124Gabriel frunció el ceño ante las palabras de Zaira.—¿Por qué cambiaría todo? —preguntó con un deje de duda, sintiéndose un poco mal por lo que ella insinuaba.Zaira soltó un suspiro tembloroso, su mirada reflejaba una mezcla de angustia y frustración.—Claro que sí —afirmó con convicción—. Tal vez no me hubiera ido tan lejos… O podría haberle pedido a Selena que te ayudara… No lo sé, no lo sé… —repitió en un murmullo frenético, llevándose las manos al rostro.Gabriel sintió algo en su interior retorcerse. No podía soportar verla así. Sin pensarlo, la atrajo hacia él, envolviéndola en sus brazos con fuerza.Zaira se quedó inmóvil por un segundo, luego se aferró a él con la misma intensidad.Gabriel cerró los ojos, sintiendo su calor, su fragilidad y, al mismo tiempo, su fortaleza. No sabía si sentirse aliviado o no. Lo único que tenía claro era que no quería preocuparla.Zaira era tan bondadosa, tan hermosa, no solo por fuera, sino también por dentro. Su sola presencia traía luz a
125Zaira caminaba de un lado a otro en la sala, abrazándose a sí misma mientras miraba el reloj por enésima vez. La noche parecía eterna, cada minuto que pasaba sin noticias de Gabriel la hacía sentir más ansiosa.Intentó distraerse, pero sus pensamientos la traicionaban. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si no regresaba?Cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose, su corazón dio un vuelco.—¡Gabriel! —exclamó, girándose de inmediato.Antes de que él pudiera decir algo, Zaira corrió hacia él y se lanzó a sus brazos. Gabriel apenas tuvo tiempo de estabilizarse antes de sentirla aferrarse con fuerza a su espalda, como si temiera que se desvaneciera.—Estás aquí… —susurró ella contra su pecho.Gabriel exhaló y la envolvió con sus brazos, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo se disipaba lentamente.—Te dije que regresaría —murmuró, apoyando la barbilla sobre su cabeza.Zaira no respondió al instante, solo se apretó más contra él.—No me gusta esto… —susurró—. No me gusta quedarme aquí espe
126.Bishop y Selena llegaron a la imponente mansión de Grace, la abuela de Bishop. La mujer de rostro severo y mirada afilada los esperaba en la sala principal, sentada con la elegancia de una reina en su trono. Pero cuando sus ojos se posaron en sus manos entrelazadas y en los anillos que brillaban en sus dedos, su expresión se volvió oscura como el carbón.—¡¿Qué significa esto, Bishop?! —espetó con una voz gélida, sus labios frunciéndose en desaprobación—. ¡Dime que es una broma!Selena sintió la tensión en el aire, pero Bishop no reaccionó ante la furia de su abuela. Simplemente se mantuvo firme, sin soltar su mano.—No es ninguna broma, abuela —dijo con calma, su voz profunda y decidida—. Selena es mi esposa.Grace casi se atraganta con su propia indignación.—¡Tú no puedes casarte con ella! ¡Esa mujer no es digna de ti!Selena sintió la punzada de las palabras, pero se mantuvo erguida. No permitiría que esa mujer la intimidara. Sin embargo, Bishop, con su temple inquebrantable,
127Zaira se sienta frente a Elena en el elegante despacho de la mansión Rexton. La mujer estaba serena, pero su mirada es dura, como si estuviera evaluando el peso de cada palabra antes de hablar.—Zaira, he tomado una decisión sobre Camila —dice finalmente.Zaira siente un escalofrío en la espalda. No esperaba que la conversación llegara tan rápido.—¿Qué harás con ella? —pregunta Zaira curiosa.Elena entrelaza las manos sobre la mesa.—Le di mi apellido, mi fortuna y la traté como mi hija porque creí que era mi hija. Pero ahora sé la verdad… y sé que intentó dañarte más de una vez. No puedo permitirlo —negó con la cabeza— yo pensé que había ganado otra hija, pero su codicia le nubló la mente.El corazón de Zaira late con fuerza.—¿Qué significa eso? —hundió el ceño.—Significa que Camila ya no será una Rexton —afirma Elena con frialdad—. Le quitaré todo: su acceso a mis cuentas, su apellido, su posición. No dejaré que alguien que actuó con tanta maldad siga beneficiándose d
128Los meses habían pasado, y la enfermedad de Gabriel fue mejorando poco a poco. Sus dolores de cabeza eran menos frecuentes, su visión comenzaba a estabilizarse y eso trajo un alivio inmenso a toda la familia.Después de que todos se enteraron de que yo era una Rexton, la familia Seraphiel dejó atrás su resentimiento con mi madre adoptiva y sus oscuros secretos. Era como si, de algún modo, la verdad hubiera limpiado las heridas del pasado.Gabriel observaba a Zaira mientras cocinaba, disfrutando de la escena cotidiana que antes parecía imposible. En la sala, los niños jugaban animadamente y debatían sobre la existencia de los fantasmas.—¡Claro que existen! —dijo uno de ellos con los ojos muy abiertos—. Mi amigo en la escuela dijo que su casa está embrujada.—No es cierto —respondió el otro con los brazos cruzados—. Los fantasmas no existen, son solo cuentos para asustarnos.Gabriel sonrió, divertido, y decidió intervenir.—Tal vez los fantasmas solo aparecen a quienes creen en ell
129 El gran día había llegado. El sol brillaba en lo alto, bendiciendo la ceremonia con su cálida luz, mientras una brisa suave agitaba los pétalos blancos que decoraban el pasillo nupcial. Todo estaba dispuesto con un gusto exquisito, sin excesos, pero con ese aire elegante y especial que reflejaba la esencia de la pareja. Gabriel estaba de pie en el altar, vestido con un impecable traje negro, su porte majestuoso, pero sus ojos delataban la emoción que lo embargaba. A su lado, Bishop, su padrino, ajustaba su corbata con fingida indiferencia, aunque la sombra de una sonrisa se dibujaba en su rostro. Las primeras notas de la música comenzaron a sonar y las pequeñas pajecitas hicieron su entrada. Las gemelas caminaban con pasos cuidadosos, sosteniendo pequeñas cestas con pétalos de rosa que esparcían con alegría. Justo detrás de ellas, Samuel avanzaba con solemnidad, sosteniendo la pequeña caja con los anillos como si fuera el mayor tesoro del mundo. Y entonces, la vio.
1.Zaira MoreauMe sentía feliz, radiante y llena de energía. El aroma a pan recién horneado y especias aún impregnaba mis manos después de las clases de cocina. Mi maestro, el renombrado chef Alain Dubois, había anunciado en la última lección que era la mejor estudiante de todos los tiempos. El chef Dubois me había elegido como su aprendiz hace algunas semanas y había aprendido muchísimo en estas pocas semanas. Era el primer paso hacia el sueño que me había guiado desde mi niñez. Una vez mi maestro se me acercó: —¿Por qué quieres ser mi aprendiz? —me preguntó el día antes de elegir su aprendiz. —Quiero hacer feliz a las personas con mi comida, chef —le respondí sinceramente. Y solo así aceptó ser mi maestro. He amado la comida desde que podía recordar. A los dos años, ya acompañaba a la abuela en la cocina, preguntando curiosa por cada ingrediente. Mi abuela, con paciencia infinita, me enseñó todo lo que sabía: desde amasar pan hasta preparar las más delicadas salsas francesas. Mi
2Gabriel SeraphielEntré en el comedor con paso seguro, mi presencia serena y estoica. Mi mirada estaba fija en el plato que esperaba en la mesa. Me siento sin prisa, ajustando la chaqueta perfectamente cortada de mi traje color carbón y tomo los cubiertos con precisión.—Hola, padre —saluda mi pequeño hijo de cinco años.Samuel Seraphiel, mi hijo siempre se sentaba a mi izquierda en todas las ocasiones y a mi derecha debería ir su madre, pero ese asiento lleva años vacío.—Hola, Samuel —le dije a él mientras le terminaban de servir la misma cena que a mí— ¿hiciste tus deberes?—Sí, como siempre —contesta, igual de serio que yo— quiero aprender algo nuevo.Mi hijo era mi viva copia, mismos ojos, cabello azabache y piel canela como la mía, también era un niño sumamente inteligente y a pesar de su corta edad aprendió a leer y escribir muy bien en poco tiempo y ahora tiene tutores avanzados.—Ya veremos luego, primero termina tus clases —contesté, con parsimonia y Samuel solo asintió.L