VERONICA1. La sumisa se comprometerá a obedecer al amo en todo momento, sin cuestionar sus órdenes ni discutir sus decisiones.2. La sumisa mantendrá secreto todo lo que ocurra dentro de la relación, incluyendo pero no limitado a, conversaciones, actividades, y cualquier otra información que pueda ser considerada confidencial.3. La sumisa no tendrá relaciones sexuales con nadie más que con el amo, y no buscará ni aceptará avances sexuales de ninguna otra persona.4. La sumisa permitirá que el amo le haga tatuajes, piercings y marcas de esclava en cualquier parte de su cuerpo que él elija, incluyendo pero no limitado a, tatuajes de propiedad, piercings genitales y marcas de esclava en la piel. La sumisa seguirá las instrucciones del amo para el cuidado y mantenimiento de estos.—Un momento —dije, deteniendo mi lectura del contrato—. No me gusta la parte de los tatuajes.Bruno me miró con curiosidad y le dio un sorbo a su bebida.—¿Qué te preocupa sobre los tatuajes? —preguntó.—No sé
—¿Quién es Liliana? —pregunté, mi curiosidad ahora convertida en una necesidad de saber.Bruno se detuvo en seco, su expresión cambiando de seductor a oscura en un instante. Su rostro se tensó, y sus ojos se volvieron fríos.—Al parecer, hablaste mucho con mi madre y mis tías —dijo, su voz baja y amenazante.—Me contaron algo —dije, mi voz firme.Bruno se acercó a mí, su presencia ahora opresiva.—No es alguien que tú quieras saber —dijo, su voz cortante.—¿Por qué me mentiste? —pregunté, mi voz ahora llena de indignación.Bruno se detuvo en seco, su rostro se ensombreció y su expresión cambió a una de sorpresa y confusión, como si hubiera sido pillado en una mentira. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y su mandíbula se tensó, revelando una fugaz sombra de nerviosismo.—¿Qué te mentí? —preguntó.—Me dijiste que no te habías acercado a mí anteriormente porque tenías un contrato que cumplir —dije, mi voz firme—. Pero la información que ellas me dieron es exactamente concordante con
VERONICAEntré en la oficina de Bruno, notando cómo su mirada se clavaba en mí con una mezcla de curiosidad y desinterés.—¿Qué pasa? —preguntó, sin levantar la vista de los papeles que estaba revisando. Su tono era frío y directo.Me detuve un momento, observando su rostro impasible.—Te están buscando unos oficiales —le dije, tratando de ser lo más objetiva posible.Bruno levantó la vista hacia mí, su expresión cambiando ligeramente. Una ceja se arqueó en su rostro.—¿Para qué? —preguntó.—Me dijeron que tienes una demanda por agresión personal —le dije, tratando de no mostrar mi sorpresa.Bruno se rió, una sonrisa sarcástica en su rostro. Su mirada se volvió más intensa.—¿Eso? Hazlo pasar —dijo, haciendo un gesto con la mano—¿Quiénes son? —pregunto—El detective James y el detective Rodríguez —le dije.—Perfecto, déjalos pasar —dijo Bruno, sin levantar la vista.Su rostro se mantuvo impasible, pero noté un ligero tensamiento en su mandíbula.—¿Qué es lo que está pasando? —pregunté
VERONICAMe senté en la silla frente a Gabriel, quien me miraba con una sonrisa expectante.—Entonces, ¿qué me dices? —preguntó—. ¿Vienes conmigo a la fiesta de compromiso de tu prima?Me tomé un momento para pensarlo antes de responder.—No creo que sea correcto —le dije finalmente.Gabriel se rió y se inclinó hacia mí, apoyando las manos en el escritorio.—¿Por qué no? —preguntó.Me encogí de hombros.—No sé... creo que no está bien —le dije.Gabriel me miró con curiosidad.—Es porque te presentaste primero con mi hermano, ¿verdad? —preguntó.Me sentí un poco incómoda y asentí con la cabeza, porque no se como se vería, eso, además me sentiría demasiado rara.—En parte, sí —le dije—. No sé... no creo que se vea bien visto.Gabriel se río de nuevo y me tomó la mano.—Verónica, no te preocupes por eso —me dijo—. Mi hermano y tú son solo amigos, y yo solo te estoy diciendo que voy a acompañarte a una fiesta. No hay nada malo en eso.—créeme, no es tan fácil.—Piénsalo, Verónica —me dijo
VERONICA—¿Por qué lo golpeaste? —le pregunté, intentando entender su motivación.Bruno me miró con una expresión firme y decidida, sus ojos brillando con una intensidad que me hizo sentir un escalofrío. Pero no pude contener mi curiosidad y mi voz salió en un susurro tembloroso.—Porque él te golpeó a ti —dijo, su voz baja y seria.Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar el incidente, y la memoria de la vulnerabilidad y el miedo que había sentido en ese momento volvió a surgir con fuerza, como si el tiempo no hubiera pasado.—Yo te dije que no quería que le hicieras nada —le recordé, intentando hacerle entender mi punto de vista.Bruno se encogió de hombros.—Yo no tengo por qué obedecerte —dijo, su voz ligeramente elevada—. Y mucho menos me iba a quedar de brazos cruzados cuando ese imbécil te tocó. ¿Sabes qué es lo que me enfurece? Que te hayan puesto la mano encima. Y más cuando eres mi secretaria... —su voz se detuvo por un momento, y luego continuó—. Mi responsabilidad.Su
VERONICAMe preparé para lo que estaba por venir, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Bruno levantó su mano, y yo cerré los ojos, esperando el impacto. La anticipación era casi insoportable, mi cuerpo temblando con una mezcla de miedo y excitación.—Uno —dije, mi voz apenas audible, cuando su mano golpeó mis nalgas.El dolor fue instantáneo, una sensación de calor que se extendió por mi piel como una ola de fuego. Pero también hubo algo más, algo que no podía explicar. Una sensación de conexión, de unión con Bruno, como si nuestros cuerpos estuvieran sincronizados en un baile de dolor y placer.Mi piel comenzó a escocer, a arder, y yo sentí como si me picaran abejas. Pero no era solo dolor. Era una sensación de vivacidad, de intensidad, como si mi cuerpo estuviera despertando de un largo sueño.—Dos —dije, mi voz un poco más firme, cuando su mano golpeó mis nalgas de nuevo.Esta vez, el dolor fue más intenso, pero también más emocionante. Mi sexo comenzó a humedecerse, y yo se
VERONICAMe acuerdo de aquella noche en que me encontraba frente a mi armario, rodeada de vestidos que parecían gritarme desde la perchera. Rojo, negro, blanco... cada uno era una opción que me hacía sentir de manera diferente. Quería verse atrevida, sensual, no tan inocente. Quería impresionar a Bruno, hacer que se diera cuenta de que yo era una mujer que valía la pena.Me probé varios vestidos, pero no podía evitar sentirme sola y triste. Antes, podía llamar a mis amigas y pedirles su opinión. Podíamos pasar horas hablando de moda, de hombres, de la vida en general. Pero en ese momento, todo eso era solo un recuerdo lejano.Me sentí como si estuviera atrapada en una burbuja, sin nadie con quien compartir mis pensamientos, mis sentimientos. Las personas que creía que eran mis amigas resultaron ser unas traidoras. Me dolía pensar en ellas, en cómo me habían fallado.Pero no podía permitir que eso me detuviera. Tenía que seguir adelante, tenía que impresionar a Bruno. Me miré en el esp
VERONICAMe tomó de la mano y me condujo a una habitación que me dejó sin aliento. Era enorme, con una cama que parecía un trono y un clóset que ocupaba toda una pared. Me sentí como si hubiera entrado en un palacio.—Esta será tu habitación cuando vengas a quedarte conmigo —dijo Bruno, sonriendo.No entendía muy bien como funcionaba y aunque sabía que el amo no dormía con su sumisa, nunca entendía por qué. En los libros no es que lo expliquen mucho.—¿No vas a dormir conmigo? —pregunté.Bruno se rió suavemente.—No, Verónica. Al menos, no al principio. Como apenas estamos iniciando, lo ideal es que la sumisa no duerma con el amo.—¿Por qué? —pregunté.—Porque dormir con la pareja crea lazos, crea intimidad —explicó Bruno—. Y nosotros somos para disfrutar, para tener sexo, para respetarnos... pero no para crear esos lazos afectivos de necesidad.Me quedé pensativa, tratando de entender su lógica. Pero al mismo tiempo, me sentí un poco incómoda con la idea de no dormir con él.—Ahora v