VERONICAMe tomó de la mano y me condujo a una habitación que me dejó sin aliento. Era enorme, con una cama que parecía un trono y un clóset que ocupaba toda una pared. Me sentí como si hubiera entrado en un palacio.—Esta será tu habitación cuando vengas a quedarte conmigo —dijo Bruno, sonriendo.No entendía muy bien como funcionaba y aunque sabía que el amo no dormía con su sumisa, nunca entendía por qué. En los libros no es que lo expliquen mucho.—¿No vas a dormir conmigo? —pregunté.Bruno se rió suavemente.—No, Verónica. Al menos, no al principio. Como apenas estamos iniciando, lo ideal es que la sumisa no duerma con el amo.—¿Por qué? —pregunté.—Porque dormir con la pareja crea lazos, crea intimidad —explicó Bruno—. Y nosotros somos para disfrutar, para tener sexo, para respetarnos... pero no para crear esos lazos afectivos de necesidad.Me quedé pensativa, tratando de entender su lógica. Pero al mismo tiempo, me sentí un poco incómoda con la idea de no dormir con él.—Ahora v
VERONICA—Así que esa es tu nueva adquisición —dijo Almir, su voz llena de curiosidad—. ¿Cómo se llama?—No tiene nombre —respondió Bruno—. Al menos, no todavía.Almir se rió suavemente.—Ah, entiendo. Una suma en blanco, esperando a ser moldeada.Bruno asintió con la cabeza.—Algo así.—Me gustaría ver cómo se desenvuelve —dijo Almir, su voz llena de interés—. ¿Puedo?—Pero no será esta noche —dijo Bruno, su voz firme y autoritaria.Almir se rió suavemente.—¿Ah, no? —dijo, su voz llena de sorpresa—. ¿Y por qué no?—Porque esta noche es para mí —dijo Bruno, su voz baja y posesiva—. Y no la compartiré con nadie.Me genera una gran satisfacción saber que no me compartirá con nadie más, porque solo quiero pertenecerle a él. Sé que es normal en este mundo, pero me sentiría incómoda si otros me poseyeran mientras él observa. Sin embargo, no puedo evitar sentir un escalofrío de emoción al imaginar una escena tan oscura y prohibida.—¿Piensas volver al club? —preguntó Almir, su voz llena de
VERONICA— ¡Ayuda! —exclamó la chica, agarrándome del brazo con una fuerza desesperada—. Por favor, ayúdame.Su voz temblaba de miedo y su mirada era wild y desesperada. La observé con preocupación, notando las ojeras oscuras bajo sus ojos y la palidez de su piel.La chica se acercó más a mí, su aliento cálido en mi oreja.— Calma, calma —le dije, tratando de calmarla con un tono suave—. ¿Quién eres?La chica se echó hacia atrás, su mirada escaneando la cocina como si buscara una salida. Su pecho subía y bajaba con rapidez, como si estuviera a punto de hiperventilar.Las suplicas de la chica no las podía obviar, Pero también sabía que estaba violando las exigencias de Bruno.Él me había advertido explícitamente que no hablara con nadie, que no me metiera en nada. Pero ¿cómo podía ignorar la desesperación en los ojos de esa chica? ¿Cómo podía dejarla sola en su momento de necesidad?Me sentí atrapada entre mi lealtad a Bruno y mi instinto de ayudar a alguien que lo necesitaba. Pero sab
VERONICA.Bruno me tomó de la mano y me llevó hacia una puerta que nunca había visto antes. La puerta era de madera oscura y tenía un mango de hierro en forma de serpiente. Bruno abrió la puerta y me hizo entrar.Me encontré en un cuarto que parecía sacado de una pesadilla. Las paredes estaban cubiertas de terciopelo rojo y había velas encendidas en cada rincón. El aire estaba lleno de un olor a incienso y a algo más, algo que no podía identificar.Había una cruz de madera en el centro de la habitación, con cadenas y cuerdas colgando de ella. También había una especie de altar en un rincón, con objetos que parecían ser de ritual. Había un látigo, un collar de perlas y un par de esposas.Bruno se acercó a mí y me miró fijamente, su mirada intensa y sensual. Su expresión era de dominio y control, y pude ver la excitación en sus ojos.— Este es mi cuarto de juegos —dijo, su voz baja y sensual—. Aquí es donde juego con mis sumisas.La habitación parecía cerrarse sobre mí, y el aire se vol
VERONICAMe quedé allí, desnuda y esperando, durante lo que parecieron ser 10 minutos eternos. Mi amo, Bruno, no hacía nada, no decía nada. Me estaba desesperando.Me había preparado para recibir azotes, para que me golpeara, para que me dijera algo, cualquier cosa. Pero no, solo estaba allí, en silencio, detrás de mí.No sabía cómo funcionaba esto de ser sumisa. Solo había leído sobre ello en novelas y lo había visto en películas. Pero la realidad era muy diferente.. Mientras tanto, sentía su presencia detrás de mí, calentándome, consumiéndome, excitándome. Mi intimidad estaba completamente húmeda, y no entendía cómo mi cuerpo reaccionaba de esa manera con alguien que no había hecho nada, solo mirarme.Me sentía confundida, frustrada y excitada al mismo tiempo. No sabía qué esperar, ni qué hacer. Solo podía quedarme allí, esperando, y dejando que Bruno me guiara en este juego de sumisión y dominación.Me quedé allí, esperando, mientras Bruno se movía detrás de mí. De repente, sentí s
VERONICAMe desperté lentamente, sintiendo las sábanas suaves sobre mi piel. Al moverme, sentí un escozor en mis nalgas y un pequeño ardor en mi sexo. Me recordó lo que había pasado el día anterior. Los múltiples orgasmos que había obtenido, que habían sido un castigo, pero que también habían sido deliciosos. Sin embargo, al final, había sido una tortura. Tener uno tras otro me había dejado agotada, extenuada y adolorida.Me puse de pie, intentando sacudirme el dolor y la fatiga. Me dirigí a la ducha, donde me sumergí en el agua caliente, intentando relajarme. Después de ducharme, me vestí en el armario, buscando una pijama que ponerme. Opté por una pijama sensual, de seda negra, que se ajustaba a mi cuerpo de manera perfecta. La pijama tenía un corte profundo en la parte delantera, que mostraba mi escote generosamente. Los pantalones eran cortos y ajustados, que realzaban mis curvas. Me sentí sexy y seductora, lista para enfrentar el día.Miré mi reloj y vi que eran las 7 de la mañan
VERONICAMe sumergí en la tina de agua caliente, sintiendo el champú que Bruno me echaba en el cabello. Sus manos eran suaves y gentiles mientras me lavaba el cabello, y me sentí relajada y cómoda en su presencia.Mientras me lavaba, sus manos se deslizaron hacia abajo, acariciando mi piel con suavidad. Me sentí un poco incómoda, pero traté de relajarme, dejando que sus manos me lavaran y me acariciaran. Su toque me hacía sentir un poco nerviosa, mi corazón latía un poco más rápido, pero también me sentía relajada y cómoda.Bruno se detuvo un momento y me miró con curiosidad.—¿Qué pasó, Verónica? —me preguntó. —¿Por qué me desobedeciste?Me sentí un poco incómoda al recordar lo que había sucedido.—Fui a la cocina —le expliqué. —Y esa chica se me acercó pidiendo ayuda. Me dijo que la habían secuestrado y que necesitaba escapar.Bruno me miró con una expresión seria.—¿Y no te dije que no te acercaras a ella? —me preguntó.Me sentí un poco avergonzada.—Lo siento —dije. —No pensé que
VERONICAMe acerco a mi escritorio, mi corazón latiendo con ira y decepción. No puedo creer que él esté aquí, sonriendo como si nada hubiera pasado. El cinismo de algunas personas es increíble. ¿Cómo puede él mostrarse tan tranquilo después de lo que hizo?Me detengo frente a él, mi mirada intensa y acusadora.—¿Qué haces aquí? —le pregunto, mi voz firme y llena de indignación.Él se levanta de la silla, su sonrisa falsa y condescendiente.—Verónica, ¿cómo estás? —dice, como si no hubiera pasado nada.Mi ira crece al escuchar su tono casual y su intento de fingir normalidad.—No te atreves a llamarme por mi nombre —le digo, mi voz llena de veneno. —Después de lo que hiciste, no tienes derecho a dirigirme la palabra.—Cálmate, Verónica —dice Jack, su voz tranquila pero con un tono de advertencia. —No vengo a hablar contigo, vengo a hablar con tu jefe.—Tú y el no tenemos nada de qué hablar —le digo, mi voz firme y desafiante.Jack sonríe, su mirada glacial.—Creo que sí —dice, su voz b