VERONICA
La ceremonia se llevó a cabo en un hermoso jardín al aire libre, con el agua del lago como telón de fondo. La novia, Luciana, mi mejor amiga, caminó hacia el altar con una sonrisa radiante en su rostro.
Las damas de honor, amigas nuestras desde la universidad, estaban sentadas en la primera fila, sonriendo y llorando al mismo tiempo. Me sentí un poco extraña al verlas allí, sabiendo que debería estar sentada junto a ellas, pero en ese momento no me importaba. Había distanciado a esas amigas después de todo lo que había pasado.
El oficiante de la ceremonia comenzó a hablar, su voz clara y resonante. Habló de la importancia del amor y la compromiso, de la unión de dos personas en matrimonio. Luciana y su novio escuchaban atentamente, sus ojos fijos el uno en el otro.
Después de un rato, el oficiante les pidió que se intercambiaran los votos. El novio comenzó a hablar, su voz llena de emoción. Prometió amar y proteger a Luciana por el resto de su vida.
Luciana hizo lo mismo, prometiendo amarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.
Después de los votos, el oficiante les pidió que se intercambiaran los anillos. El novio puso el anillo en el dedo de Luciana, y ella hizo lo mismo. El oficiante tomó los anillos y los levantó hacia el cielo, como si estuviera ofreciéndolos a Dios.
—¡Por el poder que me ha sido otorgado, os declaro marido y mujer! —exclamó el oficiante, su voz llena de autoridad.
La multitud estalló en aplausos y vítores, mientras Luciana y su novio se besaban, rodeados de una lluvia de pétalos de rosa. La ceremonia había terminado, y habían comenzado su nueva vida juntos.
Después de un rato, me acerqué a Luciana y a su esposo Mark, a quien ya conocía. Me presentó a Bruno, y mi amiga llegó y me tomó de la mano, alejándonos un poco de los hombres que nos acompañaban.
—Tenemos que hablar —dijo Luciana, mirándome con seriedad.
—No es momento —le respondí, sonriendo—. Disfruta de este día, ya tendremos tiempo de hablar después de todo lo que tu quieras.
—Pero me voy de luna de miel después de la fiesta —insistió Luciana.
—No importa —le dije, apretando su mano—. Solamente importas tú en este momento, y es tu día. Así que tienes que disfrutarlo. Ya los problemas que tengamos los vamos a resolver después.
—Amiga, de verdad te quiero mucho, y quiero hablar sobre ese tema contigo.
—Yo también te quiero demasiado —le respondí—, y por eso te pido que olvides cualquier tipo de problema y solamente te concentres en ti.
Nos abrazamos, y Luciana me devolvió el alma porque llevaba un mes sin poder hablar tranquilamente con ella, pero despues de todo, creo que si era una buena amiga.
—Cuando vuelva, te prometo buscarte —me dijo Luciana.
—Y vamos a hablar, no te preocupes —le respondí.
—Veronica, estás hermosa.
—No tanto como tú —le respondí, sonriendo.
—Porque soy la novia.
—Obviamente amiga—reímos como en los viejos tiempo.
—Tú siempre tan hermosa —dijo Luciana, sacudiendo la cabeza—. No sé cómo fue capaz de hacerte eso.
—No hablemos de eso ahora —le dije, apretando su mano—. Ve con tu marido y disfruta de tu fiesta.
Me sentí aliviada después de abrazar a mi mejor amiga y permitir que se fuera con su marido. Tras una conversación reconfortante con Luciana, comencé a sentirme mejor, aunque el deseo de alejarme de ese lugar seguía latente. Ver a Daniela tan feliz con Jack me provocaba una profunda incomodidad, y la indiferencia de mis otras amigas, Alejandra y Emma, hacia la situación entre Daniela y mi ex novio era un golpe doble que resultaba insoportable.
Decidí acercarme a Bruno, quien estaba conversando con un par de señores. Al presentarme, Bruno me tomó desprevenida al presentarme como su novia, añadiendo una capa adicional de complicación a lo que ya consideraba una situación difícil de manejar.
La confusión y la incertidumbre se apoderaron de mí en ese momento, sin saber cómo íbamos a proceder a partir de entonces con esta nueva dinámica que Bruno había introducido.—Les presento a mi novia, Verónica —dijo Bruno, sonriendo.
Los señores me miraron con admiración y comenzaron a elogiar mi belleza.
—Es una mujer verdaderamente hermosa —dijo uno de ellos—. Tiene una belleza única.
—Sí—añadió el otro—. Bruno, eres un hombre afortunado.
Mi jefe sonrio apretandome fuerte.
—Sí, lo sé —dijo—. Me siento muy afortunado de tenerla a mi lado.
Me sentí incómoda con la conversación. Me parecía que hablaban de mí como si no estuviera allí.
—Disculpen —dije, interrumpiendo la conversación—, pero hablan como si yo no estuviera aquí.
Los señores se sorprendieron y se disculparon, mientras que Bruno me miró con una sonrisa.
—Lo siento, Verónica —dijo—. No queríamos hacerte sentir incómoda.
—No importa —dije—. ¿Qué estaban hablando antes de que llegara?
Pero la conversación ya había cambiado, y no pude evitar sentirme un poco incómoda con la situación.
—¿Quieres irte?
Su aliento en mi piel me estremeció. Me sentí un poco mareada, pero logré responder:
—Por favor.
Bruno sonrió y me acarició el pecho con su mano. Me sentí un poco incómoda, pero no quise detenerlo.
—Está bien, vámonos —dijo, sonriendo.
Nos despedimos de los señores y salimos directamente hacia el auto. Una vez adentro, solté el aire que había estado conteniendo.
—Realmente, pese a todo, la ceremonia no estuvo tan mal —dije, sonriendo.
—Me alegra que te haya gustado —dijo—. Aunque, debo admitir, que me alegra más que hayamos podido salir de allí.
Me reí y me recosté en el asiento.
—Sí, a mí también —dije—. Gracias por sacarme de allí, ahora no solo eres mi novio falso ante todos —dije, sonriendo—, sino también mi caballero de reluciente armadura, sacándome de ese ambiente tan pesado.
—Bueno, alguien tiene que salvar a la dama en apuros —dijo—. Aunque, debo admitir, que eres una dama muy peculiar.
—¿Peculiar? —repetí, fingiendo ofensa—. ¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir que eres una dama que necesita ser salvada de sí misma —dijo Bruno, sonriendo—. Eres una especie de femme fatale, pero sin la parte de fatale.
Me reí y le di un golpe juguetón en el brazo.
—Eres un grosero —dije, sonriendo—. Pero te perdono porque me sacaste de ese lugar horrible.
—Bueno, como tu jefe, es mi deber asegurarme de que estés bien —dijo Bruno, sonriendo—. Y además, no puedo permitir que mi mejor empleada se sienta incómoda en una fiesta.
Me reí y le di otro golpe juguetón.
—Eres un jefe terrible —dije, sonriendo—. Pero de todas formas gracias.
Después de un momento de silencio incómodo, Bruno se concentró en su celular, mientras yo miraba por la ventana del auto. El chofer conducía en silencio, sin intervenir en nuestra conversación.
—Voy a pasar por ti a las 8 de la noche —dijo Bruno, rompiendo el silencio.
—¿Tan tarde? —pregunté, sorprendida.
—Tengo cosas que hacer —respondió él, vagamente.
—No tienes ninguna reunión pendiente —dije, recordando su agenda.
—Algo personal —dijo él, sonriendo ligeramente.
—Está bien —dije, encogiéndome de hombros—. Igual no tengo nada que hacer.
Bruno se río y me miró con una sonrisa pícara.
—Sí, recuerdo que ya estás soltera —dijo.
Me reí y le devolví la sonrisa.
—Yo recuerdo que tengo novio —dije—. Uno muy rico y apuesto.
—No tengo la culpa de que la madre de tu mejor amiga si pueda reconocer el atractivo de un hombre —dijo.
Me reí y le di un golpe juguetón en el brazo.
—Mas respeto, soy tu jefe.
—Ahora eres mi novio falso.
—Y apuesto además—agrego.
—Bueno, al menos alguien aprecia mi gusto por los hombres —dije, sonriendo.
—Aunque elijas mal—lo mire con furia por recordarme mi error.
En verdad me dolía demasiado y no quería recordarlos nunca mas porque no se merecían estar en mis pensamientos, pero aun asi, Jack y Daniela estaban en mi cabeza la mayor parte del tiempo.
—Y de qué vamos a hablar —pregunté, curiosa.
Bruno sonrió y tecleó algo en su móvil.
—Pues, cuando estemos cenando los dos solos, lo vas a saber —dijo, sin levantar la vista.
—Puedes adelantarme algo —insistí.
—Eres tan impaciente —dijo Bruno, sonriendo.
—¿Cómo no? —respondí—. Si voy a tener una cena con mi jefe, que además de eso me acaba de hacer un favor y no sé cómo voy a pagar... —dejé la frase en el aire.
Bruno levantó la vista y me recorrió con la mirada. Me sentí como si estuviera desnuda ante él, como si pudiera ver hasta el fondo de mi alma. Me sentí vulnerable, expuesta.
—No te preocupes, no voy a aprovecharme de ti —dijo Bruno, su voz suave y tranquilizadora.
—En este momento, soy una mujer vulnerable, con los sentimientos destrozados y el corazón roto —dije, mi voz apenas un susurro.
Bruno me miró con una expresión seria dejando su móvil a un lado.
—Y aun así, sigues siendo fuerte, Verónica. Tu corazón puede estar roto, pero tu espíritu sigue intacto. Eso es algo que muy pocas personas pueden decir.
Las palabras de Bruno cayeron sobre mí como un bálsamo calmante, suavizando la aspereza de mis emociones. Su afirmación sobre mi fortaleza interior resonó profundamente en mí, haciendo que mi pecho se inflara con un sentido de orgullo y determinación.
—No soy tan fuerte como tú crees —dije, mirando hacia abajo.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Bruno, su voz suave y curiosa.
—Porque creo que soy patética —respondí, mi voz apenas un susurro.
—No te trates así —dijo Bruno, su voz firme pero amable.
—¿Cómo no? —repliqué, levantando la vista hacia él—. Tú ves, pedí que mi jefe fuera mi acompañante porque no era capaz de enfrentar la situación y a las personas que me hicieron tanto daño. Si no hubieses estado tú ahí para mí, seguramente hubiese salido llorando de ese lugar. Eso es ser muy patético en esta vida, y nada de tener fuerza de voluntad.
Bruno me miró con una expresión seria, y luego me tomó la mano. La acarició suavemente y me dio un beso en los nudillos que hizo que me humectara los labios.
—Siempre estaré aquí para ti, cuando me necesites —dijo, su voz llena de calidez y sinceridad—. No eres patética, Verónica. Eres una mujer valiente que ha pasado por una situación difícil. Pero has salido adelante, y eso es algo que debes estar orgullosa.
Me miró a los ojos y continuó, mientras sentía mis ojos arder ante la emoción porque no entendía a mi jefe y porque me decía algo tan lindo cuando mas lo necesitaba.
—Y recuerda, la fuerza no se mide por la capacidad de enfrentar las situaciones difíciles sola. La fuerza se mide por la capacidad de pedir ayuda cuando se necesita, y de aceptarla con gratitud. Y tú has hecho eso, Verónica. Has pedido ayuda, y has aceptado la mía. Eso es algo que debes estar orgullosa.
—Gracias Bruno.
—De nada hermosa—me sonrió y se acomodo en el asiento como si nada.
Mientras yo, sentía que el corazón se me iba a salir.
El auto se estacionó al frente de mi edificio y Bruno se detuvo un momento antes de abrir la puerta. Me pidió que esperara un momento y luego me ofreció la mano para ayudarme a bajarme. Me sonrió y me dijo que vendría por mí a las 8 en punto, y que esperaba que estuviera lista.
—Está bien —respondí, sonriendo ligeramente.
Me despedí de él con un gesto y comencé a subir las escaleras de mi edificio. El día había sido largo y agotador, y sabía que las emociones fuertes aún no habían terminado.
La idea de pasar la noche con Bruno me hacía sentir un poco nerviosa, pero también curiosa.
¿Qué tenía planeado para mí? ¿Qué iba a pasar en esa cena?
Me encogí de hombros y seguí subiendo las escaleras, decidida a prepararme para lo que fuera que la noche me deparara porque sabia que las emociones fuertes aún no habían terminado.
VERONICAMe encontraba en mi apartamento de dos piezas, que había sido mi refugio y mi hogar durante tanto tiempo. Sin embargo, después de descubrir la traición de mi ex novio y mi amiga, la habitación principal se había convertido en un espacio insoportable para mí. Había pasado todas mis pertenencias a la segunda pieza, que era mucho más pequeña, pero al menos me permitía dormir sin sentirme invadida por los recuerdos dolorosos.Mientras me preparaba para la noche, no podía evitar pensar en cómo mi vida había cambiado en tan poco tiempo. Mi trabajo como secretaria de Bruno me había permitido pagar las cuotas del banco por mi apartamento, que había comprado con un préstamo. Sin embargo, después de la traición, me sentía como si estuviera viviendo en un lugar que ya no me pertenecía.Pero no tenía tiempo para pensar en eso ahora. Tenía solo 4 horas para alistarme para la cena con Bruno, y estaba decidida a hacerlo. Me pasé horas buscando el vestido perfecto, hasta que finalmente encon
VERONICAIngresamos en un lugar que parecía una discoteca, pero que en realidad era un bar con un ambiente muy peculiar. La luz era tenue, casi oscura, y el aire estaba cargado de una energía sensual.Me sentí incómoda al principio, ya que nunca había estado en un lugar como ese. Parecía que solo admitían parejas, y el ambiente era muy íntimo y exclusivo. Bruno me guió con su mano en mi espalda baja, lo que me hizo sentir un poco más segura en ese entorno desconocido.Mientras caminábamos hacia la mesa privada, pude sentir la mirada de los demás clientes sobre nosotros. Era como si estuviéramos en un mundo aparte, un mundo de placer y sensualidad.La mesa privada era un rincón acogedor con sillones en forma de L. Me senté junto a Bruno, y él se sentó junto a mí, muy cerca. Pude sentir el calor de su cuerpo y su respiración en mi oído.— ¿Qué te apetece beber? —me preguntó Bruno, con su voz baja y sensual.— Un cosmopolitan, por favor —respondí, intentando sonar segura.Bruno sonrió y
VERONICALa mujer suspendida, cegada y rodeada de cadenas por todo el cuerpo.Eso era impactante, pero asombroso era que estaba dando una escena para muchas personas que observaba como un hombre usaba su cuerpo dándole látigos, tocándole el coño y penetrándola el ano con un dildo mientras ella de piernas abiertas para el público.— Te sientes horrorizada por la escena —susurró.Me volví ligeramente hacia él, sin dejar de mirar la escena que nos rodeaba.Era imposible, ya que la mujer gemia demasiado.— Más que horrorizada, sorprendida —le respondí.— ¿Crees que le están haciendo daño? —preguntó, su voz baja y sensual.— Por los gemidos, al parecer no —le dije, mi voz apenas un susurro.Bruno se rió suavemente y me volteo, para que siguiera viendo. Dejo sus manos grandes en mi cintura y me susurro al oído, provocando que por un momento quisiera cerrar los ojos.— Tienes muy buena percepción —dijo deleitándome con su tono—. No le hacen daño, le están haciendo lo que ella desea.Me volví
El cuarto rojo de Bruno era un espacio que parecía haber sido diseñado específicamente para explorar los límites del placer y el dolor. La primera cosa que noté al entrar fue la iluminación tenue y rojiza que parecía envolver todo en una atmósfera de pasión y sensualidad.Las paredes estaban adornadas con herramientas y accesorios que parecían haber sido diseñados para el placer y la restricción. Vi cadenas, cuerdas, y dispositivos que parecían haber sido creados para estimular y controlar el cuerpo.En el centro de la habitación, había una gran cama con una estructura de madera oscura y adornos de cuero. La cama parecía haber sido diseñada para permitir una variedad de posiciones y restricciones, y había varias herramientas y accesorios dispuestos alrededor de ella.En una esquina de la habitación, vi un gran armario que parecía contener una variedad de ropa y accesorios de cuero y látex. Había también una gran mesa de madera oscura que parecía haber sido diseñada para permitir la ex
La suavidad de la tela de mi vestido parecía potenciar la sensación de sus manos en mi piel, y me sentía envuelta en una sensación de calor y comodidad. Era como si el vestido estuviera diseñado para maximizar el placer de su tacto, y yo me sentía afortunada de poder experimentarlo.—Bruno—susurre su nombre cuando presiono mis pezones con fuerza.— Silencio —me dijo, su voz baja y firme.No dejó de tocarme, por el contrario ahora sus caricias estaban en mis piernas, subiendo mi vestido.— ¿Tengo que callar? —le pregunté de nuevo, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda y mordí mi labio cuando sus dedos, tocaron mis bragas.— Solo hablas cuando yo te lo permita —me dijo sin vacilar y un tono que me alarmo demasiado.Corrió la tela de mi panti, tocando mi intimidad y me avergoncé, un rubor baño mis mejillas porque lo descubrió y lo sabia por el gruñido masculino que soltó y reverbero en mi cuerpo.—¿Quién es la mentirosa ahora? —me preguntó Bruno, su voz baja y sarcástica.—Me discu
VERONICAEl sonido de mi teléfono me sacó de mi estado de semi-sueño. Mi cabeza dolía y mi cuerpo estaba cansado después de una noche sin dormir. Miré el reloj y vi que era sábado, mi día de descanso. ¿Quién podría estar llamándome a esta hora?Tomé el teléfono sin mirar quién era y contesté con un tono de voz algo irritado.—¿Sí?—Hola, mi amor —escuché la voz de mi mamá al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás?Mi culpa se activó al escuchar su voz. No quería parecer descortés.—Hola, mamá —le dije, intentando sonar más amable—. Estoy bien, gracias. Solo que no dormí muy bien anoche.—¿Qué pasó? —me preguntó mi mamá, preocupada—. ¿Te pasa algo?Estaba tentada de contarle a mi mamá sobre lo que había pasado con Bruno, pero algo me hizo dudar. No estaba segura de cómo reaccionaría ella, y no quería preocuparla innecesariamente.—No, mamá —le dije—Solo que tuve un día un poco estresante en el trabajo, eso es todo.—Tu jefe te maltrata, te explota —dijo mi mamá—. No entiendo por qué aguan
VERONICA—Yo sé que estás ahí —dijo Jack, golpeando más fuerte en la puerta—. ¡Ábreme!—Vete —le dije, sin abrirle la puerta—. Yo no tengo absolutamente nada que hablar contigo.Le grite, esperando que tuviera madurez y se fuera porque me parecia un insulto su visita.—No me voy a mover de aquí hasta que no hablemos —dijo Jack, con una voz firme y amenazante.—No tenemos nada de qué hablar —le dije—. No sé qué haces aquí. Vete. O si no, voy a llamar a seguridad.Jack se rió.—Pues si no lo hacemos hoy, tú verás —dijo—. Si no hablamos, iré a tu empresa y no creo que a tu jefe le guste un escándalo como el que yo soy capaz de hacerte.—Deja de intentar manipularme —le dije, intentando mantener la calma.—Ábreme inmediatamente —dijo, su voz baja y amenazante—. Tenemos que hablar, tú y yo. Y sabes que soy capaz de hacer lo que digo.No quería que Jack entrara en mi apartamento, pero no me quedaba más alternativa. Abrí la puerta y él ingresó inmediatamente.—Por qué no querías abrir —me pr
VERONICAEl moretón en mi mejilla era un recordatorio constante de lo que había sucedido.Bruno se sentó a mi lado, su expresión seria y preocupada. Me tomó la mano, y yo sentí un escalofrío en mi espalda.—¿Qué te pasó en la cara? —preguntó, su voz baja y firme.Me encogí de hombros, intentando minimizar la situación.—Nada, no pasó nada —respondí, mi voz débil y poco convincente.Bruno me miró fijamente, su expresión escéptica.—No me mientas, Verónica —dijo, su tono de voz subiendo ligeramente—. Eso no es un golpe cualquiera. ¿Qué te pasó?Me removí incómoda en el sofá, intentando encontrar una excusa creíble. La oscuridad de la noche parecía cerrarse sobre mí, como si me presionara para que revelara la verdad.—Me golpeé, nada más —dije, mi voz aún más débil.—No te creo absolutamente nada —dijo, su voz baja y amenazante—. Me dices ya qué te pasó, porque no creo que eso haya sido un golpe cualquiera.Me puse nerviosa, mi respiración acelerada. La oscuridad de la noche parecía envo