su presencia ahora opresiva.—No es alguien que tú quieras saber —dijo, su voz cortante.—¿Por qué me mentiste? —pregunté, mi voz ahora llena de indignación.Bruno se detuvo en seco, su rostro se ensombreció y su expresión cambió a una de sorpresa y confusión, como si hubiera sido pillado en una mentira. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y su mandíbula se tensó, revelando una fugaz sombra de nerviosismo.—¿Qué te mentí? —preguntó.—Me dijiste que no te habías acercado a mí anteriormente porque tenías un contrato que cumplir —dije, mi voz firme—. Pero la información que ellas me dieron es exactamente concordante con
VERONICAEntré en la oficina de Bruno, notando cómo su mirada se clavaba en mí con una mezcla de curiosidad y desinterés.—¿Qué pasa? —preguntó, sin levantar la vista de los papeles que estaba revisando. Su tono era frío y directo.Me detuve un momento, observando su rostro impasible.—Te están buscando unos oficiales —le dije, tratando de ser lo más objetiva posible.Bruno levantó la vista hacia mí, su expresión cambiando ligeramente. Una ceja se arqueó en su rostro.—¿Para qué? —preguntó.—Me dijeron que tienes una demanda por agresión personal —le dije, tratando de no mostrar mi sorpresa.Bruno se rió, una sonrisa sarcástica en su rostro. Su mirada se volvió más intensa.—¿Eso? Hazlo pasar —dijo, haciendo un gesto con la mano—¿Quiénes son? —pregunto—El detective James y el detective Rodríguez —le dije.—Perfecto, déjalos pasar —dijo Bruno, sin levantar la vista.Su rostro se mantuvo impasible, pero noté un ligero tensamiento en su mandíbula.—¿Qué es lo que está pasando? —pregunté
VERONICAMe senté en la silla frente a Gabriel, quien me miraba con una sonrisa expectante.—Entonces, ¿qué me dices? —preguntó—. ¿Vienes conmigo a la fiesta de compromiso de tu prima?Me tomé un momento para pensarlo antes de responder.—No creo que sea correcto —le dije finalmente.Gabriel se rió y se inclinó hacia mí, apoyando las manos en el escritorio.—¿Por qué no? —preguntó.Me encogí de hombros.—No sé... creo que no está bien —le dije.Gabriel me miró con curiosidad.—Es porque te presentaste primero con mi hermano, ¿verdad? —preguntó.Me sentí un poco incómoda y asentí con la cabeza, porque no se como se vería, eso, además me sentiría demasiado rara.—En parte, sí —le dije—. No sé... no creo que se vea bien visto.Gabriel se río de nuevo y me tomó la mano.—Verónica, no te preocupes por eso —me dijo—. Mi hermano y tú son solo amigos, y yo solo te estoy diciendo que voy a acompañarte a una fiesta. No hay nada malo en eso.—créeme, no es tan fácil.—Piénsalo, Verónica —me dijo
VERONICA—¿Por qué lo golpeaste? —le pregunté, intentando entender su motivación.Bruno me miró con una expresión firme y decidida, sus ojos brillando con una intensidad que me hizo sentir un escalofrío. Pero no pude contener mi curiosidad y mi voz salió en un susurro tembloroso.—Porque él te golpeó a ti —dijo, su voz baja y seria.Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar el incidente, y la memoria de la vulnerabilidad y el miedo que había sentido en ese momento volvió a surgir con fuerza, como si el tiempo no hubiera pasado.—Yo te dije que no quería que le hicieras nada —le recordé, intentando hacerle entender mi punto de vista.Bruno se encogió de hombros.—Yo no tengo por qué obedecerte —dijo, su voz ligeramente elevada—. Y mucho menos me iba a quedar de brazos cruzados cuando ese imbécil te tocó. ¿Sabes qué es lo que me enfurece? Que te hayan puesto la mano encima. Y más cuando eres mi secretaria... —su voz se detuvo por un momento, y luego continuó—. Mi responsabilidad.Su