5. ¿¿Nuevo trabajo??

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Gabriel

Llegué con las expectativas bajas, así que imagina mi sorpresa cuando probé el pequeño postre frente a mí y pude saborear algo… no era mucho, pero era más de lo que había sentido en meses. No soy alguien que se impresionara fácilmente, pero este postre había logrado lo imposible.

—¿Quién preparó esto? ¿Dónde está? Quiero verlo —demandé con mi voz profunda y autoritaria, mirando a Frederic, quien esperaba en una esquina, conteniendo el aliento.

—Está en el salón principal, joven amo Seraphiel… —habló Frederic extrañado por mis preguntas.

Ni siquiera esperé que terminara de hablar. Sin perder tiempo, me levanté y me dirigí rápidamente al salón. Al llegar, me detuve en seco en la entrada al ver la figura de una mujer de espaldas a mí. Llevaba un vestido rosa chicle que, a pesar de lo llamativo, le sentaba perfectamente en sus caderas anchas y su trasero redondo y grande. Su cabello rojo fuego caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su postura irradiaba confianza y elegancia. La detalle Desde donde estaba el tiempo suficiente y mi corazón comenzó a galopar en mi pecho de forma alocada.

Por un breve instante, me permití admirarla más de lo necesario, algo completamente inusual en mí. No sabía que el chef sería una mujer, y mucho menos alguien con tantas curvas, a pesar de ser regordeta su cintura era estrecha dándole una figura en reloj de arena y el vestido solo la hacía parecer un dulce delicioso para probar y tenía un aire tan… peculiar. Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro, tan fugaz que apenas existió, antes de que recuperara mi expresión fría y seria.

—Señorita… —llamé con mi voz grave, para llamar su atención y mi voz resonó en la habitación como una orden tácita.

Ella se giró lentamente al escuchar la voz, encontrándose conmigo. Ella también me detalló un rato antes de que una sonrisa educada apareciera en su rostro que solo hacía que se iluminará más la habitación, pero murió rápidamente cuando hablé de nuevo, esta vez con una frialdad que le hizo fruncir el ceño.

—¿Eres quien hace los postres? —pregunté de manera fría sin dejar de mirarla. Quería ver cada reacción de su rostro— ¿Cómo te llamas?

Creo que ni siquiera parpadeé…

—Lo soy, ¿L-le gustó? —pregunta nerviosa, pero mirándome directamente a los ojos con valentía— soy Zaira.

Preferí responderle con otra pregunta.

—¿Dónde trabajas, señorita Zaira? —pregunté curioso— ¿Ganas bien?

Una risa nerviosa salió de sus labios, pero me quedé estoico mirándola con más curiosidad que antes.

—Trabajo de aprendiz, no ganó mucho, pero es algo —se encoge de hombros sin decirme una cifra exacta.

—Pues ahora serás mi chef personal. —La declaración no dejaba espacio para discusiones, como si ya estuviera decidido— tendrás un aumento de sueldo por supuesto, espero que tengas visa.

Ella inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, su cabello rojo moviéndose y llamado mi atención… su cabello es largo, rizado y brilloso.

“¿Será tan suave como parece?” Pensé, queriendo pasar mis dedos por él.

Me miró directamente a los ojos sin titubeo y los labios apretados.

—¿Eso fue una pregunta o una orden? —respondió con calma, pero dejando entrever que no aceptaría imposiciones tan fácilmente.

Yo parpadeé, sorprendido por su respuesta. No era común que alguien cuestionara mis órdenes, y mucho menos con una actitud tan tranquila. La pequeña chispa de desafío en los ojos de la chef y me hizo reconsiderar lo que pensaba de ella.

Zaira

Cuando preguntó por mí corrí de regreso a la sala queriendo escaparme, pero escuché pasos detrás de mí, me acerqué a la ventana tratando de serenarme dándole la espalda a la entrada para que no vieran mi nerviosismo, pero ahora con él frente a mí diciendo que seré su chef privada no sé que pensar.

Porque para empezar el hombre me quitó la capacidad de pensar claramente.

Mientras él me miraba de manera descarada, yo hice lo mismo. Su piel color canela hacían resaltar más sus ojos ámbar y su cabello oscuro rapado a los lados y algo largo y rizado arriba le hacían ver un poco rebelde, su traje a medida color gris plomo dejaba entrever músculos, pero nada exagerado y yo, muy tarde me di cuenta que estaba babeando por el hombre frente a mí.

—Una afirmación, señorita. Espero que esté a la altura —respondió finalmente, manteniendo su tono impersonal, pero con un leve atisbo de interés en su mirada. Sus palabras me traen al presente.

Puede que el señor Seraphiel estuviera acostumbrado a dar órdenes y no a pedirlas. Sin embargo, yo adopté una postura desafiante.

—No puedo irme —respondí.

—Arregla tus cosas —declaró nuevamente el dueño de la mansión, con tono frío e inamovible—. Te vienes conmigo a Suiza hoy mismo.

Lo miro con los ojos entrecerrados, claramente irritada.

—¿Qué le hace pensar que aceptaré ser su chef personal, señor Seraphiel? —pregunto, alzando una ceja y cruzándome de brazos— tengo compromisos y una familia.

Lo desafíe a pesar de mi propia incomodidad.

—Porque puedo pagarte y vendrás. Si yo quiero, no vuelves a trabajar con tu maestro, y puedo cerrar ese restaurante en un instante. Mejor acepta mi oferta, te pagaré bien, viajarás y tendrás todas las herramientas que necesites —ofrece.

Apreté los labios, claramente molesta por la arrogancia y actitud mandona de ese hombre. Odio que me acorralen de esa manera.

¡Era chantaje!

—No puedo irme así, de ya para ya. Tengo responsabilidades —repliqué, manteniendo una postura firme, que comenzaba a flaquear.

—Si aceptas, puedes seguir estudiando con tu maestro o cualquier otro que te guste más. Tu maestro puede viajar a California fácilmente y aprenderás cuando estés libre —añadió, encogiéndose de hombros con una indiferencia que me tenían de mal humor.

Permanecí inmóvil, dudosa, mientras consideraba sus palabras. Por un lado, estaba mi mentor, el chef Alain Dubois, que había sido un excelente mentor y guía desde que comenzó la carrera. Por otro, estaba este hombre frío y autoritario que, por alguna razón, parecía dispuesto a mover cielo y tierra para que aceptara su oferta.

“No puedo dejar que mi maestro y el restaurante paguen por mi culpa” mordí mi labio con mi indecisión.

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