VERONICA—Yo sé que estás ahí —dijo Jack, golpeando más fuerte en la puerta—. ¡Ábreme!—Vete —le dije, sin abrirle la puerta—. Yo no tengo absolutamente nada que hablar contigo.Le grite, esperando que tuviera madurez y se fuera porque me parecia un insulto su visita.—No me voy a mover de aquí hasta que no hablemos —dijo Jack, con una voz firme y amenazante.—No tenemos nada de qué hablar —le dije—. No sé qué haces aquí. Vete. O si no, voy a llamar a seguridad.Jack se rió.—Pues si no lo hacemos hoy, tú verás —dijo—. Si no hablamos, iré a tu empresa y no creo que a tu jefe le guste un escándalo como el que yo soy capaz de hacerte.—Deja de intentar manipularme —le dije, intentando mantener la calma.—Ábreme inmediatamente —dijo, su voz baja y amenazante—. Tenemos que hablar, tú y yo. Y sabes que soy capaz de hacer lo que digo.No quería que Jack entrara en mi apartamento, pero no me quedaba más alternativa. Abrí la puerta y él ingresó inmediatamente.—Por qué no querías abrir —me pr
VERONICAEl moretón en mi mejilla era un recordatorio constante de lo que había sucedido.Bruno se sentó a mi lado, su expresión seria y preocupada. Me tomó la mano, y yo sentí un escalofrío en mi espalda.—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó, su voz baja y firme.Me encogí de hombros, intentando minimizar la situación.—Nada, no pasó nada —respondí, mi voz débil y poco convincente.Bruno me miró fijamente, su expresión escéptica.—No me mientas, Verónica —dijo, su tono de voz subiendo ligeramente—. Eso no es un golpe cualquiera. ¿Qué te pasó?Me removí incómoda en el sofá, intentando encontrar una excusa creíble. La oscuridad de la noche parecía cerrarse sobre mí, como si me presionara para que revelara la verdad.—Me golpeé, nada más —dije, mi voz aún más débil.—No te creo absolutamente nada —dijo, su voz baja y amenazante—. Me dices ya qué te pasó, porque no creo que eso haya sido un golpe cualquiera.Me puse nerviosa, mi respiración acelerada. La oscuridad de la noche parecía envo
VERONICALa conocí, la familia de Bruno, que es bastante grande y espontánea. Me presentaron a todos, y me costó un poco recordar todos los nombres.Primero, me presentaron a los tíos de Bruno, hermanos de su papá. El tío mayor se llama Alejandro, está casado con una mujer llamada Gabriela, y tienen dos hijos: Lucas, de 19 años, y Julieta, de 18 años. La tía de Bruno se llama Valeria, está casada con un hombre llamado Rafael, y tienen dos hijas gemelas: Daniela y Adriana, ambas de 20 años.Luego, me presentaron al tío de Bruno, hermano de su mamá. Se llama Francisco, está casado con una mujer llamada Isabel, y tienen dos hijos: Mateo, de 15 años, y Emma, de 12 años.También me presentaron a los hermanos de Bruno. El mayor se llama Gabriel, tiene 25 años y está soltero. El menor se llama Julián, tiene 22 años y está en una relación.Me sentí un poco abrumada por tantos nombres y caras nuevas, pero todos fueron muy amables y acogedores. Me alegra haber conocido a la familia de Bruno.—A
VERONICALa reunión iba bien, con risas y conversaciones animadas. Sin embargo, no podía evitar sentir una tensión en el aire. Era como si hubiera una corriente subterránea de tensión entre algunas de las personas presentes.En particular, noté que Daniela, la hija de Rafael, y Valeria parecían no llevarse bien con Julieta, la hija de Gabriela y Alejandro. Las dos chicas no se miraban a los ojos y parecían evitar hablar entre sí.Pero a pesar de esa tensión, la celebración del cumpleaños de Lucas, el hermano de Julieta, siguió adelante. Se le entregaron los regalos, se contó el cumpleaños y se partió la torta. Todos disfrutaron del momento, incluyendo a Lucas, que parecía emocionado con sus regalos.Después de un rato, decidí ir al baño para refrescarme un poco. Me levanté de mi silla y me disculpé con Briana, que estaba sentada a mi lado.—Disculpa, voy al baño —le dije con una sonrisa.—Claro, cariño —me respondió Briana—Estaré aquí cuando regreses.Me dirigí hacia el baño, sintiend
VERONICALa pelea entre las chicas se intensificó, con Briana intentando intervenir para calmar la situación.—¡Eso no es forma de tratarse! —le dijo Briana a las dos chicas, intentando separarlas.Pero las chicas estaban demasiado enojadas para escucharla. La una acusaba a la otra de ser una traidora y una falsa, mientras que la otra la acusaba de haberle quitado el novio.Los papás de las chicas intentaron intervenir, pero las chicas estaban demasiado enfadadas para escucharlos.—¡Daniela, tú siempre has sido una manipuladora! —gritó Julieta, su voz llena de rabia.—¡Y tú siempre has sido una débil! —respondió Daniela, su voz igual de furiosa.La situación se estaba volviendo cada vez más tensa, y parecía que nada podía calmar a las chicas.Gabriel llegó justo a tiempo para ver la escena y se acercó a ellas con una expresión de preocupación.—Esa no es forma de tratarse, ustedes son familia —les dijo—. ¿Qué hacen peleando de esa forma y por un desconocido que no las valoraba ninguna
VERONICABruno como un lugar sombrío y opresivo. La primera vez que entré, me sentí como si estuviera siendo engullida por una nube de oscuridad. El aire estaba cargado de un olor a humo y a algo más, algo que no podía identificar.La decoración era minimalista, pero no de una manera elegante o sofisticada. Más bien parecía que Bruno había renunciado a cualquier intento de hacer que el lugar se sintiera acogedor. Las paredes estaban pintadas de un color gris sucio, y el suelo estaba cubierto de una alfombra raída y desgastada.La habitación principal estaba dominada por una gran cama de matrimonio, con sábanas negras y una colcha de cuero que parecía haber sido arrancada de la espalda de algún animal. La cama estaba rodeada de velas negras, que parecían estar siempre encendidas, y el aire estaba lleno del olor a cera derretida.—¿Qué tanto miras?—Tu apartamento es muy bonito. Se parece mucho a ti. Todo un riquillo.—¿Un riquillo? ¿Eso es un cumplido?—Claro que sí —dije, sonriendo—.
VERONICA1. La sumisa se comprometerá a obedecer al amo en todo momento, sin cuestionar sus órdenes ni discutir sus decisiones.2. La sumisa mantendrá secreto todo lo que ocurra dentro de la relación, incluyendo pero no limitado a, conversaciones, actividades, y cualquier otra información que pueda ser considerada confidencial.3. La sumisa no tendrá relaciones sexuales con nadie más que con el amo, y no buscará ni aceptará avances sexuales de ninguna otra persona.4. La sumisa permitirá que el amo le haga tatuajes, piercings y marcas de esclava en cualquier parte de su cuerpo que él elija, incluyendo pero no limitado a, tatuajes de propiedad, piercings genitales y marcas de esclava en la piel. La sumisa seguirá las instrucciones del amo para el cuidado y mantenimiento de estos.—Un momento —dije, deteniendo mi lectura del contrato—. No me gusta la parte de los tatuajes.Bruno me miró con curiosidad y le dio un sorbo a su bebida.—¿Qué te preocupa sobre los tatuajes? —preguntó.—No sé
—¿Quién es Liliana? —pregunté, mi curiosidad ahora convertida en una necesidad de saber.Bruno se detuvo en seco, su expresión cambiando de seductor a oscura en un instante. Su rostro se tensó, y sus ojos se volvieron fríos.—Al parecer, hablaste mucho con mi madre y mis tías —dijo, su voz baja y amenazante.—Me contaron algo —dije, mi voz firme.Bruno se acercó a mí, su presencia ahora opresiva.—No es alguien que tú quieras saber —dijo, su voz cortante.—¿Por qué me mentiste? —pregunté, mi voz ahora llena de indignación.Bruno se detuvo en seco, su rostro se ensombreció y su expresión cambió a una de sorpresa y confusión, como si hubiera sido pillado en una mentira. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y su mandíbula se tensó, revelando una fugaz sombra de nerviosismo.—¿Qué te mentí? —preguntó.—Me dijiste que no te habías acercado a mí anteriormente porque tenías un contrato que cumplir —dije, mi voz firme—. Pero la información que ellas me dieron es exactamente concordante con