Zaira siempre ha tenido un sueño claro: abrir su propio restaurante y conquistar el corazón del mundo con sus habilidades culinarias. Sin embargo, entre largas jornadas en la cocina y la presión constante de su madre para que se case, su vida parece estar en pausa. Además, su figura curvilínea —sus caderas anchas y muslos gruesos— no encaja con los estándares que los hombres a su alrededor parecen buscar, y eso ha hecho que su confianza en el amor esté por los suelos. Gabriel Seraphiel, un magnate frío y calculador, vive en un mundo donde todo se negocia, incluso el matrimonio. Aunque su vida profesional es impecable, su corazón lleva está sellado al frío, y como padre soltero, su prioridad es proteger a su hijo de cualquier desorden emocional. Su familia insiste en que debe cumplir con su deber: conocer a la mujer que ha sido elegida para él desde hace años. Sin embargo, Gabriel no está dispuesto a dejarse atar por compromisos sentimentales. Cuando el destino los cruza de manera inesperada, ninguno sabe que la persona frente a ellos es su prometido. Entre malentendidos, roces inesperados y momentos llenos de chispa, Zaira y Gabriel comienzan a descubrir que a veces el amor llega de las formas más sorprendentes. Pero, ¿podrán superar sus propios prejuicios, miedos y las responsabilidades que los atan para aceptar lo que el destino ya escribió? Una historia de romance, drama y momentos llenos de humor que celebra las segundas oportunidades, el poder de los sueños y el amor propio.
Leer más101SelenaCuando salí por la puerta trasera del hospital, mi única intención era desaparecer lo más rápido posible. No mirar atrás. No pensar demasiado. Solo irme. Pero, por supuesto, la vida no me iba a dejar hacerlo tan fácilmente.Apenas di unos pasos cuando un auto rojo sangre se cruzó bruscamente en mi camino, obligándome a detenerme en seco. La puerta del conductor se abrió con demasiada confianza, y de él bajó Lázaro con esa media sonrisa que siempre lo acompañaba. Todo arrogante y mierda.—Pero si es mi exjefe —solté con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco mientras cruzaba los brazos sobre el pecho, adoptando una pose que, con suerte, disimularía lo jodidamente nerviosa que estaba.Lázaro abrió los brazos de par en par, como si esperara que corriera a abrazarlo.—Querida Misty, es un placer volver a verte.Patético.—¿Murmuraste algo? —su ceño se hundió apenas un milímetro, suficiente para hacerme saber que había captado mi desprecio.Le dediqué mi mejor sonrisa cínica.—Qu
100ZairaEl avión finalmente tocó tierra, y aunque el aire cálido que me recibió al abrir las puertas era reconfortante, no pude evitar sentir una mezcla de emociones. Había pasado tanto tiempo desde que dejé este lugar, pero no podía decir que estuviera completamente lista para regresar. Las niñas dormían plácidamente a mi lado, ajenas a todo lo que había sucedido en el tiempo que estuvimos fuera del país.Suspiré, me levanté y ayudé a las niñas a salir. Mientras caminábamos hacia el área de recogida de equipaje, vi un grupo de personas esperándonos. Gabriel, Frederic y Samuel estaban allí, de pie, sonriéndome. Mi pecho se apretó al verlos, y un nudo se formó en mi garganta.Gabriel me sonrió con una expresión de alivio, y Frederic, con un inusual entusiasmo, sostenía una pancarta que decía “Bienvenida a casa”. Mi corazón se aceleró un poco. No esperaba una bienvenida tan cálida.—Zaira, finalmente estás de vuelta —dijo Gabriel, acercándose a mí con una suavidad que no había mostrad
99SelenaNecesitaba moverme con precisión esta vez. Un plan de escape empezó a tomar forma en mi mente mientras permanecía acostada en la cama del hospital. El doctor Lancaster insistió en que terminara el suero y el hierro que ya estaban conectados a mi intravenosa, así que decidí cerrar los ojos.Ya le había pedido al doctor Lancaster que no dijera nada de mi embarazo y prometió callar así que tengo poco tiempo para moverme fuera de escena.No sé en qué momento me quedé dormida, pero al día siguiente me desperté cuando los rayos del sol golpearon mi rostro. Resoplé, queriendo dormir un poco más, pero no tenía ese lujo. Debía ponerme en pie e irme.Justo cuando me senté en la cama, balanceando las piernas para bajarlas, noté una presencia frente a mí.Una mujer estaba sentada en una silla de ruedas, mirándome fijamente.Solté un suspiro de hastío.—Señora Lennox —hablé con desdén—, ¿viene a desearme buenos días?El sarcasmo y la burla en mi voz fueron evidentes.La anciana resopló c
98ZairaComo ya había llegado a un acuerdo con mi madre, comenzamos a empacar. Las niñas estaban felices, brincando por todos lados mientras decían que "ayudaban", aunque en realidad estaban más entretenidas sacando cosas de las cajas que metiéndolas dentro.El timbre sonó, y pensé que era la comida que había pedido. Gabriel había viajado para una cita de negocios, así que le dije que adelantaríamos todo.Recordé antes de que se fuera cómo las niñas prácticamente lo empujaron hacia la salida.—Papá, ya vete —le dijeron entre risas, sujetándolo cada una de un brazo.Gabriel fingió indignación, intentando contraatacar con un puchero.—Pero necesitarán ayuda… —protestó, mirando a las pequeñas con falsa desesperación.Me crucé de brazos, arqueando una ceja.—Aún no puedo creer que el todopoderoso Gabriel Seraphiel esté haciendo pucheros —me burlé, conteniendo la risa.Su expresión cambió de inmediato. Me señaló con dramatismo antes de girarse hacia la puerta.—Pagarás por esto cuando vue
97Zaira—Está bien, mamá, volveré con las niñas —le dije, fingiendo tranquilidad.Pero en cuanto Camila se fue, me metí en su oficina. Necesitaba hablar con ella, aclarar lo que había pasado. Mi corazón latía con fuerza, y mis manos sudaban cuando cerré la puerta tras de mí.Elena levantó la vista de unos papeles y arqueó una ceja.—¿Y bien? —preguntó con ese tono que usaba cuando sabía que algo importante estaba por decirse.Me humedecí los labios, sintiéndome nerviosa. No sabía cómo empezar, ni siquiera cómo explicarlo sin que sonara absurdo.—Es sobre… el señor Seraphiel —dije al fin.El nombre quedó suspendido en el aire. Elena inclinó la cabeza, observándome con interés.—¿Él es el papá de las niñas? —pregunta mi madre con los ojos grandes.Nunca le dije el nombre del padre de las niñas, pero si sabía que era un hombre con dinero y poderoso, así que mi madre solo pensó que huía de él hace casi cinco años, de todas formas, la cosa iba por allí.Asentí.—Él… quiere… —carraspeé, si
96SelenaApreté mis manos en puños hasta que mis uñas casi perforaron mi piel. El dolor me devolvió un poco de claridad, pero aún sentía que podía desmayarme en cualquier momento.—Señora Lennox, insisto, y parece que no me entiende —dije con la voz tensa—. Me fui a Alemania, tomé un avión para alejarme de su bastardo de nieto, y él hizo que lo devolvieran. Me atrapó de nuevo en su casa, sabe cada paso que doy. Puede que se case con otra mujer, pero, al parecer, solo la muerte puede separarlo de mí.Escupí todo tan rápido que ni siquiera sé si lo entendió. Su respiración se volvió más agitada.—Eres... eres… ¡Eres una ingrata maleducada! —su grito resonó en toda la silenciosa habitación—. ¡Bishop no haría eso!Solté una carcajada amarga y negué con la cabeza.—Si quiere, dígale quién soy en verdad. Tal vez si sabe que soy Karen Donovan me deje en paz. No quiero a su familia tóxica ni a prometidas locas que creen que pueden golpearme. ¡No pedí esto y tampoco lo quiero!Mi voz
95GabrielEstaba viendo fijamente la puerta por la que habían entrado madre e hija… aún no podía creerlo. Madre e hija.Zaira es una Rexton.Eso solo podía significar una cosa: Helen no tiene ningún parentesco con ella.Y eso estaba más que perfecto.Si la señora Elena lograba convencerla, podríamos regresar al país mucho más rápido. Todo dependía de esa conversación.Una llamada me sacó de mis pensamientos.—¿Diga? —cuestioné, llevando el teléfono al oído.La voz al otro lado de la línea sonó tensa.—Presidente Seraphiel, tenemos un problema con Samuel. No quiere comer nada y dice que espera que sus hermanas le llamen.Fruncí el ceño. Samuel… ¿Por qué estaba actuando así? Esto no podía seguir así por mucho tiempo.Apreté la mandíbula y tomé aire antes de responder.—¿Cuánto tiempo lleva sin comer?—Desde ayer en la mañana, señor. Hemos intentado convencerlo, pero se niega. Solo repite que quiere hablar con sus hermanas.Maldita sea. Samuel nunca había sido un niño fác
94SelenaHabía pasado una semana desde aquel día, y las cosas con Bishop seguían algo tensas. Él no quería dejarme en paz, pero yo trabajaba hasta la extenuación para evitarlo como si fuera la peste. Cada vez que nos cruzábamos, había una tensión palpable, como si todo el peso de lo que había sucedido entre nosotros se colara en el aire que compartíamos. No sabía cómo lidiar con esa sensación, así que me sumergía más y más en mi trabajo, dejando que las horas pasaran sin mirar atrás.—Selena, te necesitan en la habitación 201 —dijo una de las enfermeras, interrumpiendo mis pensamientos mientras me concentraba en llenar uno de los expedientes.—Está bien, gracias, Anna —le respondí sin levantar mucho la mirada, tratando de mantenerme enfocada.Dejé los papeles sobre la estación de enfermería y me dirigí rápidamente al ascensor, con el corazón aún dando vueltas por lo que había sucedido. Las paredes del hospital, blancas y frías, me rodeaban en un silencio incómodo, pero era lo único q
93ZairaCamila estaba viendo a mi madre como si hubiera visto un fantasma.—¿Qué haces aquí, Camila? —cuestiona mi madre.—Solo quería venir a hacer las paces con… Lucia —me miró de manera calculada, diciendo mi nombre falso, como si pensara que Gabriel no sabe nada de eso.Cuando Camila vio a Gabriel sus ojos se iluminaron y me dieron ganas de poner los ojos en blanco, pero luego llegó mi madre y se puso ansiosa.—Te dije que no te acercaras a ella —dijo mi mamá con un tono de advertencia.—Solo vine a disculparme, eso no es un pecado ¿verdad? —dijo con tono triste mirando a Gabriel, aunque la respuesta es para mi madre—. Pero ella me empujó. Solo quise venir a hacer las paces con ella —se quejó, claramente exagerando la situación con más lágrimas cayendo como perla por su rostro.No pude evitar soltar una sonrisa sarcástica.—¿Y también te pegué con pegamento al suelo? —comenté, casi burlándome de su dramatismo. Cansada de este drama cuando debería estar pendiente de mi cocina— hac